Eucaristía

 

¡Qué milagro se ofrece cada día
ante la humanidad indiferente!,
todo un Dios, infinito, omnipotente,
da su cuerpo, cosecha de agonía.

Nos espera en amante cercanía
como agua, vino y pan, limpio torrente,
zumo añejo de paz, viva simiente,
alimentos de célica alegría.

¡Qué humildad!, en el fruto consagrado
está Dios, el espíritu inmortal,
en silencioso amor esclavizado.

Olvidó su dolor, nuestro pecado,
nos ofrece su reino celestial,
y le dejamos solo, abandonado.

Hijo, miel y cera

 

Hijo, es mi carne cuna de tu suerte,
en mi entraña se engendran tus albores,
no importan sacrificios y dolores
para un alma de Dios y un cuerpo fuerte.

Sufro ansiedad, angustia, por quererte,
abeja libadora de mis flores,
pues me darás la miel de tus amores
o la cera del cirio de mi muerte.

Aclaraste de golpe mi destino,
me embriago con tu aroma de azahares
y eres la luz del sol de mi camino.

Serás mi ofrenda libre, pan y vino,
miel y cera de eternos colmenares,
el indulto de amor, el don divino.

A María

 

María, tu luz pura,
reflejo de la gloria,
brilló entre mi penumbra,
iluminó las sombras,
esclareció mis dudas,
glorificó la aurora.
Eres mi faro y guía,
mi asidero, mi roca,
madre eterna y amiga
que mi olvido perdona,
tu mano en mis espinas
es caricia de alondra.

Ya no tengo temor,
siempre estás a mi lado,
eres mi convicción,
me abrigas con tu manto,
y me acercas al sol
del amor del Amado.
No siento soledad,
ni dolor, ni cansancio,
una emoción vital
ha llenado mi espacio,
he nacido a la paz
de tu humano Sagrario.

Como reina y maestra
me obsequias con tu gracia,
revelas tu presencia,
me enseñas la palabra
que me abrirá la puerta
de la última morada.
Me llevas a tu Hijo
por caminos del alma,
me nombras fiel testigo
de la divina alianza
que nos ha transmitido
su voz en la montaña.

Tomo el pan que me ofrece
en celestial cenáculo
y bebo de la fuente
de su hendido costado.
Estoy feliz y alegre,
por ti Él es mi hermano.
¡Me siento tan dichosa
en tus amantes brazos!.
¡Mi esperanza retoña!.
¡Te agradezco el milagro!.
¡Son mis días, mis horas,
cuentas de tu Rosario!

¡Ave María!

 

Eres la maravilla
que aproxima a mi ser rumor de cielo,
asomada a tu orilla
acallo mi desvelo
y agita mi raíz afán de vuelo

Habita en ti la luz
y coronan tu frente doce estrellas,
manantial de virtud,
más bella entre las bellas,
me elevas a la gloria por tus huellas.

En tu sereno asilo
hay zumo de cipreses y azucenas,
tu pleamar tranquilo
ahoga viejas penas
y alumbra la esperanza en las patenas.

Por tu fe fui salvada,
tu corazón se abrió a la profecía,
la semilla granada,
que en tu seno latía,
rasgó el velo de la sabiduría.

Criatura amantísima,
está prendado el Rey de tu bondad,
fuente generosísima,
laurel de caridad,
aboga por mi paz y libertad.

Eres arco en la nube,
escala de Jacob, potentes alas,
contigo mi alma sube,
ornada con tus galas,
hacia el vergel que amante me señalas.

Alumbras mi alborada,
Virgen clemente, Reina y Madre mía,
con tu abrazo amparada
vivo en tu cercanía
y canta mi interior: ¡Ave María!

¡Vísteme, Señor, para tus bodas!

