La única certeza que yo tengo

 

La única certeza que yo tengo
es que hay Dios y que Dios tras esta vida
nos juzgará conforme a la doctrina
que Él nos reveló con verbo eterno.

Que hay Cielo y Purgatorio y que hay Infierno
y que a uno de los tres nos encamina
cada paso que damos y que arruina
un desliz la virtud del paso previo.

Por eso cuando peco voy corriendo
a implorarle al Señor la medicina
del perdón que revive al que está enfermo.

Por eso no me importa lo que digan
botarates de espíritu moderno.
La única verdad viene de arriba.

Y el Nacido ¿dónde está?

 

Veo por la ciudad
arbolitos adornados
con bolas de colores,
estrellitas, lucecitas,
papanoeles colgados
de los balcones aquí y allá.

Y el Nacido ¿dónde está?
No lo veo, ni a Él ni a
su Papá ni a su Mamá
ni a los Reyes que del Oriente
el oro, el incienso y la mirra
en sus camellos le traen.

Veo grandes carteles
que felices fiestas nos desean.
¿De qué fiestas hablarán?
Si el Nacido no está en ellas,
serán lo que sean,
mas felices no serán.

Cristianos del mundo entero,
dejemos de hacer el canelo;
el Niño-Dios ha nacido,
celebremos su Navidad.

De todas las locuras que podemos

 

De todas las locuras que podemos
cometer a lo largo de la vida
ninguna es comparable a la suicida
locura de que a Dios la espalda demos.

No hay otra en realidad, pues si eso hacemos
no importa lo demás, está perdida
nuestra alma y por tanto la partida
que jugar y ganar aquí debemos.

De gozos mundanales así estemos
colmados y de honores hasta arriba,
si Dios nos falta estamos en la ruina.

Lo dijo Quien habló con voz divina:
¿de qué sirve que el mundo lo ganemos
si a cambio nuestra alma la perdemos?

Te quede el tiempo que te quede

 

Te quede el tiempo que te quede
‒pueden ser cien años, puede ser un instante‒,
te queda muy poco tiempo.
No lo malgastes, aprovecha tu vida,
ponte en orden con Dios
mejor ya mismo que mañana.
Te quede el tiempo que te quede
‒pueden ser cien años, puede ser un instante‒,
te queda muy poco tiempo.
No seas frívolo, el aplauso del mundo no te importe,
pues todo aquí, ya se sabe,
es vanidad de vanidades.
Eleva tu alma, ensancha tu corazón, mira hacia lo alto,
llénate de amor a quien loco de amor
por ti murió en la Cruz crucificado.
Te quede el tiempo que te quede,
sabrás que era muy poco, sabrás que no era nada
cuando tu suerte en el más allá
para siempre esté echada.

A mí no me vengáis con cosas raras

 

A mí no me vengáis con cosas raras
de enfermos que sin síntomas enferman
y agujas que del mal no nos preservan.
Un mundo que eso acepta es de majaras.

Pongamos de una vez las cosas claras.
Basta ya de patrañas y monsergas
de “expertos” que camuflan con sus jergas
memeces a granel que salen caras.

Hemos visto medir con varias varas
iguales situaciones y dar lerdas
soluciones ridículas y vanas.

Es hora de dar paso a mentes cuerdas
que operen con rigor y que a patadas
expulsen a farsantes que nos merman.

En un establo en Belén

 

La Virgen y San José
están en un establo
con una mula y un buey.
En un establo esperando
que nazca su Niño-Rey.

Hace un frío que pela
y brilla en el cielo una estrella.
En el cielo de Belén.

Montados en sus camellos
los Magos del Oriente
se encaminan hacia ellos
cargados de presentes
para Él.

Melchor, Gaspar y Baltasar,
dos blancos y uno negro
y barbados los tres.

En un establo en Belén
el Salvador de los hombres
a punto está de nacer.

Qué bueno es el Gobierno

 

¡Qué bueno es el Gobierno,
que del virus nos protege!
¡Qué bueno es el Gobierno,
por favor que no nos deje
nunca ya de proteger!

Cuando el virus se haya ido,
si es que alguna vez se va,
que siga el Gobierno metido
en nuestras vidas cual papá.
Que disponga sine die
nuestras horas de salida,
nuestras idas y venidas,
cuáles son las compañías
que nos han de acompañar.

¡Qué bueno es el Gobierno,
que del virus nos protege,
por favor que nunca ceje
en su impagable bondad!

Y si hay alguien que se queje
de falta de libertad,
le castigue su egoísmo
con rigor la policía
o la propia sociedad.

¡Qué bueno es el Gobierno,
qué impagable su bondad!
¡Qué bueno es el Gobierno,
que mansamente nos lleva
a la dulce panacea
de la nueva normalidad!

El tiempo

 

El tiempo que es eterno en nuestra infancia
veloz como gacela corre luego.
Se va la juventud en leve vuelo
dejando nada más que su fragancia.

Muy pronto recorremos la distancia
que media entre los días en que un juego
delante de nosotros sólo vemos
y el hoy que nos apremia con prestancia.

Que es breve en este mundo nuestra estancia
de golpe descubrimos y entendemos
que tiene cada hora su importancia.

Las viejas enseñanzas aprendemos
de aquellos cuya voz juzgamos rancia
cuando antaño estas cosas nos dijeron.

De esta humanidad enloquecida

 

De esta humanidad enloquecida
que ya no mira a Dios sino a su ego
y a las cosas del mundo todo fía
no puede ya esperarse nada bueno.

A Dios Nuestro Señor, a Dios le ruego
que tenga la clemencia inmerecida
de ponernos de nuevo en el sendero
que conduce hacia Él desde esta vida.

Que nuestras almas toque y despertemos
del sórdido delirio en que nos hemos
sumido enteramente y con porfía.

