I.
Despliegue de la ontología hegeliana desde la doctrina de los Tres Géneros de Materialidad:
Ontología del materialismo filosófico | Ontología de la filosofía de Hegel | |
Ontología especial (Mi) | Primer género (M1) | Naturaleza |
Segundo género (M2) | Espíritu | |
Tercer género (M3) | Idea (Lógica) | |
Ontología general (M) | Materia (M) | ∅ (conjunto vacío) |
«Los grandes individuos, pues, los que aprehenden este contenido universal superior y hacen de él su fin; son los que realizan el fin conforme al concepto superior de espíritu. En este sentido hay que llamarlos héroes. No hayan su fin y su misión en el sistema tranquilo y ordenado, en el curso consagrado de las cosas. Su justificación no está en el estado existente, sino que otra es la fuente de donde la toman. Tómanla del espíritu, del espíritu oculto, que llama a la puerta del presente, del espíritu todavía subterráneo, que no ha llegado aún a la existencia actual y quiere surgir, del espíritu para quien el mundo presente es una cáscara, que encierra distinto meollo del que le corresponde.» (Hegel 1989: 91)
Por otro lado, el motivo por el que Hegel carece de una ontología general se debe a que su filosofía niega la trascendencia de Dios respecto del mundo, pero lo hace colocándolo dentro de la ontología especial, cuestión que le impide distinguir el plano ontológico-general del plano ontológico-especial. En concreto, reduce la ontología general (M) al segundo género de materialidad M2 (sujeto Absoluto) con lo que termina negando el Ser (la materia ontológico-general) como realidad que es diferente del Mundo (M = M2) debido a que Dios se realiza en el Mundo y, en tanto que esto sucede, la ontología general sólo puede manifestarse como lógica que funciona dentro del sujeto M2, es decir, la sustancia es sujeto. El Ser sin el Ente (mundano), no es nada (M⊂ Mi). Hegel no siente la necesidad de acudir a un Dios anterior y exterior al mundo que, por ejemplo, conceda la vida a los organismos, porque su Dios opera como aquello que termina de completarse con posterioridad a la realidad, pues se desarrolla a través de la naturaleza y se hace presente a sí mismo como subjetividad interior que se convierte en el centro ontológico del mundo: en la sustancia alojada en el sujeto espiritual. Desde los dominios de ontología especial, se puede percibir claramente que Hegel minusvalora M1 (lo incluye dentro del espíritu) y por consiguiente define la individualidad subjetiva M2 en términos de individualidad universal M3, sobre todo en el hecho de que acaba concibiendo M3 a partir de su correspondencia con M2. Claro está que Hegel cae en el idealismo, pues se trata de una concepción ontológica especial que adjudica al segundo género de materialidad un papel dominante y totalizador a la hora de realizar los análisis filosóficos. No obstante, habría que matizar porque en Hegel no se trata de un idealismo espiritualista (al estilo de Fichte, en el que M2 se identifica con M1), sino más bien de un idealismo objetivo porque la sustancia, como tercer género de materialidad M3, queda insertada en la subjetividad M2. El idealismo objetivo hegeliano M2 conserva su complexión inmanente a la vez que actúa como representante de M3. La metafísica Hegeliana se muestra aquí como un tipo específico de monismo mundanista que se expresa en términos de formalismo secundario porque (M1 ⊂ M2) y (M3 ⊂ M2), de ahí que (M1 ∧ M3) ⊂ M2, entonces Mi = M2. A la vez que (Mi⊂ M)∧(M ⊂ Mi): cuyo resultado final es, por la relación de inclusión, que M = Mi. Dado que tenemos que Mi=M2 y que M=Mi, se deduce que M=M2. En este caso es fácil ver que el segundo género de materialidad actúa como una ligadura que conecta la ontología general y la ontología especial, ya que todo tipo de materia, tanto la naturaleza como la sustancia, está incluida en M2. Es precisamente en este punto crucial donde el idealismo objetivo hegeliano se opone drásticamente al materialismo filosófico, pues en éste último los tres géneros de materialidad son irreductibles de forma definitiva entre sí (ya que entre ellos median relaciones constantes de contradicción dialéctica) y, además, se distingue entre una ontología general y una ontología especial en las que (Mi ⊂ M) pero (M ⊄ Mi), por lo que M ≠ Mi: por consiguiente, al agotar todas las variables de Mi obtenemos que M ≠ M1, M ≠ M2 y M ≠ M3. En resumen a esta parte, las dos principales incongruencias de la metafísica hegeliana quedan explícitas, por un lado, al defender un monismo mundanista en el terreno de la ontología general y, por otro lado, al respaldar un idealismo objetivo que acaba traduciéndose en un formalismo secundario en lo relativo a la ontología especial. Con respecto al primer problema, la consecuencia inevitable es el holismo metafísico en el que «todo está relacionado con todo», porque M2recoge de forma homogénea y unitaria todos los géneros de materialidad. En Hegel, en última instancia todo reside en M2, sin distinciones entre los distintos géneros y sin separaciones entre los mismos, y desde las coordenadas del materialismo filosófico la materia ontológico general se rige por el principio de symploké platónico en el que «algo está relacionado con algo», puesto que si mantenemos un holismo metafísico la realidad se torna incognoscible. Con respecto al segundo problema, en el idealismo objetivo, como ya se expuso anteriormente, se desprecia M1 y se incluye M3 en M2, por lo que cabe destacar que ésta es una posición que otorga la supremacía ontológica a la forma en lugar de a la materia. Al filtrar dicha posición a través de las coordenadas materialistas el resultado final es un formalismo ontológico secundario que no respeta, en primer lugar, la inconmensurabilidad de los tres géneros de materialidad, en la que ninguna de las tres materialidades puede ser completamente agotada en cualquiera de las otras dos y, en segundo lugar, el hecho de que para el materialismo filosófico los tres géneros de materialidad son, más materia que forma, pues las posiciones basadas en la preponderancia de la forma (el espíritu es más real que la materia) tienden a la concepción del mundo como realidad unitaria. Definitivamente, el caso de Hegel es un formalismo secundario (a pesar de parecer, por las razones argumentadas con anterioridad, un formalismo terciario) que anula la inconmensurabilidad y la dialéctica existente entre los géneros de materialidad a la vez que quebranta la lógica de la symploké para abrazar el holismo metafísico. En conclusión, las incoherencias internas de la ontología hegeliana son: 1) Monismo mundanista en ontología general: la Materia (M) es una Unidad incluida en el Mundo (Mi): M=Mi. 2) Formalismo secundario en ontología especial: el Mundo (Mi) es una Unidad que se incluye toda ella en el segundo género de materialidad (M2): Mi=M2. 3) Ontología basada en el holismo metafísico en lugar de la symploké: en la realidad «todo está conectado con todo» en lugar de que «algo está conectado con algo».Despliegue de la ontología lacaniana desde la doctrina de los Tres Géneros de Materialidad:
Ontología del materialismo filosófico | Ontología de la filosofía de Lacan | |
Ontología especial (Mi) | Primer género (M1) | ∅ (conjunto vacío) |
Segundo género (M2) | Imaginario, Inconsciente (simbólico) y Real (sujeto vacío, |
|
Tercer género (M3) | Simbólico | |
Ontología general (M) | Materia (M) | ∅ (conjunto vacío) |
Relaciones entre forma y materia en el materialismo filosófico | Correspondencias |
Materia sin forma | M (ontología general) |
Materia con forma | Mi = (M1, M2, M3) – (ontología especial) |
Forma sin materia | ∅ (Inconsciente psicoanálisis) |
Ni forma ni materia | ∅ |
«…dos concepciones ontológicamente disyuntas: la primera corresponde claramente a una concepción que podríamos llamar inicialmente (en primer grado) mundanista, por cuanto, si nos atenemos a su sentido, lo que en ella se afirma es que los géneros mundanos están incluidos en la Idea de Materia (Mi ⊂ M), pero, a su vez, que la Idea de Materia no rebasa ese ámbito mundano, sino que se le pliega, «como el guante a la mano» o como el concepto de fruta a las cerezas y peras (M⊂ Mi). La segunda fórmula corresponde a todo tipo de concepciones que partiendo, desde luego, de la inmersión de los materiales mundanos en la Materia ontológico-general (Mi ⊂ M), defienden la regresión real de la Idea de materia y, por tanto, la tesis de que la Materia ontológico-general no puede considerarse como reducida a las materialidades cósmicas (M ⊄ Mi). Llamaremos materialismo, en el sentido ontológico general, a este tipo de concepción» (Bueno 1972: 72)
