Eugene Delacroix fue junto a Gericault el gran pintor romántico francés. Quizás el artista más emblemático del movimiento aparecido en el primer tercio del XIX. Adelantado a su tiempo, la influencia de sus estilo se nota en el posterior impresionismo, sobre todo por su audacia y maestría en la utilización del color.

De buena familia, inicia en el París de principios del XIX sus estudios artísticos. El neoclasicismo, con su solemnidad y serenidad, era el modelo a seguir, pero Delacroix se sintió fascinado por las ruinas medievales, la libertad de la obra de Goya y los clásicos barrocoscomo Rubens, Velázquez o Rembrandt. En su interior, sintió que el arte no tenía porqué ser tan racional, y se encendió un deseo de hallar la realidad tras las apariencias.

Sus viajes también fueron una influencia: el primero a Inglaterra, donde conoció al paisajista Constable, y donde descubre que técnica y color pueden provocar efectos psíquicos en el espectador; El segundo al norte de África, a Marruecos y Argelia, quedando deslumbrado por la luz y también el exotismo de sus gentes, con toda esa sensualidad y misterio. Existe un diario de estos viajes con maravillosos apuntes y esbozos de gran calidad.

En su obra se mezcla la fantasía, lo macabro y lo erótico. Delacroix parece valorar más los sentimientos y emociones que los ideales, algo que junto a sus temáticas y el exotismo y misterio que desprenden muchos de sus cuadros lo convierten en el paradigma de pintor romántico, al menos en Francia, influyendo notablemente en todo el movimiento a nivel europeo e internacional.

Amigo de los intelectuales de la época como Baudelaire o Victor Hugo, melómano empedernido, no frecuentó apenas a otros artistas de la época. Único en ese sentido, sólo se interesó por artistas ya muertos, el más reciente de todos, Gericault, una especie de maestro para él.