Dado que actualmente nos encontramos haciendo una serie de relecturas de algunos debates y textos de esferapublica, le hicimos a su autor una breve entrevista con el ánimo de ampliar algunos aspectos de su texto, que publicamos con ocasión de su exposición en el Museo de Arte de la Universidad Nacional en marzo el 2012.

¿Nos podría hablar sobre el origen de este texto y/o a partir de qué tipo de experiencias toma forma?

Luis Camnitzer: El texto es bastante viejo, debe tener como 10 años, y no me acuerdo del origen específico. Pudo haber sido para una invitación de la Universidad de Los Andes en Bogotá, en donde de hecho lo presenté. Ellos luego lo publicaron en uno de los “cuadernos grises”. Yo me había olvidado de esto y cuando a último momento me pidieron que diera una charla en la muestra de 2012, recurrí a ese texto porque me pareció de interés en el contexto de una universidad. En ese momento no me di cuenta que ya lo había presentado en Bogotá. Pero la idea esa del fraude me ha perseguido probablemente desde que me gradué en Montevideo y me golpeó el hecho de que me habían preparado para una profesión sin mercado, y que en Uruguay eso significaba que me habían educado para sacar becas e irme. Luego, cuando me fui becado, me enfrenté a la dificultad de entrar en un mercado que en la época en los EEUU era bastante xenófobo. A eso se agregó el ver como estudiantes que soñaban con un triunfo personal, acumulaban créditos que había que pagar, y terminaban con una deuda económica impagable y sin un empleo o la posibilidad de hacer arte profesionalmente. El sistema educativo en los EEUU, un sistema que lentamente se está esparciendo por todo el mundo, cree en la meritocracia y en la competitividad. La educación entonces apuesta a los ganadores sin importarle los perdedores. La educación deja de ser tal para convertirse en un filtro que identifica a los más aptos para el mercado laboral y descarta al resto. Esos “aptos” tendrán la suerte de poder utilizar sus estudios y pagar sus deudas. En arte, los aceptados como aptos son muy escasos y la mayoría termina en actividades no relacionadas al arte o en la enseñanza del arte, sin haber sido preparados para las actividades en las que sobreviven. Cuando me llegaban estudiantes para aplicar a mi programa de arte, me tenían que convencer que realmente querían estudiarlo. Mientras tanto yo trataba de convencerlos que no, y les describía el panorama de la realidad. En ese sentido me parece que el texto desmitifica un poco las expectativas ingenuas y me parece importante que esas ideas se pongan sobre la mesa justamente para evitar el fraude.

Desde hace algo más de diez años se ha dado en el arte un giro pedagógico y con ello se ha propuesto formatos de enseñanza del arte que, en principio, cuestionan los modelos educativos basados en la producción y la competitividad. ¿Qué piensa de este tipo de propuestas (entre ellas: The silent university, Escuela Panamericana del Desasosiego, The Public School, Cátedra de Arte de Conducta de Tania Bruguera, MASS Alexandría…) en términos de sus modelos pedagógicos y formas de cuestionar relaciones de poder?, ¿qué aspectos le parecen relevantes de este tipo de experiencias y cuales se podrían replantear?

Hay varias subdivisiones en esto. Una, la más grande, es entre arte como producción profesional y arte como agente cultural. En general cuando nos referimos al arte pensamos en la producción y confundimos “arte” con “obra de arte”. Las escuelas (de primaria en adelante) se dedican puramente a la producción y seleccionan a los que presumiblemente tienen “talento”. Como agente cultural, la discusión en general también se centra en los que producen arte, pero pidiéndoles más responsabilidad social. Los ejemplos que citas todavía se basan en la idea que el artista es un profesional y que desde esa profesión tienen que ampliar las perspectivas hacia la sociedad que está fuera del taller. Esto me parece muy bien, y todos estos proyectos son mucho más interesantes e importante que la visión tradicional que se maneja para el arte. En cierta forma amplían el campo de la problematización y sacan al arte de la artesanía. Lo que no queda muy claro, al menos para mí, es en que medida mantienen la investigación de lo desconocido. Mucho arte dedicado a la práctica social no pasa de ser un servicio social enriquecido por la imaginación, pero mejorando lo conocido sin ampliarlo. O sea, se convierte en un buen servicio social, pero no necesariamente aporta algo en términos artísticos.