Al reunir todo lo analizado hasta ahora, con la intención de percatarnos de una forma más esquemática del proceso critico-racional que se recorre en el análisis etic de la ontología de Lacan, en un principio habría que decir que el psicoanalista francés parte de una aparente distinción entre la ontología general (Real) y la ontología especial (imaginario, simbólico) para, por medio del recorrido mostrado, terminar confirmando que no hay distinción alguna entre el plano general y el especial, pues finalmente lo Real se expresa (a través del formalismo secundario) por medio del sujeto vacío (Ontología del materialismo filosófico | Ontología de la filosofía de Lacan | |
Ontología especial (Mi) | Primer género (M1) | ∅ (conjunto vacío) |
Segundo género (M2) | Imaginario ∧ Inconsciente (simbólico) | |
Tercer género (M3) | Simbólico | |
Ontología general (M) | Materia (M) | Real |
Ontología del materialismo filosófico | Ontología de la filosofía de Lacan | |
Ontología especial (Mi) | Primer género (M1) | ∅ (conjunto vacío) |
Segundo género (M2) | Imaginario, Inconsciente (simbólico) y Real (sujeto vacío, |
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Tercer género (M3) | Simbólico | |
Ontología general (M) | Materia (M) | ∅ (conjunto vacío) |
Despliegue de la ontología de Žižek desde la doctrina de los Tres Géneros de Materialidad:
Ontología del materialismo filosófico | Ontología de la filosofía de Žižek | |
Ontología especial (Mi) | Primer género (M1) | ∅ (conjunto vacío) |
Segundo género (M2) | Imaginario, Inconsciente (simbólico) y Real (sujeto vacío, |
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Tercer género (M3) | Simbólico | |
Ontología general (M) | Materia (M) | ∅ (conjunto vacío) |
«Este espacio simbólico actúa como parámetro respecto del que puedo medirme. Por eso el gran Otro puede personificarse o reificarse en un simple agente: el «Dios» que vigila desde el más allá, a mí y a cualquier persona existente, o la causa que me compromete (Libertad, Comunismo, Nación), por la que estoy dispuesto a dar la vida. Mientras hablo, nunca soy un «pequeño otro» (individual) que interactúa con otros «pequeños otros»: el gran Otro siempre está ahí.» (Žižek 2008: 19)
Obviamente, desde el materialismo filosófico el gran Otro se desenvuelve (emic) en el tercer género de materialidad (M3), puesto que se desarrolla sobre un plano suprasubjetivo en el que existen «leyes» objetivas que condicionan los enlaces intersubjetivos, es decir, al expresarlo desde una perspectiva gnoseológica, las operaciones conductuales de los sujetos no deben ya ser analizadas meramente en la escala beta operatoria, sino que tienen que ser tratadas en el entorno de los análisis alfa operatorios. Una vez que el gran Otro (término procedente de Lacan) de Žižek queda definido, ya es posible notar cómo la ontología zizekiana va apropiándose de la estructura ontológica hegeliana, pues inmediatamente lo identifica con la sustancia de Hegel y también con la segunda naturaleza.«Hegel narra la historia de cómo el Otro, la sustancia social, una y otra vez desbarata ese proyecto y lo pone cabeza abajo.» (Žižek 2001: 85) «Y otro tanto sucede con la sustancia social en sí, con el orden positivo de la Sittlichkeit, el «gran Otro» lacaniano, que es precisamente nuestra «segunda naturaleza»: el «espíritu objetivo».» (Žižek 2001: 98) La equivalencia entre el gran Otro y la sustancia (que en Žižek es interpretada como sustancia social) es el punto de partida para ir observando cómo la ontología zizekiana dispone los conceptos ontológicos lacanianos sobre la estructura ontológica hegeliana. Si desde las coordenadas materialistas la sentencia «la sustancia es sujeto» fue denominada como idealismo objetivo (en el que M3 ⊂ M2), la posición zizekiana en última instancia sigue el mismo camino marcado por Hegel al incluir el gran Otro (la sustancia) dentro de la subjetividad del sujeto M2. No obstante, hay que decir que en Žižek existen dos maneras distintas de incluir el gran Otro en la interioridad del individuo. En la primera, el idealismo objetivo es usado para explicar el sostenimiento continuo del status quodel sistema capitalista (1), mientras que, en la segunda, el mismo idealismo objetivo es también empleado para postular y justificar la revolución contracapitalista (de corte comunista) futura (2). 1) En lo que concierne al primer modo de incluir M3 en M2, Žižek interpreta la sentencia «la sustancia es sujeto» a través de la «negación de la negación» hegeliana. En la primera negación el sujeto pretende imponer su proyecto subjetivo particular sobre la sustancia social con el objetivo de negarla, mientras que en la segunda negación la sustancia social engulle al sujeto individual dentro de sí.«De los últimos dos ejemplos surge con claridad que la concepción hegeliana del Absoluto «no solo como sustancia, sino también como Sujeto» denota exactamente lo contrario de lo que parece significar (que el Sujeto Absoluto absorbe o integra la totalidad del contenido sustancial mediante su actividad de mediación): ¿acaso Hegel, en la fenomenología del espíritu, no nos describe reiteradamente el fracaso repetido de los esfuerzos del Sujeto por realizar su proyecto en la sustancia social, por imponer su visión al universo social? Es decir, Hegel narra la historia de cómo el Otro, la sustancia social, una y otra vez desbarata ese proyecto y lo pone cabeza abajo… la respuesta verdaderamente hegeliana es que sencillamente no hay tal «Sujeto Absoluto»… La «sustancia Sujeto» significa precisamente que este movimiento de autoengaño, por medio del cual un aspecto particular afirma de sí mismo que es el principio universal, no es un movimiento externo a la sustancia, sino constitutivo de ella… Por esta razón, la negación de la negación hegeliana no constituye un retorno mágico a la identidad después de la experiencia dolorosa de la escisión y la alineación, sino la venganza del Otro descentrado contra la presunción del Sujeto: la primera negación consiste en el movimiento del Sujeto contra la sustancia social (en su acto «criminal» que perturba el equilibrio sustancial) y la subsiguiente negación de la negación no es más que la venganza de la sustancia. »(Žižek 2001: 85-86)
En este caso, el gran Otro (sustancia social) hace alusión a un sistema político, económico e ideológico que ya está establecido y arraigado en la sociedad y obliga al sujeto individual a asumir las directrices simbólicas que gobiernan el panorama social. Cuando el individuo intenta imponer sus propias normas, al final no le queda otro remedio que aceptar para sí las reglas externas (sustanciales) M3. Según Žižek, esta es la manera que tiene el sistema capitalista actual de mantener y preservar su status quo, porque el sujeto particular desaparece como sujeto original o diferenciado para fundirse y alinearse con la masa social homogénea. El sujeto particular no posee una identidad diferenciada de la sustancia y por tanto no es algo que esté fuera de ella, sino que es él mismo una pequeña parte que la constituye. El gran Otro sustancial se compone a partir de la suma de todas las percepciones subjetivas y el sujeto no existe porque cada uno de ellos es igual entre los demás. Todos los individuos, como partes individuales, son iguales entre sí y la suma de todos ellos da lugar a la sustancia. El sujeto sería una copia exacta del gran Otro sustancial, pero dada a una escala de tamaño menor: el individuo particular de la doble negación no existe como tal porque es una pequeña parte representativa de la sustancia social, y este proceso será asociado, como se abordará más adelante, con la alineación del sujeto. En consecuencia, la sustancia social viene definida por el conjunto finito (S1+S2+S3+…) en tanto que la suma de los sujetos indiferenciados es igual a la sustancia homogénea (única). Por este motivo, Žižek se inclina por eliminar al sujeto, (por supuesto siguiendo la línea del sujeto barrado o tachado de Lacan,«También es la razón por la que Lacan afirma: no estoy diciendo para nada que «la política es el inconsciente», sino que «el inconsciente es política». La diferencia es crucial. En el primer caso, el inconsciente es elevado al gran Otro: se postula como una sustancia que domina y regula realmente la actividad política, como sucede con la afirmación de que la verdadera fuerza que impulsa nuestra actividad política no es la ideología o el interés, sino más bien las motivaciones libidinales inconscientes. En el segundo caso, el gran Otro pierde su carácter sustancial, ya no es lo inconsciente porque se transforma en un campo frágil e inconsistente, sobredeterminado por las luchas políticas.» (Žižek 2012: 19)
