El dos de mayo

 

Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón;
sobre tu invicto pendón
miro flotantes crespones,
y oigo alzarse a otras regiones,
en estrofas funerarias,
de la iglesia las plegarias
y del arte las canciones.

Lloras, porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron…
¡a ti, a quien siempre temieron,
porque tu gloria admiraron:
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona,
que libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!…

Do quiera la mente mía
sus alas rápidas lleva,
allí un sepulcro se eleva,
cantando tu valentía;
desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola,
hasta el África, que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡no hay un puñado de tierra
sin una tumba española!…

Tembló el orbe a tus legiones,
y de la espantada esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus leones;
nadie humilló tus pendones
ni te arrancó la victoria;
pues de tu gigante gloria
no cabe el rayo fecundo,
ni en los ámbitos del mundo,
ni en el libro de la historia.

Siempre en lucha desigual
canta tu invicta arrogancia,
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial;
en tu suelo virginal
no arraigan extraños fueros…;
porque indómitos y fieros
saben hacer tus vasallos,
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros…

Y aún hubo en la tierra un hombre
que osó profanar tu manto…
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre!…
Sin que el recuerdo me asombre
con ansia abriré la historia;
presta luz a mi memoria,
y el mundo y la patria a coro,
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.

Aquél genio de ambición
que en su delirio profundo
cantando guerra, hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al ibero león
ansiando a España regir;
y no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder,
que no puede esclavo ser,
pueblo que sabe morir.

¡Guerra! clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra! repitió la lira
con indómito cantar:
¡guerra! gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron,
gritando: ¡Venganza y guerra!

La virgen con patrio ardor
ansiosa salta del lecho;
el niño bebe en el pecho
odio a muerte al invasor;
la madre mata su amor,
y cuando calmado está,
grita al hijo que se va:
«¡Pues que la patria lo quiere,
lánzate al combate, y muere:
tu madre te vengará…!»

¡Y suenan patrias canciones
cantando santos deberes;
y van roncas las mujeres
empujando los cañones;
al pie de libres pendones
el grito de patria zumba,
y el rudo cañón retumba,
y el vil invasor se aterra,
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba!…

…………………….

¡Mártires de la lealtad
que del honor al arrullo
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la humanidad!…
en la tumba descansad,
que el valiente pueblo ibero
jura con rostro altanero,
que hasta que España sucumba,
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero.

Napoleón y los héroes del 2 de mayo

 

Ellos murieron con la frente erguida;
también la tumba devoró al coloso
que humilló con su brazo poderoso
la cabeza de Europa enardecida.

Ellos cedieron con afán su vida
por el patrio blasón, noble y hermoso;
él, por regir con cetro belicoso
segundo Dios la humanidad vencida.

Una corona altiva y esplendente,
del tercer Bonaparte el culto abona
regia brillando en su blasón potente;

de ellos la tumba la virtud pregona;
¡héroes… dormid en paz…! para el que siente,
vuestra tumba es mejor que su corona…!

Libertad (Oda)

 

Sagrada libertad; a tus altares
llega el cantor; su fatigada frente
tímida no ambiciona
el sagrado laurel resplandeciente
que del genio feliz la sien corona
a ti van mis cantares
siguiendo su destino
como rueda el torrente hacia los mares:
pues fiel a ti, sin que el poder me asombre,
bendigo a Dios al bendecir tu nombre.
Sagrada libertad, tuyo es mi canto;
feliz mi pensamiento, te adoraba
aun antes de nacer; que el alma mía
libre ya se llamaba
cuando del cielo al mundo descendía:
llegué a la tierra, al borde de mi cuna
tronó el cañón; la sangre de tus hijos
desde la guerra salpicó mi frente;
y al despotismo fiero
levantarse hacia ti, como la nube
se levanta hacia Dios, y arrebatado
lloré, porque aprendí trémulo al verte
en medio de la guerra,
que tu amor en la tierra
se paga con sepulcros a la muerte.
Hombre después, los anhelantes ojos
volví al pasado, y te miré dormida
de la nada en el seno,
esperando el momento de la vida.
Te vi elevarte al SEA,
padre de la creación; te vi con brío
revolverte en la idea
que llenaba de mundos el vacío;
te vi con raudo vuelo
cruzar los montes, agitar los mares,
cabalgar en los soles,
que rodaban hirvientes por el cielo;
te vi sobre la ola
levantarte y flotar, besar la nube,
y en raudo torbellino
cruzar por el espacio,
do la creación al tiempo aparecía,
dejando con amor santo y fecundo,
un beso en cada mundo
que del aliento del Creador nacía.
Después abrí la historia; vi a los siglos
cuan inmensos gigantes,
dejar sus tumbas, agitar sus mantos
y volver a la vida; ante mis ojos
libres aparecieron
las mil generaciones
que las olas del tiempo sumergieron;
vi razas y ciudades
aparecer, pasar; miré al pecado
sobre el trono del mundo, y a los hombres
sin conciencia de Dios, y escuché el grito
del ángel que lloraba,
al ver con duelo eterno
fija en la frente de la raza esclava
la sombra del infierno.
Volví a mirar, y con dolor y espanto
vi a la nube crecer, rugir el viento
al soplo de la cólera divina;
miré alzarse la ola en son de guerra
sobre el borde del mar; la vi lanzarse
con la muerte en el seno
rugiendo de furor sobre la tierra:
vi la última figura
sobre el último monte maldiciendo;
y el agua se elevaba
en remolinos rápidos hirviendo,
y al fin llegó; con cántico profundo
se extendió en el vacío;
a los ojos del sol se borró el mundo,
y aún la muerte buscaba,
y aún el terrible mar, ronco y bravío
por cima de los montes se empujaba.
Y vi después en el espacio errante
al silencio vagar; miré a las sombras
irse extendiendo en pabellón flotante;
vi la luna cual lámpara sombría,
dejar vagos reflejos
sobre los velos de la noche umbría,
y a su rayo de luz descolorido
miré al ángel llorando,
y al supremo Jehová triste mirando
el cadáver del mundo sumergido.
Después la luz del día
trémula apareció; nave valiente
agitaba su vela
sobre el Ponto magnífico y rugiente;
el árbol de la vida
volaba allí llevando la esperanza
sobre el mástil tendida;
y allí te vi flotar sobre las olas,
como una aparición de dulce nombre
que llevaba en su vuelo
la bendición del cielo
al nuevo mundo que esperaba al hombre.
Volvió a nacer la historia; vi a los pueblos
sin conciencia de sí; razas feroces
sobre la faz del mundo se empujaban;
el grito de la guerra
ocupaba el espacio; un mar de sangre
levantaba su faz sobre la tierra;
la barca funeral del despotismo,
agobiada de crímenes, flotaba
sobre el sangriento mar; el sacerdote
con la frente sombría,
en la sangre inocente
empapaba su manto; torpe y fría,
la plebe ante sus pies se prosternaba
sin comprender en su delirio ciego
aquella religión hija del fuego
que en sangre como el tigre se bañaba.
Vi al esclavo infeliz dejar la cuna,
y con frente serena
tender al viento las impuras manos
buscando una cadena;
lo vi sin pensamiento 
agitarse y temblar al pie del trono
del iracundo déspota al aliento,
y comprendí sin calma
ante aquel cuadro de dolor y guerra,
que el esclavo es la tumba de su alma,
y el negro despotismo
la maldición de Dios sobre la tierra.
Y percibí tu acento
¡Hijos!… diciendo con amor doliente…
y vi al mundo agitado
seguir en su cadena indiferente
al duro pie del despotismo atado:
y la guerra seguía;
y las razas impuras atizaban
el fuego vil que sobre el ara ardía;
y pueblos y naciones
rodaban entre lágrimas y llanto:
las tumbas se apiñaban;
la muerte y el espanto
sobre el mundo sangriento cabalgaban;
y nadie a tus acentos respondía,
ni escuchaba la voz de tu cariño,
porque era el mundo niño,
y a su madre infeliz no conocía…
Y vinieron más siglos; en las tumbas
en ceniza quedaron
las míseras naciones; de tu lumbre
los rayos reflejaron
en la frente del hombre; alzó los ojos,
y con ardiente anhelo
al fin te divisó radiante y pura,
brindando al mundo con tu amor un cielo.
Y rodaron coronas
de libertad al sacrosanto grito;
y el déspota iracundo
por el Señor maldito
alzó sobre tu altar su brazo fiero,
sin comprender en su brutal violencia
que para herir tu nombre
es necesario arrebatar al hombre 160
en pedazos del alma la conciencia.
Mas tu nombre brilló; Grecia gigante,
lo fijó en su bandera; al Ganges frío
y al Nilo turbulento
llegó tu luz sagrada; el sacerdote
dejó el hacha terrible
sobre el impuro altar, y oyó espantado
los ayes que brotaban
al herirse los mundos que chocaban.
Y se alzaron los déspotas sombríos
otra vez contra ti; tu aliento puro
se refugió llorando
en el mundo del arte
que en las alas del genio se iba alzando,
y hasta allí el despotismo
llegó con el puñal; pero fue en vano;
que el brazo de Dios mismo
se lo arrancó sangriento de la mano.
Aquel tu mundo fue; tu lumbre pura
dio brillo a las creaciones
del artista inmortal; bañó los muros
del alto Partenón; tiñó en su lumbre
la frente del poeta
que cantaba los cielos y los mares,
osando arrebatar con mano inquieta
el fuego criminal de los altares.
A tu divino aliento
la roca endurecida
calló sobre los pórticos de Atenas,
guardando un pensamiento;
el genio alzó sus alas:
Píndaro hirió el laúd; agitó Apeles
su mágico pincel; Fidias divino
envolvió sus creaciones
en montes de laureles,
y Homero arrebatado
por el hirviente carro de la gloria
a tu carro magnífico enlazado,
cantó libre y profundo
con el arpa de Dios trovas al mundo.
Después Grecia cayó; blanca paloma,
tu genio peregrino
llevó el arma del arte
a los muros magníficos de Roma;
tu nombre se fijó en el estandarte
del pueblo Rey; al rayo de tu frente
dilató sus banderas,
imponiendo su ley a las esferas.
Y vinieron más reyes;
y la guerra extendió su brazo impío
por montes y por mares;
creció en el trono el despotismo frío
arrancando las hojas de tus leyes;
vi grupos de tiranos
estremecer la tierra
al ronco son de guerra;
vi al pueblo rey crecer sobre las tumbas
de los pueblos vencidos; lo vi grande
soñar tras sus victorias,
más esclavos, más tronos y más glorias;
y en vano te busqué: despedazada
por las ruedas veloces
del carro de los déspotas, apenas
respondiste a mis voces
con el doliente son de tus cadenas.