El problema de partir desde el artista profesional es que esta posición todavía acepta el proceso de filtraje y la creación de una meritocracia. Se propone como meta dividir al mundo en artistas y no artistas, y construir el proceso pedagógico de acuerdo a esta ideología. El artista entonces es un elitista que gracias a su conciencia política generosamente comparte su saber y sus métodos con los que están fuera de la elite. Pero lo hace manteniendo sus privilegios y promoviendo su carrera individualista, y peor aun, que las cosas que dice son importantes porque él o ella es importante.

En forma paradójica pienso que el arte como verdadero agente cultural tiene que separarse críticamente de lo que llamamos arte, y en su lugar pasar a la educación. Este pasaje tiene que suceder con el arte no como un adjunto o un agregado disciplinario sino como una integración total y transdisciplinaria que cambia la forma en que pensamos, adoptando la libertad del artista para todo lo que hacemos. Hace ya varios años que estoy trabajando con un concepto que llamo “art thinking” y que se traduce mal al español, aunque “pensamiento artístico” se le acerca. Durante unos años trabajé para el programa educativo de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, junto con María del Cármen González y Sofía Quirós, hasta que la Colección decidió no seguir con la educación. Comenzando en 2006, el programa se llamaba “Piensa en arte/Think Art” y seguramente ese término me llevó a pensar en el término de “Art Thinking”.

PEA comenzó siguiendo las ideas un poco limitadas del VTS (Visual Thinking Strategies) inicialmente desarrollado por MoMA para mejorar la apreciación de las obras de arte en la colección. En términos cognoscitivos, el programa de MoMA era limitado porque aceptaba el valor canónico de las obras y obligaba a pensar “a través” de ellas, o sea no permitiendo pensar fuera de las fronteras establecidas por la obra y en forma no-contaminada. Nosotros lo fuimos llevando a la problematización más general, utilizando problemas inspirados en las obras y con ejercicios abiertos basados en ellos. La obra originaria no se mostraba o discutía antes de que los estudiantes llegaran a sus propias conclusiones en cualquier disciplina que quisieran. Recién al final del proceso se comparaban los resultados con la obra originaria, y el estudiante entonces podía decidir cual solución era la más apropiada, de colega a colega, no de consumidor a artista. O sea, no se trataba de formar artistas o de admirar a artistas, sino de pensar dentro del proceso artístico para cualquier cosa que se hiciera.

Hoy iría un paso más allá. Art Thinking trata de enfrentar lo desconocido independientemente del arte, con un máximo de imaginación antes de entrar a negociar con la realidad. Esto es la base de todo ejercicio educacional: conocer lo desconocido. Pero normalmente es algo que se hace desde un punto de vista cuantitativo y no imaginativo. Desde el punto de vista de una educación verdadera no importa si al final hay un objeto de arte o no, importa la libertad y el poder que adquirimos en el proceso de ser libres. Si después hay alguien que se quiere dedicar hacer cosas llamadas arte y venderlas está muy bien que lo haga, pero es otro tipo de actividad (una en que, antes que me insulten, yo también participo). Conquistar lo desconocido y el misterio, y el tratar de hacerlo subvirtiendo órdenes para conocer más, es un derecho que tiene todo el mundo, no solamente unos pocos.

Con la llegada de Trump a la presidencia muchas cosas están cambiando en EE.UU. En primer término, se descalifica abiertamente el carácter crítico e informativo de medios de comunicación (nytimes, CNN, NBC, Washington Post, etc) acusándolos de crear y divulgar noticias falsas (se define desde el poder de la presidencia lo que es “real” en relación con los hechos) y en el ámbito de las artes se propone eliminar entidades como el National Endowment for the Arts y su programa de apoyo a las artes. ¿Cómo ha impactado el campo del arte y, específicamente, la crítica y el medio académico? ¿Qué experiencias o propuestas se están dando desde las prácticas críticas y/o el arte político para enfrentar esta situación?