 

Venciste mi tormenta
con relámpagos de aguas luminosas
y me hiciste heredera de tu reino.
Testamento de espigas
en mis áridas tierras despobladas.
La voz del infinito,
oculta en las estelas del secreto,
me reveló el futuro que mana de la roca:
cantaré amaneceres en los pinos,
tendré enjambres de miel con aroma de albahaca
y adornarán mi pecho
ramilletes de soles verticales.

Las ráfagas de umbría
en mi éxodo febril hacia la noche,
me izaron sobre efímeras espumas,
amargos barrizales secaron mi corriente.
Fui visión de ciprés en la aurora fugaz.
Y rompí el plan sagrado
por viejas cicatrices de mi arcilla.
Pero hoy brilla tu alcorce en las cañadas
llamándome a esponsales.

¡Vísteme de inocencia
para el blanco banquete de tus bodas!
Me acercaré a tu pórtico e invocaré tu nombre;
mi humilde golondrina perdida en el paisaje
volará con tus alas de paloma;
recordaré tu tiempo sobre el altar del mundo,
me enlazaré en tus brazos extendidos;
creceré espiga fértil de tu siembra;
a la tercera copa brindaré
con el mágico zumo de tu vid;
proclamaré la gloria de tu eterno banquete.

Maduran las semillas
con el agua cautiva de tu amor,
líquida arquitectura de templos sumergidos
desde el día angular de barro y piedra.
Esplenden las fontanas
que confirman tus dones inmutables,
y un éxtasis que fluye hacia el mar vespertino
me anuncia un despertar de ríos vagabundos.

Si me invitas, Rey mío,
y revistes de níveas azucenas
mi tallo descarnado,
cantaré amaneceres en los pinos,
tendré enjambres de miel con aroma de albahaca
y adornarán mi pecho
ramilletes de soles verticales.

Estrella de mi noche

 

Tú eres la estrella de mi noche oscura,
salud para mi enfermo corazón,
refugio de mi humana perdición,
consuelo en mi terrena desventura,

auxilio celestial de mi locura,
la Reina intercesora del perdón,
la Madre acogedora en mi aflicción,
la Virgen medianera de ventura.

¡Salve, Señora, incólume María!,
templo de la divina Trinidad,
sagrario de Jesús, Eucaristía.

Asunta al cielo en venturoso día,
coronada de eterna majestad,
eres el brillo que hacia el Sol me guía.

Alianza del silencio

 

Soy campo unificado por el Uno,
emanado de mística conciencia,
del labio creativo de la tierra
y soy, en mí, el mundo.

Quiero limpiar la herrumbre que me arruina,
el óxido mortal de mi andadura,
esa costra exterior, cendal de bruma,
enmarañado velo de la vida.

No miraré el reflejo
del azogue de negra oscuridad,
contemplaré la luz original,
me elevaré en las alas de su aliento.

Me atormenta el deseo abrasador
de alcanzar la verdad, de abrir los sellos,
medito sin sosiego
buscando la total reintegración.

Mi mente es caprichosa,
evasiva, febril y turbulenta,
tenaz en sus esquemas
y en vanas apetencias se desboca.

Si acallo el torbellino de mi mente
y trasciendo el umbral de los sentidos,
lograré el equilibrio
de eterna inteligencia subyacente.

Ceso en la lucha interna
del campo de batalla de mis sueños,
mi espíritu es guerrero
que compite conmigo en la contienda.

Se desvanecen sombras de la duda
si ahogo el grito carne del cautivo
con la elocuencia viva del sonido
escondido en mi estática envoltura.

Escucho al mensajero del espacio
que anida en mi interior
y genero moléculas de Sol
en el barro que pisa el pie descalzo.

Ansío organizar el orden cósmico
desde un humilde estado de vacío,
dinamismo infinito
estructura inicial del fin sonoro.

Mi silencio se hará nueva palabra
creadora del canto universal
compuesto con las letras de la paz
que vibran alborada.