…………………….

¡Cuántos, sagrada libertad, murieron
víctimas de tu amor; cuántos sepulcros
a tus plantas se abrieron!…
Por ti el héroe espartano
asombra al persa al levantar su tumba
por muro entre la patria y el tirano.
Por ti con arrogancia
en ceniza y en humo se convierten
los hijos de Numancia.
Por ti eleva Sagunto sus hogueras
hasta el trono del sol, dando en su gloria
orgullo a las esferas,
mártires al Señor, luz a la historia.
Por ti trémulo Bruto
levanta sobre el trono del guerrero
la muerte en el puñal; por ti valiente
el indómito ibero,
en el cántabro mar sepulta impío
de Roma la gigante el poderío.
Por ti el mártir cristiano
del circo en la ancha arena
bendice a Dios, entre el rumor salvaje
del tigre y de la hiena.
Por ti ruedan los Gracos
al pie del Capitolio; por ti nacen
para eterno blasón de las naciones,
Pompeyos y Espartacos,
Pelayos, Viriatos y Catones:
y por ti con amor cuan grande fuerte
Jesús desciende, se transforma en hombre,
y con sangre divina escribe un nombre
en el libro terrible de la muerte.

…………………….

¿Y ha de ser siempre así? ¿Será el martirio
la corona del libre? ¿Acaso el mundo
es el hacha terrible de la idea?
¿No es bastante la cruz, para que el río
que entre espumas de sangre va profundo
al insondable mar, ceda en su brío?
¿Será acaso la negra tiranía
el fruto de la tierra? ¿Será en vano
ese rojo Océano
que devora un sepulcro cada día?
No: lo dice Jesús; de polo a polo,
la humanidad entera
debe ser sobre el mundo un hombre solo.
¿Lo escuchasteis, tiranos?…
Lo manda Dios; el cetro de la tierra
por momentos se escapa a vuestras manos.
En vano las cadenas
apretáis con furor; el pensamiento
rebosa en el espacio; él está escrito
en el seno profundo de los mares;
en el sol, en el viento,
en la cruz, en la tumba, en los altares.
Él ocupa la gloria
bajo el manto del mártir; reverbera
en el libro gigante de la historia:
él flota en la bandera
del libre porvenir; llena el vacío,
y se dilata con pujante vuelo,
desde el hombre hasta Dios, del mundo al cielo.
Es la nube gigante
que recibió en sus alas
el llanto funeral de las naciones,
y que al romper su seno
levantará las olas poderosas
de cien y de otras cien revoluciones;
es la luz, es el aura, es el ambiente,
es el eco de Dios, que doquier zumba,
levantando clemente,
nuevo Lázaro, el mundo de su tumba.

…………………….

Pasad, pasad; en vano
lucháis sobre el sepulcro; de la arena
en breve rodará el último grano,
y llegará ese día,
que el bueno espera, y que os arranca asombros,
en que todos los libres a porfía
al levantarse a Dios, del mundo en hombros,
dirán llorando: «A ti te lo debemos;
bendito siempre tu poder profundo;
libre, sin guerra ni ambición el mundo,
por pedestal, Señor, te lo ofrecemos.»

El poema de la vida

 

I
En brazos de la inocencia
cruzando voy candoroso
ese crepúsculo hermoso
preludio de la existencia.
Del valle la flor galana
me da sus limpios colores;
el bosque sus ruiseñores,
y sus tintas la mañana:
y el astro consolador
que al mundo su luz envía,
me manda al nacer el día
la sonrisa del Señor.
Mi madre en dulce ansiedad
sencilla, pura y amante,
tras la bóveda gigante
me muestra la eternidad:
y escuchando su lección
lleno de dulce embeleso,
entre el murmullo de un beso
recibo su religión.

II
Ya llegó la juventud,
y el alma a sus resplandores
se duerme en otros amores
con dulcísima inquietud.
Mi adorada frenesí 25
en la esperanza se agita;
mundana gloria me grita
¡qué es el mundo para mí!
Y en mi ardiente corazón
que se consume anhelando,
gigante se va elevando
la hoguera de la ambición.
Cuanto miro, todo es mío;
la mar, la arboleda, el monte,
la nube y el horizonte
que se duerme en el vacío;
porque en su albor matinal
el alma ardiente ambiciona,
tener al sol por corona,
y al mundo por pedestal.

III
El sueño de mi ilusión
la realidad lo ha deshecho;
apenas hallo en el pecho
cenizas del corazón.
La mujer que tanto amé,
mató mi esperanza hermosa:
al pie de una misma losa
están mi madre, y mi fe;
tuve un hijo… y me olvidó;
la gloria mató mi encanto;
me arrojé en brazos del llanto
¡y hasta el llanto me dejó!…
Y corro sin ver jamás
el consuelo en lontananza;
porque sé que la esperanza
¡es una mentira más!
Toda ventura se aleja
por el árido desierto;
¡la humanidad es un muerto,
que en su sepulcro se queja!

IV
En la triste senectud
penetro con paso fijo,
en la mano el crucifio
y a los pies el ataúd.
La fe me vuelve a alumbrar
en mi lóbrega carrera;
¡DIOS! murmura la pradera;
¡DIOS! el cielo; ¡DIOS! el mar.
Y de la esperanza en pos
corro al sepulcro llorando,
porque en él me está esperando
la sombra santa de Dios.
Del ánima dolorida
ya se acabó el desconsuelo;
sobre la tumba, está el cielo
que es más grande que la vida.

Dante

 

Coloso entre los genios soberanos,
te alza la gloria en pedestal seguro;
Beatriz suspira, sobre el mármol duro
que guarda el genio entre sus santas manos.

Tu voz se escucha; jóvenes y ancianos
llegan contigo hasta el lasciate oscuro;
de tu noble creación el rayo puro,
refleja sin cesar en los humanos.

Moriste sin morir… urna mortuoria
abrió en el mármol a tu cuerpo inerte

el cincel inspirado en tu memoria;
mas tu nombre inmortal se eleva fuerte;
que para abrir sepulcros a la gloria,
no encuentra mármol ni cincel la muerte.

¡Stabat mater!

 

I
¡Pobre Madre! está llorando
al pie del santo madero;
el pueblo murmura fiero,
por la montaña girando,
y la luz muere en la sombra; 5
y el nublado se agiganta,
y la creación llora y canta
con voz que aturde y asombra.
¡Pobre Madre!… ante los sones
de sus dolientes afanes, 10
alzan truenos y volcanes
sus más terribles canciones.
Y el ángel llora… y se arredra,
rugen los mares inquietos,
y se alzan los esqueletos 15
sobre sus tumbas de piedra.
Porque es tan hondo el pesar
de la Madre del amor, [12]que llora el mismo dolor
al contemplarla llorar! 20

II
Ella vio al hijo nacer
su esperanza realizando;
ella le durmió cantando
las endechas del placer,
ella, con ansia divina 25
dejó sus plácidos lares;
cruzó de Judá los mares,
las cumbres de Palestina;
y siempre del Hijo en pos
le siguió amante y serena, 30
¡como sigue el alma buena
la sombra santa de Dios!…
Hoy… pobre Madre… lo mira
sobre el Gólgota sangriento,
suspiros lanzando al viento 35
que en torno del árbol gira.
Lo mira triste, llorando
por el pueblo su asesino;
oye su acento divino
¡perdón!… ¡perdón!… murmurando. 40
Ve sus sienes desgarradas
por las espinas crueles;
ve marcados los cordeles
en sus manos venerandas:
y si oye de su ansia en pos, 45
del pueblo el acento fijo,
ve… ¡que le matan al Hijo
por el crimen de ser Dios!… [13]

III
Pura… mística azucena
del desierto de la vida; 50
lámpara siempre encendida
para templar nuestra pena:
¡celeste y eterno lirio
por los ángeles cuidado;
puro clavel perfumado 55
con la esencia del martirio!…
Yo vengo, Madre, a besar
las estrellas de tu manto:
vengo a regar con mi llanto
los mármoles del altar: 60
yo padezco a tu dolor;
lloro al mirar tu agonía;
yo tengo por ti, María,
rico manantial de amor.

…………………….

Del relámpago a la luz 65
que la tormenta anunciaba,
yo vi a Dios que vacilaba
bajo el peso de la cruz.
Lo vi triste ante el desdén
del pueblo vil y asesino; 70
lo vi con llanto divino
llorar por Jerusalén.
Vi su cabeza sangrienta
tocar en la dura roca;
vi un insulto en cada boca, 75
y en cada grupo una afrenta.
Y al verte a su lado ir
dije con llanto de amor: [14]¡pobre Madre del dolor,
cuánto deberá sufrir…! 80

IV
Pueblo… con llanto profundo
ve a contemplar su agonía;
hoy es la fecha, es el día
de la redención del mundo.
Do quiera se oye el concierto 85
de la más honda tristeza;
hasta la naturaleza
parece que toca a muerto.
El templo, todo es dolor;
negra el ara, poca luz; 90
sobre el sacro altar, la Cruz
sosteniendo al Redentor.
Al pie de la Cruz, María…
cerca, el sacerdote implora;
allá en las tinieblas, llora 95
el órgano una armonía.
De las campanas el son
no se mezcla en el lamento,
por no turbar en el viento
los ecos de la oración; 100
y la luz que ante el altar,
mal a la sombra resiste,
está tan triste… tan triste,
que no se atreve a alumbrar…!
Todo es llanto, y es dolor; 105
mujeres, niños, ancianos,
venid, venid de las manos
a llorar al Redentor…!
Venid ante el que se inmola
por calmar vuestra alegría; 110 [15]venid a ver a María
que está sollozando, y sola…!
Llegad de vuestros hogares
con ofrenda a sus dolores;
dejad los campos sin flores 115
para adornar sus altares,
y no deis al corazón
hoy consuelo a su quebranto,
porque será vuestro llanto
la segunda Redención…! 120 [16]

Amor, teoría y práctica

 

I
Bello es amar, cuando la vida entera
se contempla en la luz de una mirada:
cuando el aura ligera
extiende en blancos giros,
los plácidos de amor dulces suspiros.
Bello es amar; el corazón ardiente
sólo vive de amor; para amar fueron
las flores y la luz; el mar hirviente
que ruge enardecido,
se calma con los besos de la luna
que vaga en el espacio,
cual buque entre carámbanos perdido,
amor es cuanto nace; cuanto crece:
el torrente y el mar, la flor y el río;
el tímido murmullo
que nace en la colina,
y levanta sus notas al vacío
como un remedo de la voz divina:
amor es el lucero, y es la aurora,
es en fin la creación; Dios, en su nombre,
llenó de mundos la región vacía,
y dio por templo su creación al hombre;
y le dio un paraíso;
y en él le hizo feliz hasta aquel día
en que la suerte quiso,
que Eva encontrase al enemigo insano
tendido al pie del funeral manzano.

