Rasputín fue un gran hombre, y un hombre bueno, asesinado cruelmente y difamado por los espías británicos. Todo lo que creías saber sobre Rasputín es una mentira, cortesía de la Inteligencia Británica. Fue uno de los mejores héroes rusos de la historia. Este artículo ofrece una excelente reseña de la visión revisionista de la historia de Rasputín, que ahora es ampliamente aceptada en Rusia, 180° grados diferente de lo que generalmente se conoce sobre él en Occidente.

En lugar de ser un «monje loco», malvado y libertino, se cree que fue un hombre santo y bueno, un héroe ruso que prácticamente salvó al país y a la monarquía, y que provocó su asesinato por parte del gobierno británico, con los resultados desastrosos para Rusia que luego se verían. En definitiva, un héroe ruso asesinado por espías británicos. Sobre ello, se hizo una excelente serie de televisión rusa de 7 horas, estrenada en 2014, que fue muy popular en Rusia.

«No confíes en los príncipes, ni en los hijos de los hombres, en los cuales no hay esperanza.»
Salmo 145, 3

«A medida que la Verdad de Dios comienza a revelarse, todo en Rusia cambiará.»
Elder Nikolai (Guryanov)

PREÁMBULO

Mi interés en Gregory Rasputin se inició con un programa de televisión de hace cincuenta años en el quincuagésimo aniversario de su asesinato. Aunque, siendo niño, no pude investigar las afirmaciones hechas, supe instintivamente que había algo que no cuadraba en lo que se decía. Percibí manipulación.

Hace cuarenta y dos años fui a estudiar a Oxford, a su universidad más antigua, donde el Príncipe Félix Yusupov, el supuesto asesino de Gregory Rasputin, había estudiado, y visité la «habitación de Yusupov», donde había vivido el Príncipe. Todavía no podía entender la historia ya que, con la Unión Soviética y la Guerra Fría en pleno apogeo, no podía acceder a los archivos necesarios en ninguno de los lados.

Desde entonces, otros han hecho eso y sus resultados, que se dan a continuación, proporcionan la justicia tan esperada.

INTRODUCCIÓN

¿Rasputín? Un ladrón de caballos, un monje loco, un farsante con poderes hipnóticos, un sacerdote charlatán que manipuló a mujeres estúpidas e histéricas, un pervertido y un sectario recalcitrante, un criminal que gobernó el Imperio ruso dictando todas las políticas y haciendo todos los nombramientos políticos mediante sobornos, un libertino que organizó orgías, un borracho (como todos los rusos), un bárbaro primitivo, un satanista, un espía alemán, la razón de la caída de Rusia, incluso su nombre significa «depravado».

Lo sé, he leído el libro y he visto la película. Así es la opinión del occidental «educado» medio, como también en gran medida la del ciudadano soviético medio. Sin embargo, todos son víctimas de un lavado de cerebro del mismo calumniador, y recordemos que en griego ‘calumniador’ es ‘o diavolos’, ‘el diablo’.

En realidad, ni una sola parte de lo anterior se ha probado que sea cierta, incluso que era un libertino y un borracho, y la mayor parte es evidentemente falsa. Todo constituye rusofobia autojustificatoria clásica que dice que «como los rusos son primitivos, y nosotros somos superiores, podemos decir lo que nos plazca».

Ciertamente no estaba loco, nunca fue sacerdote, monje, ladrón o espía, nunca fue un sectario recalcitrante o un satanista, y tuvo muy poca influencia política, si es que la tuvo. Era un campesino Cristiano, casado y con tres hijos, que daba limosnas generosas, entendía las Sagradas Escrituras mejor que los profesores de la Biblia, y era tan piadoso que Dios le dio poderes milagrosos de curación. En cuanto a su apellido, un apodo, era común en Siberia, y señala a alguien que vive «donde se cruzan las carreteras», en un cruce.

Por otro lado, lo que sí sabemos, y esto desde la publicación de las memorias del Príncipe Nikolay Zhevakhov en la década de 1920, es que fue asesinado por espías británicos, con la cooperación de ricos aristócratas decadentes, celosos y apóstatas de Rusia; uno de ellos un travesti que se adentró en el ocultismo y se jactó de golpear brutalmente el cadáver de Gregory Rasputin; el sádico francmasón y decadente Príncipe Yusupov, político más o menos fascista, otro príncipe Romanov de notoria moral laxa que traicionó a su pariente, el zar.

