«Siento no poder estar presente en la ceremonia de entrega de los premios. A finales de la primavera pasada me sometí a una operación de columna vertebral de la que todavía me estoy recuperando. Ahora mismo me es imposible viajar y lo será durante algunos meses más.

Sin embargo, estoy, por supuesto, encantado de recibir su Premio. Asimismo estoy sorprendido, como es natural, de que una eminente institución extranjera se fije en la obra de uno. Soy un escritor estadounidense. La historia de los Estados Unidos, las vidas estadounidenses, la sociedad estadounidense, los lugares estadounidenses, los dilemas estadounidenses -la confusión, las expectativas, el desconcierto y la angustia estadounidenses- constituyen mi temática, como lo fueron para mis predecesores estadounidenses durante más de dos siglos. El habla estadounidense es mi argot. Si me detengo a pensar en mi público, el público en el que pienso es un público estadounidense.

Por lo tanto, me ha dejado realmente sorprendido enterarme de que el público español también se haya fijado en mí -y lo que es más, un público español agradecido. ¿Qué pueden significar mis historias estadounidenses para los lectores españoles? ¿Cómo puede mi retrato de la vida de los estadounidenses en novelas mías como Pastoral americanaMe casé con un comunista o La mancha humana competir con la representación estereotipada, excesivamente simplificada de los Estados Unidos que nubla la percepción de mi país en casi todas partes? ¿Puede una obra de ficción estadounidense -escrita por mí o por cualquiera de mis más que dotados contemporáneos- penetrar en una mitología de los Estados Unidos que esta arraigada, en tantos ámbitos, en una acérrima animadversiónpolítica?

Me imagino que la concesión de este premio -así como su concesión varios años atrás a mi amigo estadounidense Paul Auster- sugiere una esperanzadora respuesta afirmativa. Sí, una obra de ficción estadounidense seria es, efectivamente, capaz de atravesar la ignorancia, la mentira y la superstición sin sentido que generalmente se combinan para mantener a raya la enorme densidad de la verdadera realidad estadounidense.

«¡Mira», puedo decirme ahora, «hay algún lugar donde he conseguido hacerme comprender!»

Y si ese fuera el caso, nada me haría más feliz».

 

Nota: El discurso de Philip Roth fue leído por el entonces embajador de Estados Unidos en España, Alan D. Solomont.

Discurso de Philip Roth al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2012