El retorno a la tierra

 

Cuando retorno a la quintana, pienso
en lo que fui y en lo que soy; recorro
la altiva cumbre, el farallón inmenso,
el peñascal de donde salta el chorro
fuerte del manantial. El humo denso
del horno familiar. El abejorro
en los castaños. El maíz suspenso
de la panera en la heredad. El corro
de mozas en el baile y en la fuente,
el roble hermano que al terrón se aferra,
y me interroga inexorablemente:
si soy el roble con el viento en guerra,
¿cómo viví con la raíz ausente?
¿Cómo se puede florecer sin tierra?

Macorina

 

Ponme la mano aquí, Macorina
Ponme la mano aquí
Ponme la mano aquí, Macorina.

Tus pies dejaban la estela
y se escapaba tu saya
buscando la guardaraya
que al ver tu talle tan fino
las cañas azucareras
se echaban por el camino
para que tú las molieras
como si fueses molino.

Ponme la mano aquí, Macorina
Ponme la mano aquí.

Tus senos de carne de anón
tu boca una bendición
de guanábana madura
y era fina tu cintura
la misma de aquel danzón.

Ponme la mano aquí, Macorina.
Ponme la mano aquí.

Después el amanecer
que de mis brazos te lleva
y yo sin saber qué hacer
de aquel olor a mujer
a mango y a caña nueva
con que me llevaste al son
caliente de aquel danzón.

Ponme la mano aquí, Macorina.
Ponme la mano aquí
Ponme la mano aquí, Macorina
Ponme la mano aquí.

La siembra

 

Apenas el sol alza la majestuosa frente,
el viejo campesino, viril, unce el ganado;
y entra con la robusta pareja en el sembrado,
seguido de una moza gallarda y diligente.
Avanza la pareja rumiando, lentamente;
va abriendo largos surcos el penetrante arado,
y la garrida moza de un cutis sonrosado,
va lenta sobre el surco dejando la simiente.
Muestra la antigua casa floridos los balcones;
cantan en los bardales cercanos los gorriones;
las golondrinas vuelan bajo la paz del cielo…
Canta el anciano alegre; la tierra canta y goza;
¡Y el Sol, ante los bruscos desdenes de la moza,
parece que se irrita como un amante en celo!

Entre manzanos

 

– “¿Adonde vas a dar agua
mozo, a los bueyes,
que desde lejos escucho
los cascabeles…” –

“La novia de Reverte
tiene un pañuelo
con cuatro picadores
Reverte en medio.”

– “De la fuente sale el agua
y del olivo el aceite
y de mi corazón sale
cariño para quererte…”

– “La casa del señor cura
nunca la vi como ahora
ventana sobre ventana
y el corredor a la moda…”

-“Arrimadito a la pipa
Y arrimadito al tonel
A mí no me rinde el sueño
Viendo la sidra caer…”

Los emigrantes

 

Este amargo poema de mi vida,
brotó de mi interior trágicamente;
como brota la espuma del torrente,
como brota la sangre por la herida.

La historia de un frenético suicida
que vive en mi interior y canta y siente;
estrofas llenas de dolor crujiente,
que son como mi carne retorcida.

Diez años de mi vida en los que tuve
siempre en el alma una sangrienta nube,
diez años de luchar con el Destino.

Que fui dejando en la viril jornada,
girones de mi carne ensangrentada,
prendida entre las zarzas del camino.

La vuelta del Cóndor

 

Pan te presta la flauta en la espesura,
y es cada verso que tu amor burila,
un diamante que tiembla y que fulgura,
como gota de llanto en la pupila.

Tu Musa fuerte y, como fuerte, pura,
gana el heleno Parthenón tranquila,
en rojo cáliz el champaña apura,
copos de lumbre con los astros hila.

Con el Dios-hombre su dolor hermana,
con Diónysos su canto desenfrena,
con el laurel de Apolo se engalana,

con el viejo tritón lucha en la arena…
¡Así tu Musa, para orar cristiana,
y para el goce y para el canto helena!

Romance de las dos novias

 

Tengo una novia en la tierra
otra la tengo en el mar,
yo sé que las dos me quieren,
yo a las dos las quiero igual.
La de la tierra es morena
como en la noche el cantar,
la que está en el mar es blanca
como la espuma y la sal.

Una me sabe a la fruta
cuando empieza a madurar,
otra me sabe a salitre
sabe a conchas y coral.

Un llora por los mares
cuando queda el barco atrás,
otra llora por los puertos
cuando voy a navegar.
La que está en la tierra tiene
los ojos de manantial,
la que está en el mar el cielo
por sus ojos viene y va.

Navegando por los mares
o bajo el sol tropical,
tengo una novia en la tierra
y otra la tengo en el mar.

El Bandolero de Estrellas

 

Trémulo el anciano de barbas nevadas,
dueño en otro tiempo de toda armonía,
comenzó su historia: Son cosas pasadas
que tras de la clara y azul lejanía
miraron mis pobres pupilas cansadas
y es justo que ahora
vuelen en el potro de tu fantasía
rumbo a los dominios del sol y la aurora.