Sólo así, acogidos a la guía
del Único que impide nuestra ruina,
de un mañana mejor gozar podremos.

Días de frío y vendavales

 

Estos días de frío y vendavales
que curvan las elásticas palmeras
y dejan despobladas las aceras
parecen no tener puntos finales.

El mar alborotado de inusuales
remolinos y espumas altaneras
espanta a las gaviotas volanderas
que huyen de sus fauces abisales.

El sol como sin ganas reverbera
en un cielo con nubes que lo encierran
en cerco de contornos fantasmales.

Pero estos tercos días invernales
habrán de concederle sus sitiales
al tiempo de una nueva primavera.

¡Ya ha nacido el Niño-Dios!

 

¡Ya ha nacido el Niño-Dios!
La Virgen y San José
no caben en sí de gozo,
pero en cambio todo un Dios
sí que cabe en ese Niño.
Las gentes de buena fe
llenémonos de alborozo,
que el divino Redentor
a salvarnos ha venido.
De la historia el marcador
se ha vuelto a poner a cero,
pues no es otro sino Él
el que todo lo hace nuevo.
Despojados de temor
Su llegada celebremos.

La muerte

 

No temas a la muerte si has vivido
como Cristo a vivir nos enseñó.
Ten por cierto que aquel que le ha seguido
tendrá el premio que Él nos prometió.

No temas a la muerte si has caído
y tu amor a Jesús te levantó.
A todo corazón arrepentido
sabemos que al final lo perdonó.

Mas si estás alejado del camino
que el mandato divino nos marcó,
provóquete la muerte escalofríos.

Pues no puede sino darnos terror
tan sólo imaginarnos el destino
del réprobo que réprobo murió.

Mayo, mes de la Virgen María

 

Aunque haya negros crespones
que enlutan la primavera
y ardua sea la tarea
de alegrar los corazones,
no dejemos que se muera
nuestra esperanza de pena.
La vista alcemos a Ella,
que sabe bien de aflicciones
y es Madre que nos consuela
y alivia nuestros dolores.
Pongamos nuestros temores
a sus pies como si fueran
un ramillete de flores.

Andrés García-Carro, La Coruña, 1968

San Andrés

 

Fuiste de Jesucristo el elegido
para ser su discípulo, el primero.
Tu hermano era Simón, más conocido
por San Pedro en la tierra y en el cielo.

Al Maestro seguiste en su camino
junto a los once más que lo siguieron
y recibiste de Él el pan y el vino
la noche que en el huerto lo prendieron.

Por dar prueba de Fe fuiste afligido,
martirizado y muerto en un madero
en forma de aspa y siempre bendecido.

Apóstol San Andrés, apóstol mío,
que intercedas por mí allá en el Cielo
en este día nuestro te lo pido.

Hey, católico

 

¡Hey, católico,
no te pongas melancólico!
Ya sabemos que este mundo
es pérfido y diabólico,
mas no por ello has de cejar
en tu noble afán apostólico.
Tampoco seas hiperbólico
en tus actos y proclamas,
ni te pases de vitriólico;
que se vea que amas
a tu prójimo, así sea éste mongólico.
Tenga tu verbo
convicción y un vigor eólico
y sea tu ejemplo simbólico
de verdad y caridad,
que es el emblema católico.
Embriágate de Dios
con el furor de un alcohólico.

Viernes Santo

 

El crimen más atroz se ha consumado.
Después de ser con saña perseguido,
flagelado, injuriado, escarnecido,
ya inerte está Jesús crucificado.

El cielo con estruendo ha retumbado
y la tierra de pronto ha ensombrecido.
Vacío se ha quedado de sentido
este mundo por Dios abandonado.

A los pies de la cruz, con desolado
llanto inefablemente dolorido
la Virgen Madre llora a Su Hijo Amado.

Hecho está, ya lo hemos conseguido:
matar con nuestra vida de pecado
a Aquel que en nuestro auxilio había venido.

Celestes en Mallorca son los días

 

Celestes en Mallorca son los días
aunque tarde en llegar la primavera,
celestes y agradables aunque sean
invernales sus noches todavía.

Yo que vine hasta aquí desde una fría
y grisácea ciudad noreuropea
no hay día que esta luz no mire y vea
en ella la ocasión de mi alegría.

Mi vida precedente fue la espera
de un tiempo en que por fin yo viviría
en esta claridad que hoy me rodea.

Mallorca que a los sueños se confía,
Mallorca noble y chic, discreta y bella,
Mallorca ya por siempre isla mía.

San José

 

De todos los santos que en el mundo han sido
y que en el Cielo son
San José es mi preferido.
Padre terrenal de Cristo-Dios
y esposo de la Virgen María,
nadie como él tan cercano
a la divinidad.
Ejemplo de humildad,
de fortaleza y de hombría,
abnegadamente cumplió,
desde un segundo plano,
en la tierra su difícil
y altísimo destino.
San José callado y laborioso,
San José casto y generoso,
confiable, atento, glorioso,
que en el quicio de lo humano y lo divino
nos tiende su firme mano
para llevarnos por el buen camino.

¡Ya vienen los alemanes!

 

¡Ya vienen los alemanes
nuestras playas a ocupar!

¡Ya vienen los alemanes!
¡Vayan abriendo los bares
para birras dispensar!

¡Ya vienen los alemanes
a cocerse bajo el sol!

Con sus toscos ademanes
y sus cánticos grupales
las horas alegrarán.

¡Ya vienen los alemanes
sus panzas a rellenar!

¡Vayan abriendo los bares,
que vamos a celebrar
que nos traen los alemanes
la vieja normalidad!

Invocación a Santigo Apóstol

 

Santiago, patrón de España,
vuelve a montar tu caballo
blanco y blandiendo tu espada
ayúdanos a librar
por la patria la batalla.