II
Cuántas veces mis quejas
llegaron a tus débiles orejas;
(murmura el amador entristecido);
cuántas veces dejando,
tan sólo por tu amor, el lecho blando,
llegué hasta tus cristales
y entre las notas de tu amor sincero,
escuchaba el rumor de las canales
¡cayendo en mi sombrero!
¡Cuántas veces, bien mío,
miré tu calle trasformada en río,
y tú miraste con dolor de un rato
al bien que amabas convertido en pato!
¡Horas dichosas! Delicioso arrullo
de la dorada juventud; encantos
que nunca olvidaré… ¿Dime, te acuerdas
de aquellas dulces horas;
tan fugaces, tan puras, tan sonoras?
Yo feliz te decía…
«Tú eres mi amor: en ti bebe la luna
el plácido reflejo que te envía;
al beso de tu aliento,
sus alas posa enamorado el viento»;
y en tanto que esto yo te murmuraba,
el viento que lo oía,
con furia me empujaba
por la desierta callejuela umbría.

III
Casados ya… ¡Casados…!
¡Cómo el tiempo se pasa…! Treinta veces
el purísimo sol de primavera
ha inundado la tierra en lagos de oro;
las flores han brotado
brindando al corazón grato tesoro,
y nosotros felices
con otro amor, sin celos ni pasiones,
del pasado arrancamos las raíces,
como arranca el pesar las ilusiones.
Ya no hay aquel amor tímido y tonto
que en éxtasis continuo nos tenía;
en dulce bienandanza,
como el sobrino sigue tras la tía
ha seguido al amor, la confianza.
Te amo con frenesí; mas no lo digo
como en aquellas horas
en que canté a tu amor por el postigo:
tras de aquellas jornadas
¡han venido unas horas tan pesadas…!
En vez de aquel afán tan de mal tono
con que yo entusiasmado
te hablaba de mi amor como de un trono,
hablamos de los frutos accesibles
y de otros comestibles,
amor estomacal y flatulento
que sepulta en el vientre el sentimiento.
Algunas veces… pero no te enfades;
si vengo tarde a recordarte amores,
de tremendo furor en un residuo,
detienes con tu brazo
la empezada inflexión de mi individuo;
y tu voz celestial, aquel acento
dulce como el arrullo
que en las hojas del árbol deja el viento
me aplica tantos términos nocivos,
que en medio de tal mengua,
maldigo al diccionario de la lengua
tan rico en adjetivos.

…………………….

¿Quién ayer lo creyera? En noche oscura
se trocó la mañana esplendorosa;
¡amor! ¡amor…! en vano ya lo imploro…
¡su imagen misteriosa
no responde a mi lloro…!
La noche del estúpido egoísmo
me cerca por doquier… «¡esposa mía!»
murmura el labio con esfuerzo rudo,
y a tan triste agonía
responde un estornudo;
¡el rapé es mi rival…! ¡quién lo diría…!

IV
¡Todo en el mundo pasa…!
Pasó Tiro y Bagdad, pasó Cartago;
Alejandro pasó con sus legiones,
y… pasó nuestro amor; el tiempo impío
aunque de esto te duelas,
se llevó en sus alones
mis dientes y tus muelas,
con los restos de antiguas ilusiones.
Hoy sin ningún escudo,
miras sobre mi frente
piramidal el gorro puntiagudo…
Yo te miro también, estrella mía,
sin luz y sin amor… sin dentadura…
alzo la vista a tu cabeza fría,
y ¡oh triste desconsuelo…!
¡mísera juventud! ¡mundano brillo…!
ya no tienes más pelo
que el que guarda un papel en mi bolsillo…

V
De la vejez el fúnebre cortejo
se me acerca terrible; ya soy viejo:
también fiera, inclemente,
las arrugas marcó sobre tu frente.
¡La campana sonora
que anunció nuestro plácido concierto,
espera ya la hora
para tocar a muerto…!
Todo pasó; pasó nuestra ventura
nuestro cándido amor; fiero el destino,
en vez de la de ayer, casta hermosura,
nos deja en pergamino;
trasposición se llama esta figura.
Miro a mi corazón, y… nada… nada…
monótono ruido
me anuncia su existencia; alegre el mundo
eleva hasta mi frente su latido;
otras generaciones
a la tumba nos llevan a empujones.
¡Ilusiones, amor! Apenas veo
sus sombras misteriosas
a lo lejos flotar, dejando rosas
sobre el cáliz hirviente del deseo.
Y también pasarán esos amores;
y esa generación que ahora gozando
viene alegre cantando
coronada de flores,
mañana vieja, triste, abandonada, 155
recordará con hondo desconsuelo
las dulces horas de la edad pasada.
El amor en el mundo es la teoría
del purísimo amor que guarda el cielo;
desengáñese usted, Doña María;
la mísera criatura
con la ley del eterno en cruda guerra
quiere hallar ese amor en esta hondura;
cuando es una verdad desoladora
que en este mundo, aunque mi voz le asombre,
vive más un corsé que una señora,
y un tacón de una bota, más que un hombre.

El día de difuntos (Canto)

 

I
Silencio… las campanas…
¡Ay del hombre mortal! ¡ay del doliente!
de la noche en el seno
sin pena dormirá sueño tirano,
y su entusiasmo ardiente, 5
como lienzo fecundo
que borra el tiempo con impura mano,
se borrará del mundo…
¡Ah! en el solemne día
en que los muertos abren sus ciudades 10
vacila la razón: ¡sombras humanas!
¡ilusión del placer! ¡santo delirio
de un amor inmortal…! ¡glorias del arte!
volad lejos de aquí… todo termina
al borde del sepulcro; loco empeño 15
formará de la vida la quimera,
por dejar una flor, una siquiera,
sobre la leve realidad de un sueño. [17]
Mentira es el placer; mentira el fuerte
alto destino de la gloria humana; 20
mentira la ilusión; ¡verdad la muerte!…

…………………….

¡Torpe dolor!… ¡estéril amargura!
¿por qué prensar al corazón que llora
del hombre la continua desventura?
Sorda la tierra al ruego, 25
mata la forma; despedaza fiera
la belleza del mundo sin sosiego:
agentes de su cólera indomable
son las materias que en tropel inmundo
la cruzan por do quier; su boca impura, 30
las tumbas nobles, míseras o extrañas,
que amenazando al ánima oprimida,
esperan los escombros de la vida
para nutrir con ellos sus entrañas:
el labio delicado; 35
la azul pupila inquieta;
el pecho de la hermosa, altar sagrado
donde ofició el amor; la del poeta
libre cabeza que con noble anhelo
sintió latir la inspiración gloriosa, 40
y se alzó poderosa,
Colón del arte a descubrir el cielo,
todo termina aquí. La madre tierra,
¡ay! es la sola madre
sin entrañas de amor; en vano un día 45
la cubrirá la primavera ufana
de flores y armonía;
en vano sus verdores
dará a los prados, a las huertas frutos,
purísimos colores 50
al pálido rosal; en vano, en vano,
dará gentil rumor a la corriente [18]
y aroma y luz al céfiro liviano:
al pie de esa belleza,
vive la destrucción. Sordo usurero, 55
la tierra mata si a vivir empieza;
asienta en los despojos
su esfuerzo colosal; traga, devora,
y cuando altiva en su poder se engríe,
hipócrita y traidora, 60
¡con jugo de sus víctimas sonríe!…
Y la muerte también… ¿Quién ha parado
su carrera triunfal? Sobre ruinas
la ve el presente y la miró el pasado,
el inútil dolor no la contiene; 65
atleta destructor, fiel mensajero
con porte a las orillas del profundo,
continuamente se retira o viene,
secos sus ojos al dolor del mundo…
En lucha con la vida 70
trabaja sin cesar; el universo
es su circo gigante; espectadores
de sus rudas hazañas,
los que esperan morir: ¡madres! ¡hermanos!
no busquéis la piedad en sus entrañas, 75
ni tendáis a sus huesos vuestras manos;
esqueleto fatal, forma sin vida,
no escucha vuestra mísera tarea;
y si llora la madre al hijo bueno,
arrancando el cadáver de su seno, 80
el charco de sus lágrimas vadea…!

II
Mas, ¿por qué ese dolor? En otros días,
cuando el viento oreaba
la sangre de Jesús; cuando el Calvario [19]
recordando divinas agonías 85
bajo la sombra de la Cruz temblaba,
yo vi al circo romano,
arcada colosal, timbre del arte,
vacilar en su altiva pesadumbre
al peso impuro del furor pagano: 90
miré a la muchedumbre
ebria de sangre; percibí en la altura
bajo el arco del César, al soberbio
Pontífice y señor, símbolo vivo
de aquel pueblo sin fe; lo vi arrogante 95
sobre varas de lictores altivo
despreciar a las turbas, y opulento
tender el cetro que aun el orbe doma,
sobre el circo sangriento
de la materia altar, templo de Roma, 100
patíbulo brutal del pensamiento.
Vi a la señal terrible
la arena retemblar; miré la puerta
moverse, vacilar, girar incierta,
y percibí espantado 105
la bárbara armonía
que en el espacio ardiente se enlazaba,
del tigre que a las turbas saludaba,
y del pueblo que al tigre respondía.
Y… allí, sola, en el seno 110
de la plebe romana;
alta la frente, el corazón sereno;
la túnica cristiana
sobre el hombro robusto, y en los brazos
la imagen de Jesús, noble y tranquila, 115
miré a la Fe: su santa cabellera
flotaba el aire vagorosa y pura
cual si el ala del ángel la moviera;
asidos a su blanca vestidura [20]
los mártires cristianos, 120
¡Salem! gritaban en pujante coro,
esperando el dulcísimo tesoro
con la oliva de amor entre las manos:
y las turbas hirvientes
cantaban y rugían; 125
y Nerón, ostentando la corona
de PONTÍFICE y DIOS, la alta cabeza
levantaba en el circo; y vacilaba
la columnata ruda
del vasto coliseo 130
al continuo aplaudir; y en tanto humilde,
excitando del pueblo el ansia fiera,
la Virgen del Señor se arrodillaba,
se enclavaba en la cruz con alma entera,
y su pecho divino, 135
que la fiera mordía,
palpitaba de amor, moviendo el lino
que sus formas castísimas cubría…
¡Cuadro consolador! ¡lienzo sublime!
Detén, fantasma impío 140
de la duda fatal tu voz potente:
ya el espíritu gime
con tranquilo dolor, y el alma inquieta,
rompiendo la terrena vestidura,
se alza a Jesús con incansable vuelo; 145
desgarra la materia, al dolor doma,
y arrollando a Palmira y a Sodoma,
torna a Jerusalén, remonta el cielo.
La fe vuelve a lucir; su luz me ayuda.
¡Vírgenes del Señor…! ¡santos atletas, 150
columnas de la Cruz…! ¡dulces cantores…
indómitos profetas
cuyos plectros de oro
templó en sus manos Dios…! ¡legisladores [21]
que disteis vuestras leyes 155
al pueblo ungido que cruzó el desierto
nutriendo con ilotas y con Reyes
la estirpe de David…! ¡Arpas sonoras
de Daniel e Isaías…!
¡Mártires sobrehumanos 160
que hicisteis, agitando las enseñas
de destinos fecundos,
rodar los muros, palpitar las peñas,
temblar las aras y oscilar los mundos…!
¡sustentar ya mi fe!… ¡Que yo la mire 165
romper en las conciencias
de la duda los bárbaros altares,
y asentar en fortísimos pilares
la santa catedral de las creencias!
¡que mi espíritu ciego 170
en claridad gloriosa se ilumine!
¡Que vacile la sombra al claro fuego,
timbre de la verdad! ¡Que monte y río
deponga su grandeza
del amor al inmenso poderío! 175
¡Que la luz inmortal deje su rayo
sobre la niebla inerte!
¡Que la divina idea
domine al universo! ¡Que la muerte,
Tabor glorioso de los hombres sea! 180

