Doña Rosita la soltera fue una obra teatral escrita en 1935, por García Lorca. Se estrenó, el 13 de diciembre de 1935, en el teatro Principal Palace de Barcelona (ubicado en La Rambla, 27-29), por la compañía de Margarita Xirgú, siendo el director Cipriano Rivas Cherif.

Según se comenta, en distintas fuentes de la época, el estreno de la obra teatral de Lorca fue todo un éxito produciendo incluso un cierto histerismo del público a la entrada del teatro para ver la función. La expectación fue grande en Barcelona ya que, tan solo, en la primera semana del estreno de Doña Rosita la soltera se escribieron no menos de 27 artículos entre los diversos medios de comunicación y decenas de intelectuales se acercaban para ver y hablar con Margarita y Federico.

Un día después del estreno de la obra, el sábado 14 de diciembre, la periodista María Luz Morales, en la página 9 de La Vanguardia, publica un artículo titulado: “Doña Rosita, la soltera, o el lenguaje de las flores”, tres actos, de Federico García Lorca, en el que hace una crítica muy positiva de esta obra y señala “el justo entusiasmo que suscitó ante el público presente Doña Rosita, ovacionando a intérpretes y autor”.

El éxito fue total. El autor y los autores de la compañía de Margarita Xirgú vivían el triunfo de manera muy especial. De ello se habían encargado las floristas de La Rambla, enviando un ramo de flores de manera anónima tras cada una de las representaciones de “Doña Rosita la soltera”.

Emocionado por el detalle, García Lorca y Margarita Xirgú protagonizaron una sesión especial para estas floristas de La Rambla a las que Lorca les dedicó el siguiente discurso al inicio de una de sus representaciones. En síntesis decía lo siguiente:

“Señoras y señores:

Esta noche, mi hija más pequeña y querida, Rosita la soltera, señorita Rosita, Doña Rosita, sobre el mármol y entre cipreses Doña Rosa, ha querido trabajar para las simpáticas floristas de La Rambla, y soy yo quien tiene el honor de dedicar la fiesta a estas mujeres de risa franca y manos mojadas, donde tiembla de cuando en cuando el diminuto rubí causado por la espina…

Estos puestos de alegría entre los árboles ciudadanos son el regalo del ramblista y su recreo y aunque de noche aparezcan solos, casi como catafalcos de hierro, tienen un aire señor y delicado que parece decir al noctámbulo: “Levántate mañana para vernos, nosotros somos el día.”

Nadie que visite Barcelona puede olvidar esta calle que las flores convierten en insospechado invernadero, ni dejarse de sorprender por la locura mozartiana de estos pájaros, que, si bien se vengan a veces del transeúnte de modo un  poquito incorrecto, dan en cambio a La Rambla un aire acribillado de plata y hacen caer sobre sus amigos una lluvia adormecedora de invisibles lentejuelas que colman nuestro corazón.

Se dice, y es verdad, que ningún barcelonés puede dormir tranquilo si no ha paseado por la Rambla por lo menos una vez, y a mí me ocurre otro tanto estos días que vivo en vuestra hermosísima ciudad.

Toda la esencia de la gran Barcelona, de la perenne, la insobornable, está en esta calle que tiene un ala gótica donde se oyen fuentes romanas y laúdes del quince y otra ala abigarrada, cruel, increíble, donde se oyen los acordeones de todos los marineros del mundo y hay un vuelo nocturno de labios pintados y carcajadas al amanecer.

Yo también tengo que pasar todos los días por esta calle para aprender de ella cómo puede persistir el espíritu propio de una ciudad.

Amigas floristas, con el cariño con que os saludo bajo los árboles, como transeúnte desconocido, os saludo esta noche aquí como poeta, y os ofrezco, con franco ademán andaluz, esta rosa de pena y palabras: es la granadina Rosita la  soltera”.

Salud. Federico García Lorca».

Este discurso fue leído, nuevamente, por García Lorca, días más tarde, en el hotel Majestic de Barcelona, el 23 de diciembre de 1935, con ocasión de la cena-homenaje ofrecida por la intelectualidad barcelonesa y catalana al autor granadino (según se aprecia en la fotografía inicial).