Cuando Žižek aborda la noción del inconsciente inicia una clasificación epistemológica acerca de las cuatro modalidades que pueden existir a la hora de conocer. En primer lugar, hace alusión a las cosas que sabemos que sabemos, por ejemplo, yo sé que estoy sentado en una silla y a la vez sé que lo sé. En segundo lugar, se refiere a las cosas que sabemos que no sabemos, por ejemplo, yo sé que no sé tocar el violín. En tercer término, acude a las cosas que no sabemos que no sabemos, como puede ser que yo no sé que la mesa que tengo en frente está compuesta por un millón de partículas, no sabía que no lo sabía. Por último, Žižek defiende que existe otra posibilidad en la que podemos no saber que sabemos algo. Pues bien, ese conocimiento que sabemos pero que no nos percatamos que sabemos constituye el inconsciente, porque se trata de una información que se encuentra fuera de la conciencia pero que a la vez reside en nosotros, en nuestro inconsciente, y puede aparecer en un momento determinado, ya sea en la terapia cuando el psicoanalista descubre algo que el paciente no sabía que sabía, como por ejemplo, algún trauma reprimido, o también cuando el sujeto seguidor de alguna ideología realiza pautas y procesos mentales bajo presupuestos que le determinan y que en realidad no sabe que sabe. Hay que decir que Žižek emplea el inconsciente más en este último sentido que en el primero, ya que su atención va mucho más dirigida a desentrañar, y sobre todo a sacar a la luz los contenidos albergados en el inconsciente (las cosas que la sociedad no sabe que sabe) en relación con las determinaciones, condicionamientos y modos de dominación y represión que surgen dentro de nuestros contextos políticos capitalistas.«Pero se olvidó de añadir el cuarto y crucial término: el de lo conocido que no conocemos, es decir, las cosas que no sabemos que sabemos, que es exactamente el inconsciente freudiano, el «conocimiento que no se conoce a sí mismo», como decía el psicoanalista francés Jacques Lacan.» (Žižek 2004: 3)
El inconsciente zizekiano no se construye en base a un progreso que parte desde M2 hasta llegar a M3 (constituido como producto de M2), sino que se trata de un regreso que parte de M3 para llegar a M2 (constituido en este caso al modo de producto de M3). Ello es así porque, al igual que ocurría en el estadio del espejo en el que el sujeto vacío para «rellenarse» tenía que interiorizar a un otro ideal pero no real (como sujeto empírico) que se representaba fuera de él mismo, el individuo en socialización (M2) está tachado (como se vio, no posee una identidad propia porque su Yo particular lo toma de la conciencia social M2 que era lo mismo que la sustancia M3) y para rellenar ese vacío asume los imperativos y directrices socio-simbólicas (preestablecidas de antemano) del gran Otro (M3) ideal e irreal (como sujeto empírico) dentro de sí. El inconsciente se convierte en una entidad subjetiva (M2) portadora de los contenidos simbólicos procedentes del gran Otro (M3) que opera con autonomía propia desde la interioridad mental.«Esta paradoja o reverso es justo el tema del psicoanálisis: el psicoanálisis no trata del padre autoritario que prohíbe el goce, sino trata del padre obsceno que lo manda, y por eso produce impotencia y frigidez. El inconsciente no es secreta resistencia a la ley, sino la ley misma.» (Žižek 1999: 7)
En resolución a este punto, la sustancia social (M3) está incluida en la conciencia social (M2) a través del inconsciente (que a pesar de no estar en la consciencia M2 sigue ubicándose en la interioridad psíquica del sujeto y, por tanto, también dentro de M2). Al recoger todo lo anterior de este apartado, (M1 ⊂ M3) y M3 está incluido en M2 por mediación del inconsciente (M3 ⊂ M2), por lo que (M1∪ M3) ⊂ M2: formalismo secundario en ontología especial (Mi = M2). 2) No obstante, el proceso que acaba de ser expuesto tiene validez solamente dentro del terreno de la sociedad ordinaria actual (capitalista, como veremos) al modo de una explicación a la perseverancia del status quo del sistema capitalista, porque el sujeto al ser él mismo una copia de la conciencia social y, en consecuencia de la sustancia, no puede divergir o desviarse de los imperativos impuestos por el gran Otro y acababa asumiendo inconscientemente sus mandatos simbólicos; acaba alineado, es decir, sin la posibilidad de realizar un acto revolucionario que esté fuera de la normativa social y que le permita aspirar a un sistema político económico distinto. Sin embargo, según la filosofía de Žižek existe una alternativa para dejar atrás la alineación inconsciente, y esta alternativa es la otra lectura de la sentencia hegeliana de «la sustancia como sujeto». En esta segunda interpretación, la ontología zizekiana sí termina por incluir la sustancia en el sujeto particular en lugar de en la conciencia social. Ahora bien, el sujeto sustancial (Absoluto) no es alguien vulgar sino que se trata de alguien puntual y diferenciado del resto, como pueden ser, por ejemplo, el monarca, el presidente o el profeta religioso. En todo caso, en este punto también queda completamente claro que (M3 ⊂ M2), pues la sustancia social (M3) se incluye en el sujeto-monarca (M2). Al expresarlo de una forma más esquemática: Sx = S *Sx = Sujeto (Absoluto) S = Sustancia«La respuesta hegeliana es, en cambio, que en última instancia, los sujetos pueden reconocer el Estado como «su propia obra» únicamente reflejando la libre subjetividad en el propio Estado en el punto del Monarca… De esta dialéctica podemos deducir con nitidez la necesidad que hay tras el doble sentido de la palabra «sujeto»: 1) una persona sujeta al mando político; 2) un agente libre, instigador de su actividad; los sujetos se pueden realizar como agentes libres sólo mediante la duplicación de ellos mismos, sólo en la medida en que «proyectan», trasladan, la forma pura de su libertad en el meollo mismo de la sustancia opuesta a ellos; en la persona del sujeto-Monarca como «jefe del Estado». En otras palabras, los sujetos son sujetos sólo en la medida en que presuponen que la sustancia social, opuesta a ellos en la forma del Estado, es ya en sí un sujeto (Monarca) al que ellos están sometidos, sujetados… Aquí tendríamos que rectificar -o más bien complementar- nuestro análisis previo; el gesto vacío, el acto de conversión formal mediante el cual «la sustancia se convierte en sujeto», no se dispersa simplemente entre la multitud de sujetos y como tal es propio de cada uno de ellos de la misma manera; está siempre centrado en algún punto de excepción, en el Uno, el individuo que asume el idiota mandato de desempeñar el gesto vacío de la subjetivización… Esto es homólogo a Cristo: el sujeto supera la Otredad, la extrañeza, del Dios judío, no mediante la proclamación inmediata de que él es su propia criatura, sino presuponiendo en Dios el punto de encarnación, el punto en el que Dios se hace hombre. Esta es la significación de la llegada de Cristo, de su «Todo está consumado»: para que la libertad tenga lugar, ha tenido que tener ya lugar en Dios como su encarnación -sin ello, los sujetos permanecerían ligados para siempre a la sustancia ajena, atrapados en la red de sus presuposiciones.» (Žižek 2010: 291-292)