Santiago que hijo del trueno
por Cristo fuiste llamado,
fulmina a nuestro enemigo
con tu rayo justiciero.

Sal de tu campo de estrellas,
lidéranos en la guerra
contra los hijos del Mal.

Así como tú a la Virgen
auxilio y fe le pediste
cuando estabas decaído,
nosotros hoy te pedimos
lo mismo que Ella te dio.

Santiago, patrón de España,
recuerda a los caballeros
que en esta tierra cristiana
por Dios su sangre vertieron
e intercede para que
seamos dignos de ellos.

El amor

 

Cuando se dice que el amor
es una locura
rigurosa verdad se dice.
Locura que todas las leyes
de la lógica contradice
y que volviendo del revés
las cosas, a la vez
en insólito orden las pone.
Locura que a su modo dispone
las notas de la melodía
de las noches y de los días
y que tiene por director
de su orquesta a un insospechado
duendecillo juguetón.
Locura que todo lo cura
enfermando sin remisión
de euforia y de alegría
y de una sumisa rebeldía
al enamorado corazón.
¡Ah el amor, el amor,
celeste vino embriagador!
No puede dejar de probarlo
quien sabe de su sabor.

Recuerdos de la mili

 

Un año de mili me chupé:
a los diecinueve me reclutaron
y con veinte me licencié.
Tuve suerte, me tocó en Madrid.
El primer mes estuve en Colmenar Viejo,
donde juré bandera.
De allí recuerdo las largas
jornadas de instrucción
–¡izquierda, izquierda,
izquierda, derecha, izquierda!–
y a un charnego catalán
que me agarró por la muñeca
y sentenció mirando mi mano:
«Tú no has trabajado en tu puta vida».
De Colmenar me destinaron
al Regimiento de Caballería
Villaviciosa nº14
en Boadilla del Monte,
donde pasaría
los once meses restantes.
En mi nueva “casa” me enseñaron
a tirar con el cetme y en un carro
de combate me monté.
Después, como era
estudiante de Derecho,
un puesto me asignaron
en el juzgado del cuartel.
Tenía pase pernocta
y en mi hogar, dulce hogar
dormía,
pero antes del alba volvía,
para el toque de diana,
a mi vida militar.
Recuerdo el autobús
que a esas horas cogía,
lleno de sorchos y de chachas
que a los chalés de la zona
iban a trabajar.
Hice varios amigos
de cuartelaria ocasión;
entre ellos, Bonilla,
madrileño y socarrón,
con cuyas cáusticas bromas
me reía un montón.
Interpretaba sus propios gags
paródicos o autoparódicos.
Por ejemplo, nos decía:
«Voy a pedirle al Capitán
permiso para librar
la próxima semana».
Hacía como que iba
a su despacho
y al cabo de un rato volvía
con la mano en la mejilla
y lacónico nos decía:
«No me preguntéis qué me ha dicho».
Dos arrestos sufrí:
uno por no llevar
la gorra en lugar descubierto
y otro por escuchar
la radio durante un refuerzo*.
El segundo dio con mi cuerpo
mozo en el calabozo.
Ahí coincidí con un par de gitanos,
quinquis a más no poder,
que daba miedo sólo ver.
Estaban a la espera
de ser juzgados por haber
cogido el coche del Coronel
y haberlo empotrado una noche
contra un burdel.
Menos mal que al saber
que yo era “el abogado”
del cuartel
me trataron con respeto
por su propio interés.
El 25 de julio, ya hacia el final
de mi servicio militar,
para el desfile del Patrón
del Arma de Caballeros,
se me hizo el honor
de elegirme portador
de la corona que ofrendamos
al Apóstol Santiago.
Y con brío cantamos
nuestro himno que así acaba:
«¡Santiago y cierra España!».

 

*Guardia nocturna.

A las mujeres que hacen top-less

 

Al veros en la playa
con los pechos al aire,
algunas me dais pena
y otras, las más, vergüenza ajena.
Pena me dais
las que buenas estáis,
pues es eso, una pena,
que vuestros encantos pongáis
a la vista de cualquiera;
y me dais vergüenza ajena
las que exhibís una grosera
y destartalada delantera.
¿Todo por qué, para qué?
¿Para poner vuestras tetas morenas?
¡Con lo lucidas que son
como dunas de blanca arena!
¿O es sólo por mostrar
de libertad un tonto afán?
¡Recato, guapas y feas!
Recato y pudor,
o acabaréis en la Gehena.
Os lo digo con amor,
no me montéis una escena.

San Pedro y San Pablo

 

Unidos por su inmenso amor a Cristo
conversan Pedro y Pablo ardientemente.
Es en Jerusalén tan alto encuentro
y es Pedro quien ejerce de anfitrión.
Se sinceran los dos. Pablo recuerda
con dolor y vergüenza su pasado
de atroz perseguidor de los cristianos.
«Que el Maestro aun así me perdonara
y en persona además a mí me hablara
es tal prueba de amor que me subyuga».
«Lo mío fue peor ‒le dice Pedro‒.
De entre todos me quiso como amigo
y yo lo traicioné, yo fui un cobarde.
La noche en la que más falta le hacía
la espalda le volví y desamparado
en manos lo dejé del enemigo.
No obstante a mí también me perdonó».
Lector que estás leyendo este poema,
de estímulo te sirvan los ejemplos
de estos dos grandes santos que supieron
enterrar para siempre sus pecados.

Toro bravo

 

Es el pueblo español un toro bravo
que aguanta infamia y saña vejatoria,
mas lleve quien lo veje gran cuidado
pues no tiene su aguante moratoria.

Se ha visto muchas veces en la historia:
quien quiso someterlo a su cayado
o hacerlo apacentarse con escoria
de las lindes de España fue borrado.