III
¿Qué es la materia ya? Con fe y sin pena
la destrucción admiro;
pasto seré de su brutal faena,
¡y por morir suspiro…!
Ni espigas ni colores 185
nutrirá con mi fe; de mi amor santo, [22]
no brotarán ni líquenes ni flores.
Altivo en mi poder, ya la contemplo
romper la forma con augusta calma;
¡el sepulcro, es el templo 190
de donde nace el alma…!
¿Y la muerte, qué es ya? ¡Madre amorosa,
arca de libertad; fiel peregrino
de la Canaán dichosa,
donde la vid purísima, cargada 195
de racimos de amor, mece su tallo
de Dios enamorada;
mensajero del bien; pórtico augusto
de la eterna región; titán sombrío
de atlético poder, que audaz vadea 200
el piélago insondable
que hay entre Dios y el hombre; dulce aurora
de paz y de alegría;
límite del dolor que nos devora;
mañana del saber; puerta del día! 205

…………………….

Pequeño el mundo, dilatado el cielo,
infinito el amor que tras la tumba
sube al Eterno con potente vuelo,
la muerte no es verdad; en otras horas
sus fúnebres regiones 210
decoraba el dolor; la negra duda
cruzaba sin piedad los panteones,
y con falaz violencia
las lágrimas del mundo
rebosando sin dique en la conciencia, 215
ocultaban a Dios. Mas desde el día
en que la cruz triunfal, sobre los hombros
de la colina agreste alzó sus brazos
por montes y por mares,
trasformando en pirámides(22) de escombros [23] 220
los ídolos de Roma y sus altares,
el dolor tiene fin; la tumba es foco
de claridad divina: Dios al yugo
de la muerte cedió; sufrió su imperio,
la aceptó por verdugo; 225
mas al alzarse del Eterno y Fuerte
sobre el cadáver santo,
para consuelo del amor y el llanto,
¡enclavada en la Cruz murió la muerte…!

IV
Dejad que las campanas 230
repitan su canción: ¡niños, ancianos,
huérfanos sin hogar, madres dolientes,
que del dolor en las terribles sañas
con lágrimas sin fin lloráis al hijo
que tuvo por altar vuestras entrañas… 235
¡empezad la oración!… ¡ese sonoro
rumor triste de bronce; esa armonía,
forma sentida del mundano lloro;
ese gemido que el espacio llena
y a Dios el eco que los mundos lanza, 240
no es acento de duda o de rencores,
que si llora en su voz nuestros dolores,
acompaña también nuestra esperanza…! [24]

Arte

 

Arte, palabra divina
que gloria al talento augura;
plácida luz que fulgura
sobre una santa colina;
pura fuente cristalina; 5
águila de eterno vuelo;
ángel que canta en el suelo
melancólicos amores,
brindando al talento flores
de los jardines del cielo. 10

Por él, titán soberano
Miguel Ángel se agiganta,
y hasta los cielos levanta
la cruz del templo cristiano;
por él, arranca Ticiano 15
al cielo su luz hirviente,
y por él, Osián potente,
dando formas a la idea
como Dios, al gritar SEA
lanza un mundo de su frente. 20 [25]

Por él, el gran Cicerón,
águila de la elocuencia,
sube al templo de la ciencia
escalón por escalón:
por él, con mística unción 25
canta David sus creaciones;
y por ceñir sus blasones
le dan a su gloria fieles,
Cano y Van Dijk(23), sus pinceles;
Lope y Dante sus canciones. 30

Por él, el genio sediento
que eternos templos se labra,
da seres a la palabra
y a las rocas pensamiento;
ante su potente aliento, 35
la tierra cede sin tino;
pues el mar, el torbellino,
la luz, el monte, la aurora,
son una creación sonora
que hizo un Artista Divino. 40

Por él, la mente se agita;
por él, vive la esperanza;
por él, la dicha se alcanza;
por él, la conciencia grita;
su luz es siempre bendita, 45
y su poder tan profundo,
que un rey, Felipe segundo,
porque el Orbe no le viera,
arrojó el arte de Herrera
entre su tumba y el mundo. 50

A los ecos de su nombre
que aromas de gloria lleva, [26]
el hombre hasta Dios se eleva,
y Dios desciende hasta el hombre;
a nadie su altura asombre 55
teniendo fuerza y aliento,
pues a ese alcázar que el viento
arrulla sobre alto muro,
se llega con pie seguro
por la escala del talento. 60

Genio que a la altiva cumbre
te vas alzando valiente,
ansiando ceñir tu frente
con un rayo de su lumbre;
sigue… y si en la muchedumbre 65
protesta algún ser artero
contra el arte que venero,
dile con desdén profundo,
que es la primera obra, el mundo,
Dios, el artista primero.

El poema de la vida

 

I
En brazos de la inocencia
cruzando voy candoroso
ese crepúsculo hermoso
preludio de la existencia.
Del valle la flor galana 5
me da sus limpios colores;
el bosque sus ruiseñores,
y sus tintas la mañana:
y el astro consolador
que al mundo su luz envía, 10
me manda al nacer el día
la sonrisa del Señor.
Mi madre en dulce ansiedad
sencilla, pura y amante,
tras la bóveda gigante 15
me muestra la eternidad:
y escuchando su lección
lleno de dulce embeleso,
entre el murmullo de un beso
recibo su religión. 20 [29]

II
Ya llegó la juventud,
y el alma a sus resplandores
se duerme en otros amores
con dulcísima inquietud.
Mi adorada frenesí 25
en la esperanza se agita;
mundana gloria me grita
¡qué es el mundo para mí!
Y en mi ardiente corazón
que se consume anhelando, 30
gigante se va elevando
la hoguera de la ambición.
Cuanto miro, todo es mío;
la mar, la arboleda, el monte,
la nube y el horizonte 35
que se duerme en el vacío;
porque en su albor matinal
el alma ardiente ambiciona,
tener al sol por corona,
y al mundo por pedestal. 40

III
El sueño de mi ilusión
la realidad lo ha deshecho;
apenas hallo en el pecho
cenizas del corazón.
La mujer que tanto amé, 45
mató mi esperanza hermosa:
al pie de una misma losa
están mi madre, y mi fe;
tuve un hijo… y me olvidó; [30]
la gloria mató mi encanto; 50
me arrojé en brazos del llanto
¡y hasta el llanto me dejó!…
Y corro sin ver jamás
el consuelo en lontananza;
porque sé que la esperanza 55
¡es una mentira más!
Toda ventura se aleja
por el árido desierto;
¡la humanidad es un muerto,
que en su sepulcro se queja! 60

IV
En la triste senectud
penetro con paso fijo,
en la mano el crucifijo
y a los pies el ataúd.
La fe me vuelve a alumbrar 65
en mi lóbrega carrera;
¡DIOS! murmura la pradera;
¡DIOS! el cielo; ¡DIOS! el mar.
Y de la esperanza en pos
corro al sepulcro llorando, 70
porque en él me está esperando
la sombra santa de Dios.
Del ánima dolorida
ya se acabó el desconsuelo;
sobre la tumba, está el cielo 75
que es más grande que la vida. [31]

Polonia (Oda)

 

¿De quién es? ¿De quién es esa corona
que en la orilla del Vístula sangriento
rota se ve? ¿De quién esos gemidos
que lleva el ronco viento
por la inmensa región? ¿De quién la lira, 5
que entre secos manojos de laureles
ni canta, ni suspira?

…………………….

Un pueblo fue lo que se ve en escombros;
del fondo sepulcral de esas ruinas
eterna maldición sobre la tierra, 10
gritos de amor y libertad brotaron;
y salieron cantores;
y el aura de la paz, besó las flores
que las hoces del déspota segaron.
Un pueblo fue; Polonia se llamaba…; 15
en venturosos días,
con la fuerza del simoun arrojaba [32]
sus tercios a vencer; ellos hollaron
de Tiro las ruinas
que palacios y templos coronaron; 20
el turbio Niemen apartó sus olas
para verlos marchar; en los jardines
de la Persia abrasada,
desplegaron sus blancas banderolas
al grito de la lid arrebatada; 25
los vieron las riberas
del Éufrates y el Nilo turbulentos,
fieros herir; las frentes altaneras
del Cáucaso y el Atlas se doblaron
al peso de sus huestes, y temblaron 30
los árabes vencidos
bajo el ancho crespón de sus banderas.
Del Apenino azul por las vertientes
la sangre de sus hijos
al mar de Italia se lanzó en torrentes; 35
y sus águilas libres se extendieron
por los anchos espacios
y cruzaron los montes y los mares,
e indómitas se irguieron
de la torpe Estambul en los palacios, 40
y de Roma la vieja en los altares.

…………………….

