Ver, oír y callar

Discurso pronunciado el domingo 27 de mayo, en el Italian Hall, en el mitin que para la defensa de los compañeros Raúl Palma y Odilón Luna, organizó el Comité Latino de la International Workers Defense League (Liga Internacional de Defensa de los Trabajadores).

 

«Camaradas:

Todos vosotros sabéis que el domingo 6 de este mes, y cuando dirigían la palabra a los trabajadores congregados en la Plaza llamada de los Mexicanos, fueron arrestados los compañeros Raúl Palma[1] y Odilón Luna[2] por algunos miembros de la policía de esta ciudad. Palma y Luna hacían uso del derecho que todo ser humano tiene de exponer sus ideas para que sean aceptadas o rechazadas. En el mitin reinaba la mayor compostura y todo auguraba que el acto terminaría con entera felicidad y con gran beneficio de los ideales de emancipación humana que los oradores proletarios exponían; pero la policía, encabezada por un tal Ricardo, se encargó de introducir el desorden donde reinaba el orden y cargó con los oradores a la cárcel. Ahora, las autoridades federales tratan de deportar a México a Palma y a Luna porque son anarquistas,[3] para que Venustiano Carranza los fusile. Porque no serán entregados a Zapata, no serán entregados a Villa, ni serán puestos en manos de Cedillo,[4] de Peláez,[5] de Sibalume[6] ni de ningún rebelde; Palma y Luna serán puestos a disposición del enemigo cobarde y artero de la clase trabajadora; serán puestos en manos de Venustiano Carranza, el lacayo de Wilson y de los bandidos de Wall Street.

El pretexto que se pone para estas deportaciones de miembros de la clase proletaria, es el de que sus palabras son perjudiciales para el país por las circunstancias especiales en que éste se encuentra. En realidad las prédicas anarquistas no son perjudiciales para ningún país, sino para los bolsillos de los bandidos que viven del sudor del trabajador. Las palabras del anarquista son palabras de verdad y de justicia, y sólo pueden dañar a los que están en contra de la justicia. Si con motivo de encontrarse este país comprometido en la carnicería europea, son nocivas nuestras palabras, lo son, sin duda, para los intereses de la clase capitalista; pero no para los intereses del pueblo productor de la riqueza. Nuestras palabras dañan a todos aquellos que se aprovechan de la gran carnicería europea para llenar de oro sus arcones. Nuestras palabras dañan a los enemigos de la humanidad; nuestras palabras dañan solamente a todos aquellos que tienen interés en que subsista la desigualdad de fortunas; ¿pero en qué perjudican nuestras prédicas al ser humano que consume su existencia en la fábrica o en el taller? ¿Qué perjuicio sufre con nuestras palabras el campesino obligado a trabajar una tierra que no es suya, y que encorvado y jadeante va depositando en el surco interminable, con la semilla que ha de producir ricas espigas para el amo, su sudor, su salud y sus esperanzas? ¿Cómo pueden dañar las palabras del anarquista al hombre o a la mujer que trabajan para poder vivir?

Nuestras palabras dañan a todos aquellos que viven del trabajo de los demás; nuestras palabras dañan a los parásitos, a los seres inútiles y nocivos que chupan la sangre del pueblo. El clérigo, el burgués y el gobernante: éstos son los que se perjudican con nuestras palabras. ¡Tanto peor para ellos, tanto mejor para nosotros!

Que el país se encuentra en guerra y por eso no podemos hablar. ¡Valiente razón! Precisamente porque se encuentra comprometido el país en una guerra para cuya declaración no se tuvo en cuenta el parecer de todos y cada uno de los habitantes de él, es por lo que debemos hablar, y debemos hablar alto y claro pésele a quien le pese y cualesquiera que sean las consecuencias de nuestras palabras. ¿Qué interés vamos a ganar nosotros los miserables con esta guerra irracional y monstruosa? ¿Vamos a tener más para nosotros y para los nuestros? ¿Vamos a ser más libres? No; se nos obligará, como pobres que somos, a empuñar el fusil, y se nos arrastrará a las trincheras para que nos despedace la metralla, para que Rockefeller, Morgan y todos los banqueros, y todos los comerciantes y todos los bandidos que explotan y oprimen al proletariado puedan acrecentar sus millones y con ellos su sangre en las trincheras para que nuestros amos derrochen en festines el producto de nuestro sacrificio. Rendiremos la existencia en el campo de batalla, y cuando en el desolado hogar los nuestros lloren nuestra desesperación, y en el reinen el luto, el llanto, la tristeza y el hambre, nuestros verdugos echarán en sus bolsillos el precio del dolor y del sacrificio.

