La “nave del Estado”   1. Me desconcierta la revuelta de los vientos. De aquí llega rodando una ola y por allá otra, y nosotros en medio arrastrados nos vemos en nuestra nave negra, afligidos por la muy enorme tempestad. El agua de la sentina ya cubre el pie del mástil. Toda la vela está ya transparente, y cuelga en grandes jirones su tela, no logran asideros las anclas, y el timón… …mis dos piernas se afirman en las jarcias y sólo esto me mantiene a salvo. Toda la carga arrastrada fuera de la borda va.   2. De nuevo esta ola, como la de antes, avanza contra nosotros, y nos dará mucho trabajo resistirla cuando aborde nuestra nave. … …aprestemos la defensa lo antes posible y corramos al amparo de un puerto seguro. Que ninguno de nosotros la duda cobarde le acose. Claro está que es enorme el empeño. Recordad las fatigas que antaño soportamos. Y que ahora todo hombre demuestre su valía. Con que no avergoncemos por falta de coraje a nuestros nobles padres que yacen bajo tierra.   3. Destella la enorme mansión con el bronce; Y está todo el techo muy bien adornado Con refulgentes cascos, y de ellos Cuelgan los albos penachos de crines De caballo, que engalanan el arnés de un guerrero. De ganchos que ocultan que están enganchadas las grebas brillantes de bronce, defensa del más duro dardo, los coseletes de lino reluciente y cóncavos escudos cubren el suelo. Junto a ellos están las espadas de Cálcide, Y muchos cintos y casacas de guerra. Ya no es posible olvidarnos de esto, Una vez que a la acción nos hemos lanzado.   4. Ahora hay que emborracharse y beber hasta el colmo, ¡que ha muerto Mírsilo!   5. …al malnacido Pítaco de esta ciudad, desdichada y cansina, le han hecho tirano, y a grandes voces todos le dan vítores.   6. …los lesbios levantaron este recinto grande y eminente para todos, y dentro de él pusieron altares de los dioses inmortales, y a Zeus lo apellidaron Suplicante, y a ti, la Eolia, diosa ilustre, generadora de todo; y al tercero, a Dioniso, Piel de Corzo, devorador de carne cruda. Acudid con el ánimo propicio, y escuchad nuestra súplica, y libradnos de estos trabajos y doliente exilio, y haced que al hijo de Hirras lo persiga la Erinia vengadora de quienes antaño juramos, con rito sagrado, no entregar nunca a ninguno de los compañeros, y o bien morir, y envueltos en la tierra descansar, derribados por aquellos que mandaban entonces, o matarlos y liberar al pueblo de sus males. Pero el Panzudo no se lo tomó a pecho, y pisoteando alegremente los juramentos, está devorando la ciudad.   7. …yo, desdichado, vivo a la manera de un campesino, anhelando escuchar, Agesilaidas, las voces que pregonan la Asamblea y el Consejo: eso que mi padre y el padre de mi padre compartieron, hasta viejos, con estos ciudadanos siempre en rencilla, yo vivo desposeído, y exiliado en remoto lugar. Solo, entre lobos, hice mi casa aquí, como Onomacles, [preparando] la guerra; que es innoble no revolverse contra los que mandan. Aquí el recinto de los dioses felices frecuento cruzando esta oscura tierra, con otras compañeras de camino… y, con mis pies lejos de males, vivo donde las lesbias de rozagante peplo vienen a competir en belleza. Aquí en torno retumba el griterío inmenso de mujeres en sus anuales fiestas sacras. …¿Cuándo de mis muchos pesares me van a liberar los Olímpicos?