Un pueblo fue… y envilecido ahora,
mira expirantes(24) a sus tercios bravos;
el águila señora
pendón de libres en gloriosos días, 45
arrastrada se ve por los esclavos;
altivo el extranjero
duerme en su hogar; las hojas de sus leyes
de escarnio sirven a menguados reyes;
sollozando sin paz, yerta de ira, 50
imagen del dolor al mundo mira; [33]
y al verlo contemplando
con torpe duelo su dolor profundo,
sacude sus sepulcros, protestando
contra la inútil compasión del mundo… 55
¡Mísera humanidad!… desde su cuna
el crimen tiraniza su existencia;
del justo Abel la ensangrentada fosa
es el primer calvario
que levanta la saña a la inocencia: 60
de allí brota el pesar; de allí el encono,
y pasan luego razas y ciudades,
y un trono se hunde, y se levanta un trono,
y en lucha horrible y fuerte
se arrastran pueblos, razas y tiranos, 65
y ruedan por las puertas de la muerte
con el puñal sangriento entre las manos.
Y Dios se enoja; con furor profundo
a su placer levanta
el mar soberbio hasta su regia planta, 70
y el hombre muere, y se desquicia el mundo.
Y vienen otras razas y otros hombres;
y apenas en la tierra,
levantan a la voz de sus enconos
altares a la guerra, 75
templos al vicio, al despotismo tronos:
y pasan los señores
agitando a los pueblos espantados;
y van los pueblos viles,
lo mismo que reptiles 80
al carro de los CÉSARES atados.
El mundo tiembla; Dios desde su trono
siente a sus pies el crimen, y en su anhelo
porque su voz al pecador asombre
baja a la tierra; en su brutal encono 85
sigue la humanidad, y ardiendo en ira [34]
en verdugo de Dios se trueca el hombre,
y hace al Calvario sanguinaria pira.
Desde entonces radiante centellea
sobre la cruz la libertad del mundo; 90
la sombra de Luzbel, siente en su seno
desgarrador puñal; entre el rugido
del pueblo que en el Circo clamorea
al latir el león, se oye el gemido
del cristiano expirante 95
que bendice a Jesús; y ante este ejemplo
de la fe vencedora de la muerte,
el Circo se convierte
de la doctrina de Jesús en templo.
A través de borrascas y Nerones 100
la barca hiende el mar; rompe la ola
pujante del error que la conmueve,
y vuela ansiosa al codiciado puerto
en alas de la fe; sus velas mueve
celeste brisa; el huracán furioso 105
del rudo fanatismo
la quiere detener… pero es en vano…
que el brazo de Dios mismo
la impulsa por el férvido Oceano.
La indómita corriente de las horas 110
su pujanza aumentó sobre la tierra…
Polonia desgraciada
despojo de la saña y de la guerra…
¿Quieres ser libre? Calma tu delirio;
desciñe de tu frente 115
la bárbara corona del martirio,
y coge(25) con bravura
el caballo, la lanza y la armadura.
¿Oyes ese rumor? La nave llega;
la libertad sobre su mástil flota 120
y la empuja la fe; raudo navega [35]
sobre mares de tumbas; ya se agita;
ya salva el Apenino,
y por medio de rocas y torrentes
cual indómito alud se precipita: 125
de sus velas blanquísimas el lino
sangriento va: su infatigable vuelo
aterra al crimen, y a la voz de guerra
fija una escala en la espantada tierra
por donde van los mártires al cielo: 130
los déspotas la ven, y en sus enconos
sus brazos tienden… pero esfuerzo vano:
que si a domarla se levantan tronos,
los arrastra bramando al Oceano.
¿Escuchas ese acento, 135
imagen bienhechora
de Kociusko infeliz? ¡Santas cenizas
de los héroes de ayer!… la patria entera
levanta ya la espada vengadora
ante el bélico altar de su bandera; 140
romped las urnas, sombras solitarias;
de ese recinto estrecho
al cielo levantad vuestras plegarias,
o sacudiendo los eternos lazos
que ligan a la tierra el tronco inerte, 145
venid desde los brazos de la muerte
a luchar por la patria en nuestros brazos.
¡Venid!… ¡Venid!… la lucha gigantesca
en breve va a empezar(26); ¡guerra! murmurarán
los derechos altísimos hollados; 150
¡guerra! los pueblos viles
al pie de los cadalsos amarrados;
¡guerra! con voz doliente
suspira el porvenir, clama el presente,
y rompiendo sus sábanas de tierra, 155
se abren las tumbas murmurando ¡guerra! [36]
Y la guerra será… ¡ronca la lira
sobre las alas del delirio suena!…
El mundo ensangrentado
navega por el seno del vacío 160
como un sepulcro; sobre su ancha frente
la humanidad luchando arrebatada,
escribe con la espada
su epitafio sangriento y elocuente:
y el bueno llora; y la razón se aterra… 165
¿Cuándo, Señor, aunque a mi voz te asombres,
arrancarás del libro de los hombres
el sangriento vocablo de la guerra?
¿No basta el sacrificio
de cien razas y cien? ¿Aún no es bastante 170
para que el nublo del error sucumba,
ese doliente osario
que hace del globo dilatada tumba,
y a cada pueblo levantó un Calvario?
Aún no es bastante, no; mirad al mundo; 175
la altiva humanidad de polo a polo
por volar a la lucha se levanta
como un fantasma solo:
el grito de la lid do quier resuena…
¡alzad, generaciones, 180
y entre el polvo veréis de las(27) naciones
del drama criminal la última escena!
Los pueblos se apresuran al combate
por la postrera vez; «Vamos», murmuran…
«la lid nos llama con sus ecos roncos; 185
a la lucha volemos; y mañana,
gigante se alzará de nuestros troncos
el árbol santo de la dicha humana.
Y daremos cumplida
nuestra hermosa misión»; ¡Corred, Naciones, 190
las que movéis con impotente saña [37]
de la cadena vil los eslabones!
¡Apréstate a la lucha, pueblo bravo,
que en la orilla del Vístula sangriento
te arrastras de dolor; ¡despierta, Atenas, 195
tú que miras rodar entre cadenas
magníficos pedazos de tu solio…!
¡Alza la frente, Hungría…
y tú, Roma, que apuras la agonía
amarrada a los pies del Capitolio…! 200
A la lucha corred… la hora bendita
se va acercando; a su rumor profundo,
la santa libertad arma a los bravos;
¡corred, pueblos esclavos,
con vuestra sangre a redimir el Mundo! 205
Corred… para que un día
vuestros hijos llorando ante la fosa
a que os arrastra la corriente impía,
triste murmuren con dolor eterno…
«Luchar a nuestros padres fue preciso; 210
sus padres les legaron un infierno,
y nos dan por herencia un Paraíso.» [38]

Al asesino de Abrahán Lincoln

 

De asombro y de dolor el alma llena,
severa juzga al que en el mal camina;
al bárbaro Nerón en la colina,
juez sin piedad la humanidad condena;

Lucrecia que el pudor desencadena;
Calígula, Tiberio, Mesalina,
cuantos hollaron la verdad divina,
afrenta son de la mundana escena.

Pero al llegar a Boot, los corazones
se estremecen y tiemblan; agitados
tiran la sonda, miden las pasiones,

y solo aprenden de dolor prensados,
que han de estar los Tiberios y Nerones
de tan vil criminal avergonzados.

Cervantes

 

Gloria a Cervantes, loor
al genio que en alto vuelo,
mojó en raudales del cielo
la pluma del escritor;
gloria al genio seductor,
que asombra, encanta o divierte;
lauros al atleta fuerte
que con sus hercúleos brazos,
arrojó un mundo en pedazos
a las plantas de la muerte.
Él con su genio profundo
y la fe por estandarte,
cual nuevo Colón del arte
buscó para el arte un mundo;
con entusiasmo fecundo
trabajó artista y guerrero;
y al fin consiguió altanero
con gloria que aturde al hombre,
fijar su potente nombre
junto a Dante, y junto a Homero.
Él vio otra aurora lucir
por enmedio del nublado
e hirió de muerte el pasado
presintiendo el porvenir;
dejó en la tierra al morir,
su nombre que el mundo aclama;
de su inspiración la llama
que brilla radiante y pura,
y una copa de amargura
tan grande como su fama.
Titán de la inspiración
con la distancia creciendo,
va un aplauso recibiendo
de cada generación;
y es tan grande la ovación
que da el mundo a su memoria,
que si cantando victoria
se alzase en la tumba fría,
en la tumba se hundiría
bajo el peso de su gloria.
Al escuchar los rumores
que produce su talento,
toma vuelo el pensamiento
para otros mundos mejores;
porque son tan seductores
y es tan pura su belleza,
que cuando a escribir empieza
sobre el mundo su proscenio,
todas las cumbres del genio
se humillan a su grandeza.

El canto del profeta (Oda)

A mi apreciable amigo Don Francisco López Vizcaíno

 

I
¡Jerusalén…! Jerusalén la hermosa…
el címbalo sonoro
te asegura tormenta pavorosa;
no desoigas su lloro,
ni el dulce canto de sus cuerdas de oro
El bárbaro sombrío
que allá en las selvas donde nace el día
indómito corcel monta bravío,
con salvaje alegría
en alas de huracán odio te envía.
Sobre ti sus legiones
soberbio empujará con brazo fiero;
romperá tus blasones,
y tu cuerpo altanero
tronco será bajo su hirviente acero,
porque te hiciste impura
como ramera de encendida frente
que el vaso infame apura;
cual torpe maldiciente
que ante el altar de Dios, a Dios no siente.
La sierpe del pecado
con ansia loca se enroscó en tu seno
en deleite espantoso aletargado,
y al retumbar el trueno,
dejó tu corazón todo veneno.
¿Dónde fueron tus flores,
santo huerto de amor? ¿Dónde tu calma,
sagrado mar de olores?
¿Dónde la dulce palma
que el candor de la fe puso en tu alma?
Tu vestidura hermosa
bordada de carmín de blanco y oro,
cubre tu frente de placer ansiosa,
y en tu seno que adoro
ya no deja el amor su dulce lloro.

…………………….

¡Jerusalén… Jerusalén, despierta…!
Con sarcasmos impuros
enemigo feroz llama a tu puerta;
fantásticos y oscuros
sus pendones se ven desde tus muros.
Soberbio y arrogante
empujó sus indómitos corceles
con ímpetu pujante,
y jura en cantos crueles,
arrastrar en el polvo tus laureles.
Y caerán tus palacios
en honda confusión, quejas y acentos
dejando en los espacios;
¡y en los dormidos vientos
no cabrá la canción de tus lamentos…!
Los cedros perfumados
que en rápidas galeras
llegaron de los puertos agitados,
bajo las hordas fieras
alimento serán de las hogueras.
Siervos serán tus reyes,
ligero polvo tu soberbio manto;
ceniza vil tus leyes;
tus esperanzas llanto;
tu ventura dolor, tu dicha espanto.
Y cantarán cual lúbricas rameras
las hijas de Sión, dando rendidas
besos impuros a las turbas fieras;
las frentes encendidas
contando el precio porque son vendidas.
En raudo torbellino
las llamas se alzarán al firmamento
por los muros abriéndose camino,
y de Dios al asiento,
sus quejas lanzarán el mar y el viento.