Décimas a la Virgen María

 

– I –

Fuiste por Dios elegida
cauce de la salvación
por tu humilde corazón
y en divino Amor ungida.
Sin pecado concebida,
como madre inmaculada,
en tu virginal morada
puso el Verbo su semilla,
indultando a nuestra arcilla
en tu carne consagrada.

 

– II –

Por tu infinita bondad
has ofrecido tu vida
como esclava sometida
a su excelsa voluntad.
Es tu fiat caridad,
expiación, sacrificio,
y ejerces tu humano oficio
unida al Verbo encarnado.
Por amor te has inmolado
para nuestro beneficio.

 

– III –

Concebida inmaculada,
llena de Espíritu Santo,
que te cubrió con su manto,
eres hoy glorificada
y la madre consagrada
para nuestra redención.
Con tu entrega en la Pasión
fuiste fiel corredentora,
la mujer conquistadora
de la eterna salvación.

 

– IV –

Reina y Madre, asunta al cielo,
es misión de tu reinado
rescatarnos del pecado,
darnos celestial anhelo,
romper del pecado el velo
Como reina espiritual,
en el camino mortal
eres nuestro amparo y guía,
¡excelsa Virgen María!,
y nos liberas del mal.

 

– V –

Por tu infinita bondad,
ofreces paz y alegría
al alma que en ti confía.
Por tu fe y maternidad,
tu entrega y virginidad,
eres el bien y el consuelo,
la medianera en el cielo.
Nos guías hasta el final,
por senda trascendental,
en fiel y místico vuelo.

La Encarnación del Hijo de Dios

 

El ángel te saluda «Ave María»,
estás llena de gracia ante el Señor,
eres mujer bendita por tu amor,
y en ti espera cumplir la profecía.

Tu seno virginal concebiría
al Hijo del excelso creador.
Manifiestas al ángel tu candor.
Es tu pureza mística alcancía.

Te informa que Isabel, estéril, vieja,
pues nada hay imposible al Hacedor,
tendrá un hijo y ya está en el sexto mes.

En tu decoro el cielo se despeja,
te ofreces como esclava, con fervor,
y a la sombra de Dios vendrá la mies.

Eres, María, hermosa, fiel, sencilla,
un cántaro colmado de inocencia,
el Padre tiene en ti su complacencia,
tú granarás vigor de su semilla.

Por tu cancel avanzará la arcilla
a la inmortalidad, a su presencia;
abrirás, con tu fe y su providencia,
el acceso a la Vida en la otra orilla.

Tú conoces la Ley, las Escrituras,
sabes el riesgo de tu decisión
y vences la ancestral debilidad.

Dices «fiat» al Rey de las alturas
y en el misterio de la encarnación
te hace sagrario de su caridad.

La sombra del paráclito divino
desciende sobre ti con plenitud,
el Verbo se hace carne en tu virtud,
tu vaso inmaculado, cristalino.

Resplandeces con brillo diamantino
porque albergas al Hijo de la Luz,
te embarga celestial beatitud
y entiendes la razón de tu destino.

Eres el arca de la libertad,
del heredero al trono de David,
de Cristo, de Jesús el Salvador.

En tus entrañas late la Verdad,
será su sangre el zumo de la vid
y será el pan su cuerpo ensalzador.

La Visitación de María a Isabel

 

Traspasas la llanura de Esdrelón
y las montañas de Jerusalén,
en tu vientre se mece el dulce Bien,
y llegas a Ain-Karín, cerca de Hebrón.

En Isabel estalla la emoción:
¡Bendita tú y el fruto de Belén!,
rendidamente has pronunciado amén
y eres cauce de eterna salvación.

El hijo que Isabel espera ansiosa
afirma, desde el seno, la existencia
del Mesías, que en tu interior reposa.

E Isabel te declara fiel, dichosa,
en ti se complació la Providencia
por tu «fiat», tu ofrenda generosa.

Desbordante de fe y de valentía,
aceleradamente vas a darte,
a servir, a ayudar, a sincerarte,
a derramar cariño, cortesía.