El simposio y el vino   8. Bebe y emborráchate, Melanipo, conmigo. ¿Qué piensas? ¿Qué vas a vadear de nuevo el vorticoso Aqueronte, una vez ya cruzado, y de nuevo del sol la luna clara vas a ver? Vamos, no te empeñes en tamañas porfías. En efecto, también Sísifo, rey de los etolios, que a todos superaba en ingenio, se jactó de escapar a la muerte. Y, desde luego, el muy artero, burlando su sino mortal, dos veces crzó el vorticoso Aqueronte. Terrible y abrumador castigo le impuso el Crónica más tarde bajo la negra tierra. Con que, vamos, no te ilusiones. Mientras jóvenes seamos, más que nunca, ahora importa gozar de todo aquello que un dios pueda ofrecernos.   9. Bebamos ya. ¿A qué aguardar la hora de las luces? Le queda un dedo al día. Baja las copas grandes pintadas, pues el hijo de Sémele y de Zeus les dio a los hombres vino para olvido de su tristeza. Vierte una medida de agua por dos, completas hasta el borde, de vino; y que una copa empuje la otra.   10. No hay que abandonar el ánimo a los males. Pues nada avanzaremos con apenarnos, oh Bicquis, y no hay mejor remedio que mandar a por vino y embriagarnos.   11. Zeus manda lluvia, y una gran tormenta Bajo el cielo, y hielan las corrientes. Olvida la tormenta: échale leña al fuego, corta, sin tasarlo, el vino dulce como la miel, y luego acuéstate con un cojín mullido en cada sien.   12. Mójate el pecho con vino, que anda el astro de regreso, y el tiempo es de agobio, y todo está, del calor, sediento, y entre las hojas chirría, con ardor, la cigarra, y despide un canto fuerte y agudo, bajo las alas, cuando el verano ardoroso … crece el cardo; hoy, más que nunca, está la mujer molesta, y débil, el hombre: Sirio abraza su cabeza y seca sus rodillas.   13. Vamos, haced que vengan con guirnaldas de anís y nos las pongan en el cuello, y que a todos el pecho nos rocíen con una dulce esencia.   14. Que alguien me traiga acá al lindo Menón, si queréis que disfrute del banquete.   15. Dicen que Aristodemo profirió en Esparta una vez una sentencia nada estúpida: “El hombre es su dinero: no hay ningún pobre honrado ni estimado”.   16. …lo que se le dé a una puta, igual echarlo en la onda del mar cano.   17. Muchacho, con el vino, la verdad
Himnos a los dioses y a los héroes   18. Rey de Cilene, te saludo: hoy quiere mi corazón cantarte, a ti, a quien Maia, de haberse undio al fuerte hijo de Cronos, parió en las cumbres.   19. Dejad la isla de Pélope, y venid, hijos audaces de Zeus y de Leda, apareceos, propicio el corazón, Cástor y Pólux, Que recorréis la ancha tierra y el mar, montados en caballos velocísimos, y sin esfuerzo apartáis de los hombres la triste muerte, Cuando saltáis al tope de la nave, clareando en las trozas a distancia, e ilumináis en la noche doliente el buque negro.   20. Río el mas bello, junto a Ainos desaguas en el mar azul de púrpura, después de atravesar, roncando, el suelo de Tracia, rica en potros, y van muchas muchachas a explorarte, y con mimosas manos en sus muslos, tu agua maravillosa, como un óleo, se encantan derramando.   21. …y turbó el corazón de Helena de Argos dentro del pecho, y loca por el hombre de Troya, ella por mar al falso huésped acompañó en la nave, dejando en casa a su hija abandonada y el abrigado lecho de su esposo, y es que su corazón la convenció de que amor cediera, de Dione y Zeus por la hija… …la negra tierra guarda a muchos de sus hermanos, caídos por Helena en el llano de Troya, y dieron en el polvo muchos carros y muchos combatientes de ojos negros fueron pisoteados, y al estrago Aquiles se entregaba.   22. Se cuenta, Helena, que un dolor amargo los pecados de Príamo y sus hijos castigó por tu causa, y que incendió Zeus la sagrada Ilión. No fue así la muchacha delicada que el noble hijo de Eaco, convocando a todos los felices a la boda, del techo de Nereo llevó a la casa de Quirón; y el cinto soltó de la doncella pura; y fértil fue el amor de Peleo y de la egregia Nereida, pues al año tuvo ella un hijo, un fuerte semidiós, de yeguas bayas conductor feliz; y los frigios, en cambio, y su ciudad murieron por Helena.   23. ¡Pura Safo, de coronas violeta, de sonrisa de miel!
16 (104 D) El vino, pues, es el espejo del hombre.   17 (91 D) No hay que abandonar el ánimo a los males. Pues nada avanzaremos con apenarnos, oh Bicquis, y no hay mejor remedio que mandar a por vino y embriagarnos.   18 (97 D) No plantes ningún árbol antes que la vid.   30 (66 D) El vino, caro amigo, es también la verdad.   33 (63 D) ¡Coronada de violetas, sonrisa de miel, santa Safo!