II
Celeste desposada;
estrella de Judá; blanca azucena
por Dios acariciada;
mueve la faz serena;
Jesús desciende y con su amor te llena.
Las arpas que a Dios cantan
con dulce canto por el templo giran;
los profetas del polvo se levantan;
los ángeles te miran;
las vírgenes de amor, de amor suspiran.
Porque nace en tu seno
el de eterna bondad místico río,
calla su voz al trueno;
las nieblas del vacío
le coronan con gotas de rocío.
Le cantan los pastores
cruzando las cañadas;
espárcense las flores;
las aguas despeñadas
lo bendicen saltando en las cascadas.
Tomillos y romeros
en los montes levantan sus aromas;
se aclaran los veneros;
inclínanse las lomas,
y repiten arrullos las palomas.
Porque en tu seno alienta
la luz de la alegría;
el arco vencedor de la tormenta;
el Hijo de María,
la dulce aurora del hermoso día.

III
¡Salem! ¡Salem! Te escondes
cual adúltera vil que rompió el freno;
te llamo y no respondes;
el crimen en tu seno
ronco te grita con su voz de trueno.
Revuélvense los mares;
arde con rayo impuro
el fuego criminal en los altares,
y ante Dios inseguro
cantando guerra se despeña el muro.
¿Por qué la turba grita?
¿Por qué con rumbo incierto
escrespado el Cedrón se precipita?
¿Por qué está en desconcierto
la espantada creación tocando a muerto?
Secáronse las flores;
tigre iracundo ensangrentó el ganado;
huyeron los pastores,
y en el espacio airado
viento de muerte murmuró mi lado.
Y se mira un madero
del relámpago lívido a la lumbre;
y ruge ronco el huracán severo;
Y gritos y canciones
resuenan en salvaje algarabía;
rugidos, maldiciones,
y es una raza impía,
que cava a un Dios la sepultura fría.
¡Sodoma criminal! ¡Nínive impura
de la tumba inhumana,
la frente levantad con amargura;
Jerusalén insana
en brazos de Satán es vuestra hermana…!

IV
Llora, pobre Salem; doliente
por el pueblo asesino
en noche sin aurora
correrá su camino,
y ebrio de crimen rodará sin tino.
Cual nube gigantea
indómito enemigo hacia la altura
volará en la pelea,
y en olas de bravura
inundará bramando la llanura.
Y arrastrará la púrpura rendida;
y el dulce plectro de oro;
y la mujer vendida,
con incitante lloro
desnudo el pecho le dirá… «¡te adoro…!»
Sin altares ni reyes
el hijo de Judá rasgado el manto
destrozará sus leyes,
y en eterno quebranto
para su gran dolor no tendrá llanto.
«¡Anda!) con ancha boca
le dirá el hondo mar; «¡anda!» la oscura
peña que al cielo toca;
«detente»… la amargura;
¡«duérmete en el dolor…» la desventura…!
Rugirán tempestades
sobre el que fue dichoso;
le cerrarán las puertas las ciudades,
y maldito y odioso
ni aun en la tumba encontrará reposo.

…………………….

Llora, Jerusalén; tu pueblo amante
con boca dolorida
el cáliz colosal apura errante,
y en su triste corrida
¡tan sólo en el dolor encuentra vida…!

Caridad

 

No hay dolor, desde la luz,
pura, espléndida, divina,
que brota de la doctrina
que se levanta en la Cruz,

para el corazón que sabe
lanzarse del mundo al cielo,
no hay lágrimas sin consuelo;
no hay pena que no se acabe.

En otros siglos, ayer,
cuando en altares obscuros
se alzaban cantos impuros
a la guerra o al poder,

en esas horas sombrías
en que el mundo con fe loca
dedicó al sol o a la roca
sus oraciones impías,

el dolor era una herencia
que el hombre dejaba en pos;
era la mano de Dios
agitando la conciencia.

Él, brotando del pecado,
lanza al mundo su corriente;
Asia sintió su potente
rumbo audaz y arrebatado.

Siempre indómito y cruel,
en la envidia se agiganta;
por él la creación se espanta
con el sepulcro de Abel.

Por él del orgullo al vuelo
los hombres en su locura,
alzan la Babel impura
pensando escalar el cielo;

por él los siervos cansados
viendo sus vidas desiertas,
sacuden sus almas muertas
en sus cuerpos humillados;

y por él en cuanto alcanza
de la cruz al paraíso,
se mira un mundo indeciso
sin luz, y sin esperanza.

¡Dolor…! en aquella edad,
la única verdad del mundo;
su cauce extenso y profundo
llenaba a la humanidad.

Él, cuando la Grecia ardiente
en pos de tanta victoria
vio cubierto con su gloria
todo el viejo continente,

Rugiendo el clamor triunfal
de tanta pompa mundana,
mató en la mujer pagana
el instinto maternal.

De Roma bajo el poder,
también vibró su inquietud;
hizo al suicidio, virtud;
y la venganza, placer.

Se eternizó en el peñón;
trocó al bronce en su trofeo;
fue su estatua, Prometeo;
fue Bruto su maldición;

y cuando Roma moría
sobre su hundido poder,
el dolor, se hizo placer
para morir en la orgía…!

Mas el torrente brutal
detuvo su esfuerzo impuro:
la cruz fue dique seguro
de su poder colosal;

porque Jesús en su amor
mostrándonos el Edén,
al hacer eterno el bien
puso límite al dolor.

Desde entonces, ya no hay duelo
si la fe vive en el alma;
tras la pena está la calma
como tras la tumba el cielo;

y el hombre de su fe en pos,
cuando llora se arrodilla;
pues sabe que si se humilla,
está más cerca de Dios…

…………………….

Hija del amor; divina
luz del código cristiano,
tras del amor soberano
otro sol nos ilumina;

sol, que brilló sin fulgores
en otro mundo sombrío;
sol, que se eleva bravío
de la cruz a los fulgores;

astro que a la humanidad
abrasa en su ardiente llama; 90
virtud que la tierra aclama
al nombre de Caridad…!

¡Caridad…! sol de alegría;
del amor plácida esposa,
virtud cuya forma hermosa
es la forma de María…

¡Deja…! que tu luz me ayude;
permite a mi culto ardiente,
que te bendiga mi frente,
que mi plectro te salude.

De una edad, hasta otra edad,
todo tu poder lo abarca;
te vio el diluvio en el arca
salvando a la humanidad.

Tú eres luz sobre la luz,
y eres nombre entre los nombres;
por ti salvando a los hombres,
murió el Señor en la cruz.

Por ti comprendió el Creador
mundo y cielos al formar,
que era preciso crear
para dilatar su amor;

tú eres la santa palmera
cuya sombra no marchita;
eres la estrella bendita
por la humanidad entera;

eres el ángel que mece
el blando sueño del bueno;
dulce madre en cuyo seno
cabe todo el que padece.

La copa del bien profundo;
el cielo de nuestro encanto;
la mano que guarda el llanto
del que llora por el mundo.

«Venid,» murmuras; «tened,
sedientos, el triste lloro;
yo soy la copa de oro
que ha de calmar vuestra sed:

hambrientos, os daré pan;
desnudos, os daré abrigo;
para calmar al mendigo
mis plegarias se alzarán;

yo soy la rosa que brilla
sobre el sepulcro sin nombre;
soy la lágrima que el hombre
ve rodar por su mejilla,

ante la triste orfandad
o ante los grandes placeres;
porque también hay poderes,
dignos de la caridad…!

Soy el ángel que Dios nombra
para que sus pasos ciertos
dirija a los niños yertos
que me llaman en la sombra.

La copa del bien profundo;
el cielo de todo encanto;
la mano que guarda el llanto
del que llora por el mundo…!»

…………………….

Tal es la virtud bendita
que mi pobre genio enciende:
¡feliz el que la comprende;
dichoso, quien la ejercita…!
Por ella unidos estamos
mostrando nuestra nobleza;
a la luz de su grandeza,
más grandes nos contemplamos;

que cuando el genio va en pos
de ese sol vivo y fecundo,
se eleva tanto del mundo,
que cuasi se acerca a Dios…!

Bernardo López García, Jaén, 1838-1870

A España

 

Solar de pundonor; de valor río;
columna y valladar de las naciones;
el mundo al tremolar de tus pendones
se espanta de tu noble poderío.

Con Cartago y con Roma, el hado impío
te hizo luchar, por armas tus peñones;
del árabe las bárbaras legiones,
flotaron cual aristas a tu brío.

Venciste sin cesar; y ¡ay! apenada
riegas con llanto de dolor profundo
tu corona gloriosa y venerada;

¡Patria! levanta tu esplendor fecundo;
no te destroces con tu propia espada;
véncete a ti, como venciste al mundo…

La Fe y la Razón

 

I
Cuando la cruz coronó
a la cúpula valiente
que Miguel Ángel potente
sobre el templo levantó,
Dios que escuchaba el cincel
más cercano cada día;
Dios que las piedras veía
subir, subir hasta Él,
al ver la mole arrogante
suspensa en mitad del cielo;
contemplando el raudo vuelo
de aquella creación gigante;
al ver como hasta su pie
soberbio el templo se alzó,
«¡Quién llega hasta mí…!» gritó,
y el templo dijo: «¡La Fe…!»
Entonces Dios, siempre bueno,
bendijo belleza tanta;
por no herir la mole santa
pasó arrebatado el trueno;
la hirviente borrasca impía
al estrellarse en sus muros
llenó los cielos oscuros
de religiosa armonía,
y el sol dejando el tesoro
de su magnífica frente
sobre aquel templo esplendente
tan brillante, tan sonoro,
dio viveza a sus calados;
movimiento a sus pilares;
besó en los blancos altares
los mármoles delicados;
y dando con efusión
su luz clara y purpurina,
fue la lámpara divina
de la gran decoración.

…………………….

Desde entonces, por liviano
murió el arte viejo y rudo;
sobre el peñón quedó mudo
de asombro el cincel pagano;
la artística Roma en coro
saludó el arte infinito,
con el gran arco de Tito,
con el Circo y con el Foro;
y las estatuas de Atenas
honra de la Grecia esclava;
aquellas diosas de lava
que arrancan fuego a las venas,
en sus pedestales rudos
mudas de vergüenza vieron,
como las yedras cubrieron
sus pechos antes desnudos;
¡y era porque ante el fulgor
de la cristiana pureza,
hasta la naturaleza
velaba por el pudor…!

II
Todo cambió con la luz
que en aquel templo elevaron;
él marca cómo brotaron
nuevas artes de la cruz.
La piedra que antes liviana
hizo eternas las pasiones
arrancando sensaciones
a la impudicia pagana,
bajo el cristiano cincel
que en la gloria se ilumina,
tomó la forma divina
de la virgen de Israel:
retrato del Redentor
la faz amorosa y grave,
trazó el contorno suave
de la madre del dolor;
copió el sollozo, el suspiro,
la fe, la vida, la gloria;
llenó de encantos la escoria
de nuestro pobre retiro;
y era porque Dios, hermano
de los que le amaban fieles
mandaba al mundo cinceles,
para el artista cristiano.