Es encuentro de gozo, de alegría.
Isabel se conmueve al abrazarte.
Tú alabas al Señor por desposarte.
¡Estás llena de Dios, de Eucaristía!

Isabel, por milagro, va a ser madre
del Precursor, profeta del Altísimo,
que mostrará el sendero del perdón.

Tú proclamas la majestad del Padre,
en ti se da misericordiosísimo,
y es tu carne la cuna de su don.

Una explosión de luz, de claridad,
una confirmación de profecías,
palabras de David y de Isaías,
brotan de vuestros labios con piedad.

Tú, María, adelantas la verdad
que viene a revelar tu hijo, el Mesías,
más allá de las mil teologías
que excluyen la indulgencia y la bondad.

Son ecos, resonancias del pasado,
compendiados en Santas Escrituras,
predicciones del Bienaventurado.

Son memorias del pueblo sojuzgado.
Se van a terminar sus desventuras
cuando el Reino pascual sea instaurado.

El Bautismo de Jesús en el Río Jordán

 

Como un hombre cualquiera, en sumisión,
va Jesús al Jordán, cumplirá el rito
del bautismo del agua. Es Juan el grito
que llama en el desierto a conversión.

Se presenta en el río del perdón
y Juan le reconoce, está escrito
que llegará el Mesías, el Bendito
Hijo de Dios, a dar la salvación.

Juan se niega, es indigno de este honor.
Mas Jesús cumplirá toda justicia,
seguirá la divina voluntad.

Traerá el bautismo en Fuego y en Amor
y será para el mundo la Noticia,
el Camino, la Vida y la Verdad.

Al terminar el rito, se abre el cielo
y en paloma el Espíritu aletea
sobre Jesús, que inicia su tarea
para anunciar el Reino en este suelo.

El Padre muestra su íntimo desvelo
por el hombre, nacido en cuna hebrea,
que es su voz hecha carne y alborea
nueva Vida en las alas de su vuelo.

Confirmado Mesías, descubierto
y reinvestido en luz de su misión,
tendrá que proclamar la Buena Nueva.

Va a encontrarse a Sí mismo en el desierto,
a fraguar en renuncias su tesón
para en Amor sufrir la última prueba.

La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná

 

Consumado el desierto y el ayuno,
va Jesús a Caná, para un festejo,
le acompañan sus fieles, su cortejo
de hermanos en la fe del Trino y Uno.

Que Jesús será rey, lo piensa alguno,
el pueblo está asombrado, está perplejo:
su universal palabra, su consejo,
su autoridad… El tiempo es oportuno.

Mas hijo es de José, del carpintero,
un obrero modesto, y fue alumbrado
en una pobre cuna de Belén.

Dicen que es impostor, aventurero.
¿No saben que su ciencia ha deslumbrado
a los doctores en Jerusalén?

La boda preparada con cuidado
atrae a mucha gente para ver
al nazareno, va a comparecer
de amigos y familia rodeado.

María observa al novio atribulado,
carece de lo que ha de menester,
piensa que es por Jesús, al atraer
más personas del número esperado.

Ella insinúa a su hijo omnipotente:
No tienen vino. Él dice no es su hora..
Haced lo que Él os diga. Y Él ordena
que llenen de agua cada recipiente.

Con su divinidad transformadora
convierte el agua en vino, en Nochebuena.

La manifestación de su deidad
es necesaria, es su confirmación,
hace en la boda la revelación
del celestial poder y majestad.

Fue por María, por su caridad,
este primer milagro, mediación
que esclareció la gloria, es su misión
el ser corredentora en la Unidad.

La Nueva Alianza es signo de esponsales,
en Cristo se hace amor en este vino,
compromiso del Padre en su Largueza.

Los discípulos ven las credenciales,
descubren que es Jesús el Ser divino,
se abre su fe a la luz, a la certeza.