Así será otra vez. A mayor gloria
de Dios, como se hizo en el pasado,
será nuestro enemigo derrotado.

Nos lo exige el honor y la memoria
de aquellos que su sangre derramaron
por darle a nuestra Patria la victoria.

Coplilla del fin del mundo

 

¡Que llega, que llega,
que llega el fin del mundo,
no sabemos cuándo,
pero acaso el próximo segundo!

Sobre las nubes vendrá
victorioso Nuestro Señor
trayendo a nosotros su Reino.
Sobre las nubes vendrá,
es sólo cuestión de tiempo.

Preparados estemos
para afrontar nuestro destino eterno,
en gracia de Dios si queremos
ir al Cielo y no al Infierno.

¡Que llega, que llega,
que llega el fin del mundo!
No sabemos cuándo,
pero llegar, llegará,
os lo afirmo rotundo.

Aires de Apocalipsis

 

Este siglo que empezó
con las Torres Gemelas voladas
aires tiene de apocalipsis.
Pensadlo, después vino
la masacre de Madrid
en los trenes de Atocha
y otros múltiples atentados
en Londres y en París,
en Niza, en Barcelona…
Ya no son guerras
como siempre las hubo,
aunque guerras sigue habiendo
espantosas por doquier.
Esto es algo distinto
que transmite al instinto
mensajes de una cercana
y planetaria calamidad.
Ahora que estamos atrapados
y estupefactos en nuestras moradas
por la pandemia maligna
del maldito coronavirus,
recordad, recordad que ya lo estuvimos
hace apenas cuatro años
por la plaga terrorista
que en Bruselas estalló.
Policías y el ejército
en las calles desplegados,
ciudadanos aterrados
y nuestros necios gobernantes
desconcertados.
¡Oh sí, el mundo desprende un hedor
inconfundible a apocalipsis!
Es hora ya
de volver a Dios,
de elevar nuestras plegarias
al Cielo pidiendo perdón
por nuestra vil y estrafalaria
torcedura de la Historia.

Andrés García-Carro, La Coruña, 1968

Los años el carácter lo acentúan

 

Los años el carácter lo acentúan.
Quien es de tal manera en su niñez
lo mismo pero en grande luego es.
No cambia, en su esencia, la natura.

Podemos, eso sí, si en nos actúa
la gracia corregir nuestros traspiés
y hacernos más virtuosos cada vez,
pero el núcleo del alma no fluctúa.

La lucha hasta la muerte continúa
por tratar de aquietar en nuestro ser
las tendencias al mal que nos subyugan.

Y más vale esa lucha sostener
con presteza y tesón si la factura
queremos evitar pagar después.

Domingo de Ramos

 

¡Vamos, vamos,
levantemos los corazones,
que hoy es Domingo de Ramos,
que hoy llega Cristo triunfal!
Montado en su borriquito
viene por el camino
en nombre del Señor,
¡sea por siempre bendito!
¡Vamos, vamos,
que hoy es Domingo de Ramos!
Al Rey de reyes recibamos
con ramilletes en las manos.
Que viene en su borriquito
en nombre del Señor,
que viene en su borriquito
majestuoso y lleno de amor.
¡Sea por siempre bendito!

Deo gratias

 

Largos años anduve a la deriva
buscando plenitud en cosas vanas,
sin ver que únicamente las cristianas
enseñanzas nos dan razón de vida.

En libros muy diversos que leía
verdades creí hallar, mas sólo hallaba
sofismas y estupores que a la nada
o al caos espiritual me conducían.

Entonces Deo gratias un buen día
la luz se hizo en la senda en que yo estaba
extraviado entre brumas renegridas.

La luz de la Verdad, que deja clara
la ruta que hay que andar y al que camina
le llena de esperanza sus jornadas.

El matrimonio

 

Que pueda algún matrimonio
anticipo ser del Cielo,
vive Dios, yo no lo niego;
pero siempre está el Demonio
al acecho para hacer
que se arruine ese deseo.
Son tantos los elementos
que entre dos entran en juego
que ensamblarlos es portento
ante el cual cualquiera es lego.
Se trata de renunciar
ella y él a su ego
y de este modo alcanzar
el equilibrio supremo
de dos que son unidad
y en ello encuentran su premio;
cosa fácil de enunciar
que tan pocos logran luego.
Abunda por el contrario
el poner el yo primero
convirtiendo en adversario
al otro de lo que quiero.
Entonces el matrimonio
se vuelve combate ciego
de títeres que el Demonio
maneja con regodeo.

Noviembre

 

«Noviembre, dichoso mes
que empieza con Todos los Santos
y acaba con San Andrés».
Dichoso, sí, pero frío
como fría la muerte es,
pues de los fieles difuntos
también es Noviembre el mes.
Al cementerio llevemos
un ramo de crisantemos
blancos como los copos
de nieve que caen del cielo.
Noviembre para meditar
cuán efímera es la vida,
Noviembre para rezar
por las personas queridas
que ya en este mundo no están.
A todos los santos pidamos
por nosotros y nuestros difuntos
para que eternamente podamos
del Paraíso gozar todos juntos.
Noviembre para tramitar
transcendentales asuntos.

La Antiespaña

 

Estigma es para ellos y desgracia
haber nacido en nuestra amada España.
Ser de esta tierra les quebranta y daña,
pues saben que es de Dios tierra de gracia.

De su Historia y su Fe con contumacia
reniegan y maldicen y con saña
inoculan semillas de cizaña,
ahítos de un rencor que nada sacia.

Tan turbia está su alma y tan reacia
al bien y a la verdad que sólo maña
se dan para la insidia y la falacia.

El odio que les brota de la entraña
propagan con letal y fría audacia.
¡Tenemos que extirpar a la Antiespaña!

