Betty Mae Page, Nashville, Tennessee, 1923-2008
Bettie Page es la pin up más célebre de su época y marcó el comienzo de una era moderna en la moda y la cultura pop, inspirando la revolución sexual de los 60’ y 70’. Las sugestivas y atrevidas imágenes de una Bettie Page de rotundas curvas, ojos azules y melena negra, sedujeron a los estadounidenses.
Su carteles proliferaron como setas en talleres mecánicos, taquillas de cuarteles y habitaciones de estudiantes desde finales de los años 40. Fue una de las primeras protagonistas del póster central de revista Playboy, que la nombró «modelo del siglo». Su innovador estilo la consagraría como arquetipo de las ‘pin-up’, las chicas picantes que marcaron una época. Para su agente, Mark Roesler Bettie Page «era la encarnación de la belleza que capturó la imaginación de una generación de hombres y mujeres con su espíritu independiente y su sensualidad sin vergüenza»
Bunny Yeager, que la fotografió para la entonces recién nacida revista Playboy, decía que Bettie era una nudista nata. Esta moderna Friné, espontánea, sin complejos y dotada de un cuerpo privilegiado, era inmune a la vergüenza de exhibirse que atenaza al común de los mortales. Frente a una cámara se encontraba más cómoda sin ropa que con ella. Partiendo de esto, la contradicción que Bettie no era capaz de encajar se resume en que, si bien por una parte los guardianes de la decencia (esto es, las autoridades civiles y religiosas) condenan unánimemente la desnudez como inmoral, por otra parte el acto de mostrar el propio cuerpo y enorgullecerse de él es, al fin y al cabo, una forma de honrar la obra del Creador. Adán y Eva no se cubrieron hasta el momento en que entraron en conciencia de haber desobedecido el mandato divino. Bettie, que siempre fue muy devota, experimenta el desnudo como una prenda de inocencia, en las antípodas del pecado.
Pero si la cuestión de lo pecaminoso del desnudo ya desazonaba a Bettie Page, aún más perpleja se quedaba al ver que los tribunales consideraban mucho más peligrosas que sus fotos sin ropa otro tipo de instantáneas. Se trata de las sesiones para las que posaba en el estudio de Irving Klaw. En ellas no se mostraba desnudez alguna. Según Bettie, eran simplemente una extravagancia, una mascarada para satisfacer el gusto de clientes sofisticados. Tacones imposibles, guantes largos, corsés de cuero, lencería negra y un amplio repertorio de objetos de atrezo (mordazas, cuerdas, fustas de guardarropía) con los que escenificaban juegos de dominación, raptos inverosímiles y azotainas de lo más kitsch. Bettie y sus compañeras se lo pasaban en grande posando para aquellos carnavalescos tableaux vivants. No le cabía en la cabeza que hubiera algo de criminal en ello. En los años anteriores a su carrera como modelo, Bettie había sido víctima de abuso infantil, maltrato doméstico y una violación en grupo. Sin embargo, a juzgar por lo que decían los medios en referencia al caso Klaw, lo que había hecho ella disfrazándose ante la cámara era mucho más terrible que todo eso. El informe dictaminaba que aquellas imágenes de bondage eran una amenaza para la juventud estadounidense. De acuerdo con un especialista clínico que fue llamado a declarar, más allá de convertir a los indefensos chavales en pervertidos sexuales, la exposición a este tipo de materiales les podía conducir “al suicidio, al asesinato y a la psicosis”.