…………………….

Y no tan sólo el peñón
su ser el arte cambiaba;
también el lienzo entonaba
su más solemne canción.
Mientras Cellini a la historia
daba su nombre y su brillo,
ya fermentaba Murillo
con el fuego de su gloria:
el gigante apareció;
lo eterno brillaba en él;
donde llegó su pincel
sólo su pincel llegó;
empapado en la grandeza
del espíritu cristiano,
con su aliento sobrehuman
domó a la naturaleza;
y de su potencia en pos
volando en vuelo fecundo,
después de abarcar al mundo,
pintó a la gloria, y a Dios.
Gigante que al orbe asombra
bajó a la tumba dejando
al arte nuevo pensando,
y al arte viejo en la sombra;
porque en su audaz corazón
que en sus creaciones se ve,
vivieron mundos de fe,
con mundos de inspiración.

III
¡Revolución esplendente!…
Cuán inmenso es su poder…
la luz se principia a ver
en cada creación naciente.
Cantando un himno profundo
se alzan moles colosales;
con manto de catedrales
principia a cubrir el mundo.
Y no es ya en el Partenón
donde el arte se ilumina;
la basílica mezquina
de la griega ostentación,
es pequeña ante la idea
que en el templo soberano,
cual sol del arte cristiano
bajo la cruz centellea.
El genio volando en pos
del más inspirado anhelo,
coge en la cúpula el cielo
para ofrecérsela a Dios.
Alza la nave altanera
por cima del monte grave;
la cruz corona a la nave
como la luna a la esfera,
y al par que en la estatua brilla,
y el lienzo se anima y llora,
y el arpa consoladora
trémula al genio se humilla;
el cincel, y la canción,
el lienzo, el mármol, el oro,
y el órgano que en el coro
canta nuestra redención,
al alzar su canto allí,
donde a Dios el alma ve,
dicen: «Señor, soy la fe
que se levanta hasta ti.»

IV
Hoy… dormido está el laúd;
dormido el pincel divino;
la estatua gira sin tino
del arte en el ataúd.
Ya lo duros pedernales
no toman formas humanas;
mudas las artes cristianas
no levantan catedrales.
Sólo la música pura,
sólo el arte de Stradela,
como un ruiseñor que vela
de la fronda en la espesura,
cantando gloria o pasión
desde un árbol de otro mundo,
contempla el astro fecundo
de la gran revolución. 

V
Es otro siglo… ¡Escuchad!…
El hierro arrumba y golpea;
en el taller de la idea
se funde la humanidad.
El genio que se lanzó
ayer tras de la belleza,
roba a la naturaleza
lo que cien siglos guardó.
A su luz el pensamiento
domina montes y mares;
los peñascos seculares
se desprenden de su asiento,
y en vez de alzarse a la altura
en cúpulas o palacios;
en vez de hendir los espacios
al sol de la arquitectura,
bajan formando torrentes
de la tierra a las entrañas;
unen abiertas montañas,
forman arcos, forman puentes;
y cuando el hombre sereno
los arranca al monte mismo,
o descienden al abismo
o se levantan al trueno.
El cincel que nos asombra
por las obras que animaba,
hoy en las rocas se clava
«¡Paso!»(87) gritando a la sombra:
abre inmensas galerías
en las montañas más graves;
por sus magníficas naves
gigantescas y sombrías.
Raudas, hirvientes, sonoras
corren cubiertas de galas,
locomotoras con alas
más rápidas que las horas.
Allí penetra y se extiende
el hilo en que va el acento;
cuando pasa el pensamiento
la negra sombra se enciende;
porque al verse sorprendida
la virgen naturaleza,
canta a la humana grandeza
confesándose vencida.

VI
¡Siglos de fe y de razón!…
¿Cuál es más grande, Dios mío?
¡Ayer, arte y desvarío…
hoy… ciencia y revolución!…
Ayer el peñón sereno
la gloria de Dios cantaba;
¡hoy la tormenta es esclava,
esclavo el rayo y el trueno!
Ayer el lienzo brilló
con el fuego de Dios mismo;
hoy se ilumina el abismo
que Dios con la mar cubrió.
Ayer en la sombra muda
brillaba la fe bendita;
hoy… entre la luz se agita
cual negra sombra la duda.
Ayer con la fe por guía
sin otra luz ni otro muro,
en lecho de sombra oscuro
la humanidad se dormía;
hoy con fiera voluntad
fijo y seguro timón,
la barca de la razón
conduce a la humanidad;
y por la mar adelanta…
y no detiene su vuelo;
y desde el mundo hasta el cielo,
todo vacila a su planta;
ya está lejos… ¿Dónde irá?
¿Será presa de su ardor?
¡Busca un puerto!… tiene amor…
La nave se salvará.

VII
¡Miradla!… No hay que temer;
siglo que en tan honda liza
tan grandes obras realiza,
sabe adorar y creer.
Mundo que de su ansia en pos
vuela en tan rápido vuelo,
no está solo; desde el cielo
le tiende su mano Dios.
Si los templos seculares
cantan de ayer las creencias,
hoy nuestras propias conciencias
son templos y son altares.
Libre el pensamiento humano
a Dios ofrece su culto;
ese templo tan oculto
es el templo más cristiano.
Alzando en su utilidad
el siglo cuanto proclama,
no se ama a sí, sino que ama
a Dios, en la humanidad.
Por eso la reflexión
nos dice al vernos sentir,
que la fe no ha de morir
ahogada por la razón;
sino que en vuelo fecundo
las dos uniendo sus lazos,
van a confundir sus brazos
para redimir al mundo.

Amor mundano

 

Yo la juraba amor; por fiel trofeo
mi vida la ofrecí con mis destinos;
sus ojos grandes, cándidos, divinos,
contemplaban mi loco devaneo.

Como tiemblan las almas al deseo
temblaban los remansos cristalinos;
el ruiseñor cantaba entre los pinos
los cantos de Julieta y de Romeo.

Recordando un amor que es maravilla,
«Tú serás mi Isabel», grité con pena
doblando en su presencia la rodilla;

y ella me dijo con su voz serena:
«Ya me duele el estómago, Marsilla;
convídame a cenar, que no estoy buena.»

Al ejército español, en el acto de hacer pública la declaración de guerra de España a Marruecos

 

¡Ellos son! ¡ellos son! Ved sus pendones
sobre las olas de la mar rugiente,
que besa las arenas
del África infeliz; ellos, los hijos
de la invicta nación en cuya frente
brillaron cien coronas,
cuando al compás del victorioso canto,
sintió latir los Mundos
entre las orlas de su regio manto.
Vedlos allí; bajo sus pasos fieros,
la tierra se estremece; absorto el mundo
pregunta quiénes son; gimen los mares
llevando con orgullo sus bajeles,
y al despedirse de los patrios lares,
se espantan los infieles.
Los héroes de sus tumbas se levantan
para verlos marchar; ¡Guzmán! ¡Padilla!
¡venid! ¡venid! y admiraréis erguidos
los bélicos leones de Castilla.
Venid; ya la pelea
se agita por do quier; la media luna
huirá otra vez ante el hispano aliento,
como nube de arena
que del desierto al mar empuja el viento…

…………………….

¡Ellos son! ¡ellos son! Los altos hijos
de Sagunto y Numancia; los que un día
vieron postrarse ante su inmensa gloria
todos los tronos de la baja tierra;
los que al compás de su guerrero canto
dieron su ley a la nación romana,
y hundieron la soberbia mahometana
en las revueltas olas de Lepanto.
Los que siglo tras siglo en honda lucha
bajo la Cruz sagrada
respiraron las auras de la guerra
sin rendirse jamás; los valerosos
que al ronco grito de su patria amada
con santo amor lucharon,
y estrecho el mundo a su valor hallaron.
Los que al audaz coloso
que halló pobre escabel de su grandeza
las cumbres del Moncayo poderoso,
en brazos de su intrépida bravura
le arrancaron el cetro y la victoria,
y con frente serena,
polvo hicieron su gloria
sobre el vasto peñón de Santa Elena.
¡Ellos son! ¡ellos son…! Los que hoy sin calma
cruzan la mar bravía
buscando el lauro y la brillante palma
para honra y gloria de la patria mía.
Ya van a la victoria; ya severa,
la santa Cruz en sus pendones flota;
ya la noble bandera
dobla la mar remota
buscando con afán otra ribera.
¡Madres, padres, hermanos…!
Por ellos no lloréis; las bendiciones
del morador del alto firmamento
sustentan sus pendones,
y el abrasado viento
que en la costa africana
bate la arena ardiente,
llevando entre sus alas la victoria
les hará respirar auras de gloria.
Ellos heroicos son: en sus cabezas
se reflejan brillantes
los lauros de magníficas grandezas,
héroes sus padres fueron;
héroes tienen que ser sus sucesores;
no temas por tus hijos, pueblo fuerte,
porque es tal su bravura
¡que al herirlos cruel tiembla la muerte…!
Y tú, madre; no llores… que mañana
a tu regazo volverá ese hijo
¡ay! a que borres con amantes besos
de su frente la sangre musulmana,
y te hundirá bajo los mil laureles
que arrebató a los bárbaros infieles;
y si alguno arrastrado en la pelea
bajo el alfanje infiel pierde la vida,
cantos eternos le dará la historia;
gloria los mundos y los cielos gloria.

…………………….

Y tú Señor, que agitas con tu aliento
las ardientes arenas del Sahara;
que haces rugir al mar, volar al viento,
y estremeces con hondo poderío
cuantos mundos ocupan el vacío.
Tú, que al orbe das leyes;
padre del universo, Rey de reyes;
astro de salvación que desde el cielo
bajaste a la colina
para nutrir el suelo
con tu sangre divina…
¡protégelos, Señor!… ellos te quieren…
por ti van a luchar; en sus conciencias,
vive tu imagen sacrosanta y pura,
y tu nombre y el nombre de su patria
repiten con ternura.
¡Protégelos, Señor! Que llegue un día
en que espantados tigres y leones,
el rojo sol del África bravía
ilumine de Cristo los pendones;
la hora bendita en que la tierra impura
salude a Dios bajo su nombre solo,
desde el desierto que produce llamas,
hasta el helado polo.
¡Protégelos, Señor! Ya el mar murmura;
del africano el espantoso grito
se escucha por doquier; roja fulgura
su gumía destructora,
y respira con bárbaro contento
auras de sangre en el hispano viento.
¡Protégelos, Señor! Y allá en la tarde
del suspirado día,
atentos todos a la costa ardiente
del África abrasada;
cuando la nave audaz, se alce valiente
sobre el mar español con la victoria
con santo amor y como tú deseas
diremos todos al cantar tu gloria…
¡Poderoso Señor, bendito seas!

