El Retablo de Isenheim de Matthias Grünewald

“Como un predicador de la Pasión, Grünewald no ahorró nada para expresar los horrores de la cruel agonía: el cuerpo moribundo de Cristo está deformado por la tortura de la Cruz; las espinas de los látigos penetraron en las heridas supurantes que recubren toda la figura. La sangre de color rojo oscuro contrasta claramente con el verde pálido de la carne. Cristo crucificado expresa el significado de su sufrimiento a través de las facciones y del conmovedor gesto de las manos». Ernst Gombrich.

«Este Cristo espantoso, moribundo sobre el altar del Hospicio de Isenheim, parece hecho a imagen de los afectado por el fuego sagrado que le rezaban, y se consolaban con el pensamiento que el Dios al que imploraban había probado sus mismos tormentos, y que se hubiese encarnado en una forma repugnante como la de ellos, y se sentían menos desventurados y menos despreciables. (…) ¡Ah! ante este Calvario embadurnado de sangre y empapado de lágrimas, ¡qué lejos se estaba de aquellos bonachones Gólgotas que, desde el Renacimiento, había adoptado la Iglesia! Este Cristo de tétanos no era el Cristo de los ricos, el Adonis de Galilea, el mozo bien parecido, el hermoso muchacho de mechones rubios, de la barba partida, con rasgos caballunos e insípidos, al que los fieles adoran desde hace cuatrocientos años. Aquel era el Cristo de San Justino, de San Basilio, de San Cirilo, de Tertuliano, el Cristo de los primeros siglos de la Iglesia, el Cristo vulgar, feo, porque cargó con todos los pecados y asumió por humildad las formas más abyectas». Joris-Karl Huysmans.