Resucita Jesús al tercer día
de su muerte en la cumbre del Calvario,
vence en la Cruz al máximo adversario
y ofrece su continua cercanía.

Él cumple la sagrada profecía
y nombra a cada apóstol emisario
de la Palabra y fiel depositario
de sus dones, su eterna legacía.

En bautismo en el agua es ahora en Fuego
del Espíritu, es gracia concedida
que redimió la culpa y nos bendijo.

Es renacer al místico sosiego
de la esencia del Reino, recibida
del Espíritu Santo, Padre e Hijo.

La oración de Jesús en el huerto

 

Finalizado el cántico y la cena
hacia Getsemaní se encaminaron,
las sombras de la noche enmascararon
los rostros demudados por la pena.

Llevaban de tristeza su alma llena.
Ocho, a la entrada, para orar quedaron;
Pedro, Santiago y Juan acompañaron
a Jesús. Empezaba la condena.

Se alejó de ellos pálido, afligido,
de hinojos se postró, la frente en tierra,
y elevó al Padre bueno su plegaria.

Estaba atribulado, decaído,
y su materia, que a existir se aferra,
pedía su razón originaria.

Jesús medita brutalmente herido,
rasgado por contrarios sentimientos
de olvido o redención. Sus pensamientos
viajan de gloria a oprobio. Está aturdido.

Pedro, Santiago y Juan ya se han dormido
y Cristo les reprende. Sus tormentos,
las causas de profundos sufrimientos,
son vilezas del hombre redimido.

Ruega al Padre le exima del martirio
le aparte el cáliz portador de Cruz,
le salve de la muerte y la agonía.

Suda sangre abrumado en su delirio,
y dice, al recibir de Dios la luz,
haré tu voluntad y no la mía.

Bajo el anciano olivo, con horror
al cruento final, al sacrificio,
de rodillas, humilde, es su cilicio
apurar el acíbar del dolor.

No hará su voluntad porque es Amor.
Y su carne, rebelde ante el suplicio,
enrojece su arcilla, el edificio
que sufrirá su Cruz de vencedor.

Estalla la liturgia del perdón,
Es carmesí holocausto al trasvenarse.
Será mártir por todos sus hermanos.

Es la primera sangre de Pasión.
Él es el alto precio y al donarse
abre la salvación a los cristianos.

La flagelación del Señor

 

Los azotes desgarran su figura
con la mano brutal de la injusticia,
del desprecio, del odio y la malicia
de un mundo anonadado en su hermosura.

Es un surco sangrante su ternura.
Esparce la semilla, la primicia
del fruto inmaculado. La sevicia
del látigo su génesis madura.

Se somete al martirio con valor.
Su silencio es la voz de enamorado
eximiendo al amado del castigo.

Atado a la columna del dolor,
el cuerpo malherido, lacerado,
es oblación de excepcional amigo.

Le fustigan con fuertes latigazos,
le flagelan con pesos en la cuerda.
Cesan de cuando en cuando, que no pierda
la vida por continuos cimbronazos.

Le arrancan piel y carne en mil pedazos
los sádicos soldados, y así muerda
su humillación, el barro le remuerda
y afirme que Satán le ató en sus lazos.

Pilatos sólo intenta complacer
a los que actúan alevosamente
por orgullo, codicia y vanidad.

No desea valerse del poder
para causar la muerte a un inocente
que insiste, torturado, en la Verdad.

Le despojan de humana dignidad,
amancillan su honor y su derecho
como persona libre. Y por su pecho
surge el oasis de la caridad.

Es enorme su celo y su bondad.
No permite en su ánimo el despecho
por lesiones y ofensas que le han hecho
y con su sangre sella su piedad.

Subsiste, solitario, abandonado,
su pueblo ya ha elegido a Barrabás,
y ha pedido que a Él le crucifiquen.

Desvalido, maltrecho, ensangrentado,
va al sacrificio, sin volverse atrás;
llegará el día en que le glorifiquen.

