«Su Universidad fue fundada en el mismo año en que mi país presenció el descubrimiento de los supuestos manuscritos medievales de épicas patrióticas que revelaban las antiguas raíces de la cultura de nuestra nación, la riqueza de su historia y la grandeza de su creatividad mítica. Su descubrimiento impulsó nuestro auto-reconocimiento y confianza como nación, en momentos en que estuvimos privados de nuestra libertad, y los mismos estaban destinados a contribuir con nuestra emancipación.

Antes de asumir como primer presidente de Checoslovaquia, el Profesor Masaryk recabó pruebas que confirmaban la falsedad de dichos manuscritos, aunque estuviesen muy bien redactados y obviamente inspirados por la buena intención. Luego se desató la llamada ‘Batalla de los Manuscritos’, un período de gran importancia en la historia checa. La minoría que insistía en el carácter falso de dichos papeles fue tachada como traidora a la patria y acusada de que, al cuestionar las reliquias más preciadas del pueblo checo, socavaban la confianza de la nación y ponían en peligro todo el esfuerzo de la auto-liberación. El rechazo a la autenticidad de los manuscritos implicó un gran riesgo personal y la pérdida total de confianza ante los ojos del público patriota.

Masaryk, quien ya participaba en la política en aquellos tiempos, no cedería en su postura y ni sucumbiría a la tentación de complacer a las masas. Implacable ante el peligro de perder su prestigio, reputación y popularidad, se mantuvo fiel a su convicción. Consideraba inaceptable, en cuestión de principios, que el reconocimiento de la identidad nacional o la lucha por los derechos legítimos de su pueblos –primero en la formación del estado austro-húngaro y más tarde con el objetivo de restaurar la Nación Checa- deban estar fundados en mentiras o fraude. Para él, la piedra angular de la nueva existencia de la nación debía ser verdadera. Pero ¿qué es verdadero?

Vivimos en una era de revolución de información a través de cientos de miles, o millones, de lazos informáticos que cruzan el planeta cada segundo a la velocidad de la luz, cubriendo el mundo con una gran capa de comunicaciones. Sin dudas, éste es un logro maravilloso contra el que no tengo objeciones. Sin embargo, creo que es de suma importancia, especialmente después de este avance global en el campo de la información, comprender la delgada línea entre información y verdad. No soy ni el primero ni el último en señalar estas cuestiones, aunque debo ser el primer checo que tiene el honor de hacerlo en una ocasión tan importante ante esta Universidad, y quien ha tenido la oportunidad de explicar personalmente estos pensamientos a Bill Gates.

Entonces, ¿en dónde está la diferencia entre información y verdad?

En términos simples, creo que la verdad también es información pero al mismo tiempo es algo mayor. La verdad –como cualquier tipo de información- es información que ha sido probada, confirmada o verificada a través de un sistema de coordenadas y paradigmas, o información que es simplemente convincente; pero es más que eso. Es información respaldada por el hombre con su propia existencia, su nombre o reputación y su honor. No sé cuantos de los millones de datos que circulan alrededor del planeta adoptan este criterio. Resultó cierto en el caso de la información falsa contenida en los famosos manuscritos nacionales; información que no sólo se probó científicamente sino que fue respaldada por un gran hombre que permaneció fiel a esa información con todo su ser y que no dudó en luchar por ella y arriesgar casi todo en el proceso. Más tarde, el mismo hombre surgió como uno de los personajes más eminentes de los creadores de nuestra historia moderna.

La indeclinable lucha de Masaryk por la verdad, independientemente de su costo, al final dio sus frutos. Su énfasis en la verdad fue adoptado como uno de los ideales subyacentes de nuestro Estado moderno y el mismo Masaryk recibió el respeto universal como liberador de nuestra nación, como el primer Presidente de Checoslovaquia, convirtiéndose en objeto de veneración.

Pero nada fue tan certero. Masaryk pudo haber sido completamente obliterado y olvidado simplemente porque transgredió la tendencia de su época. En todo caso, la nación hubiera eventualmente reconocido el carácter falso de los manuscritos. En cuanto a mis contemporáneos concierne, creo que a la mayoría no les importa en lo más mínimo si los épicos eran auténticos o falsos. Muchos ni siquiera saben de su existencia. De todos modos, la actitud de Masaryk demuestra que el compromiso genuino con la verdad significa asumir una firme postura sin importar si trae sus frutos o no, si logra el reconocimiento universal o la condena universal, si la lucha por la verdad lleva al éxito o a la burla y oscuridad. El presidente Kennedy trató este tema en su libro ‘Profiles in Courage’, una obra que relata el destino de las personas que no temieron enfrentarse solos contra todos y arriesgar la derrota política porque estaban seguros de su verdad y obedecieron a su conciencia.

¿Por qué hablo de esto aquí y ahora? Los egresados de su Universidad pronto se convertirán en líderes de varias esferas de la vida pública estadounidense. Deseo que ellos, al igual que yo, podamos permanecer fieles a la verdad en la era de la información y que trabajen con este espíritu por la esperanza, quizás una absurda esperanza, de hacer del mundo un mejor lugar para vivir.

La esperanza de Masaryk pudo haber sido absurda también. Pero, ¿lo fue en verdad? ¿Es absurdo dejarnos llevar por la conciencia, insistir sobre la verdad y afirmar que la verdad es una verdad genuina en el sentido más profundo? ¿Fue realmente absurdo?

Les agradezco con todo mi corazón el honor que hoy me han concedido.

Espero no defraudar su confianza.

Muchas gracias».