En este caso, la sustancia social M3 se incluye en el sujeto particular M2porque el conjunto de reglas simbólicas del gran Otro se encarnan y subjetivizan en un individuo especial y distinto. De nuevo, (M1 ⊂ M3), porque como se mencionó, la corporeidad M1 de los sujetos sociales orgánicos está dirigida por imperativos M3 que se encuentran dentro de M2. Además, el gran Otro M3 se encarna en la subjetividad del sujeto M2 particular especial, de aquí que (M3 ⊂ M2), por lo que (M1 y M3) ⊂ M2: formalismo secundario en ontología especial (Mi = M2). En resolución a los puntos 1 y 2, cualquier formalismo, ya sea primario, secundario o terciario, supone la negación del materialismo filosófico en el plano de la ontología especial al atentar contra la inconmensurabilidad de los tres géneros de materialidad, pues ninguno de ellos puede ser agotado y reducido a través de cualquier otro.«Por consiguiente, toda doctrina que erija un género en plano de resolución (o reducción) de otros es un formalismo ontológico, en cuanto traspasa a los tipos de entidades que (en la doctrina de los tres géneros) asumen el papel de «materia», la función de «formas». Formalismo ontológico significará aquí la doctrina que se caracteriza por la negación del «materialismo cósmico» -y «materialismo cósmico» significará, a su vez, una doctrina que contiene en su desarrollo la negación de los diferentes Formalismos ontológicos.» (Bueno 1972: 150)
En lo que respecta al plano de la ontología general, en un principio parece que la filosofía de Žižek es capaz de mantener una distinción clara entre ontología general y especial, pues lo Real se presenta como aquella materia bruta que no ha sido atrapada por los dominios del lenguaje y de lo simbólico; con lo que desde las coordenadas del materialismo filosófico se podría decir que está haciendo alusión a la materia carente forma (ontología general). Sin embargo, a medida que se profundiza en su lectura se puede apreciar que esta suposición es completamente falsa. En la ontología de Žižek el concepto de lo Real es aquello que no puede ser simbolizado y supone un hueco vacío dentro del orden simbólico, dado que se trata de una realidad bruta, carente de forma (M). No obstante, no consiste tanto en algo que transciende al mundo Mi como en una imposibilidad representativa inmanente que convive dentro de nuestra realidad formal y que además interviene en su configuración (de igual manera que el Dios hegeliano que no posee un carácter trascendente, sino inmanente).«La paradoja del Real lacaniano es, pues, que éste es una entidad que, aunque no existe (en el sentido de «realmente existente», que tiene lugar en la realidad), tiene una serie de propiedades -ejerce una causalidad estructural, puede producir efectos en la realidad simbólica de los sujetos.» (Žižek 2010: 213)
Ahora bien, la ontología zizekiana defiende que el sujeto está tachado («En otras palabras, lo Real no puede inscribirse, pero podemos inscribir esta imposibilidad, podemos ubicar el lugar que tiene: un lugar traumático que es causa de una serie de fracasos. Y en conjunto, la tesis de Lacan es que lo Real no es más que esta imposibilidad de su inscripción: lo Real no es una entidad positiva trascendente, que persiste en algún lugar más allá del orden simbólico como un núcleo duro inaccesible a éste, una especie de cosa-en-sí kantiana; en sí no es nada, sólo un vacío, una vacuidad en una estructura simbólica que marca alguna imposibilidad central. En este sentido es en el que se ha de entender la enigmática frase lacaniana que define al sujeto como una «respuesta de lo Real»: podemos inscribir, circundar el lugar vacío del sujeto a través del fracaso de la simbolización de éste, porque el sujeto no es sino el punto fallido del proceso de su representación simbólica. »(Žižek 2010: 225)
El sujeto (M2), desde sus orígenes, es un espacio vacío que carece de una identidad simbólica propia que surja a raíz de su interioridad subjetiva, es una realidad carente de forma y, en tanto que esto sucede,lo Real (M) se incluye dentro de la subjetividad M2. El sujeto M2 no posee unos rasgos simbólicos propios y, al igual que lo Real (M), se encuentra carente de significación al resultar ser un agujero que se resiste a ser cubierto por la simbolización. Sin embargo, el sujeto M2 necesita una identidad para poder perseverar, y dicha identidad, dado que no la puede tomar a partir de sí mismo, la debe asimilar a partir del gran Otro sustancial M3 exógeno a su subjetividad, es decir, del contenido ideológico-simbólico suprasubjetivo. El sujeto M2, como materia Real sin forma (M), tiene que rellenarse o inscribirse con los contenidos simbólicos de la sustancia M3 para adquirir una identidad. En definitiva, el sujeto M2 es lo Real (M) carente de forma que necesita de lo simbólico M3 para ser una entidad formal.«¿Qué es el «gesto vacío» mediante el cual la realidad bruta y sin sentido se asume, se acepta como nuestra propia obra, sino la operación ideológica más elemental, la simbolización de lo Real, su transformación en una totalidad significativa, su inscripción en el gran Otro? Podemos decir literalmente que este «gesto vacío» postula al gran Otro, lo hace existir. La conversión puramente formal que constituye este gesto es simplemente la conversión del Real presimbólico en la realidad simbolizada, en lo Real capturado en la trampa de la red del significante.» (Žižek 2010: 292-293)
Además, Žižek remarca que aunque el sujeto vacío M2 construya su identidad (se «rellene», adquiera una forma) con las múltiples ideologías del gran Otro M3, esto no quiere decir que ello implique que dicho sujeto deje de estar tachado porque, en su realidad última, siempre habrá que distinguir entre«(…) la distancia entre S y S, entre el vacío del sujeto y la característica significante que lo representa, implica que «cualquier parecido del sujeto consigo mismo es pura coincidencia». No existe absolutamente ninguna relación entre lo real [fantasmático] y su identidad simbólica: ambos son totalmente inconmensurables. De este modo, la fantasía crea una gran cantidad de «posiciones de sujeto», entre las cuales (observando, fantaseando) el sujeto está en libertad de flotar, de pasar su identificación de una a otra. Aquí se justifica hablar de «posiciones de sujeto múltiples y dispersas», en el entendimiento de que estas posiciones de sujeto deben distinguirse del vacío que es el sujeto.» (Žižek 1999: 16)
«El monismo del Ser es, tal como lo estamos exponiendo, la negación misma del materialismo, de acuerdo con el propio sentido clásico de concepto de Materia, que incluye la pluralidad «partes extra partes» (la expresión «monismo materialista» es, en nuestro concepto, una composición tan absurda como el «círculo cuadrado» o el «decaedro regular»)… La razón fundamental por la cual creo que debe ser interpretado como metafísico todo monismo «mundanista» (inmanente o trascendente) es ésta: que semejante sistema sólo puede entenderse como resultado de esquemas metafísicos (sustancialistas) del pensamiento, y no como una conclusión que brota del análisis de la propia realidad mundana.» (Bueno 1972: 77-79)
Al recoger todo lo dicho hasta ahora, con la intención de percatarnos de una forma más esquemática del proceso critico-racional que se recorre en el análisis etic de la ontología de Žižek, en un principio habría que decir que el filósofo esloveno parte de una aparente distinción entre la ontología general (Real) y la ontología especial (imaginario, simbólico) para, por medio del recorrido mostrado, terminar corroborando que no hay distinción alguna entre el plano general y el especial, pues finalmente lo Real se expresa (a través del formalismo secundario) por medio del sujeto vacío M2, que a su vez contiene el gran Otro M3 del capitalismo. Cabría señalar dos momentos a la hora de filtrar la ontología de Žižek por la doctrina de los Tres Géneros de Materialidad. El primero, solo aparente y tras un primer contacto con el análisis, en el que (M ⊄ Mi). El segundo, la conclusión final, resultante del recorrido completo del análisis etic crítico-racional, en la que queda explícita su metafísica, pues (M ⊂ Mi): Momento 1:Ontología del materialismo filosófico | Ontología de la filosofía de Žižek | |
Ontología especial (Mi) | Primer género (M1) | ∅ (conjunto vacío) |
Segundo género (M2) | Imaginario ∪ Inconsciente (simbólico) | |
Tercer género (M3) | Simbólico | |
Ontología general (M) | Materia (M) | Real |
Ontología del materialismo filosófico | Ontología de la filosofía de Žižek | |
Ontología especial (Mi) | Primer género (M1) | ∅ (conjunto vacío) |
Segundo género (M2) | Imaginario, Inconsciente (simbólico) y Real (sujeto vacío, |
|
Tercer género (M3) | Simbólico | |
Ontología general (M) | Materia (M) | ∅ (conjunto vacío) |
II.
