Discurso al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2014

«Es un inmenso honor y un inmenso placer encontrarme hoy aquí, en el corazón del Principado de Asturias, para recibir este magnífico premio que agradezco sinceramente.

La invención más trascendental de la humanidad es la frase. Han existido grandes civilizaciones ignorantes del concepto de la rueda, pero poseían la frase, pues sin ella no habrían sido ni grandes ni civilizadas. Con frases pensamos, especulamos, calculamos, imaginamos. Con frases declaramos nuestro amor, declaramos la guerra, prestamos juramento. Con frases afirmamos nuestro ser. Nuestras leyes están escritas con frases. No es desatinado afirmar que con frases está escrito nuestro mundo.

Otros defenderán tesis distintas. El científico dirá que nuestro supremo logro como especie es la invención de las matemáticas. Y, ciertamente, el lenguaje de las matemáticas posee una sublime belleza. En su rigor radica su aliento. No obstante, el máximo aliento de la frase, y por ende del lenguaje, radica, precisa y gloriosamente, en su carencia de rigor. Por sencilla, directa y clara que sea una frase, siempre se revelará ambigua. Y la ambigüedad es la esencia de la vida.

El lenguaje de las frases abraza la realidad en un esfuerzo incesante por abarcarla, contenerla, expresarla. Vano esfuerzo, como debe ser. La esencia de la realidad se encuentra, esencialmente, fuera de nuestro alcance. No existe la cosa-en-sí: sólo existen las relaciones entre las cosas. Todo es contingencia. Como dijo bellamente Emerson: “Vivimos entre superficies y el verdadero arte de la vida consiste en deslizarse bien sobre ellas”. Podemos pensar que el lenguaje no pinta nada, pero pinta hermosas realidades.

Como escritores, afilamos nuestras frases para que alcancen el corazón de las cosas. Pero eso no sucederá, somos demasiado torpes. Sin embargo, perseveramos en nuestro intento de expresar la existencia, en nuestro intento de que quede expresada, en nuestro intento de expresarla con acierto. Nunca lo conseguiremos, pero como bien sabía mi compatriota Samuel Beckett, nuestra gloria estriba en persistir, desalentados, pero jamás vencidos. El esfuerzo no es vano, aunque cada punto final sea una admisión de fracaso. Hablar es ser. Nadie lo ha expresado mejor que Rilke en las “Elegías de Duino”:

¿Estamos acaso aquí para decir: casa, puente, fuente, puerta, vaso, árbol frutal, ventana, a lo sumo: columna, torre?… Mas para decirlo, comprende, ay, para decirlo así como jamás las cosas mismas creyeron ser en su intimidad.

He dedicado mi vida a batallar con las frases. No puedo imaginar existencia más privilegiada».

La Frick Collection de Nueva York embauca a John Banville (mayo de 2013)

De todas las galerías que he visto en el mundo, la Frick Collection en Nueva York es mi favorita. Tiene exactamente el tamaño perfecto para que uno no se sienta ni intimidado ni agotado por el número de tésoros que expone; también, está situado en uno de los edificios más adorables de Manhattan. Por supuesto, uno debe ignorar que la colección fue reunida por Henry Clay Frick, un gran ladrón y barón del apogeo estadounidense. El precio del arte es alto.

En una visita reciente a Nueva York coincidí felizmente con una exhibición especial de un puñado de obras de arte del incomparable Piero della Francesca, incluyendo La virgen con Niño y cuatro ángeles, una pieza transcendental que muestra al artista en su esplendorosa tranquilidad y misterio.

Lo que no sabía es que había otra exhibición en Frick de dibujos de la colección Clark en Williamstown (Massachusetts). Lo más destacable de este espectáculo, para mí, fue la pequeña sala que contenía una docena de litografías de Toulouse-Lautrec. Estas imágenes resultan familiares por la incontable cantidad de veces que uno ha visto una reproducción de estas, pero ninguna le puede hacer justicia a lo que uno puede llamar la delicadez muscular de Lautrec, su maestría de la línea y el volumen, y su genialidad como colorista. Este es uno de los pláceres de los museos, que en cada visita uno tropieza con algo nuevo, sorprendente y encantador.