No pararán

 

No, no pararán.
Los mueve el odio eterno
que a Dios tiene Satán.

No, no pararán.
Con suaves y mendaces palabras
su odio disfrazarán
y a los tibios y a los necios
‒tan numerosos éstos,
tan nauseabundos aquéllos‒
a su terreno los llevarán.

No, no pararán.
De rencor y resentimiento
emponzoñados están
por una derrota que no olvidan
y que jamás olvidarán.

No, no pararán.
Una nueva Cruzada
tendremos que hacer y ganar
si a estos endemoniados
los queremos parar.

Los pecados capitales

 

Dios nos pille confesados
de pecados capitales,
los siete que así llamados
son por ser de nuestros males
sus cabezas principales.

La soberbia es entre ellos
el más grave y destacado,
pues lleva de Lucifer
su firma y sello estampados.

Es negarse a obedecer
a Dios pretendiendo ser
más Dios que Dios uno mismo.
El pasaporte al abismo.

La avaricia es ansiedad
de riquezas materiales
que deja en la sequedad
las fuentes espirituales;

un querer acumular
sólo bienes terrenales
que acaba por sepultar
al alma en banalidades.

La lujuria es la locura
de la carne que ha perdido
para el placer la mesura
y que ya nomás procura
alimentar los sentidos
convirtiendo en bestia impura
a la humana criatura
que en sus garras ha caído.

Un ogro que poseído
por el Demonio delira
de odio y crueldad sin medida,
así es el pecador
de quien se adueña la ira.

Cuando al espejo se mira,
tras su ataque de furor,
ve una mirada asesina.

La gula es la destemplanza
de aquel a quien nunca alcanza
la comida y la bebida
que se enjareta en la panza.

Aunque es cierto que podría
prestarse a risa y a chanza,
este pecado chirría
al pesarlo en la balanza.

La envidia es el escozor
que el bien ajeno provoca,
tanto más escocedor
por cuanto que de la boca
del escocido saldrá
ponzoña y maledicencia
que su mal en evidencia
ante los otros pondrá.

Y a la pereza llegamos,
que ahora pereza me da.
Si os parece la abordamos
en otra oportunidad.

Verdad y caridad

 

Cara y cruz de la moneda
son verdad y caridad.
Si falta cualquiera de ellas
falla la totalidad.

Si nos pasamos de largo
en el rigor ‒¡gran cuidado!‒
caemos en celo amargo,
mas si cortos nos quedamos
pecamos de laxitud,
que es el pecado contrario.

Ni exceso, pues, ni defecto
nos llevan a la virtud;
es la justicia el supuesto
para obrar con rectitud.

Tratemos con caridad
al prójimo de tal modo
que entienda que la verdad
prevalece sobre todo.
Y si es preciso callar
porque el prójimo rehusara
asomarse a la verdad,
sin ponerle mala cara
callemos por caridad,
pues quién sabe si mañana
después de reflexionar
se le abrirá la ventana
que clausurada hoy está.

En vano, nos dice el salmo,
trabajan los albañiles
si no construye el Señor.

La felicidad

(Conversando con mis padres y mis hermanas)

Hablábamos por watsap
acerca de lo que sea
o no la felicidad
y éstas fueron las ideas
que yo expuse en nuestro chat.
Señalé para empezar
que todo aquel que desea
continuamente gozar
seguro entrará en barrena,
pues no es posible alcanzar
en esta vida terrena
la dicha en grado total
o la satisfacción plena.
Quevedo ya lo dijera
con aserto proverbial:
«Quien todo a su gusto quiera
muchos disgustos tendrá».
O dicho de otra manera:
conviene listos estar
para las malas faenas
si aspiramos a un pasar
no desbordado de penas.
Pretender aquí en la tierra
que siempre nos vaya guay,
que nada nunca nos duela,
es una absurda quimera
que a un resultado fatal
y al desaliento nos lleva.
Más bien la felicidad,
puse el broche a nuestro tema,
consiste en saber sacar
del dolor lecciones buenas
y por supuesto en tomar
la alegría a manos llenas.
Y no quejarse jamás,
pues el quejarse envenena.

El Mediterráneo

 

No nací en el Mediterráneo,
en el Atlántico nací,
pero a fuer de español soy tanto
de aquí como de allí.
No nací en el Mediterráneo,
pero este mar elegí
en cuyas aguas se bañaron
los griegos y los romanos
de la egregia Antigüedad.
Cuna de filósofos y de santos,
trampolín de la Cristiandad,
nudo gordiano que ata
lo oriental con lo occidental.
Europeo y africano,
asiático, universal,
desde sus costas irradia
al mundo su claridad.
Mare Nostrum que a los dioses
en un solo Dios convirtió,
escenario de hermosas batallas,
aorta de los océanos,
faro de la humanidad,
azul Mediterráneo
donde brilla la eternidad.

Petra. Homenaje a Fray Junípero Serra.

 

A Petra fui,
no a la Petra de Jordania,
sino a la Petra de aquí,
el pueblo donde naciera
Fray Junípero Serra.
La moto aparqué
delante de la fachada
de la iglesia y por la calzada
de piedra caminé.
De la iglesia al convento
y del convento al museo
y del museo a la casa
de nuestro insigne beato.
Ahí me encontré con un gato
tan viejo que acaso era
coetáneo del mismo Serra.
Bajo el tórrido sol agosteño
el Santo Rosario recé
mientras brotaban de mi ceño
goterones de sudor.
Después fui a Porto Cristo
a darme un chapuzón
en la playa junto al puerto
para acabar mi excursión.
Y entre el verde y el ocre del campo
volví cantando, cantando
en moto por la carretera.
Desde esta Mallorca nuestra,
agraciado rincón de la tierra,
yo te saludo, Fray Junípero Serra.