La Resurrección del Señor

 

Sus fieles seguidores, sus hermanos,
volvieron al cenáculo afligidos,
asustados, temiendo ser cogidos
y recibir la muerte por villanos.

Van a ungir el cadáver con sus manos
las mujeres, ahogando sus plañidos,
no están todos los ritos conseguidos
y piensan que los riesgos no son vanos.

Al llegar al sepulcro se asombraron
por encontrar la piedra removida
y a un ángel que les dice: No está aquí.

Alteradas, corriendo, se alejaron
con el alma exaltada, conmovida,
a ver entre los vivos al Rabbí.

Jesucristo se muestra a las mujeres,
les anuncia su marcha a Galilea,
que lo digan sin miedo a la asamblea,
allí se informarán de sus poderes.

Todos dudan, pues son los pareceres
femeninos, y su dolor sortea,
con locas fantasías, la marea
de impaciencias, deseos y quereres.

Juan y Pedro deciden comprobarlo.
Allí estaban los lienzos recogidos
y el sepulcro vacío, abandonado.

Los soldados dispuestos a velarlo
huyeron del lugar, despavoridos,
¡el Mesías había resucitado!

Los once a Galilea se encaminan
al cerro que Jesús les ha indicado,
cuando le ven venir, resucitado,
ante su gloria espléndida se inclinan.

Cuarenta días junto a Él se hacinan,
les promete que siempre irá a su lado,
que no teman, poder le ha sido dado,
sus palabras la inmensidad dominan.

Su mandato es que vayan por el mundo
bautizando en la Santa Trinidad
y salvando a las almas en su nombre.

Enviará al Espíritu fecundo
que con sus siete dones da la paz
y diviniza el ámbito del hombre.

La Ascensión del Señor a los Cielos

 

Jesucristo, el Ungido, sube al cielo,
deja al mundo en su paz, su cercanía,
en cuerpo y sangre está en la Eucaristía
y es el sustento del piadoso anhelo.

Arrastra con la estela de su vuelo
la esclavitud y la melancolía,
recuperan los seres la alegría,
convierte en esperanza el desconsuelo.

Por milagro de amor se da cautivo
en el pan y en el vino consagrados;
es el legado de su despedida.

Por su entrega total bajo el olivo
enraíza en desiertos rescatados
y es el Camino, la Verdad, la Vida.

¡Resucitó! ¡Jesús resucitó!
¡Aleluya! ¡Hosanna en las alturas!
Ha encumbrado la tierra a las venturas
perdidas por la carne que pecó.

En el principio Dios lo prometió.
Su brisa recorrió zonas oscuras,
y su espíritu en las entrañas puras
de la Virgen María se encarnó.

Asciende victorioso el Sembrador,
su deidad ha quedado esclarecida,
es el Mesías Bienaventurado.

Es el Hijo alabado, el Redentor
del alma esclavizada, envilecida
en el abatimiento del pecado.

Nació Jesús del barro desahuciado
con energía resucitadora,
fue rocío engendrado en alta aurora,
es príncipe en el árbol venerado.

Sobre montes y mares se ha elevado
dejando la Señal libertadora,
en el Sagrario es Vida ensalzadora,
y a la diestra de Dios está sentado.

Es justicia en la bóveda celeste,
vestido de poder y majestad,
y su nombre supera todo nombre.

Es Rey de Norte a Sur, de Oeste a Este,
espléndido derrama caridad
y reza alegre el corazón del hombre.

Emma-Margarita R.A.-Valdés, Asturias, 19??

Eres mi amor

 

Eres sol que me abrasa y me ilumina.
En mi vida eres luz, eres color.
El fuego de tu imagen me fascina.
Eres mi amor.

Eres aire que llena mi universo,
aventas mi tristeza y mi dolor,
en tu dulce fragancia vivo inmerso.
Eres mi amor.

Eres agua que absorbo en mi sequía,
me inundas de energía, de vigor,
sin tu exquisita fuente moriría.
Eres mi amor.