Los anarquistas no podemos callar; no debemos callar. Mientras impere la injusticia, tendrá que oírse nuestra voz. No obramos empujados por el capricho, sino por la razón soberana que nos señala el camino del deber, y toda injusticia, toda imposición, toda explotación, tendrán que tropezar con nuestra resistencia y nuestra protesta.

Camaradas: La orden del día puesta en vigor por nuestros tiranos, es el silencio. ¡Sufrís? Pues, bien, devorad en silencio vuestra amargura. ¿Os indigna la injusticia? Tanto peor para vosotros, porque tendréis que tragaros vuestras cóleras.

Para la tiranía, el silencio es una virtud, y el mejor ciudadano, a pesar de la sangre que ha derramado la humanidad en sus luchas por la libertad, sigue siendo aquel que observa al pie de la letra la negra máxima, que para bochorno de este siglo, continúa encerrado el conjunto de deberes del oprimido para con el opresor: ver, oír y callar.

En el siglo del aeroplano y del zepelín; en la época del inalámbrico y del submarino; cuando Dios se desploma de los cielos al soplo de la razón y el pensamiento humano alcanza con sus alas poderosas las cumbres altísimas del ideal anarquista, la vieja orden de ver, oír y callar, es un contrasentido, constituye un ultraje que los hombres de espíritu libre rechazamos indignados.

Ver, oír y callar, pudo tolerarse en los tiempos oscuros de Torquemada y de Arbués en que la humanidad no conocía más luz que la de las lívidas llamas de las hogueras inquisitoriales; ver, oír y callar, pudo ser la suprema ley, ante la cual inclinó sufrido la cabeza el siervo de la Edad Media; pero esa ley maldita quedó sepultada con los huesos de sus sostenedores bajo los escombros de la Bastilla. ¿Para qué socavar esas ruinas y extraer del sepulcro y emponzoñar la atmósfera con el cadáver de una ley que la cultura rechaza, que un nuevo concepto de la dignidad humana no tolera y que amenaza arrastrarnos a un pasado de vergüenza y de humillación, del que fuimos rescatados al precio de la sangre y del sacrificio de nuestros padres?

Después de la Bastilla, después de la Comuna y cuando el privilegio y la tiranía, en México y en Rusia, sienten en la garganta la mano colérica del pueblo, y de Chapultepec y de Petrogrado salen de rodillas los últimos vástagos de los faraones y los califas, es una vergüenza, es un ultraje que se despliegue a la luz del sol el emblema sombrío de la opresión, la negra bandera del despotismo con su expresión bochornosa de ver oír y callar.

Callar, cuando todo nos invita a hablar; callar, cuando debemos gritar. Vamos, señores mandones, tragaos vuestra orden, porque los anarquistas no estamos dispuestos a obedecerla, no podemos callar, no queremos callar, y hablaremos cuéstenos lo que nos cueste.

Callar, permanecer con los labios plegados por el miedo cuando a nuestra vista os regodeáis con vuestro festín de hienas; callar cuando estáis vaciando millones de arterias proletarias en los campos de Europa, para convertir en oro la sangre de los humildes; callar, cuando el luto invade millones de hogares, alegres y risueños todavía ayer; callar, cuando nuestro corazón se hace pedazos ante los sollozos y las lágrimas de los huérfanos y de las viudas de vuestras víctimas sacrificadas en aras de vuestra ambición; callar, cuando la civilización está seriamente comprometida bajo las pezuñas del prusianismo aliado y teutón, pues el militarismo es el mismo azote ora sirva a la democracia ora a la autocracia; callar, cuando el progreso alcanzado en siglos y más siglos, lenta y penosamente, está a punto de perecer; callar, para que los de arriba puedan oprimir a su antojo a los de abajo, es cosa que no podemos hacer los anarquistas, señores mandones. Sobre vuestro capricho está nuestro derecho, derecho que no os debemos a vosotros, sino a la naturaleza que nos dotó de un cerebro para pensar, y en defensa de un derecho, sabedlo bien, estamos dispuestos a todo y a arrostrarlo todo, hasta el calabozo y la horca. No olvidéis que el derecho, por más que lo mutiléis, por más que lo aplastéis, por más que queráis aniquilarlo, cuando más perseguido se encuentra, y cuando más engreídos estáis de vuestro triunfo, ruge su venganza en la dinamita y vomita plomo en la barricada.