Tal y como se advirtió, durante este estudio, en todo momento se está trabajando bajo la conjetura de que la conciencia filosófica zizekiana, lejos de ser una conciencia pura (gnóstica) que se configura al margen de todo tipo de partidismo y cuya única pretensión es la búsqueda desinteresada de la propia verdad en sí misma, se encuentra de antemano políticamente implantada, es decir, los intereses políticos que pudiera poseer la filosofía de Žižek no se agregan de forma subsiguiente a sus intereses filosóficos sino que, más bien, se encuentran en su mismo origen. Ni mucho menos se considera la conciencia filosófica zizekiana como un proceso de reflexión extrapolítico constituido al margen de los posibles intereses particulares, sociales o institucionales que la pudieran condicionar, pues en cualquier caso será tratada al modo de una construcción histórico-cultural que se desarrolla con posterioridad a otras formas de conciencia también históricas y que, en suma, coexiste dialécticamente en el presente sobre un plano cosmopolita e institucional con otras estructuras de conciencia diferentes. Una vez desplegada la ontología de Žižek y puestas a la vista las incoherencias internas que hereda acríticamente de sus antecesores Hegel y Lacan, la atención se centrará en analizar cómo influyen dichos desajustes ontológicos en la articulación del fundamentalismo revolucionario contracapitalista que surge como resultado de la radicalización acrítica de su posición política implantada de antemano. A la hora de estudiar la ontología de Žižek desde su implantación política, aparecen dos maneras distintas de utilizar el idealismo objetivo que le caracteriza. En primer lugar, el idealismo objetivo de «la sustancia es sujeto» es empleado para explicar y justificar el sostenimiento continuo del status quo del sistema capitalista opresor (A). Por otra parte, en segundo lugar, el mismo idealismo objetivo de la «sustancia es sujeto» es también empleado para postular la revolución contracapitalistavenidera liberadora (B). La versión (1) de la ontología zizekiana expuesta en el apartado anterior estará políticamente implantada mediante el enfoque (A), mientras que, por otro lado, la versión (2) de la ontología zizekiana abordada en el apartado anterior se encontrará políticamente implantada a través del enfoque (B): dando como resultado, por una parte la perspectiva (1A) y, por otra parte, la perspectiva (2B). Por tanto, la sentencia Hegeliana de «la sustancia como sujeto», puede explicar dos cosas diferentes en función de si se pronuncia dentro del espacio del sistema capitalista actual (perspectiva 1A) o si se sostiene de cara a la revolución contracapitalista futura (perspectiva 2B). A) En la primera versión de la ontología zizekiana (1), la sustancia social (M3) estaba incluida en la conciencia social (M2) a través del inconsciente (que a pesar de no estar en la consciencia M2 sigue ubicándose en la interioridad psíquica del sujeto y, por consiguiente, también dentro de M2). En este enfoque, (M1 ⊂ M3) y M3 está incluido en M2 por mediación del inconsciente (M3 ⊂ M2), por lo que (M1 ∧ M3) ⊂ M2 y todo ello daba lugar al formalismo secundario en ontología especial (Mi = M2). Al acudir a la cuestión de la implantación política de esta fórmula, el inconsciente constituye el elemento que mantiene y sostiene la alineación del sujeto dentro de la inercia capitalista. Por un lado, porque el individuo contiene en su inconsciente M2 los mandatos del gran Otro que ejecuta de forma autómata y, por otro lado, porque además cree inconscientemente que es libre en sus actos, que es productor de una pragmática propia, exclusiva y original que le diferencia del resto al considerarse al margen de la determinación del gran Otro. En torno a este criterio, Žižek mantiene que Lacan asume que el cogitocartesiano es el inconsciente, en el sentido de que la metodología de Descartes construye un sujeto que es capaz de poner todo en duda y abstraerse por completo de todas las determinaciones sociales del conocimiento, y así disponer de libertad plena para comenzar a pensar la realidad desde cero, como si se tratase de un sujeto no determinado por la sustancia y que está capacitado para pensar de manera completamente autónoma. El sujeto cartesiano desecha primero todo tipo de conocimiento y somete todas las cosas a la duda, después se percata de que la duda es una forma de pensamiento, por lo que se puede deducir que piensa y, a continuación, dado que piensa necesariamente tiene que existir un sujeto que realice esa acción, es decir, tiene que existir un sujeto pensante (cogito, ergo sum). Žižek entiende que el inconsciente hace alusión a todos los procesos psíquicos que hacen creer (falsamente) al sujeto que no está determinado por las directrices simbólicas del gran Otro capitalista y que es capaz de pensar la realidad únicamente a partir de sus propias reglas subjetivas originales. En otras palabras, el inconsciente le hace creer al sujeto que tiene una identidad, es decir, que existe como sujeto, que no está tachado («En síntesis, esta noción sencillamente no «cubre» el aspecto del cogito que lleva a Lacan a sostener que el cogito es el sujeto del inconsciente… Lacan sostuvo que el inconsciente freudiano no tiene nada que ver con la opacidad estructuralmente necesaria e irreducible del trasfondo, del contexto vital en el que estamos insertados los agentes comprometidos desde siempre; el inconsciente sería más bien la máquina racional descarnada que sigue su camino sin tener en cuenta las demandas del mundo vital del sujeto; representa al sujeto racional en cuanto este está originalmente «dislocado», en discordia con su situación contextualizada: el inconsciente es la hendidura que convierte la posición primordial del sujeto en algo distinto del «ser en el mundo»… De este modo también encontramos una solución nueva e inesperada al antiguo problema fenomenológico concerniente al modo en que el sujeto puede desprenderse de su mundo vital concreto y percibirse (erróneamente) como un agente racional descarnado: este desprendimiento solo puede producirse porque desde el principio mismo hay algo en el sujeto que se resiste a su inclusión total en contexto de su mundo vital, y, por supuesto, ese «algo» es el inconsciente.» (Žižek 2001: 75)