Alceo de Mitilene, poeta, Mitilene (Lesbos), 630 a.C.-580 a.C.
… A Febo de rubios cabellos al que la hija de Coos dio a luz   … A Febo de rubios cabellos al que la hija de Coos dio a luz tras de unirse al Crónida ilustre que mora en las nubes. Y Ártemis hizo el gran juramento que hacen los dioses: “Juro por tu cabeza que seré siempre virgen indómita, y viviré cazando sobre las cumbres de los montes agrestes. Así que, vamos, consiente en esto y dame esta gracia”. Así dijo. Y al punto asintió el Padre de los dioses felices. A la doncella “Montaraz cazadora de ciervos” la llaman los dioses y los hombres con digno sobrenombre. Y Eros que el desmayo produce, a ella no se acerca.
45 V   Hebro, hermosísimo río, que ante Eno vas a desembocar en el mar purpúreo tras cruzar, rugiendo, la tierra de Tracia rica en caballos. Y a ti acuden numerosas muchachas, y con manos suaves a sus muslos llevan como si fuera ungüento, hechizándose, tu agua divina…  
130 b V   Vivo una vida simple, ay de mí, en un destino rústico, queriendo oír rumores de asamblea y de consejo, oh Agesilaidas, lo que tuvo mi padre, y el padre de mi padre, mientras envejecían entre estos ciudadanos malos unos con otros; de lo que me han echado y huyo hasta este confín, como Onimacles, hasta este sitio, guarida de lobos, lejos de la batalla, que no es lo más acorde con el fuerte abandonar la sedición. … Y hacia el recinto de los venturados dioses … ando sobre la negra tierra … con éstas… … habito con mis pies lejos de las desgracias allí donde las lesbias de largos peplos marchan a lidiar en belleza, y suena en torno un inefable eco femenino: santo griterío anual.
140 V   Resplandece el gran templo con el bronce y, en honor de Ares, el tejado entero ornado está con relucientes yelmos de los que penden blancos penachos de caballo, honor de las cabezas varoniles. Y ocultan a los clavos las broncíneas grebas, puestas en torno, defensa del venablo poderoso. Hay corazas de lino nuevo, y escudos cóncavos tirados, y a su lado espadas de cálcide, muchos ceñidores y túnicas. No conviene olvidarse de esas cosas, lanzados como estamos a esta empresa.
338 V   Llueve Zeus y grande es la borrasca que de los cielos cae. Se han helado los ríos… Echa abajo el invierno, prende el fuego, el dulce vino mezcla sin reparos y un almohadón mullido aparéjate en torno de las sienes…
208 V   No entiendo la querella de los vientos: viene una ola rodando de este lado y de ése, otra, y nosotros en medio somos llevados con la negra nave en la gran tempestad, entre horribles esfuerzos; pues llega el agua al pie del mástil y ya todo el velamen se ha rasgado, y jirones enormes cuelgan de él. Ceden las anclas, y el timón … Me sujeto a las jarcias por los pies: tan sólo esto me mantiene a salvo … … la carga echada por la borda …
346 V   Bebamos, no esperemos las candelas, le resta un dedo al día. Alza en alto las grandes y decoradas copas, buen amigo, pues el vino a los hombres se lo dio el hijo de Sémele y Zeus para olvido de penas. Mezcla una parte junto con dos partes y escáncialo hasta el borde, y que una copa empuje a otra.
347 V   Empapa tus pulmones de vino, que la estrella está girando y la estación es dura, y todo tiene sed con el calor, y se oye a la cigarra cantora entre las hojas… y florecen los cardos, y las mujeres ahora son más pérfidas, y los hombres más débiles, pues Sirio su cabeza y sus rodillas quema.
348 V   Ceñida de violetas, inocente, la de dulce sonrisa, Safo.
Por los senderos coronados de flores   Por los senderos coronados de flores, entre las altas encinas, con las variadas voces de los pájaros, que llegaban desde el lago o desde las colinas, por donde corría el agua fría, que nutría los verdes viñedos. Mientras sobre los barrancos crecen los cañaverales largos y verdes, el grillo, tartamudeando sus confusos gritos, se deja oír a lo largo de las colinas primaverales y en los caminos. La golondrina alimenta a sus polluelos bajo las alas, que bate mientras escucha sus gorjeos.