El resorte de cada motín es un derecho violado; el alma pujante de toda insurrección es un derecho herido: el derecho perseguido engendra la revolución. No fue la pólvora la que obró en el revólver de Pardiñas:[7] fue un derecho conculcado; en el puñal de Caserio[8] fulguró un derecho hollado. Aplastar el derecho es abrir de par en par las puertas de la rebelión. ¡Apretad, tiranos, que los pueblos necesitan sufrir los rigores de la opresión para recordar que tienen el derecho de ser libres!»

 

Regeneración, núm. 257, 23 de junio de 1917

 

 

NOTAS:

[1] Raúl Palma. Miembro del plm. Compañero de Lucia Norman. Propagandista entre la comunidad mexicana en Los Ángeles, Calif. Fue arrestado en mayo de 1917 por “repartir propaganda anarquista e incitar a una manifestación armada contra el orden”. Las autoridades buscaron su deportación. En diciembre, fue acusado de asesinato en la persona de un tendero anglosajón. En julio de 1917, junto con Odilón Luna lo iban a deportar por propaganda subversiva, rfm organizó un comité de defensa a su favor. La oposición de Enrique Flores Magón y Ralph García a dicha defensa devino en el rompimiento definitivo dentro del grupo de Regeneración. Fue declarado inocente tras un juicio celebrado en mayo de 1918. En julio de ese mismo año volvió a prisión, esta vez acusado de violación del Acta de Espionaje, por su participación en el Comité Internacional para la Defensa de Ricardo Flores Magón y Librado Rivera, junto con María Brousse, Epigmenio Zavala, Nicholas Zenn Zogg.

[2] Odilón Luna. Residente de Los Ángeles, Miembro del plm al menos desde 1911. Firma la protesta por la detención de rfm, efm, alf y lr el 14 de junio de 1911. En este año publica varios textos en Regeneración, como “Atrás payasos”, en el que fustiga a “supuestos libertarios” como Juan Sarabia. En noviembre escribe un artículo recordando el sacrificio de Práxedis G. Guerrero. Participó como orador en los funerales de Joseph Mikolasek, militante de la iww asesinado por la policía de San Diego en mayo de 1912. El funeral fue motivo de una gran manifestación por las calles de Los Ángeles. En el acto, Luna pronunció un discurso. En noviembre de ese año participa en el Centro de Estudios Racionales de Los Ángeles. Escribe poemas, como el que dedica a Francisco Ferrer Guardia en noviembre de 1912 (“No fue vana tu obra a los obreros, / esos que veías sufrir con hambre tanta, /porque ahora ya miran altaneros /y a los tiranos, su altivez espanta. /Moriste convencido de los frutos /que tu obra sublime había de dar, / y no te equivocaste ve los lutos /de tantos que siguen tu obra colosal.” Miembro fundador de la Junta Consultiva de la Casa del Obrero Internacional de Los Ángeles. En mayo de 1913 es nombrado secretario del Grupo Regeneración Los Rebeldes de Los Ángeles, que se instala el día 6 del citado mes. Su compañera María Martínez murió atropellada por un tranvía en Los Ángeles en octubre de 1913. Para febrero de 1914, Luna es secretario del Centro de Estudios Racionales de Los Ángeles y como tal denuncia a Rafael Romero Palacios como traidor. Luna envía diversas colaboraciones a la prensa libertaria: cuentos que publica en Fuerza Consciente de San Francisco, Calif., poemas como “Épica Azteca” que aparece en Fiat Lux de La Habana, Cuba. Con la entrada de los Estados Unidos en la guerra contra Alemania se desata al interior del país la persecución contra todo tipo de opositores a la guerra. La prensa socialista de todos los tintes es perseguida en todo el país y son detenidos numerosos militantes de izquierda, entre ellos, algunos miembros del plm, como Odilón Luna y Raúl Palma. Estando preso, Luna entra en conflicto con el Grupo Editor de Regeneración, al que acusó de mal manejo en los fondos que se reúnen para su defensa, pese a que ésos eran manejados por el Comité Latino de la Liga Internacional para la Defensa de los Trabajadores. El conflicto se hace particularmente áspero, las partes intercambian insultos y Regeneración acusa a Luna de traicionar los principios anarquistas, en particular por haber declarado ante las autoridades de migración norteamericanas no ser anarquista, cuando según efm: “un anarquista nunca, ni ante el pelotón de ejecución, niega sus convicciones”.

[3] La ley del 5 de febrero de 1917, condenaba a la expulsión a todo extranjero que propagara ideas antinacionalistas, particularmente a los anarquistas.

