En la medida que Jacinto Benavente no pudo estar presente en el banquete Nobel en el Grand Hotel, en Estocolmo el 10 de diciembre de 1922, el discurso fue dado por el conde de Torata, el embajador español.

 

«Es difícil expresar la profunda satisfacción que siento hoy. Se necesitaría el talento de Benavente para subir al nivel de mi tarea y de mi audiencia. Además, doy doblemente la ausencia del gran autor, tanto por mí como por el tuyo. El honor que has otorgado tan justamente a Jacinto Benavente, también has concedido a España ya todos aquellos países en los que se habla nuestra lengua, algunos de cuyos representantes me alegra ver entre nosotros. Espero que este Premio contribuya a fortalecer los lazos que nos unen, a un entendimiento mutuo entre nuestros países, para reforzar la cordialidad de nuestra amistad. Por último, permítame expresar toda la admiración y afecto que siento por su país.

Antes del discurso, el profesor HG Söderbaum hizo las siguientes observaciones: «El arte de la poesía se ha revestido este año de los brillantes trajes de teatro y nos saluda de las tierras de gran alcance donde el noble discurso de Castilla, la lengua materna de Lope de Vega Y Calderón, constituye el medio de comunicar el pensamiento a una parte considerable de la población de nuestro globo:

se ha dicho que «el oficio del dramaturgo es mantenerse fuera de la vista y dejar que aparezcan sólo sus personajes». Que las circunstancias han obligado al ganador del premio en la literatura a seguir esta regla tan literalmente que en esta ocasión también ha mantenido fuera de la vista, pero esperamos que el futuro cercano nos dará la oportunidad de formar un conocimiento más cercano con él y también con su trabajo».