Indirectamente, mediante su traición asesina, todos ellos entregaron Rusia a los bolcheviques genocidas y a su ideología alienígena importada durante tres generaciones, 75 años de tormento infernal.

Lo que también sabemos es que fue respetado como un padre santo (‘starets’), como curandero por innumerables clérigos y laicos, y que las increíbles calumnias contra su persona fueron inventadas por fuentes corruptas, justo antes de la Revolución e inmediatamente después, cuando su cuerpo fue desenterrado e incinerado por fanáticos, asustados de que la veneración por él creciera.

Todas estas calumnias y habladurías sin sentido que se han difundido hasta el día de hoy, han sido repetidas por sensacionalistas de Hollywood, por escritores de segunda -tanto occidentales como soviéticos-, y por emigrantes amargados que no podían aceptar su propia responsabilidad en su exilio autoinfligido.

Solo promovieron mentiras y escándalos que auto-legitimaban su versión, de los cuales sabían que podían sacar dinero.

FUENTES DE LA CALUMNIA

  • Investigaciones recientes desde la caída del régimen bolchevique -hace una generación, en 1991- han llevado a varios historiadores profesionales a nuevos estudios sobre Gregory Rasputin, e incluso a la veneración de «el mártir Gregory» por algunos, incluido el padre Nikolai Guryanov, con plegarias e imágenes.

Ni cuestionados ni traducidos hasta la fecha (los editores occidentales sólo traducen obras escandalosas como las del novelista soviético Edvard Radzinsky, y nunca obras escritas profesionalmente o sobre las vidas no sensacionalistas de los piadosos) estos nuevos estudios rusos de historiadores profesionales como los siete volúmenes de Sergey Fomin, y los libros de Alexander Bokhanov, Yury Rassulin, Igor Evsin, Tatiana Mironova y Oleg Platonov, nos llevan a tener una visión muy diferente.

Todos los mitos sobre Gregory Rasputin fueron inventados a partir de 1910 por aquellos envidiosos del Zar, sin mucha necesidad de imaginación, ya que le atribuyeron lo que ellos mismos hicieron, es decir, hablaban de sí mismos y de sus propios y profundos vicios.

Celosos por el poder del zar, quiseron desacreditar a los legítimos poseedores del mismo, el zar y su familia, incluido su heredero enfermo y su sanador, así como la sociedad Cristiana Ortodoxa que gobernaba, tan odiada por ellos.

Y así, estos hedonistas ricos y decadentes difundieron sus mentiras y calumnias en los salones mundanos de San Petersburgo, entre los vanales ricos y libertinos aristocráticos, y en la prensa sensacionalista de la época.

Estas fuentes incluían:
al astuto Gran Duque Nikolai Nikolaevich quien, al igual que los generales franceses y británicos del frente occidental, había llevado a sus tropas a ser derrotadas y masacradas, confiando en infantería y caballería frente a las ametralladoras, y tuvo que ser reemplazado;
a los masones Maklakov, Dzhunkovsky;
al periodista de poca monta Amfiteatrov;
al apóstata derrocado Sergey (Iliodor) Trufanov;
al político sin conciencia Guchkov;
a los ateos Milyukov y Gorkkov;
al mentiroso Rodzianko;
al pervertido y ocultista Yusupov;
y al estúpido Purishkevich.

Todos eran traidores que querían imponer su Rusia pagana frente a la Rusia cristiana. Los mismos que acusaron a Gregory Rasputin de sus propios pecados, razón por la cual sus descripciones fueron tan elocuentes. Le acusaron de mentir, de libertinaje y de interferir en los asuntos de Estado, todo lo que ellos mismos hicieron o desearon hacer. Pertenecientes a la élite, estaban en tal estado de ilusión demoníaca que incluso se convencieron a sí mismos de que estaban prestando un servicio a Rusia, al complacer su propia vanidad conspirando contra el zar y sus fieles, incluido el sanador del heredero, aprovechando así para conseguir el poder. Creían en sus propias calumnias y falsificaciones, porque de hecho estaban hablando de sus propios pecados. Gregory Rasputin fue el chivo expiatorio, el tonto útil inventado por «príncipes e hijos de los hombres» (como reza el salmo arriba) para justificar su despiadada ambición. Si no le hubieran elegido a él, habrían elegido a otro: la Rusia campesina solo estaría allí para ser explotada por ellos.

