Giacomo Leopardi (1798-1837) fue un poeta y filósofo italiano para quien el asombro ante la Belleza constituyó el motor de su poesía y alentó toda su vida. Su aspecto físico (sufría una grave enfermedad que le deformó el cuerpo), sus constantes depresiones y su falta de habilidades sociales llevaron a Leopardi, ya desde muy joven, a tomar la decisión de refugiarse en la cultura, de vivir en los libros y no en la vida. Fue un lector voraz, con una curiosidad insaciable y ya en su adolescencia había memorizado a los clásicos, a quienes conocía como se conoce a un amigo. Para Leopardi la escritura fue el refugio donde materializó todo aquello que la realidad le negaba: el amor, el deseo, la felicidad…

Con diecinueve años Leopardi comenzó a escribir un cuaderno, titulado Zibaldone, donde reflejó sus reflexiones a lo largo de quince años. Este libro es considerado una de las primeras obras verdaderamente modernas en la literatura europea.

Leopardi coincide en el tiempo y en los rasgos con la poesía romántica. El tono de sus poemas es el de la devastación, el de la certeza de ser y estar incompleto, de que nunca se conseguirá aquello a lo que se aspira. En sus poemas aparece la naturaleza fiera, como reflejo de los demonios interiores, y la belleza como obsesión inalcanzable.

Por encima de todas sus obras destacan los Cantos (1831). A esta obra pertenece el poema “El infinito”.

El poema, considerado la cima de la poesía de Leopardi, fue compuesto, probablemente, en el invierno de 1819 y apareció por primera vez en la edición de Versi (1826), encabezando una serie de cinco composiciones que el poeta denominó «Idilli» (Idilios). En el poema, formado por quince endecasílabos blancos, el poeta, en su paraje predilecto -una colina próxima a su ciudad, Recanati-, deja a su pensamiento hundirse en la meditación sobre la infinitud, complaciéndose en su propio vértigo: «y naufrago dulcemente en este mar».

La colina se llama actualmente «del Infinito» para recordar que desde allí, mirando el horizonte semioculto por un matorral, Leopardi tuvo su intuición de la infinitud.

Poema El infinito de Giacomo Leopardi

L’INFINITO -IDILLIO I-

 

Sempre caro mi fu quest’ermo colle
E questa siepe, che da tanta parte
Dell’ultimo orizzonte il guardo esclude.
Ma sedento e mirando, interminati
Spazi di là da quella, e sovrumani
Silenzi, e profondissima quiette
Io nel pensier mi fingo; ove per poco
Il cor non si spaura. E come il vento
Odo stormir tra queste piante, io quello
Infinito silenzio a questa voce
Vo comparando: e mi sovvien l’eterno,
E le morte stagioni, e la presente
E viva, e il suon di lei. Cosí tra questa
Inmensità s’annega il pensier mio:
E il naufragar m’è dolce in questo mare.
LEOPARDI, G. I Canti (1831), Canto XII

 

EL INFINITO -IDILIO I-

Siempre amé este yermo monte,
y este promontorio, que me oculta
la visión del último horizonte.
Mas sentado, contemplando
los interminables espacios lejanos,
los silencios sobrehumanos y su profundísima quietud,
se extravía el pensamiento,
hasta casi liberar mi corazón del miedo. E igual que el viento
susurra entre estas plantas,
en el infinito silencio mido mi voz:
y me subyuga lo eterno, y las estaciones muertas,
y la presente y viva, con toda su sonoridad.
Así a través de esta inmensidad se ahoga el pensamiento:
y naufragar en este mar me es dulce.

LEOPARDI, G, Cantos (1831), Canto XII

Giacomo Leopardi, poema de David Pérez Pol

Poema El infinito de Giacomo Leopardi