[4] Refiérese al general Saturnino Cedillo (1890-1939). Junto con sus hermanos Cleofas y Magdaleno, se levantó en armas en su natal Ciudad del Maíz, SLP, bajo la bandera del maderismo. Se unió al orozquismo en noviembre de 1912. Posteriormente combatió al régimen de Huerta, adhiriéndose al carrancismo y posteriormente al convencionalismo como parte del ejército villista. A la caída de la Convención continuó rebelde ante el carrancismo. Hacia 1917, dominaba la región de la Huasteca potosina, donde había comenzado a desarrollar un agrarismo de corte militarista.

[5] Refiérese al general Manuel Peláez Gorrochotegui (1986-1959). Intermediario entre los terratenientes de la huasteca veracruzana y las compañías petroleras extranjeras. Maderista de último momento, apoyó el conato de rebelión de Félix Díaz, sobrino del dictador, de octubre de 1912. Tras un breve exilio en Estados Unidos regresó al país y apoyó al régimen huertista. A la caída de éste reconoció el gobierno de la Convención. Formó una milicia independiente con fondos de la petroleras de la región y se mantuvo activo combatiendo al constitucionalismo entre 1915 y 1920.

[6] Felipe Sierra (a) José María Sibalaume. Regeneración siguió sistemáticamente, a través de las notas de la prensa nacional y norteamericana, los pasos del general yaqui Sibaluame a partir de su incursión en las haciendas de Cruz Piedra y Jaimea en septiembre de 1911. Resaltó el fracaso de la conferencia del líder yaqui con Francisco I. Madero, a principios de octubre de 1911, la intransigencia del jefe yaqui ante los enviados maderistas, Viljoen y Maytorena, y señaló que la posterior rebelión de Sibalaume fue hecha “lanzando el grito de Tierra y Libertad”, alentado por los enviados del plm en la región. A principios de 1912, Sibalaume formó un nuevo contingente cercano a los doscientos hombres que operó cerca de Guaymas y atacó poblaciones como Huírivis, para trasladarse después a la región del Valle de Santa María, en donde atacó las haciendas propiedad del gobernador Maytorena. Para octubre de 1913, aprovechando la circunstancia provocada por el golpe huertista, los jefes Sibalaume, Moris y Espinosa, tomaron los pueblos de Pótam, Cocorit y Tórin, deslindándose de cualquier autoridad, lo que Regeneración señaló como la puesta en marcha de la táctica de “acción directa”. A principios de 1914, uno de los enviados de plm a la región, Juan F. Montero, informó que las fuerzas yaquis, entre ellas la de Sibalaume, usaban “el lema de Tierra y Libertad desde hace una año, tanto en la bandera como en los documentos que firman”; calificó a Sibalaume como “compañero”, y afirmaba que en la región del yaqui “se encontraban en “pleno periodo de reconstrucción social:” “en el territorio del que se han apoderado los yaquis hay abundancia y libertad.” Aunque las fuerzas de Sibalaume, salió prontamente de esa región para atacar de nueva cuenta la hacienda de Cruz Piedra, para la obtención de ganado. El 15 de julio de ese mismo año, el jefe yaqui envía, junto con otros jefes, un comunicado a la joplm, en el que tras recordar los cuarenta años de “guerra desigual”, se les invitaba “a venir a este campamento, donde seréis recibidos con los brazos abiertos”. Todavía hacia 1917 Sibalaume y Montero continuaban en armas.

[7] Manuel Pardiñas Serrato (1880-1912). Pintor. Espiritista y anarquista aragonés, radicado en Zaragoza, España. Viajó a París, y de ahí marchó a Panamá, Cuba y la Florida, donde entró en contacto con líderes anarquistas como Pedro Esteve y Maximiliano Olay. Regresó a Europa en febrero de 1912 y tras una breve estancia en Londres, se internó en España y el 12 de noviembre de ese mismo año asesinó al presidente del gobierno José Canalejas y Méndez en Madrid. Días después se suicidó.

[8] Caserio. Refiérese al panadero anarquista lombardo Girolamo Santo Caserio (1873-1894), que el 24 de junio de 1894 apuñaló al presidente francés Sadi Carnot, causándole la muerte. El atentado fue motivado por el ametrallamiento de mineros huelguistas en Monteceau-Les-Mines, así como por la negativa del gobierno francés para indultar a Aguste Vaillant, culpable de arrojar una bomba a la cámara de diputados. Detenido inmediatamente después del atentado, Caserio fue sometido a un juicio en el que él mismo expuso su defensa. Murió guillotinado el 15 de agosto de ese mismo año. A su muerte fue reivindicado por el anarquismo internacional como un mártir de las luchas libertarias.