Eres tierra, la tierra que me forma,
yo sería ceniza sin tu amor,
tu presencia me crea y me transforma.
Eres mi amor.

Compartamos la vida en el camino
que nos lleve a gozar de su esplendor,
cogidos de la mano, hacia el destino,
vivamos nuestro amor.

Sueño

 

Cubría tu imagen un tupido velo,
tejido con odio, rechazo y despecho,
se rompió en mi sueño, volviste a mi lecho,
y brilló en la noche tu rostro en mi cielo.

Desperté feliz, gozando el consuelo
de amar tu presencia y aceptar el hecho
que vivo muriendo por tu ruin cohecho
de risas, caricias, dolor y recelo.

De nuestra pasión, de nuestra amargura,
de tu frialdad, de mi amor vehemente,
de tu sensatez y de mi locura,

quedó un buen recuerdo: una ilusión pura,
un fértil oasis en mi arena ardiente,
un lúcido sueño en mi noche oscura.

Lágrimas

 

Sus ojos eran mi luz,
mi cielo estaba en sus sueños,
bebía el mar de sus labios,
caminaba en su sendero.
Un extraño maleficio
destruyó mi firmamento,
vagué sin meta, sin rumbo,
con mi dolor, con mi infierno.
Lágrimas de amor y ausencia
apagaron aquel tiempo,
sólo queda la ceniza
fría y muda de un recuerdo.

Otra luz brilló en mis ojos,
alada ascendí a su cielo,
y su oleaje salobre
rompió en mi cantil desierto.
Pero un vendaval sombrío
deshojó, heridos, mis pétalos.
Dolor de cristal y espinas
palpita en mis sentimientos.
Hoy mis lágrimas son brasas
que avivan mi fuego interno.
¿Serán mañana ceniza
fría y muda de un recuerdo?

Algarabía

 

Quiero alcanzarte con la algarabía
del alma enamorada que te aclama,
en mi alminar te nombra cada día
y en quejidos y hosannas se derrama.

Quiero ser el jazmín de tu alegría,
alcacel en sazón, sumisa grama,
flor de arrayán, espléndida ataujía,
luminoso arabesco de tu llama.

Cantaba el muecín y el minarete
esclareció tu voz en mi atalaya.
Hoy mi alfanje a tus manos se somete.

¡Rompiste mi cadena y mi grillete!
¡Rasgaste el triple velo de mi playa!
Y quiero ser tu esclava, tu juguete.

Tu cumpleaños

 

Hoy es tu cumpleaños.
En una noche clara,
tú, sueño acariciado,
fuiste el niño del alba. (fuiste niña del alba).

En un precioso día
colmado de esperanza
floreció tu semilla
para el fruto del alma.
Se alborozó tu barro
al soplo de la gracia
y tu conjunto extraño
llenó toda la casa.
Te acunaba el asombro,
tierna carne engendrada,
y tus abiertos ojos
eran milagro y dádiva.
Tu párvula sonrisa
fue suspiro en la estancia;
tu grata cercanía
alejó la nostalgia.

Han pasado los años
rápidos como el viento,
como el fulgor del rayo
en la noche de invierno.
Tú sigues siendo el niño (Sigues siendo la niña)
del más amado tiempo,
tienes calor bendito (mantienes lozanía)
de tu primer ensueño.
Aunque ha crecido el alma
y la mente y el cuerpo,
está el niño del alba (va la niña del alba)
palpitando en tu pecho.
Y sigues siendo noble,
y sigues siendo bueno, (sigue libre tu vuelo,)
en averno que rompe
tu cósmico universo.