El sujeto está vacío o tachado en las sociedades capitalistas porque el gran Otro sustancial M3 piensa por ellos dentro del inconsciente M2, en realidad no existe un sujeto pensante y soberano como tal, pero sí la creencia inconsciente de que el individuo piensa por sí mismo. El desear del sujeto envuelto en los imperativos del capitalismo no nace de sí mismo como si se tratase de un sujeto autónomo cartesiano que es capaz de sentir y conocer fuera de las determinaciones de la sustancia, sino que el deseo del individuo es el deseo del gran Otro que está insertado en su subjetividad inconsciente. Por definición, el sujeto capitalista es un vacío que se sostiene gracias a autoengaños inconscientes que ocultan todos sus traumas y carencias. Desde luego, esta misma dirección es la que toma Žižek en sus intervenciones públicas que reivindican la revolución comunista, tal y como se puede observar por ejemplo, en el tramo final del discurso en contra del capitalismo (de aires comunistas) que pronunció el 9 de octubre de 2011 en Ocuppy Wall Street mientras un buen número de manifestantes repetía sus palabras:«Recordad que nuestro mensaje esencial es «Se nos permite pensar sobre alternativas». Si esto está roto, no vivimos en el mejor mundo posible. Pero hay un largo camino por delante. Hay preguntas realmente difíciles que confrontar. Sabemos lo que no queremos. Pero, ¿qué queremos? ¿Qué tipo de organización social puede sustituir al capitalismo? ¿Qué tipo de nuevos líderes queremos?… Recordad. El problema no es la corrupción o la avaricia. El problema es el sistema. Te fuerza a ser corrupto… No queremos un estándar de vida más alto. Queremos un estándar de vida mejor. El único sentido en el que somos Comunistas es que nos preocupan los bienes comunes. Los bienes comunes de la naturaleza. Los bienes comunes de lo privatizado mediante la propiedad intelectual. Los bienes comunes de la biogenética. Por esto, y sólo por esto, deberíamos luchar. El comunismo falló absolutamente, pero los problemas de los bienes comunes están aquí. Están diciéndonos que no somos americanos aquí. Pero se les debería recordar una cosa a los fundamentalistas conservadores que afirman que son realmente americanos: ¿Qué es la Cristiandad? Es el espíritu santo. ¿Qué es el espíritu santo? Es una comunidad igualitaria de creyentes unidos por el amor de unos a otros, y que sólo tienen su propia libertad y responsabilidad para construir esa comunidad. En este sentido, el espíritu santo está aquí ahora. Y allá en Wall Street, hay paganos que están adorando a ídolos blasfemos. Así que todo lo que necesitamos es paciencia. Lo único que me asusta es si algún día simplemente volvemos a casa y luego quedamos una vez al año, bebiendo cerveza, y recordando nostálgicamente «Qué buen momento pasamos entonces». Prometeos a vosotros mismos que esto no sucederá. Sabemos que la gente a menudo desea algo pero no lo quiere realmente. No tengáis miedo de querer realmente lo que deseáis.»
Al centrar la atención en las dos últimas frases que sirven a modo de conclusión del discurso, es posible ver cómo se encuentran funcionando políticamente los dos enfoques (1 y 2) del idealismo objetivo que finalmente recaía en formalismo secundario. Por el momento, me detendré en el enfoque 1 y cuando más adelante esté explicado el enfoque 2, en relación con su implantación política (B), volveré de nuevo al texto para completar el análisis. En este «mitin revolucionario» queda explícito cómo el idealismo objetivo, en términos de formalismo secundario en ontología especial, queda al servicio de la previa implantación política (A) de índole comunista que mantiene Žižek. Si nos fijamos en las dos últimas frases que dicen: «sabemos que la gente a menudo desea algo pero no lo quiere realmente. No tengáis miedo de querer realmente lo que deseáis.», la gente, es decir, la conciencia social M2 desea cosas que no quiere realmente porque es el gran Otro capitalista sustancial M3 el que desea por ellos desde la inclusión en su inconsciente. La sustancia M3 está incluida en la interioridad subjetiva M2 (M3 ⊂ M2) por medio del inconsciente, de forma que el pueblo no desea ni quiere a partir de sí mismo, sino a partir del deseo del gran Otro que se inserta en su psique para configurar su identidad psíquica. Otra vez el sujeto no existe (está tachado:«Concebir lo Absoluto no como sustancia sino también como sujeto significa que…Ante la elección entre el cuerpo social orgánico premoderno y el terror revolucionario que desencadena la fuerza destructiva de la negatividad abstracta, hay que elegir el terror: solo de este modo podemos crear el terreno para la nueva conciliación posrevolucionaria entre las exigencias del orden social y la libertad abstracta del individuo. La monstruosidad del terror revolucionario es un mediador evanescente absolutamente indispensable… Lo mismo vale respecto del par Sittlichkeit/Moralitat: la oposición entre la inmersión del sujeto en su mundo vital social concreto, y su oposición moral individualista/universal abstracta a ese universo heredado; ante esta opción hay que escoger la moralitat, es decir, el acto del individuo que, en nombre de una universalidad más amplia, socava el orden positivo determinado que define su sociedad (Sócrates versus la totalidad concreta de la ciudad griega; Cristo versus la totalidad concreta de los judíos)… Solo de este modo puede la universalidad concreta volverse «para sí»: solo de este modo puede tener lugar el «progreso».» (Žižek 2001: 105-106)
El sujeto revolucionario Absoluto es un elemento indispensable para la revolución contracapitalista porque, según Žižek, la sustancia universal por sí misma está vacía dado que necesita de una subjetividad carnal M2 que sea portadora representativa de sus contenidos. La revolución comunista, para ser vislumbrada, necesita de un sujeto Absoluto, visionario de la nueva sustancia, que sea depositario de ella y la haga real trayéndola desde el futuro. De aquí que Žižek conciba en todo momento lo universal (sustancial) M3 como una ficción que en realidad no puede existir por él mismo, dado que paradójicamente necesita concentrarse en una instancia particular M2 que lo represente.«Pero existe una tercera visión elaborada por Ernesto Laclau: lo universal es vacío, pero precisamente como tal está desde siempre lleno, es decir, hegemonizado por algún contenido particular, contingente, que actúa como sustituto…. Al aceptar esta tercera posición… el universal siempre se afirma en la forma de algún contenido particular que pretende encarnarlo directamente, excluyendo a todos los otros contenidos como meramente particulares.» (Žižek 2001: 114)
En este sentido, el sujeto Absoluto revolucionario comunista sabe dominar los imperativos que el gran Otro capitalista le impone desde su inconsciente, por lo que posee la capacidad para desear lo que realmente quiere al margen de las determinaciones sustanciales. Si en condiciones normales, el deseo del sujeto es el deseo impuesto por el gran Otro, el sujeto sustancial anticapitalista es capaz de romper con todos los yugos al situarse fuera de todas las determinaciones simbólicas del capitalismo y desear aquello que está más allá de sus dominios, para así poder romper de lleno con lo ideológicamente establecido y postular la nueva sustancia.«El deseo es siempre el deseo del Otro, y nunca inmediatamente mío (solo deseo un objeto en cuanto es deseado por el Otro), de modo que el único modo que tengo de desear auténticamente consiste en rechazar todos los objetos positivos de deseo y desear la Nada en sí…» (Žižek 2001: 123).