Pandemónium

 

No es pandemia, es pandemónium
lo que está sucediendo:
todos los demonios
reunidos para hacerse
con el mando de nuestro destino.
Lucifer desde el Infierno
dirige el que quizá
sea su último asalto.
Los soldados de su ejército
se hacen llamar filántropos.
Utilizan la mentira
como arma de confusión masiva
y su estrategia es el miedo.
Disponen de todo el dinero
para ejecutar su plan,
que no es otro que derrocar
a su eterno Enemigo.
Pobrecillos, darían pena
si no fuese por las almas
que llevan a su condena.
Con fe y con esperanza
‒éstas son nuestras armas‒
resistamos sus embestidas
sabiendo que la victoria
final nos está prometida.

Por qué no soy demócrata

 

No soy demócrata porque veo
del demos la calidad.
(Si hubiese una mayoría
de justos entonces sí
que demócrata sería).
No soy demócrata porque el número
de tontos es infinito, como dice la Biblia.
No soy demócrata porque democráticamente
a un asesino se decidió
dejar libre y matar a Dios.
No soy demócrata porque la democracia,
Borges dixit, es un abuso de la estadística.
No soy demócrata porque creo
que todo orden cabal
una jerarquía debe respetar.
No soy demócrata, en fin,
porque a las pruebas me remito:
allí donde hay democracia
el Demonio encuentra el lugar
perfecto para sembrar
su cizaña y el caos.

El Concilio Vaticano Segundo

 

Maldito sea el Concilio
Vaticano Segundo
que quiso conciliar
a la Iglesia con el mundo.
Sus frutos envenenados
no tardó en propagar:
la católica doctrina
sumida en la ambigüedad,
Roma a la herejía
abierta de par en par
y el Santo Sacrificio
de la Misa tradicional
en banquete transformado.
“Primavera de la Iglesia”
ese tiempo fue llamado
con cinismo sin igual,
tenebrosa primavera
que adulteró la verdadera
religión poniéndola en manos
de masones y falsos cristianos.
Maldito, mil veces maldito sea
el Concilio Vaticano Segundo
que por querer conciliar
a la Iglesia con el mundo,
al mundo desamparado
lo dejó y a la Iglesia
le hurtó su magisterio fecundo.
El gélido y cruel invierno
que atravesamos se fraguó
durante aquel contubernio.

Human life matters

 

Ahora que tan de moda
se ha puesto defender
de los negros la vida,
yo me sumo a la movida,
pero ampliando la moción.
No sólo de los que tienen
la piel de color tizón,
sino de los que la tienen
de cualquier otro color,
de su vida yo me erijo
en rotundo defensor.
Y no sólo de la vida
de personas ya nacidas,
también de la de aquellos
que en el claustro materno
se encuentran todavía.
Cualquier vida humana importa
y es criminal quien la aborta
contraviniendo la Ley
del buen Dios que nos la dio.
Cualquier vida humana importa
y es la gran aberración
de estos tiempos aberrantes
haber convertido los vientres
de las mujeres gestantes
en cadalsos donde son
sus hijos despedazados.
La vida, sí, defendamos,
la vida del ser humano
ya nacido o por nacer.
La vida, sí, defendamos,
la vida del ser humano
de cualquier raza y color.

El Sacramento de la Confesión

 

No entiendo la aprensión
que mucha gente le tiene
a la Confesión.
O la entiendo, pero es pueril
en cualquier caso esa aprensión.
Todo un caballero
cristiano como Chestertón
-una de las mentes
más lúcidas del siglo XX-
se convirtió a la religión
católica precisamente
por la Confesión.
Es este sacramento
la higiene del alma,
espiritual ablución
que nos deja como nuevos
por obra de la gracia
de Nuestro Señor.
Cualquiera que se confiese
con verdadera contrición
comprobará que no hay sensación
más reconfortante que la obtención
de ese regalo del Cielo
que es la absolución.

El dinero

 

«Poderoso caballero
es don Dinero»,
escribió Quevedo,
y yo lo primero
no lo niego,
pero a mí de caballero
no me da el pego.
De largo yo prefiero
lo que dijo Santo Tomás:
que es el dinero
buen siervo y mal señor.
Buen siervo si le das
órdenes tú a él
y mal señor si es al revés.
O dicho de otro modo:
buen siervo si lo utilizas
con justeza y con decoro
y mal señor si te esclaviza
haciéndote creer
que en teniéndolo a él
lo tienes todo.
No, no es un caballero
don Dinero,
y más que poderoso
es peligroso y fulero,
pues si mal utilizado
lo que da es un espejismo
que a muchos al abismo
los ha llevado.
Así que gran cuidado
con ese falso caballero
que es don Dinero.

La libertad

 

No presuma de libre el pecador
que peca sin vergüenza y con porfía,
porque libre no es, aunque se ría,
aquel que afrenta a Dios Nuestro Señor.
Esclavo es del pecado y con horror
verá las consecuencias de su impía
manera de vivir, si todavía
persiste a última hora en el error.
La libertad real sólo es honor
de aquel que la virtud tiene por guía
y siente cuando peca un gran temor.
La libertad real es la alegría
de obrar con rectitud y con amor,
lejos de Satanás, que la aniquila.

La luz de la Fe

 

Cuando se enciende la luz de la Fe,
lo real de inmediato se ilumina,
la razón las falacias elimina
y con gran claridad todo se ve.

A comprender el cómo y el porqué
de las cosas la mente se encamina,
distinguiendo verdad de pantomima
y cerrando su puerta al paripé.

Transportado en volandas por la fina
intuición que le impide perder pie,
apunta el intelecto y siempre atina.

Lo falso y lo pomposo cual suflé
desínflanse ante la recta doctrina,
que en sus loas a Dios hace hincapié.

