Chris Burden fue un artista de performances e instalaciones, y uno de esos artistas que trabajaron el body art, en el cual se utilizaba como material y herramienta principales el propio cuerpo de los artistas.

Burden sufrió un accidente de motocicleta cuando era pequeño. Tenía 12 años y sufrió una operación sin anestesia en su pie. A saber si ahí empezó su relación con el body art en cuanto a dolor. Lo que sí es seguro es que durante la larga convalecencia que siguió al accidente, Burden se interesó mucho por el arte, y acabaría por estudiar esa carrera en la Universidad de California.

Burden comenzó a trabajar en la performance a principios de los setenta. Su marca personal era la idea de peligro, sobre todo peligro autoinflingido, llegando a jugarse la vida en alguna que otra pieza artística. De dispararse a crucificarse en un Volkswagen, pasando por encerrarse en espacios reducidos durante días, su arte roza tanto el ridículo como lo sublime.

Aunque hay que decir para los más críticos y alérgicos a lo «contemporáneo» que Burden también cultivó la escultura, llegando a crear piezas de una extraordinaria calidad, alejadas totalemente de las performance con las que se hizo famoso.

Salvando las distancias, Burden era un proto-Jack-Ass, dispuesto a torturar su cuerpo y sufrir para conseguir reflexiones sobre el absurdo, el dolor, la condición humana y demás temas trascendentales. O quizás era simplemente un colgado. Sea como sea, podremos pensar de todo de este artista setentero, pero lo que sí es indiscutible es que Burden derramó sangre para crear su arte.

 

 

Fuente | (CC) Miguel Calvo Santos, 06-03-2018 | Historia Arte