Celebramos el día
feliz de tu llegada,
la noche amanecida
con tu mañana cálida.
Campanadas de gloria
conmovieron las lágrimas,
hoy resuenan sus ondas
por ti, niño del alba. (por ti, niña del alba)

Que sigas muchos años
siendo el niño del alba, (siendo niña del alba,)
valiente, ilusionado, (asoma el dulce encanto)
con tu mirada franca. (de tu mirada franca)
Y cuando seas viejo (Cuando pasado el tiempo)
y tu cabeza cana, (llegues a la edad blanca)
conserva intacto el cielo
diáfano de tu infancia.

Déjame ser tu madre

 

No desertes del valle de tu origen,
no me apartes del cauce de tu río,
yo soy el lecho fiel para tu curso
desde la fuente al mar de tu destino.

La primavera tuya, que me hiberna
en el rincón helado del olvido,
tiene flores lozanas que son frágiles
y suelen deshojarse al primer frío.

Continúo aguardando por la aurora
el calor que evapore tu neblina,
almaceno la miel de mis panales
instalados en campos de tu herida.

No me marchitare en el crudo invierno
porque mis viejas hojas son espinas
hechas perennidad por tanta espera
de tu amor congelado en las orillas.

En la sabiduría de tu otoño,
con tu buen corazón de oro macizo,
volverás a buscar en tus raíces
la dirección exacta del camino.

Por eso abrigo quieta, sosegada,
la fe en tu despertar del cuento efímero,
el final de tus cándidas quimeras,
el cese de volcánicos delirios.

Intuyo tus cascadas, tus corrientes,
el discurrir del agua en tu crecida,
déjame ser tu madre y compartir
con cariño tus penas y alegrías.

En la festividad de tu mirada,
calmada la tormenta del estío,
gozaremos, al sol de eternidad,
la dicha de sentirnos madre e hijo.

El sexo

 

I – Iniciación

Nací con la inocencia original,
mis ojos ciegos, virgen mi lenguaje,
nací desnuda, libre de equipaje,
a cumplir un destino universal.

Por mi sexo dictaron mi final
y por él se orientó mi aprendizaje,
de este modo fue el único bagaje
valioso en este infierno terrenal.

Desdeñaron la fuerza de mi mente
y mi rico tesoro espiritual,
valuaron mi carácter animal,
el que unifica enamoradamente,
para darme una vida desigual
regida por un código sexual.

 

II – Esplendor

Crecí teniendo al sexo como guía,
como el eje importante de mi ser,
crecí bajo su influjo y su poder,
esclava de su enorme tiranía.

Sólo en él se midió mi valentía
y por él repudiaron mi saber,
el pensar, gobernar u obedecer
dependió de sexual anatomía.

Fue el sexo mi obsesión de juventud,
predominó en mis noches y mis días,
fue el causante de penas y alegrías,
el origen de toda mi inquietud,
de dudas metafísicas sombrías
y de mis ignorantes rebeldías.

 

III – Madurez

Alcancé la experiencia con la edad,
cuando el alma domina los sentidos
y la mente recorre conocidos
senderos de mentira y de verdad.

Sexo es, en juventud, fogosidad;
en madurez, placeres añadidos
a una vida con otros cometidos
por encima de la sexualidad.

Olvidemos el sexo en el futuro,
edifiquemos nueva humanidad
cimentada en amor y en igualdad,
que el sexo no construya un necio muro
limitador de ciencia y libertad
y el alma sea nuestra identidad.

Cuando todo se rompe

 

Cuando todo se rompe,
cuando grita el silencio,
cuando ahogan las lágrimas
por el dolor intenso,
sin decir nada a nadie,
sin lanzar un lamento;
cuando las noches pasan
sin conciliar el sueño
y con el nuevo día
se sabe un dolor nuevo;
cuando todo es mentira,
cuando el mundo es tormento,
cuando se ruega al aire
que se abra un nuevo cielo
derramando su luz
sobre el profundo infierno,
y sigue todo oscuro,
y sigue todo negro,
y ya no hay esperanza,
y ya no hay sosiego,
es cuando en el espíritu
renace el firmamento.

Emma-Margarita R.A.-Valdés, Asturias, 19??