El virus liberal

 

Puede que más de un millón
de veces ya lo haya dicho,
pero nunca muchas son,
pues decirlo no es capricho:
es el virus liberal
ciertamente muy mal bicho,
la causa de todo mal,
si debo ser más preciso.
Los síntomas que se dan
en aquel que se ha infectado
formas pueden adoptar
diferentes en su grado,
pero hay algo singular
que delata al afectado:
una errada percepción
o un concepto equivocado
tanto de su libertad
como de ésta en cualquier plano,
que a ponerla en un altar
le lleva dejando a un lado
su nexo con la verdad.
De este modo el infectado
por el virus liberal
hará de su capa un sayo
–de la verdad, su verdad–
en un delirio egotista,
de raíz subjetivista,
en que el bien y la moral
quedan relativizados.
Como es dulce enfermedad,
pues se siente liberado
el enfermo en tal estado,
difícil es de curar
y los más son contagiados
por su propia voluntad,
sin saber que el resultado
de esa falsa libertad
está realmente viciado
y es a la postre letal.
Desde aquí yo hago un llamado
a todos los infectados
por el virus liberal:
que en vez de poner su ego
en lo alto del pedestal,
prueben a poner primero
a Aquel que una vez nos dijo
que no es sino la Verdad
la que libres nos hará.
Si lo hacéis os garantizo
os libraréis del mal bicho
que es el virus liberal.

Oda a España

 

No vengan cantamañanas
nuestra patria a reinventar.
España ya está inventada
con sello de eternidad.
La inventaron los romanos
que la llamaron Hispania
y aquellos que la forjaron
en forja de Cristiandad.
España de Don Pelayo
que con otros pocos héroes
la Reconquista inició;
España del Campeador
que venció con su tizona
al invasor musulmán;
España de visigodos
que abrazaron la Verdad;
España, gloriosa España,
de nuestros Reyes Católicos,
que lograron su unidad
y expandieron por el orbe
la fecunda Hispanidad;
España brazo de Dios
en la tierra y ultramar;
España de San Ignacio,
de Santa Teresa de Ávila
y de San Juan de la Cruz;
España que con el Santo
Rosario con fe rezado
al turco y al protestante
por la espada los pasó;
España del Siglo de Oro
que a Don Quijote parió;
España que echó a patadas
al gabacho liberal;
España de los carlistas
todos juntos y en unión
defendiendo la bandera
de la Santa Tradición;
España que en la Cruzada
que el Caudillo encabezó
su ser de nación cristiana
nuevamente recobró;
España, por siempre España
católica-universal;
España patrocinada
por el Apóstol Santiago
y en firme bastión sentada
por la Virgen del Pilar;
España hoy secuestrada
por la Antiespaña ancestral,
enferma y refocilada
en infecto lodazal,
mas nunca desesperada
pues tiene a la Inmaculada
que otra vez la ha de salvar.

Buenos Aires cuarenta y dos años después

A mi padre

 