22   No hay que entregarle el ánimo al dolor: nada ganamos con mortificarnos, oh Bicquis, y el mejor de los remedios será mandar por vino y embriagarnos.
27   Rocía con esencia mi cabeza, tan sufrida, y el pecho ya entrecano.
… A Febo de rubios cabellos al que la hija de Coos dio a luz   … A Febo de rubios cabellos al que la hija de Coos dio a luz tras de unirse al Crónida ilustre que mora en las nubes. Y Ártemis hizo el gran juramento que hacen los dioses: “Juro por tu cabeza que seré siempre virgen indómita, y viviré cazando sobre las cumbres de los montes agrestes. Así que, vamos, consiente en esto y dame esta gracia”. Así dijo. Y al punto asintió el Padre de los dioses felices. A la doncella “Montaraz cazadora de ciervos” la llaman los dioses y los hombres con digno sobrenombre. Y Eros que el desmayo produce, a ella no se acerca.
Helena y Tetis   Es fama, Helena, que la amarga ruina a Príamo y a sus hijos les sobrevino por tu culpa y Zeus arrasó con fuego la santa Troya. Cuán distinta era aquella doncella gentil que el Eácida tomó del hogar de Nereo, invitando a su boda a todos los dioses al conducirla a casa de Quirón. La joven esposa soltó su cinto virginal. Y unió el amor a Peleo y la mejor de las Nereidas. Y ella, al año le dio a luz un hijo, héroe supremo, feliz conductor de sus bayos corceles; mientras que por culpa de Helena murieron Troya y los frigios. … Y perturbó en su pecho el ánimo de la argiva Helena, y, enloquecida, por el troyano traidor a su huésped, marchó en su nave, abandonando a su hija en palacio y el suntuoso lecho de su esposo, pues persuadió su corazón al amor la hija de Zeus y de Diona… … a muchos de sus hermanos la negra tierra los cubre, muertos en el llano de Troya por culpa de ella. Y muchos carros entre nubes de polvo cayeron, y muchos mozos de ojos vivos pisoteados quedaban, y a la matanza venía Aquiles…
Por los senderos coronados de flores   Por los senderos coronados de flores, entre las altas encinas, con las variadas voces de los pájaros, que llegaban desde el lago o desde las colinas, por donde corría el agua fría, que nutría los verdes viñedos. Mientras sobre los barrancos crecen los cañaverales largos y verdes, el grillo, tartamudeando sus confusos gritos, se deja oír a lo largo de las colinas primaverales y en los caminos. La golondrina alimenta a sus polluelos bajo las alas, que bate mientras escucha sus gorjeos.
Este recinto en común consagraron   Este recinto en común consagraron, grande y bien visible, los lesbios, y dentro elevaron altares a los dioses eternos e invocaron a Zeus el Protector, y a ti, ilustre diosa, la Eolia, generadora de todo, y en tercer puesto a éste, Piel de Corzo, a Dioniso, devorador de carne cruda. Vamos, con ánimo benévolo escuchad nuestra súplica y salvadnos de estos rigores y el amargo exilio. Y que caiga sobre el hijo de Hirras la Erinis vengadora de quienes antaño juramos, con rito sagrado, no entregar nunca a ninguno de los compañeros, sino quedar muertos revestidos de tierra, a manos de los hombres que entonces mandaban, o matarlos y al pueblo librarlo luego de sus penalidades. Mas entre ellos el Panzudo no habló de corazón, sino que sin reparos los juramentos pisotea y devora nuestra ciudad…
Corre hacia la amada Mitilene, ¡Oh, heraldo!   Corre hacia la amada Mitilene, ¡Oh, heraldo!, y dile a mi adorado Melanipo que Alceo se encuentra a salvo, aunque no sus armas. Los atenienses colgaron su poderoso escudo como trofeo en el templo de la diosa de glaucos ojos.
Alceo de Mitilene, poeta, Mitilene (Lesbos), 630 a.C.-580 a.C.