OPINIONES DE LOS QUE LE CONOCIERON

Si observamos a quienes realmente le conocieron, obtenemos una visión diferente. Así, los obispos Bernabé (Nakropin) e Isidoro (Kolokolov) fueron amigos íntimos de Gregory Rasputín hasta el final de su vida y confiaron completamente en él, y el obispo Isidoro celebró su servicio fúnebre, por lo que a su vez fue muy difamado.

En sus memorias, otro, el general Kurlov, escribió que había sido «sorprendido por el profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras y preguntas teológicas de Rasputín», y lo definió como un buen hombre que «expresaba constantemente el sentido del perdón Cristiano para con nuestros enemigos».

Tales afirmaciones son confirmadas por otros clérigos y devotos laicos de buena educación, impresionados por la piedad de Gregory Rasputin, y al que naturalmente veneraban como anciano.

En sus memorias, el jefe del Departamento de Policía, A.T. Vasiliev, escribió que los resultados de sus numerosas investigaciones confirmaron su suposición inicial de que NO había correspondencia comprometida con Rasputin, ni cartas de la zarina. De hecho, ¿por qué debería haberlas? Rasputín era semi-analfabeto, y le habría costado leer cualquier cosa.

Vasiliev escribió: «También investigué para averiguar si Rasputin guardaba algún documento, dinero u objetos de valor en un banco. Mis investigaciones fueron infructuosas, otra prueba de mi convicción de lo absurdo de los escandalosos rumores sobre Rasputin.»

Pero estos testigos son sólo el comienzo. Hay muchos otros de integridad y, de hecho, Santidad que dicen lo mismo, confirmando el absurdo de las calumnias formuladas.

Entre ellos se encuentran, por supuesto, los futuros Santos Zar Nicolás, Zarina Alexandra, sus cinco piadosos hijos, el arcipreste Alexander Vasiliev, el padre espiritual de la Familia Imperial, la piadosa Virgen Anna Vyrubova (más tarde Madre María de Helsinki, venerada hoy como Santa), el Príncipe N.D. Zhevakhov, Julia Dehn, otros Obispos admiradores de Gregory Rasputin como el futuro San Macario de Altai, el Patriarca de Moscú, el piadoso Metr Pitirim de San Petersburgo, y muchos otros hombres y mujeres justos, castos, sobrios y honestos que amaban a la Santa Rusia.

Ninguno de ellos creía en el mito de Rasputín, y ello por una razón muy simple: le conocían personalmente, le habían visto obrar milagros de curación y profecía, y conocían las motivaciones de los celosos calumniadores.

Por supuesto, hubo otros. Está el caso del joven e ingenuo obispo Theophan (Bystrov), que inicialmente presentó con entusiasmo a Gregory Rasputin a la familia imperial, y que sólo cambió de opinión tras creerse las calumnias contadas por terceros en confesión. Más tarde se horrorizó al descubrir que había sido mentido.

Luego estaba el caso de la Gran Duquesa, la abadesa Elizabeth en Moscú. Ella también creía en las calumnias aunque, al final, su hermana la zarina parece que la convenció de que, dado que vivía en Moscú y se había estado alimentando con calumnias, había sido engañada.

Ninguno de los que creyeron las calumnias habían conocido a Gregory en persona. No tenían experiencia de primera mano, y simplemente participaron en un juego calumnioso de susurros chinos…

¿POR QUÉ LAS CALUMNIAS SE HAN PERPETUADO HASTA NUESTROS DÍAS?

¿Por qué estas calumnias todavía se repiten y se creen hoy? En primer lugar, porque las historias de escandalos sexuales alimentan el morbo de muchas personas, y son lo que la muchedumbre desea.

En segundo lugar, porque aquellos que las creen y las repiten quieren creerlas y repetirlas, motivados por la auto-justificación. La alternativa sería arrepentirse, y la mayoría NO quiere arrepentirse.

El asesinato del campesino ruso ortodoxo Gregory Rasputin, de hecho, comenzó la Revolución. No una Revolución Bolchevique, sino una Revolución largamente deseada, desde al menos diciembre de 1825, por una aristocracia celosa y una clase media en crecimiento, todos apóstatas de la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Los descendientes de todos aquellos que pensaron que se beneficiarían con la Revolución NO quieren arrepentirse.