El 18 de noviembre de 2019,

en el puerto de Barcelona,
nos embarcamos mi padre y yo
en el crucero Costa Pacífica
rumbo a Buenos Aires.
Era para él, a sus ochenta y siete años,
su enésimo viaje
con ese destino
–ya casi una rutina
desplazarse a la Argentina–;
en cambio para mí
más que un viaje era meterme
en el túnel del tiempo,
pues cuarenta y dos años después
a la ciudad donde había
vivido mi infancia volvía
a reencontrarme con el niño
de nueve años que allá dejé.
Tras dos días de navegación
a Santa Cruz de Tenerife llegamos.
Para entonces ya habíamos
establecido la hoja de ruta
de nuestra vida social:
mi padre con sus amistades
de anteriores cruceros
y yo con un grupo de argentinos
y argentinas de mi edad.
El sol ya pegaba en cubierta
y en las noches le mal de mer,
entre sones de tango y de cumbia,
inducía al laisser faire.
A mitad de trayecto la ardiente
línea del Ecuador cruzamos
ajenos al mundo real.
Brasil al otro lado
del océano nos acogió:
Recife con su linda
barriada de Olinda,
pobre pero llena
de encanto y de color;
Maceiò y su playa
de espeso y cálido mar,
donde comí a dentelladas
un choclo que me supo a manjar;
Salvador de Bahía,
estallido de luz,
agua de coco, samba,
redobles de tambor;
y Río, Río de Janeiro,
desde lo alto contemplado
del monte Corcovado
por su Cristo Redentor.
Con neblina en el Río de la Plata
en Buenos Aires entramos
el 4 de diciembre.
Un taxi nos condujo
al Hotel Claridge, calle Tucumán,
la misma en la que naciera
Borges para la eternidad.
De pasmo fue mi primera
impresión de la ciudad:
por su hechura y su solera
una capital europea
y no americana me pareció.
Por los alrededores del hotel,
en pleno centro bonaerense,
a dar una vuelta salimos
mi padre y yo:
la peatonal y concurrida
calle Florida,
donde estuviera en nuestros días
la Librería Española que él dirigió,
cuyo local desvencijado
tristemente encontramos cerrado;
el hermoso Teatro Colón
en la Avenida 9 de Julio,
a decir de los argentinos
el mejor teatro del mundo.
Unas cuadras más
caminamos juntos los dos
hasta llegar a un restorán
donde paramos a almorzar.
En ese corto paseo
ya pude comprobar
que en contra de nuestro deseo
no hacíamos padre e hijo
para el turismo un buen par.
Su ritmo acelerado,
cual si un lobo lo persiguiese,
incompatible era con el mío
parsimonioso y dado
al deleite de observar.
Decidí pues, sintiéndolo en el alma,
proseguir en adelante
mi periplo yo solo y en calma.
La mañana siguiente en Diagonal Norte
el colectivo turístico tomé
para tener de la ciudad
una visión general.
Me transportó hasta el arrabal
futbolero de La Boca,
donde al ver La Bombonera
mentalmente me enfundé la remera
de Boca que de niño llevé.
Mi tercer día en Buenos Aires
a visitar los territorios
de mi infancia dediqué.
Por mi colegio, el San Martín de Tours,
en la avenida Figueroa Alcorta empecé.
Me bastó el primer golpe de vista
de su fachada para recomponer
los fotogramas que en mi memoria
guardaba de aquel ayer.
La secretaria del colegio
sus dependencias me enseñó.
Habían, me dijo, hecho varias reformas
en su interior,
pero el patio seguía tal cual
estaba en mis tiempos de colegial
y los alumnos uniformados
iban como iba yo.
«Hace más de cuarenta años
–me dirigí a un grupito de ellos–
yo estaba aquí igual que vosotros».
«¿Sos español?», uno rubito me preguntó.
Del San Martín de Tours fui a nuestra casa
de la avenida Libertador
esquina Coronel Díaz,
que a unas pocas y arboladas
cuadras de distancia estaba.
También ante nuestro edificio
mi memoria se actualizó.
Me parecía haber estado
allí el día anterior,
como si presente y pasado
fuesen un plano desdoblado
y yo actor en uno
y en el otro, espectador.
No me habría extrañado
que salieran del portal
mis padres y mis hermanas
y yo mismo en un flashback.
Alzando la mirada
de balcón en balcón
conté hasta la undécima planta
en la que vivíamos nosotros.
Justo en el balcón de encima
había un cartelón
de SE VENDE desplegado.
Al portero en la entrada
de Coronel Díaz le pregunté
el precio de ese piso,
mas os quedaréis como yo
con la curiosidad defraudada,
pues no disponía el buen hombre
de tal información.
Doblando la esquina el colegio
al que fueron mis hermanas
seguidamente visité:
un blanco palacete
con verjas de hierro negro
que de inmediato recordé.
De ahí me fui caminando
por nuestra avenida Libertador
al parque de Palermo,
que allá bosques lo llaman
y que yo por su belleza
lo llamaría vergel.
Frente al estanque rememoré
mis paseos con Junker,
nuestro perro-lobo,
al que me encantaba ver saltar
al agua para perseguir a los patos.
Mi tournée retrospectiva
concluí en Avenida Alvear
esquina Callao,
en la zona más exclusiva
y copetuda de la ciudad.
Allí vivimos nosotros
recién llegados a Buenos Aires
en un elegante inmueble
de corte clásico y galerías
con toldos azules en el portal;
pero así como de nuestra segunda casa
me acordaba perfectamente,
esta primera de Alvear
casi por competo la había olvidado
(yo apenas tenía cinco años
cuando dejó de ser nuestro hogar).
El día siguiente lo pasé
con una de mis amigas
argentinas del crucero.
En La Brigada, “un clásico de Buenos Aires”,
almorzamos
y después nos pateamos
barrios nuevos para mí,
parando en Puerto Madero
unas cervezas a tomar.
Para acabar recalamos
en la Plaza de Mayo,
donde por sorpresa nos encontramos
con una multitud
de gente con banderas
albicelestes en la despedida
de Mauricio Macri como presidente
de la República Argentina.
El himno argentino sonó
y a Macri en el famoso balcón
de la Casa Rosada lo vimos
asomado presto a decir adiós.
El quinto y ya último día
de nuestra estancia rioplatense
a mi acelerado padre recuperé
como compañero bonaerense.
Era el 8 de diciembre,
Día de la Inmaculada,
que además en domingo cayó.
A misa por la mañana
asistimos en la capilla
de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
en el barrio de Montserrat
y luego a la procesión
que en las calles del mismo barrio
se celebró.
A mi padre le presenté
al Padre Canale,
querido sacerdote y amigo
con quien en su país me reencontraba
tras su fructuoso apostolado en España.
Del barrio de Montserrat
a la Feria de San Telmo
fuimos mi padre y yo,
donde entre otras cosas compramos
medallas para nuestra familia
de la Virgen de Luján.
De San Telmo un taxi tomamos
en dirección a La Recoleta,
otra vez zona Alvear.
El cementerio visitamos
y en la Iglesia de la Virgen del Pilar,
de níveo frontispicio, entramos,
deteniéndonos en el altar
en que fue bautizada mi hermana Pilar.
Al salir me indicó mi padre
la placita a la que mi madre
a mis hermanas y a mí nos solía llevar.
Cuando vi el portentoso gomero
de formidable tronco enrevesado
que inmune al paso del tiempo
ahí seguía plantado,
de pronto los recuerdos
de aquellos días remotos
a mi memoria afluyeron
y nítida apareció en mi mente
la imagen del pequeño Andresito
encaramado a una de sus ramas
balanceándose con los pies
no muy lejos del suelo.
«Este gomero –le dije a mi padre–
es mi magdalena de Proust».
Después nos fuimos a almorzar
al restaurante La Biela,
donde nos esperaban Borges y Bioy.
Por la noche a otro lugar
también muy literario fuimos a cenar:
el Café Tortoni.
Caminando hasta allí desde el hotel
por la 9 de julio y la Avenida de Mayo
mi padre me fue contando,
con buena cadencia narrativa,
el por qué, el cómo y el cuándo
del comienzo de nuestra historia
y relación con la Argentina.
Había que remontarse
a 1957,
cuando él por vez primera
cruzó el charco por la herencia de unas tierras
en Pilcaniyeu y Balcarce,
de las que debía hacerse cargo.
Pero esto ya sería
materia de otro poema,
que este ya es bastante largo.

Andrés García-Carro, La Coruña, 1968