Para resumir en una frase, hay desconcierto y asombro. Nadie esperaba que Trump terminara como presidente, y en realidad lo logró solamente porque 70.000 votos estaban distribuidos en una forma en que a pesar de haber perdido el voto popular por tres millones de votos, y gracias a una transmutación mágica en el Colegio Electoral, esa derrota se pudo traducir en victoria. Hoy el separar que cosas son ciertas y que cosas son mentira es algo imposible. Trump gobierna por twitter, con ideas que se tienen que acomodar al formato de 140 caracteres y que se abrevian aun más porque en el mismo mensaje también se incluyen insultos. El minimalismo conceptual parece que es tan malo para la política como lo es la verborragia barroca. Aparte de eso el concepto de “verdad” se ha relativizado, ya no depende del contenido sino de quien da el mensaje. Trump cree que tiene el poder de decidir sobre que es verdad y que es mentira.

El proceso quizás sea una advertencia para los que creemos que el arte y la política pueden ser la misma cosa, y me veo obligado a pedir disculpas por cosas que escribí al respecto. Aparte de esto creo que no hay mucho impacto, al menos no todavía. La oligarquía que compra arte obviamente no ha sido dañada, más bien se beneficia y sigue comprando arte. Los teatros en donde hay que pagar 300 o más dólares para un billete siguen llenos, y los museos con sus 25 dólares para entrar siguen bien visitados. Estados Unidos es uno de los pocos países que no tiene un Ministerio de Cultura y que siempre confió en la filantropía oligarca para que se encargue del asunto. En términos económicos el National Endowment for the Arts es una institución decorativa cuyo presupuesto anual es el doble que lo cuesta mantener la seguridad del Trump Tower, en donde todavía se aloja la mujer de Trump.

Si hay un impacto cultural serio es por el lado de la disminución de visitas de intelectuales provenientes del extranjero. En virtud de los ejemplos de acoso que ya se han producido al pasar por Inmigración, muchos intelectuales prefieren no venir al país. Por otro lado también hay un comienzo de intimidación ideológica en los estados republicanos que está empezando a funcionar como mordaza. En general creo que todavía hay una esperanza de que incluso la derecha moderada tome consciencia del disparate en que se metieron y busquen maneras de corregir la metida de pata. Pero uno nunca sabe. La tradición de militancia en los Estados Unidos es mucho más puntual y limitada que en América Latina. No logró impedir el macartismo en su momento. Funcionó bien con la segregación racial y el feminismo (dos campos de conquista que ya están en peligro de ser demolidos) pero, en general los márgenes de atención son muy estrechos. El movimiento de Occupy, que siguió el modelo de los Indignados en España y tuvo buenas ideas, duró un ratito. Entretanto los Indignados llegaron a poner candidatos en el Parlamento.

Hay cantidad de pequeños movimientos de resistencia en este momento, pero no logran unificarse en un gran movimiento y desarrollar una persistencia como lo hicieron las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, o los estudiantes “pingüinos” en Chile. En el arte hay mucha declaración individual y todos estamos de acuerdo en nuestras declaraciones. Hay algunos actos interesantes como el de MoMA al organizar una muestra de artistas “inmigrantes”, y el Davis Museum del Wellesley College, que quitó el arte de artistas inmigrantes de sus paredes para mostrar el impacto que esto produce en la cultura. Ambos mostraron claramente las consecuencias de la política de Trump en el arte. Pero son actos puntuales que no sé cuanta conciencia despertaron o a cuanta gente convirtieron. En el momento la resistencia está basada fundamentalmente en la ética individual. Es un buen comienzo y nos hace sentir mejor. Pero, veremos que pasa.

Fuente | Luis Camnitzer | publicado por LeerLaEscena en 2017/03/07.

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El arte como educación sigue siendo un fraude
Título del artículo
El arte como educación sigue siendo un fraude
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Dado que actualmente nos encontramos haciendo una serie de relecturas de algunos debates y textos de esferapublica, le hicimos a su autor una breve entrevista con el ánimo de ampliar algunos aspectos de su texto, que publicamos con ocasión de su exposición en el Museo de Arte de la Universidad Nacional en marzo el 2012.
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