Alfred Manessier, al que ya en 1945 se le reconoce como una de las principales figuras de su generación, nació el 5 de diciembre de 1911 en el norte de Francia, en Picardía, en la localidad de Saint-Ouen, situada entre Abbeville y Amiens-ciudades en las que transcurre su infancia y juventud-. A partir de los doce años de edad, empieza a pintar del natural en la bahía de Somme, que seguirá siendo, durante toda su vida, una fuente de inspiración.
En París, entre 1931 y 1935, cursa estudios de arquitectura en la École National des Beaux-Arts por imposición de su padre; su pasión por la pintura lo atrae con frecuencia al Louvre donde hace copias de Rembrandt, Tintoretto, Rubens, Renoir. Por la noche suele asistir a algunas academias libres de Montparnasse, y luego a la Académie Ranson (donde se inicia en la técnica de la pintura al fresco, curso que acaba de empezar a impartir Bissière). Sus obras de juventud denotan la influencia del Cubismo, y posteriormente del Surrealismo.

Un servicio militar prolongado, la muerte de su padre en 1936 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial (en la que fue movilizado) le obligan a abandonar la pintura. A ella volverá en París, en 1942, un año después de la exposición Vingt Jeunes Peintres de Tradition Française -en la que participa con tres lienzos surrealistas, uno de ellos, El último caballo (1938), concebido a modo de manifiesto contra Hitler-. Junto a Bazaine, Lapicque y otros artistas, Manessier emprende valientemente un nuevo movimiento de pintura viva en los primeros tiempos de la ocupación. Tras la liberación, no tarda en alcanzar el reconocimiento, siendo galardonado con el primer premio de pintura de la Bienal de São Paulo (1952), el gran premio de pintura del Instituto Carnegie de Pittsburgh (1955), así como el gran premio de pintura y el premio del Instituto Litúrgico Católico de la XXXI Bienal de Venecia (1962).
En la primavera de 1963 Manessier descubre España, viviendo y trabajando con regularidad en la ermita de Luchente, en la provincia de Valencia, para la que ya en 1947 había diseñado cinco pequeñas vidrieras.

«Paisajista abstracto» al mismo tiempo de las luces del norte -bahía de Somme, Flandes, Holanda, Canadá, Suecia-, del sur -Provenza, España, Argelia-, y de muchas otras partes
-Beauce, Perche, Bretaña, Jura.-, Manessier pretendió igualmente expresar en su pintura su fe de converso (convertido al catolicismo en 1943, al pintor francés se le conoce no en vano como el renovador del arte sacro después de la guerra, siguiendo la tradición de Rouault) y su protesta como testigo de las injusticias y los dramas de su época. Otras muchas manifestaciones creadoras -vidrieras, tapices, vestimenta litúrgica, ropa de teatro, mosaicos, esmaltes, litografías, libros ilustrados.-, completan su obra.

Seis meses después de la exposición retrospectiva de su obra en el Grand-Palais de París (1992-1993) y apenas dos meses después de la inauguración del conjunto de vidrieras de la iglesia del Saint-Sépulcre de Abbeville -la ciudad de su infancia-, Manessier murió en Orleans el 1 de agosto de 1993.

Christine Manessier

 

Fuente | Museo Thyssen

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Crucifixiones de Alfred Manessier
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Crucifixiones de Alfred Manessier
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Alfred Manessier, al que ya en 1945 se le reconoce como una de las principales figuras de su generación, nació el 5 de diciembre de 1911 en el norte de Francia, en Picardía, en la localidad de Saint-Ouen, situada entre Abbeville y Amiens-ciudades en las que transcurre su infancia y juventud-...
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