Balada

 

Que en rejalgar* y anhídrido arsenioso,
en sulfuro amarillo y en cal viva,
en pez y hollín disueltas en colada
hecha con pis y cacas de judía,
en plomo hirviente que las desmenuce,
en agua sucia de leproserías,
en raspones de pies y ropa vieja,
en sangre de áspid y diversas víboras,
en hiel de lobos, zorros y tejones
¡las lenguas envidiosas sean fritas!

Que con sesos de un gato que ni pesque
por no mojarse, y de podrida encía,
o con los de un mastín también roñoso
goteándole de rabia la saliva,
con, en sus propias babas cocinados,
los pedacitos de una mula tísica,
en agua en que hunden el hocico y boca
ranas, ratones, sapos, lagartijas,
serpientes, ratas y otras nobles bestias
¡las lenguas envidiosas sean fritas!

Que en sublimado, peligroso al tacto,
sobre el ombligo de una sierpe viva,
en las sangres expuestas en las ollas
del barbero cuando la luna brilla,
una ya negra, la otra verde obscuro,
en los tachos en donde las nodrizas
raspan pañales, y en las palanganas
en que se lavan las venales ninfas
(quien no me entiende nunca fue a burdeles)
¡las lenguas envidiosas sean fritas!

Pasad, Príncipe, luego estos manjares,
si no tenéis tamiz ni tenéis criba,
por los fondillos de cagadas bragas,
pero antes ¡que en soretes de porcina
las lenguas envidiosas sean fritas!

 

* Rejalgar, “sulfuro de arsénico”, producto venenoso, como el oropimente (sulfuro natural de arsénico).

Balada a su dama

 

Falsa beldad que me costáis tan caro,
Ruda en verdad, hipócrita dulzura,
Amor muy duro de roer y avaro,
Nombraros puedo, muerte ya es segura,
Cobarde flor que pincha con delicia,
Orgullo loco que se afirma ahorcando
Y ojos helados. ¿No podrá Justicia
a un pobre socorrer que están matando?

Mejor que yo buscara hubiese sido
Algún jardín de amor en otro lado,
Rival no hubiera esa mujer tenido;
Tengo que huir ahora, y humillado.
¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Que me ayude alguna!
Si hay que morir , he de morir peleando.
Quiera Piedad, que me faltó en la cuna,
a un pobre socorrer que están matando.

Ya vendrá el día en que se encuentre seca,
mustia y ajada vuestra flor fragante.
Y aunque mi risa ahí parezca mueca,
mi risa en la vejez será triunfante.
Viejo seré, vos fea y con arrugas.
¡Bebed ahora que el arroyo es blando!
Ya se helará, y no pueden las verrugas
a un pobre socorrer que están matando.

Príncipe del Amor, excelso amante,
a quien no quiero andar importunando:
sabed que debe un buen señor, no obstante,
a un pobre socorrer que están matando.

Balada de agradecimiento

 

A Devotas y Mendicantes,
a elegantes de chapa en suelas,
a Cartujos y otros tunantes,
a clientes y a mujerzuelas
de esas que usan abiertas cotas,
a galanes que por las modas
hieren sus pies con prietas botas:
agradezco a todos y a todas.

A las que muestran pezoncillos
porque saben que eso da oro,
a traviesos y a ladroncillos,
a saltimbanquis con su loro,
a juglaresas y fantoches
que silban, beodos y beodas,
y así alegrando van las noches:
agradezco a todos y a todas.

Salvo a jauría azotadora *
que me hizo masticar grilletes
pero que ya no temo ahora
más que se teme a tres soretes.
Les dejaría eructos, pedos
a modo de estridentes odas,
pero quiero evitar enriedos:
agradezco a todos y a todas.

Que con durísimos mazazos
les rompan las costillas todas
y las piquen a martillazos:
agradezco a todos y a todas.

 

Traducción de Rubén Abel Reches

Balada a su Dama para Robert d’Estouteville

 

Al alba, cuando el gavilán se agita
Movido de placer y de nobleza,
Brinca el tordo y alegremente grita
Recibiendo a su amada en la maleza,
Ofreceros quiero, y por hacerlo vibro
Impaciente, lo dulce a aquel que ama.
Sabed que Amor lo ha escrito ya en su libro.
Este es el fin para el que Dios nos llama.

De mi vida seréis siempre la dueña
Enteramente, hasta la muerte mía:
Laurel afable con quien mi alma sueña,
Olivar noble que a Amargor enfría.
Razón ordena que perviva el fuego
(En este punto sigo su proclama)
que a vos me empuja, aunque parezca ciego.
Este es el fin para el que Dios nos llama.

Y cuando sobre mí avanza una pena,
cuando Fortuna arrójame un tormento,
vuestra mirada dulce y tan serena
los desvanece igual que al humo el viento.
Y yo no pierdo lo que voy sembrando
en vos, pues que ser mío el fruto clama.
Lo pide Dios: os seguiré cavando.
Este es el fin para el que Dios nos llama.
Oíd, Princesa, lo que grita mi ansia:
para siempre mi pecho vos reclama.
De vos espero idéntica constancia.
Este es el fin para el que Dios nos llama.

Balada de buena doctrina

 

Pues ya bulas apócrifas trafiques
o vivas de ir trampeando con los dados
o monedas corrientes falsifiques
como los que terminan escaldados*,
delincuente sin dios ni rey, bandido,
así estafes o robes o adulteres
¿en qué termina tu oro mal habido?
todo se va en tabernas y en mujeres.

