En amargo cáliz de fortuna esquiva | Poema de David Pérez Pol

En amargo cáliz de fortuna esquiva
renace el odio viejo por barriadas
y aquella salmuera, del rencor cautiva,

es la sed de tribus tiempo ha enfrentadas
que la inquina del disturbio aviva
en el pecho de plebes atribuladas.

Ya la antorcha de los ciegos le priva
al paisaje su calma y su hondura,
su fuste, su ternura, su paz festiva.

Ya poco o nada queda de la locura
que fue la hazaña de un Nuevo Mundo
cuya negada simiente aún perdura.

Ya poco o nada saben de lo fecundo
estas manos que olvidaron la proeza
que hicieron esta España y su difundo,

pues ahora todo es ira y es pereza,
desagravios, tributos y exigencias,
un venir e ir cual pollo sin cabeza,

un negar y un exigir indulgencias,
una selva de ideales criminales,
un páramo repleto de apariencias

que no son más que fantasmas abisales
embriagados de odio y de venganza
destruyendo las columnas capitales

que sostienen del templo la balanza
que pone coto a la fiera que nos yerra,
y del huerto es riego y, cómo no, labranza.

Tantos locos que por regalarnos guerra
serán prontos al fragor de la batalla
viendo cesar su vigor bajo esta tierra

que tanto sabe de plomo y de cizalla,
donde huestes comunistas van sembrando
el pregón de la cornada del canalla.

Sabe de los tibios su callar callando,
de los necios ignorantes su impostura,
de los usureros su prestar dañando,

de los viejos su cansancio de aventura,
de otros su comodidad adocenada,
de tantos la mala fe de su premura,

de unos pocos su virtud desorientada
y del resto su vivir atormentado
por las liendres de una vida mal guiada,

y así, con poco, se avienta lo minado
por la horda canalla de estos libertos
que bajo cuerda pactaron lo votado;

y así la franja horaria de los muertos,
crepúsculo de periplos y oraciones,
nos acerca, pues, a la hora de los tuertos

en la que vivir de falsas erecciones,
de inyección letal si eres deprimido,
de arder banderas si buscas emociones,

de hacer del sexo un gran malentendido,
de asaltar lo ajeno en busca de lo propio,
de dar pábulo a la inquina del bandido

y en lo ludópata brindar el nuevo opio;
hacer del vientre el oprobio de un cadalso
y en lo ganado con sudor humo y expropio;

un lugar donde la igualdad de lo falso
reine con premeditada alevosía
dando talio en abuso de Paracelso

y de chistera sacar disentería,
tan obligada por ojos sin pupila,
mientras sin leche queda la lechería

y el esfuerzo de años se trasquila
en pos del viejo retorno de lo jázaro
que conduce aquello que nos descarrila.

Cercano el apagón del viejo faro
sobreviene el Nirvana del sablista
y se unge al sacerdote de lo avaro

dictando lo que sea o no altruista
sometiendo a los que menos ceros tengan:
a la diestra las bondades del sofista

y a siniestra los que no se avengan
a honrar la fría pezuña que asoma
bajo la dalmática de los que arengan

dando cocaína a siervos con diploma
-veleidades con las que perder el tiempo
en el cieno donde rige la carcoma-.

Habrá quien festeje el giro en trompo
a un mundo empobrecido y sin fronteras
mientras los cuervos velan este Olimpo

en el que falsa alborada es quimera,
gemela en todo y en nada cierta
de aquella luz única y verdadera.

Tiempo de penitencia, inicio de reyerta,
dolor, pobreza, rabia, enfrentamiento
en esta desterrada estrella muerta

que al profeta hiela en desaliento
y da alas al proxeneta maricón
que con la infancia frágil hace sustento.

¿Qué miedo, qué traición porta en su zurrón
el tenebroso mensajero? ¿Qué cielo
tan aciago trae al buitre cimarrón

en su ansia criminal de animal en celo?
¿Cuál el último eslabón de esta cadena?
¿Cuál será el primer peldaño tras el velo?

Poco más puedo contar de esta condena,
sólo asegurar que habrá los que alimenten
el veneno de las sierpes, su gangrena,

y los que, Domenico, alivien y alienten
la fe de caminar sobre tales guadañas
como sobre la mar los que lo intenten.

 

del libro Fulgor en la oscuridad