En definitiva, en la segunda lectura de la sustancia como sujeto (2) en relación a su implantación política (B), el sujeto no es la sustancia M3 capitalista actual, sino la sustancia M3 venidera que todavía no está dada materialmente en el mundo, pues solo se alberga como simbólica en el inconsciente colectivo (como anhelo reprimido que no se sabe que se sabe) y en la consciencia del sujeto «iluminado» Absoluto que recoge en su ser la revolución contracapitalista. La gran mayoría de la sociedad es la que mantiene el status quo del sistema capitalista porque, como se vio en la perspectiva (1A), el sujeto es igual a la conciencia social y así a la sustancia, en el sentido de que el deseo del sujeto es el deseo del gran Otro que piensa por él (si recordamos, el sujeto estaba tachado,«Pues el espíritu progresivo constituye el alma interior de todos los individuos; y es también esa inconsciente interioridad que los grandes hombres les traen a la conciencia. Es lo que ellos quieren verdaderamente. Por esto el gran hombre ejerce un poder al que se entregan los demás, incluso contradiciendo su voluntad consciente. Los demás siguen a este conductor de almas, porque sienten que en él está el irresistible poder de su propio espíritu interno.» (Hegel 1989: 93)
En tanto que esto sucede, el filósofo esloveno aparece en escena, en primer lugar, como psicoanalista sanador de masas al revelar a los individuos sus deseos inconscientes (revolución contracapitalista) y curar sus traumas reprimidos también inconscientes (ausencia de sujeto con identidad propia); en segundo lugar, como sujeto Absoluto hegeliano portador de la nueva sustancia que el pueblo realmente desea y, en último lugar, como revolucionario comunista marxista-leninista que pretende acabar con el capitalismo. En resumen a los dos puntos expuestos 1A y 2B, que muestran de qué manera su filosofía (contenidos ontológicos en este artículo en concreto) está implantada políticamente, es decir, al servicio de unos intereses políticos ya predefinidos de antemano, presentaré esquemáticamente en el siguiente cuadro las dos formas distintas que tiene Žižek de utilizar el formalismo secundario en ontología especial para justificar la defensa de sus pretensiones revolucionarias en contra del capitalismo. Formalismo secundario (Mi=M2) – 1A:1 | A |
(S1+S2+S3…Sn) = S (interna) | El sistema capitalista es opresor, generador de traumas |
La sustancia actual es conciencia social | La sustancia capitalista actual es conciencia social |
2 | B |
Sx= S (externa) | La revolución contracapitalista es liberadora, productora de salud mental |
La sustancia venidera es sujeto | La sustancia contracapitalista venidera es sujeto |
«Repetir a Lenin significa que hay que distinguir entre lo que Lenin hizo en realidad y el campo de posibilidades que inauguró, la tensión en Lenin entre lo que hizo en realidad y otra dimensión, que «no era Lenin, sino que estaba en Lenin»;. Repetir Lenin es repetir, no lo que HIZO Lenin, sino lo que NO LOGRó HACER, sus oportunidades PERDIDAS. Hoy Lenin se presenta como una figura procedente de otra zona horaria: el problema no estriba en que sus ideas de partido centralizado, etc., parezcan representar una «amenaza totalitaria», sino que, por el contrario, estriba en que parecen pertenecer a una época diferente con la que ya no podemos conectar adecuadamente. Sin embargo, en vez de leer este hecho como la confirmación de que Lenin está anticuado, tal vez debiéramos correr el riesgo de formular la conjetura opuesta: ¿y si esta impenetrabilidad de Lenin fuera el signo de que algo no funciona en NUESTRA época? (…) Sin embargo, este solo hecho puede tornarse en un argumento A FAVOR de la «vuelta a Lenin»: no cuesta demostrar hasta qué punto el SIGNIFICANTE «Lenin» conserva su carga subversiva; por ejemplo, cuando uno utiliza el argumento «leninista» que demuestra el agotamiento de la democracia actual, que no es allí donde se toman las decisiones clave, le acusan directamente de «totalitario». ESTA resistencia es la respuesta a la pregunta «¿Por qué Lenin?»: el significante «Lenin» FORMALIZA un contenido encontrado en otra parte, transformando una serie de nociones comunes en una formación teórica subversiva.» (Žižek 2004: 155-157)
Como se puede apreciar en el ejemplo que se acaba de mostrar, la filosofía de Žižek acude al legado leninista para encontrar soluciones a los dilemas capitalistas actuales. El filósofo esloveno pretende rescatar a Lenin no desde sus fracasos sino desde los proyectos que tenía en mente pero que, al final, no pudo llevar a cabo. El hecho de que las propuestas de Lenin parezcan una locura descontextualizada y sin sentido desde nuestra época, no quiere decir que sean realmente descabelladas y que conlleven necesariamente a regímenes totalitarios porque, según dice Žižek, también cabe la posibilidad de que el contexto histórico capitalista contemporáneo no sea capaz de asimilar adecuadamente la figura de Lenin, y ello sea, en realidad, el síntoma y la prueba de que algo funciona realmente mal en nuestra actualidad. En suma, todo ello conlleva a la filosofía de Žižek a sostener que, en todo momento, el imaginario ideológico del capitalismo rechaza la incorporación de la figura de Lenin a sus esquemas, y esto es un aliciente que beneficia la lucha contra el sistema capitalista porque proporciona el aliento de una fuerza rebelde, perturbadora y, en definitiva, revolucionaria. En sus últimas consecuencias, la filosofía zizekiana pretende reivindicar y rescatar la figura de Lenin en su sentido general, con la intención de utilizarla como símbolo agitador que, por su sola presencia, inquiete la estabilidad del capitalismo. Desde luego, desde el sistema del materialismo filosófico, este proyecto consistente en rescatar para el presente la figura de Lenin (o cualquier otro prototipo histórico del pasado) tiene todo a su favor para degenerar en metafísica. La pretensión revolucionaria contracapitalista de la filosofía de Žižek se nutre del comunismo marxista vinculado al marxismo-leninismo de la Unión Soviética constituida a partir de la Revolución Bolchevique de 1917. El deseo del triunfo de la revolución contracapitalista futura viene motivado por un prototipo histórico-metafísico que se envuelve con una apariencia de positiva re-implantación, más que nada porque las concretas condiciones materiales de posibilidad que hicieron posibles la aparición del modelo comunista de la Unión Soviética han sido rebasadas por la historia y no existen como tal en nuestro presente.«Aún cuando los prototipos humanísticos hoy vigentes se presentan en la forma de prototipos positivos (históricamente cristalizados) -al incorporar, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, o la organización política de las democracias parlamentarias homologadas, o los principios del pacifismo y del desarme nuclear, o la economía de mercado-, sin embargo, tras ellos, suelen encubrirse prototipos metafísicos apenas disimulados por su «disfraz positivo»». (Bueno 2013: 2)
Esta posición asumida por Žižek, que conlleva el intento metafísico de rescatar para nuestros días un prototipo histórico que ha sido sobrepasado por la historia, no dista mucho de las posturas más acríticas que pueden darse en la escala ordinaria de nuestras sociedades. Sea el caso, por ejemplo, cuando en el 15-M se reivindicaba para nuestro presente la imposición de la democracia de Pericles (como democracia «real», verdadera, ausente de impurezas y perturbaciones), sin tener en cuenta factores tan fundamentales para su desarrollo positivo como la gran diferencia demográfica que existe entre la Atenas del siglo V a.c. y la España de nuestros días. O, sin ir tan lejos, cuando en los reportajes de televisión les preguntan a las bandas neonazis de Madrid que ¿qué es lo que pretenden? Y ellos responden con toda convicción: «lo que queremos es repetir lo que hizo Hitler, pero esta vez bien hecho». Desde luego, grandes similitudes existen en el momento en el que Žižek pretende repetir lo que hizo Lenin pero bien hecho, sin fracasar; es decir, haciendo alusión a sus propias palabras: «Repetir Lenin es repetir, no lo que HIZO Lenin, sino lo que NO LOGRó HACER, sus oportunidades PERDIDAS.» (Žižek 2004: 156) Probablemente, esta cuestión relacionada con la recuperación metafísica de un prototipo histórico vencido por la historia que pretende ser aplicado como repertorio resolutivo para los problemas de nuestro presente, se realimenta en su «idealismo de la cultura» en el que los procesos sociales y las