Para resguardarse del odio asesino
y ahuyentar los lobos que cruzan los llanos,
el buen peregrino
llevaba una estrella cautiva en las manos.
Pero un bandolero, de torva mirada
y rubia melena rizada
y daga en el cinto,
que entonces solía
ser mago en el arte de la orfebrería
y hacer de serpientes doradas pulseras
e incrustar diamantes en las calaveras,
después regias copias en las bacanales
de las cortesanas y los cardenales.
Amado por damas de áureas cabelleras,
pálidos perfiles y grandes ojeras.
Una de las damas, la más caprichosa,
dijo al bandolero: Amor, poca cosa
para tal peligro de amaros. Prefiero,
ya que sois artista y al par bandolero,
una áurea sortija por voz modelada
y en ella un diamante con tanto decoro,
que semeje un astro sobre la sortija de oro.

“Pues que sois tan bella
y al par caprichosa,
tendréis no el diamante,
sino la sortija y la estrella”
dijo el bandolero.
Y fuese camino adelante
con los ojos fijos en el semillero
celeste que ardía
pleno de luz como su audaz fantasía.

Así el bandolero, iba entre la senda
buscando el camino, cuando de repente
sintió como un golpe de luz en la frente.
Y el monje cristiano
sintió que la estrella
temblaba en su mano.
Fue aquel un asalto
de tigre al acecho.
A golpe de daga rodó el misionero
y el cuerpo quedó entre una alfombra
de polvo y de sangre.
Presto el bandolero
recogió la gema
que engastó en el oro.
Aro y astro eran una sola llama.
Llegó ante la dama
y altaneramente le entregó el tesoro
que besó tres veces.

¿Diole amor la dama?
Lo entregó a los jueces
para dar al crimen su magnificencia.

¿Y pagó en la horca su crimen?
No había horcas en Florencia
para bandoleros de tanta valía
que en aquellos tiempos en que las hermosas
damas ojerosas amaban la artes de los caballeros,
hasta los justicias de almas pavorosas
eran bandoleros de estrellas y rosas.

Así el florentino, de torva mirada
y rubia melena rizada y daga en el cinto,
más tarde humillado,
delante del papa bajó la cabeza:
Perdón. He matado
y a tiempo me pesa la cruz del pecado!
En nombre del Padre de toda belleza,
conozco tu crimen ¡Ya estás perdonado!
Y extendió al bandido su mano de flor
y tembló en sus dedos la piedra amatista.

¿Y besó sus manos? El papa era artista
y el arte es amor.
Amaba a los buenos y a los criminales
como nobles hijos.
Encontraba el arte tanto en los puñales
como en los aceros de los crucifijos.

Terminó la historia …

¿Y la dama?
Entre llantos de remordimiento.
¿Y el papa?
Junto al Padre Eterno y envuelto en su manto.
¿Y el gran bandolero?
Más tarde fue santo.
¿Y pasó en Florencia, según vuestra ciencia?
Vano es otro punto que tu mente elija,
porque un bandolero, no siendo en Florencia,
¡No roba una estrella para una sortija!”

La partida

 

La tarde declina
y el mar ríe y tiembla;
ya rauda, muy rauda,
la nave se aleja,
dejando en las aguas,
riendo, una estela
de luces y espumas
y risas y penas;
dejando en los aires
que escuchan mil quejas,
el humo que arrojan
sus cuatro calderas.
Y sobre la popa,
de pie está el poeta
con ojos de angustia
mirando la tierra…
¡la tierra sublime,
la tierra materna!

Alfonso Camín, España, 1890-1982
Alfonso Camín, España, 1890-1982
Alfonso Camín, España, 1890-1982

La madre del poeta

 

Madre, que nos vamos
y Manuel no está.
_Dicen que se ha ido,
pero volverá.
_Madre, que la guerra
no esta para andar,
por esos caminos
con ochenta ya.
_Si no voy contigo,
marcharé detrás.
_Madre; siete lobos
fui anoche a matar;
perseguí sus sombras
y tiré el puñal;
que eran siete obuses
sobre el olivar.
Voy a ver que hicieron;
déjame ir allá.
_Si no voy contigo,
marcharé detrás.
_Madre; tengo frío,
toso y nada más
y aunque tú me arropas,
manso de rosal,
ojos de mi cuello,
pecho de torcaz,
tú tampoco puedes
calentarme ya,
Madre: estoy enfermo,
voy a un hospital.
_Si no voy contigo,
marcharé detrás.