Esto incluye, no sólo a los antiguos ciudadanos soviéticos que sufrieron lavado de cerebro, no sólo a los descendientes de aristócratas emigrados a París y otros lugares, sino también a todas las demás víctimas occidentales de la PROPAGANDA rusofóbica que quieren creer que el llamado «régimen zarista» (es decir, el legítimo IMPERIO CRISTIANO, fundado por San Constantino) era corrupto, primitivo, bárbaro, depravado, borracho y claramente malo.

Por lo tanto, fue demonizado y, por lo tanto, pudo ser derrocado por el Occidente «puro», y todo estuvo justificado.

Dicha rusofobia está en línea directa con la auto-justificación de la propaganda secularista de la «Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano», de Gibbons.

Pero ¿y si Gregory Rasputin fue la víctima y el chivo expiatorio, más o menos inocente, de las maquinaciones de los traidores?

Si Gregory fuera inocente, entonces ellos, los ideólogos del mundo occidental anti-Cristiano, por tanto la mayoría de la aristocracia rusa y la Duma del Estado, la mayoría de los generales e incluso algunos clérigos, la mayoría de los periodistas y también la mayoría de la gente, así como el estado soviético fundado desde Occidente, son culpables de difamarlo, asesinarlo, y también culpables del asesinato de la Familia Imperial canonizada.

También son culpables todos aquellos que creyeron las mentiras sin cuestionarlas, y todos los que continúan creyendo en esos mitos y mentiras provechosos (el dinero siempre es motivo para hacer el mal), y que incluso los difunden.

Después de todo, estas son las personas que, tres meses después del asesinato, bajo las órdenes masónicas de Kerensky, desenterraron el cadáver de Gregory Rasputin y, el 11 de marzo de 1917, lo incineraron.

¿Lo hicieron los Cristianos ortodoxos? ¿Cualquier otro Cristiano? ¿Fueron los patriotas Cristianos, que amaban al Zar, el «Pequeño Padre»? ¿Quién podría haber llevado a cabo un acto tan blasfemo, si no apostatas, ocultistas y secularistas anticristianos?

Incluso si todo o sólo parte de lo que afirmaban fuera cierto ¿habría justificado eso un odio tan profundo hacia un cadáver?

Nadie ha hecho algo así, y ni siquiera lo ha propuesto, con el cadáver del asesino en masa bolchevique y blasfemo de Lenin que, sorprendentemente, todavía se encuentra embalsamado en Moscú.

Seguramente, las únicas personas que podrían haber llevado a cabo este acto eran ateos y satanistas. Sin embargo, en cierto sentido, todos los que continúan propagando estas calumnias están participando indirectamente de la misma blasfemia.

CONCLUSIÓN

Gregory Rasputin era un símbolo de la Rusia Ortodoxa campesina, un chivo expiatorio, tonto útil, para aquellos que querían tomar el poder y cuyo lema era «demoniza a tus enemigos y todo lo que hagas después estará justificado».

Sus asesinos simbolizaron todo lo que estaba mal en Rusia: «traición, cobardía y engaño», en palabras del martirizado emperador Nicolás II.

La traición llegó desde la élite dirigente y desde la ‘Intelligentsia’ rusa, que traicionaron a la Familia Imperial y a la Iglesia, en favor de los alemanes y de los bolcheviques financiados por Occidente.

La cobardía llegó de aquellos que eran demasiado débiles para resistir a la élite y que, en cambio, nadaron con la marea imperante; y el engaño provino de supuestos aliados que también conspiraron contra el zar. Todos ellos calumniaron a la Familia Imperial y, por lo tanto, también a Gregory Rasputin.

A través de Gregory Rasputin podemos ver exactamente quiénes eran los enemigos de la Sagrada Rusia y de sus ideales: todos aquellos que creyeron y difundieron las calumnias sobre él y sobre la Familia Imperial.

El hecho de que muchos de ellos fueran miembros traicioneros y envidiosos de la Familia Romanov, y de otros aristócratas millonarios, no es capital.  Tampoco que entre ellos estuvieran la mayoría de los generales, y también miembros del clero como el Arcipreste George Shavelsky.

El hecho de que, como reveló hace más de 90 años el Príncipe N.D. Zhevakhov, jefe adjunto del Sínodo Sagrado, Gregory Rasputin fuera asesinado por espías británicos, tampoco es capital. No podrían haber operado sin el apoyo generalizado, e incluso popular, a tales traidores rusos.

