«Ahora mi turno para agradecerles ha llegado, y no necesito decirles cuánto he esperado por esto. Pero desgraciadamente, en este momento de la verdad, temo que esas palabras fallen mis sentimientos como a menudo sucede con los nacidos no oradores.

Todos los escritores pertenecen a la clase de los no oradores. El escritor y el orador no son solo diferentes, sino que están en oposición porque su trabajo y el logro de sus efectos proceden de diferentes maneras. En particular, el escritor convencido es instintivamente repelido, desde un punto de vista literario, por el carácter improvisado y no comprometido de todo hablar, así como por ese principio de economía que deja muchas y, en efecto, decisivas lagunas que deben ser llenadas por los efectos de la personalidad del orador. Pero mi caso se complica a causa de las dificultades temporales que virtualmente han condenado mi improvisada oratoria. Me refiero, por supuesto, a las circunstancias en que he sido puesto por ustedes, caballeros de la Academia Sueca, circunstancias de maravillosa confusión y exuberancia. En verdad, no tenía idea de los estruendosos honores que tienen para entregar. Yo tengo una naturaleza épica, no dramática. Mi disposición y mis deseos claman por paz para enredar mi hilo, claman por un ritmo constante en vida y arte. No es de extrañar que si los dramáticos fuegos artificiales se estrellaron desde el norte contra este ritmo constante, se hayan reducido mis habilidades retóricas incluso por debajo de sus usuales limitaciones. Desde que la Academia Sueca hizo pública su decisión he tenido que vivir en una festiva intoxicación, un encantador patas arriba, y no puedo ilustrar sus consecuencias en mi mente o en mi alma mejor que señalando un bonito y curioso poema de amor escrito por Goethe. Está dirigido a cupido mismo y la linea que tengo en mente va así :»Du hast mir mein Gerät verstellt und verschoben.»1 Por lo tanto el Premio Nobel ha forjado una confusión dramática sobre las cosas de mi épico hogar, y seguramente no estoy siendo impertinente si comparo los efectos del Premio Nobel en mí con aquellos que la pasión ejerce en la vida humana bien ordenada.

Y sin embargo, ¡qué difícil es para un artista aceptar sin recelos tales honores como los que ahora se despliegan sobre mi! ¿Existe un artista decente y autocrítico que no tenga una consciencia inquieta sobre ellos? Solo un punto de vista suprapersonal, supraindividual ayudará en tal dilema. Siempre es mejor deshacerse del individuo, particularmente en tal caso. Goethe, orgulloso, dijo una vez «solo los bribones son modestos». Esa es la palabra de un gran señor que buscaba disociarse a sí mismo de la moral de los subalternos e hipócritas. Pero, damas y caballeros, esta difícilmente es toda la verdad. Hay sabiduría e inteligencia en la modestia, y sería un tonto idiota que, de hecho, encontraría una fuente de vanidad y arrogancia en los honores que me han concedido. Hago bien al poner este premio internacional, que por alguna posibilidad me fue dado, a los pies de mi país y de mi pueblo, ese país y ese pueblo a la que los escritores como yo se sienten más cercanos hoy que en el cenit de su estridente imperio.

Después de muchos años, el premio internacional de Estocolmo fue una vez más otorgado a la mente alemana, a la prosa alemana en particular, y les puede resultar difícil apreciar la sensibilidad con la que tales muestras de simpatía mundial son recibidas en mi herido y, a menudo, incomprendido país.

¿Puedo atreverme a interpretar el significado de esta simpatía más de cerca? Los logros intelectuales y artísticos alemanes durante los últimos cincuenta años no se han hecho bajo condiciones favorables para cuerpo y alma. Ningún trabajo tuvo la posibilidad de crecer y madurar en cómoda seguridad, pero el arte y el intelecto han tenido que existir en condiciones intensas y generalmente problemáticas, en condiciones de miseria, agitación y sufrimiento casi oriental y un caos ruso de pasiones, en el que la mente alemana ha preservado el occidental y europeo principio de la dignidad de la forma. Para el europeo la forma es un punto de honor ¿no? No soy católico, damas y caballeros; mi tradición es como la de todos ustedes; apoyo la inmediatez protestante de Dios. Sin embargo, tengo un santo favorito. Voy a decirles su nombre. Es San Sebastián, ese joven en la hoguera, quién, perforado por espadas y flechas desde todos lados, sonríe en medio de su agonía. Gracia en el sufrimiento: ese es el heroísmo simbolizado por San Sebastián. La imagen puede ser valiente, pero yo estoy tentado a reclamar este heroísmo para la mente alemana y el arte alemán, y suponer que ese honor caía sobre los logros literarios alemanes fue dado con este sublime heroísmo en mente. A través de su poesía Alemania ha mostrado la gracia en el sufrimiento. Ella ha preservado su honor, políticamente, al no ceder a la anarquía de la tristeza, pero manteniendo su unidad; espiritualmente uniendo el principio oriental del sufrimiento con el principio occidental de la forma, creando así belleza a partir del sufrimiento.

Permítanme, al final, hacerlo personal. He dicho, incluso a los primeros delegados que vinieron a mí después de la decisión, lo motivado y complacido al recibir tal honor desde el Norte, desde esa esfera escandinava a la que, como hijo de Lübeck, he tenido, desde la infancia, tantas similitudes en nuestros modos de vida, y como escritor por tanta simpatía y admiración literaria por el pensamiento y atmósfera del norte. Cuando era joven, escribí una historia que a la gente joven aún le gusta: Tonio Kröger. Esta historia es sobre el sur y el norte y su mezcla en una sola persona, una problemática y productiva mezcla. El sur es en esa historia la esencia de lo sensual, de una aventura intelectual de la fría pasión del arte. El norte, en la otra mano, representa el corazón, el hogar burgués, la profundamente arraigada emoción e íntima humanidad. Ahora, este hogar del corazón, el Norte, me acoge y me abraza en una esplendida celebración. Es un bello y significativo día en mi vida, un «högtidsdag» como el sueco llama cualquier día de regocijo. Permítanme atar mi última petición a esta palabra tan torpemente prestada del sueco: unámonos, damas y caballeros, en gratitud y felicitaciones a la fundación, tan benéfica e importante para todo el mundo, a quien le debemos esta magnifica velada. De acuerdo con las buenas costumbres suecas, acompáñenme con cuatro ¡hurras! para lo fundación Nobel». 2

 

Notas:

1. Tu cambiaste mi aparato de lugar y lo dejaste mal ubicado.
2. Traducción propia del inglés tomado