_Madre: ¡adiós España!
los traidores ya
vienen como los lobos
y huye el recental.
Sobre las palomas
vuelva el gavilán;
torres sin cigueñas,
niños sin hogar
¡Ay cuántas desgracias
trajo un rabadán
hasta el Pirineo,
desde Gibraltar!
Un dolor errante
y otro dolor más;
solos en la senda
sin poder andar,
¡Solos! como España,
toda en soledad,
Tú, tan viejecita,
yo, como el que más,
tiritando vamos,
siempre más allá,
sin tener abrigo,
sin que tengas pan,
bajo los obuses
de la adversidad.
_Si no voy contigo
marcharé detrás
¡Ay tierras de Francia!
Qué amargas están,
sin que a Don Quijote,
sol del ideal,
venga a recibirlo
vuestro Bergerac.
Yo voy a la arena
y al viento. Tu irás,
madre del Cachorro,
pena sin sangrar,
entre arena y viento
sobre el huracán,
a dónde te lleven,
luna de mi paz,
lancha sin remeros
y ola sin el mar.
_Si no voy contigo,
marcharé detrás.
Madre, ¡que me ahoga
tanta soledad,
que era ayer llanura
y hoy es espinar!
Ya no tengo frío,
no me arropes ya,
cepa de mis viñas,
manos del rosal,
miel entre romero
y agua por San Juan,
Siento que no siento,
miro sin ver ya,
Novia de Sevilla,
torre sin cantar,
sin mis soledades,
¿Dónde quedarás?

Por tierras de Francia
odio y vendaval,
reina que descalza
sobre el cardo va.
_No te apures, hijo,
pena de cristal.
Si no voy contigo,
marcharé detrás.
Fosa sin entierro,
muerto sin hogar,
crimen sin justicia.
lágrima racial,
sol que no ha querido
monstruos alumbrar
y, antes que en mazmorras,
muere en libertad,
dos soldados negros
_noche en Senegal_
entre cuatro pobres
tablas sin pintar,
peregrino eterno,
de la soledad,
al mejor poeta
llevan a enterrar.
¿Dónde está Roxana?
¿Dónde el capitán
de la noble espada
y el airón lunar?
Francia sin poetas
como España está;
sotas de villanos
manchan el solar
y un París de lepra
baila su cancán.
Cae aquí de bruces,
se levanta allá,
triste y rezagada
por el arenal,
sólo va una madre
trémula y tenaz,
lámpara y cenizas
con el funeral;
los nublados ojos,
lágrimas la faz,
fijos en la caja
que va lejos ya;
_No te apenes, hijo;
vuelvo a caminar.
Si no voy contigo,
marcharé detrás,
A las pocas horas,
sobre el arenal
de la Francia _cardo
y odio montaraz_,
cuando ya no hay leños
con qué calentar.
ni una tierra amiga
con flor del pan
y a una soledades
va otra soledad,
se murió la anciana,
mínima y tenaz;
y aún en su delirio
dice al expirar,
cepa que sin armas
los racimos da:
_Aunque no me digas,
manos de rosa;
y aunque no haga falta
que te arrope ya,
como no hay caminos
_rosa o pedernal_
para andarlos juntos,
lirio de San Juan,
dónde tu descansas
quiero descansar.
¿No te lo decía,
pecho de coral
y alma que no supo
nunca sola andar?
Sombra de tu sombra,
luna de tu erial,
adonde tu vayas
siempre irá mi afán.
¡Si no voy contigo,
marcharé detrás!

Hay dos Asturias

 

Poeta, hay dos Asturias que no han de ser mellizas;
la que de cerca a cerca se ve con ojerizas,
la del castaño altivo, la que cantó Estrabón;
la Asturias que se pierde en ocios, la que se queda en zuecos,
¡la Asturias de las cumbres con águila y rebecos
y la que va a los mares llevando una canción!

Ego

 

Huele a resinas de pinos
su cuerpo, negro tesoro;
preso en sus brazos felinos,
tiembla un culebrón de oro.

Si azotan aires marinos
su bata color de loro,
¡qué lucha de gallos finos
bajo el camisón sonoro

que su paciencia almidona!
¡Mi ingenua negra bembona
por quien fui, en mi edad lozana,

siempre un «guapo de semana»,
con mi yaya cimarrona,
que era espanto de la Habana!

Voy de palo y de cortejo

 

Voy de palo y de cortejo.
Voy de Roces hasta Granda,
voy de Granda hasta Mareo;
voy de Roces a Tremañes
voy de Roces a Porceyo.
¡Soy de San Julián de Roces,
yo el mi pueblo non lo niego!

Siempre tuve por única aureola

 

Siempre tuve por única aureola
en tierra y mar, al fin camino y quilla;
ser una voz de América en Castilla
y ser en Ultramar voz española.

El hórreo

 

Ha mucho más de un siglo de brumas que altanero,
como el bastión agreste de una leyenda santa,
sobre sus cuatro plintos de piedra, se levanta
con el orgullo noble de un soñador austero.

Alfonso Camín, España, 1890-1982
Resumen
Alfonso Camín, España, 1890-1982
Título del artículo
Alfonso Camín, España, 1890-1982
Descripción
El retorno a la tierra Cuando retorno a la quintana, pienso en lo que fui y en lo que soy; recorro la altiva cumbre, el farallón inmenso, el peñascal de donde salta el chorro
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