No es un secreto que Gregory Rasputin tenía un don de curación que la ciencia médica sólo podía reconocer con envidia y sin comprender: es un hecho histórico. El hecho de que tuviera la capacidad de curar al Zarevich Alexei, que podría haberse convertido en el más grande, misericordioso y sabio de todos los zares rusos, es un hecho histórico.

Que fuera un hombre devoto de oración, peregrino a Jerusalén y a los lugares sagrados de Rusia, que conocí.

Gregory Rasputin era un símbolo de la Rusia Ortodoxa campesina, un chivo expiatorio, tonto útil, para aquellos que querían tomar el poder y cuyo lema era «demoniza a tus enemigos y todo lo que hagas después estará justificado».

Sus asesinos simbolizaron todo lo que estaba mal en Rusia: «traición, cobardía y engaño», en palabras del martirizado emperador Nicolás II.

La traición llegó desde la élite dirigente y desde la ‘Intelligentsia’ rusa, que traicionaron a la Familia Imperial y a la Iglesia, en favor de los alemanes y de los bolcheviques financiados por Occidente.

La cobardía llegó de aquellos que eran demasiado débiles para resistir a la élite y que, en cambio, nadaron con la marea imperante; y el engaño provino de supuestos aliados que también conspiraron contra el zar. Todos ellos calumniaron a la Familia Imperial y, por lo tanto, también a Gregory Rasputin.

A través de Gregory Rasputin podemos ver exactamente quiénes eran los enemigos de la Sagrada Rusia y de sus ideales: todos aquellos que creyeron y difundieron las calumnias sobre él y sobre la Familia Imperial.

El hecho de que muchos de ellos fueran miembros traicioneros y envidiosos de la Familia Romanov, y de otros aristócratas millonarios, no es capital.  Tampoco que entre ellos estuvieran la mayoría de los generales, y también miembros del clero como el Arcipreste George Shavelsky.

El hecho de que, como reveló hace más de 90 años el Príncipe N.D. Zhevakhov, jefe adjunto del Sínodo Sagrado, Gregory Rasputin fuera asesinado por espías británicos, tampoco es capital. No podrían haber operado sin el apoyo generalizado, e incluso popular, a tales traidores rusos.

No es un secreto que Gregory Rasputin tenía un don de curación que la ciencia médica sólo podía reconocer con envidia y sin comprender: es un hecho histórico. El hecho de que tuviera la capacidad de curar al Zarevich Alexei, que podría haberse convertido en el más grande, misericordioso y sabio de todos los zares rusos, es un hecho histórico. Que fuera un hombre devoto de oración, peregrino a Jerusalén y a los lugares sagrados de Rusia, que conociera muy bien las Sagradas Escrituras, las Vidas de los Santos, y el culto Ortodoxo es un hecho histórico. Que hiciera varias profecías sobre el futuro de Rusia, el Zarato, su propio asesinato y el futuro del mundo, y que todo se hiciera realidad en detalle, es un hecho histórico. Porque Gregory Rasputin sabía el precio del sufrimiento, tanto moral como físico.

Si él era inocente, el sufrimiento indecible después de diciembre de 1916 cobra sentido: el yugo bolchevique extranjero y sus millones de víctimas, el asesinato del Ungido de Dios (Zar Nicolás II), la segunda invasión alemana (que comenzó el día de la olvidada fiesta de Todos los Santos de las Tierras Rusas, en junio de 1941), la toma de Viena y Berlín el día de San Jorge de 1945 (lo que podría haber ocurrido, sin sacrificios semejantes, en 1917, bajo la dirección del Zar Nicholas II), las plagas del alcoholismo, el aborto, la corrupción y el divorcio después de 1945; el colapso de lo que efectivamente era el Imperio Ruso en 1991, y el actual tormento en Ucrania… Todo forma parte del lento y largo camino del arrepentimiento, que aún continúa 100 años después de 1916. El fin de nuestro sufrimiento aún no ha llegado.»

Fuente | Russia Insider | Traducción: AneBald | Por el Padre Andrew Phillips, sacerdote de la iglesia ortodoxa rusa en Essex, Reino Unido. Escritor prolífico, particularmente sobre la historia rusa y los acontecimientos actuales, desde una perspectiva Cristiana Ortodoxa.