condiciones materiales de posibilidad M1 son completamente subordinados a la dimensión simbólico-lingüística M3. Más que nada porque la revolución comunista (tomada como construcción simbólica abstracta), es completamente desligada de los contenidos M1 que la acompañan y, en tanto que esto sucede, se convierte en un acontecimiento independizado de la materia que puede ser extrapolado, al margen de sus raíces históricas, para ser aplicado en cualquier conciencia social M2 de nuestro presente, por mediación de un sujeto Absoluto M2. El comunismo marxista-leninista de la Unión Soviética es concebido como un modelo ideal que es tomado al modo de un punto de referencia para guiar el proyecto revolucionario contracapitalista del presente a partir de la concepción del monismo histórico. Un monismo histórico que se confecciona en torno a la necesidad histórica impuesta por el espíritu hegeliano en relación con la curación psicoanalítica (en el caso de Žižek, en términos de cura social, colectiva) que parte desde la enfermedad mental provocada por traumas y deseos reprimidos inconscientes hasta la consecución de la salud mental que se obtiene al final de la terapia. La revolución contracapitalista, en el sentido de contenido simbólico M3, es concebida como si se tratase del espíritu «preontológico» hegeliano que desde la necesidad en su progreso se abre camino a través de la naturaleza M1 hasta producirse como idea que consigue su existencia absoluta en la subjetividad M2(heroica) y después, tras su triunfo, en la conciencia social M2. Al mismo tiempo, mientras el espíritu recorre su camino hacía lo absoluto y aún no se considera completo, pues las sociedades están todavía en la fase pasajera (no absoluta) de la etapa capitalista, los individuos son portadores de las enfermedades mentales que se traducen en forma de autoengaños, traumas y anhelos reprimidos en el inconsciente. La realización final de la revolución contracapitalista como espíritu necesario, traerá consigo la salud mental y en consecuencia las sociedades quedarán libres de los traumas reprimidos y las ataduras inconscientes inherentes a una fase incompleta de la historia como lo es el sistema capitalista actual. En el monismo histórico defendido, el género humano sigue unas leyes históricas universales en las que la revolución contracapitalista se envuelve con la necesidad progresiva del espíritu hegeliano cuyo final Absoluto es la salud mental mediante la superación del capitalismo y sus enfermedades psíquicas asociadas. Desde luego, ésta es una nueva forma de hacer psicoanálisis que supera con creces la cantidad de metafísica contenida en sus antecesores, dado que la filosofía de Žižek se presenta al modo de una terapia psicoanalítica, no ya para individuos particulares en una consulta, sino para las sociedades capitalistas en general, que solamente lograrán la cura mental si atienden a la necesidad espiritual e inconsciente de la revolución contracapitalista liberadora. En conclusión, el monismo histórico de la filosofía zizekiana termina por realizar una defensa acrítica del prototipo comunista marxista-leninista vinculado a la Revolución de Octubre de 1917, pues el olvido de sus condiciones histórico-materiales de posibilidad le hacen creer que es un proyecto recuperable para nuestros días. La carencia de autocrítica en este sentido y la constante obstinación a lo largo de todas sus obras en divulgar y motivar la revolución que derroque al sistema capitalista, hace que su posición adquiera la forma de un fundamentalismo revolucionario contracapitalista. El fundamentalismo del filósofo esloveno se hace consistir, si recogemos todo lo analizado hasta ahora, en tres puntos interconectados fundamentales: En primer lugar, el propio Žižek, como psicoanalista de las sociedades capitalistas que conoce la cura para sus traumas reprimidos, se exhibe como representante de la humanidad del presente y del futuro, en el sentido de que, tal y como se vio en el discurso pronunciado en Occupy Wall Street, él sabe lo que la gente quiere antes de que ellos mismos sepan que lo quieren. Por un lado, representa a la humanidad del presente, en tanto que conoce los verdaderos anhelos reprimidos de revolución contracapitalista albergados en el inconsciente de la sociedad actual y, al modo de sujeto absoluto hegeliano (M2) adelantado a su época, divulga el espíritu del pueblo venidero. Por otro lado, representa a la humanidad del futuro, en la medida en que sabe cuál será el deseo consciente y libre de traumas de las sociedades venideras, a saber: la implantación de un sistema económico distinto al capitalismo que no sea generador de perturbaciones psíquicas. En segundo lugar, la revolución es expuesta como la fuente suprema de los valores más altos del hombre contemporáneo y, en sus últimas consecuencias, se convierte en el único criterio del que dispone el hombre para orientarse en el Mundo capitalista actual. El capitalismo es visto como una etapa en la que la humanidad marcha a tientas, ya que la sociedad está inconscientemente manipulada por la ideología simbólica del gran Otro capitalista y en la que la revolución se presenta como necesidad histórica salvadora, que tarde o temprano tiene que producirse porque su cristalización está preconfigurada de antemano cono fin y destino del capitalismo, (de igual modo que el espíritu hegeliano, en un principio se abre camino a través de la naturaleza hasta hacerse consciente en el sujeto Absoluto que lo descubre para la sociedad). Finalmente, con la llegada de la revolución contracapitalista venidera, los sujetos serán consagrados como los únicos agentes capaces de experimentar un estado psicológico sano, libre de traumas. En último lugar, el fundamentalismo revolucionario contracapitalista de Žižek, termina por considerar al sujeto absoluto revolucionario como una encarnación o soporte que contiene los máximos valores de la humanidad: «ser revolucionario», tendrá el sentido de «ser un hombre psicológicamente sano», con identidad propia (pues, el sujeto está tachado porque el gran Otro capitalista piensa y desea por él) y libre de traumas. La idea-fuerza de«revolución» se torna salvadora en el sentido de que cura las psicologías, de que sana los traumas inconscientes impuestos por la ideología simbólica del capitalismo. Se funda una «visión revolucionaria del mundo» y se eleva la revolución al lugar más alto de la jerarquía de valores. De igual modo que en los fundamentalismos cristiano, islámico o judío, los creyentes se consideran encarnaciones o soportes de los máximos valores de la humanidad, en el fundamentalismo revolucionario contracapitalista de Žižek, se termina por concebir al sujeto absoluto revolucionario como un punto de referencia que es depositario de los valores más elevados de la humanidad. «Ser revolucionario contracapitalista», será tanto como ser un hombre plenamente consciente y sano en términos psiquiátricos, en su grado más profundo y sublime.Referencias bibliográficas: Bueno, G. (1972) Ensayos materialistas, Madrid: Taurus. Bueno, G. (2013) «Corrupción & crisis» El Catoblepas: revista crítica del presente. Número 132. Febrero 2013, pp. 2. Hegel, G. (1989) Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Madrid: Alianza Editorial. Lacan, J. (1972) Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires: Nueva Visión. Lacan, J. (2005) Escritos 1, Buenos Aires: Siglo XXI. Žižek, S. (1997) «De Joyce-el-Síntoma al síntoma del poder» Lacanianink 11. Otoño 1997, pp. 12-25. Žižek, S. (1999) «¡Tu puedes!: el superego post-moderno» London Review of Books. Año 21, número 6. Marzo 1999, pp. 3-6. Žižek, S. (1999) El acoso de las fantasías, España: Siglo XXI. Žižek, S. (2001) El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, Buenos Aires: Paidós. Žižek, S. (2003) «La estructura de la dominación actual y los límites de la democracia» conferencia dictada en la Universidad de Buenos Aires, 25 de noviembre de 2003. Žižek, S. (2004) «Las falsas promesas de Irak» ForeignPolicy. Enero 2004. Žižek, S. (2004) Repetir Lenin: Trece tentativas sobre Lenin, Madrid: Akal. Žižek, S. (2006) Lacrimae Rerum: Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio, Madrid: Debate. Žižek, S. (2008) Cómo leer a Lacan, Buenos Aires: Paidós. Žižek, S. (2010) El sublime objeto de la ideología, España: Siglo XXI. Žižek, S. (2012) Viviendo en el final de los tiempos, Madrid: Ediciones Akal. Zižek, S. (2014) El sur pide la palabra: el futuro de una Europa en crisis, Los libros del lince.
Fuente | Julen Robledo | El Catoblepas