Esperanza

 

Bendecid al Señor! Alzad las manos,
siervos de ayer, sin sangre ni cadenas;
ya ruedan las fortísimas almenas,
murallas de soberbios y tiranos.

Ya no hay persas, ni godos, ni germanos,
ni verdugos cual Roma, o cual Atenas;
que en las cimas del Gólgota serenas
murió Jesús por enlazar hermanos.

¡Hermosa libertad! ¡presta tus dones…!
Desde el Indo hasta el Rhin, del Volga al Tibre
repite tus magníficas canciones…

Que tu poder en las conciencias vibre,
para que digan pronto las naciones:
bendigamos a Dios… ¡el mundo es libre…!

La inspiración (Oda)

 

¡Ah! ¡que la mente inquieta
siente latir la inspiración, y siente
revelación espléndida el poeta…!
¡Paso a la inspiración… paso al torrente
que despeñado salta
de roca en roca; a los abismos rueda,
y del fondo otra vez surge potente…!
¿Adónde va? ¿qué borde la domina?
Mar sin orilla, viento sin barrera,
desde el mundo hasta Dios vuela sin calma;
su indómita bandera
que nutre el genio para luz del alma,
sobre el mundo magnífica tremola;
vedla flotar en valles y colinas,
en bosques rudos, en quebradas fieras,
en tumbas, en ruinas,
en escombros de pueblos sepultados,
en templos seculares,
en columnas, en pórticos y altares.
Dios la formó; desde su noble asiento
«Ve», la dijo: «a adornar la gloria mía»;
y ella voló en el viento,
llegó a la fantasía,
y produjo del arte la armonía
al levantar a Dios el pensamiento.
¡Inspiración! ¡Inspiración! ¡Qué hermosa
por el espacio vas…! Tu noble manto
al sacudirse el hálito del genio
borda al mundo de espléndidas creaciones;
el orbe es el proscenio
donde aplauden tus obras las naciones.
A tu empuje severo,
se alza el hombre triunfal; por tu grandeza
brota el túmulo austero
revelación de eternidad y vida;
muda naturaleza
depone sus magníficos altares
de rocas hacinadas
a los pies de tus cúpulas bravías,
que libres e inspiradas
repiten soberanas armonías.
Las peñas saltan de la cumbre al valle
si tu genio las cúspides orea;
como el agua de Oreb brota en la roca,
si tu genio la toca,
de la roca también surge la idea.
¡Paso a la inspiración! Los altos pinos
con el viento modulan sus canciones;
la mar hirviente en sus espumas canta;
el pájaro en sus trinos;
el agua en la garganta
de cimas colosales
por donde bulle lúgubre el torrente;
el volcán en sus antros funerales;
el suelto alud en la fatal pendiente.
Templado al son del universo entero
tu plectro colosal aturde y ciega,
y de Dios en el nombre,
supera al mundo; a lo infinito llega;
refleja al cielo, y transfigura al hombre.
Del vaso de la mar saca armonías;
acordes de la roca
que azota el huracán; nuevos rumores
del torrente que choca
con espectros de torres y de muros,
y de los ecos duros
del trueno que retumba en el nublado
arrebata la ira,
y con grito inmortal pavor inspira.
Sentado en la pendiente de la historia
yo la miro cruzar de mundo a mundo
en el alma inmortal siempre encendida.
La vi surgir al prepotente sea…
del artista sin fin, y vi la nada
adornarse en el arte; vi del genio
la túnica inflamada
bordar la esfera de esplendor y gloria,
y en Tabor de belleza
ceñir de luz al ser; el universo
dio tipo a la creación, y el alma pura
desde su pobre pedestal mezquino,
se levantó a la altura
en ansia eterna del laurel divino.
Aquí cantó a la libertad; más lejos
arcadas en ruinas,
son últimos reflejos
de un poder que pasó; lóbregas grutas
desde el lecho del Indo, forman vía
hasta la negra entraña
donde el ara sangrienta no se orea,
con espanto y horror de la montaña,
y del volcán que junto al ara humea;
columnas y pilares
hablan allá de un Dios, cuya armonía
es la deformidad; mudos altares
en que la yerba crece
atestiguan la fe de un pueblo entero;
y en alfabeto humano
canta el arte fecundo,
la aspiración de un mundo
de la inerte materia soberano.
¿Quién como tú? Donde tu genio excitas
brota la luz; la eternidad te inflama;
si a los bronces agitas,
se eternizan los bronces en tu llama.
¿Qué de las peñas fuera
que en columna o en arco a Dios bendicen?
¿qué de aquellos festones,
de rosas, de caulículos, de rizos,
de fuertes dentellones
ornamento del templo?… En la montaña
como muerta belleza
peñascos sólo sin valor serían;
mas la llamó tu voz; a ti cedieron,
y al resplandor sublime de tu gloria
en tu llama de gloria se encendieron.

…………………….

Yo vi a la edad primera
nombrar a Dios, y lo nombró en tu lira;
y al decir «¡yo te adoro!»
se levantó en el viento
el amor, desde el címbalo sonoro,
o en columna de jaspe el sentimiento.
La libertad sobre el tirano erguida
soberbio monumento
te ofreció en Salamina y en Platea;
la virtud, la amistad, la fe, la vida,
cuanto elevado orea
el céfiro inmortal, vive en tus brazos;
porque en tu seno fuerte,
el despotismo vil se hace pedazos
y vacila la muerte.
Eterna en Dios, la destrucción constante
se detiene a tu brillo esplendoroso;
yo vi bajo la yedra
del arco derruido
himnos de gloria repetir la piedra;
sentí al friso gritar bajo el arado
del tosco labrador; vi en el desierto
aislado capitel decir tu nombre
al peregrino incierto;
palacios y ciudades
miré en la sombra muda;
brazos de estatuas, zócalos y flores,
escombro de magníficas edades;
y allí en aquel proscenio
de negra destrucción y de dolores,
un cántico se oía;
y era la voz del genio
que cantaba en su tumba todavía…

…………………….

Vedlos… sus hijos son; ¡paso a la gloria…!
Empujados por cien generaciones
los sustenta en sus cúspides la historia.
Homero, Rafael, Petrarca, Dante,
Virgilio, Calderón, Tasso, Quintana,
y Murillo, y Rembrandt, del sol brillante
reciben los soberbios resplandores;
y otros genios también con faz radiante
oyen de gloria el poderoso grito,
y a lo inmortal se aferran
y escalan por el arte lo infinito.
Los tiempos agitados
tampoco muerden las sagradas tumbas
donde viven los muertos inspirados;
corren los siglos; tras de pasos ciertos,
los horas a las horas se encaminan;
pirámides de muertos
van llegando al osario,
que se nutre de escombros de naciones;
y entre tal destrucción, en tal pelea,
dominando a los mundos y a la historia,
los genios siempre grandes,
fijan su noble planta
del mundano poder sobre los Andes,
su alto poder entonan,
y en su propia grandeza se coronan.
¡Paso al genio…! Mirad… son sus creaciones,
latentes en el alma que suspira;
¡Margarita… Beatriz…! sombras amadas…
¡Laura doliente… pálida Julieta…!
Arpas enamoradas
que cantáis los amores del poeta…
¡Sed fe de amor…! Fecundizar el fuego
que fue puro en los Alpes, y en las glosas
del dulce ruiseñor, y en la ribera
que borda el Rhin de pámpanos y rosas…
¡Imágenes benditas
de fe y de caridad…! Lienzo sublime
donde la forma audaz se transfigura
y por lo eterno gime…
Vírgenes sin contorno
que del genio potente de Murillo
en santa procesión vagáis en torno…
nobles lienzos de fe que el genio orea
haciéndoles latir en los amores
de la infinita idea…
cuadros de vida y luz, sombra y rumores…
no apaguéis los colores
en que el orbe pasmado se recrea.
Y vosotras, naciones esplendentes,
Italia… Grecia… España…
levantad vuestra voz; dulce Apenino,
soberbio Pirineo;
Patmos de oro y laurel, golfo divino
que bulles en canales,
espejo de fragmentos inmortales;
cántabro mar; magníficos escombros
de siglos por los siglos hacinados
que esparce el tiempo al sacudir sus hombros…;
unid los cantos de la historia entera
del genio en alabanza,
y a través de los montes y los mares,
el rudo Dante, Calderón y Homero,
unirán sus cantares
dando esplendor al universo entero.

…………………….

¡Poder del genio! ¡inspiración gloriosa!
La túnica ostentosa
que del pasado fuera pompa y gala,
en vano la razón si desvaría
pretenderá romper; suelta a los vientos
en pórticos y foros los festones
de tu manto de gloria; canta, llora…
alza los monumentos
que adoran las naciones,
y elévate de triunfos soberana;
la razón es tu ser, no tu verdugo;
fundamento del alma, en ti se ayuda,
se acerca a ti, te reconoce hermana,
y al mundo deja, y en tu fe se escuda.
Aquel vil desvarío
que afrentó a la razón, y arrasó altares,
ojivas nobles, criptas y sepulcros;
el que adoró la forma corrompida,
y derribando a Dios con mano artera
levantó sobre el ara
con espanto del templo a la ramera,
enemigo sin fuerza y sin aliento
a tu fúlgido rayo,
rueda como Luzbel; te ve, se asombra,
se despeña del nublo, abre la cumbre,
y mordiendo la sombra,
se aterra de tu santa pesadumbre.
Pasad… pasad… en vano,
fantasmas de la duda,
pretenderéis oscurecer mi mente;
fuerte es la inspiración… Dios le da brío;
abrid paso al torrente
que corre desde Adán raudo y profundo,
y ha de llegar intrépido y bravío
a la tarde del mundo.
Dios lo quiere, y será; cuando vacile
el orbe ante el Poder; cuando en pedazos
los astros colosales
desciendan por el viento,
y rotas las barreras
del turbio mar, rebase las montañas,
y el volcán sacudido
de su postrer latido
desgarrando del globo las entrañas;
la inspiración en la última criatura
levantará su acento
fuerte en la destrucción; verá en ruinas
cien montañas pasar; oirá el lamento
del vaso de la mar despedazado
por la borrasca loca,
que arrancará las aguas espumantes
de su cárcel de roca;
se inspirará en horror, y rica y fuerte
acompañando la potente ira,
dominará la muerte
levantándose a Dios desde su lira.

Bernardo López García, Jaén, 1838-1870