Rima, zahiere, pulsa un instrumento
como los locos que el disfraz protege,
hazte el payaso, el mago, inventa un cuento
y representa donde se te deje
escarnios, farsas y moralidades,
gana a las cartas: todo lo que adquieres
-escucha atentamente y no te enfades-
todo se va en tabernas y en mujeres.

¿Que ante tales infamias tú reculas?
Entonces ve a labrar campos y prados,
almohaza caballos, asnos, mulas
si no te cuentas entre los letrados
y ganarás bastante. Mas si acaso
de los que el cáñamo trituran eres
¿no es verdad que el producto de tu brazo
todo se va en tabernas y en mujeres?

Calzas, jubones, bragas, capa
y todos los vestidos que tuvieres
llévalos -¡vámos! ¡que la edad se escapa!-
a las tabernas pronto, a las mujeres.

 

 

* Escaldados se refiere a los acuñadores de monedas falsas, pues así morían los que hacían monedas sin autorización.

​Balada del buen consejo

 

Hombres fracasados, desprovistos de razón,
desnaturalizados y fuera de conocimiento,
sin ningún sentido común, colmados de desatino,
locos abusados, llenos de ignorancia,
que obráis contra vuestro origen
sometiéndoos a muerte detestable
por cobardía, ¡ay!, ¿no os remuerde el horror que os lleva a la vergüenza?
Mirad cómo han muerto muchos jóvenes
por ofender y tomar la riqueza de otro.

Que cada uno vea en sí mismo su error
y no nos venguemos, tengamos calma;
sabemos que este mundo es prisión:
para los virtuosos libres de impaciencia,
golpear, apalear, no es prueba de sabiduría,
ni quitar, robar o pillar y asesinar sin motivo.
No se preocupa de Dios, de la verdad se aleja,
quien pasa su juventud en tales hechos,
por los que al final se retuerce, arrepentido, las manos
por ofender y tomar la riqueza de otro.

¿De qué vale hacer trampa, adular, reírse a las espaldas,
suplicar, mentir, afirmar sin buena fe,
fingir, engañar, preparar venenos,
vivir en pecado, dormir receloso
sin tener confianza en el prójimo?
Por esto concluyo: esforcémonos en hacer el bien,
tengamos valor y confianza en Dios,
no tenemos un día seguro en la semana;
de nuestros males reciben el rebote nuestros padres
por ofender y tomar la riqueza de otro.

Vivamos en paz, exterminemos la discordia;
jóvenes y viejos, pongámonos todos de acuerdo:
la ley lo quiere, el Apóstol lo recuerda, con razón,
en la epístola romana;
nos falta orden, oficio o puerto seguro.
Pensemos en estos puntos; no dejemos el buen puerto
por ofender y tomar la riqueza de otro.

 

Traducción de Carlos Alvar

Balada de la Bella Armera a las jóvenes cortesanas

 

Pensad pues, tú, bella Guantera
que mi alumna solías ser
y tú, Blanca la Zapatera,
que a vivir debéis aprender.
Tomad a izquierda y a derecha
-hombre que pase, Dios lo puso-
que a la vieja se la desecha
como moneda fuera de uso.

Y tú, bellísima Fiambrera
que danzando quitas el sueño,
y Guillerma la Tapicera:
¡los caprichos haced del dueño!
Pronto este tiempo se irá lejos,
feas seréis como un lechuzo,
no serviréis ni a curas viejos,
como moneda fuera de uso.

Tu, Juanita la Sombrerera:
que ningún amor te detenga;
tú, Catalina la Bolsera:
no desprecies a aquel que venga;
pues aunque yo, por recordarme,
les sonrío a veces y azuzo
sé que nadie vendrá a tomarme,
como moneda fuera de uso.

Sabed, muchachas, que si estallo
en tan triste llanto y profuso
es que quien me requiera no hallo,
como moneda fuera de uso.

Balada de la gorda Margot

 

Si amo a la bella y sírvola os asusto?
¿me juzgáis vil y tonto y mentecato?
Tiene ella bienes para todo gusto.
Por su amor ciño daga, escudo y mato.
Cuando alguien viene tomo pronto un vaso
y de la pieza escúrrome callando.
Después le traigo queso y pan, lo abrazo,
si paga bien le digo: “¿Vuelve? ¿Cuándo?
Cuando esté en celo, amigo, lo esperamos
en el burdel en donde el pan ganamos”.

Mas si amanece y no aportó dinero
¡ay de Margot! entonces enfurezco,
no puedo verla, degollarla quiero.
Tomo sus atavíos, salgo al fresco
y con que iré a venderlos la amenazo.
Ella se planta como el Anticristo
y de matarla ahí mismo sería el caso
pues por la muerte júrame de Cristo
que no lo haré. Y así peleamos
en el burdel en donde el pan ganamos.

Pero vuelve la paz, se tira un pedo
más criminal que de un cañón la bala,
riendo me da un golpe, luego, quedo,
“¡súbete!” dice, en tanto que se instala.
Dormimos como un zueco, ambos beodos.
Si despierta y su vientre aún reclama
se alza y me monta, tales son sus modos.
¡Nos aplasta!” gemimos yo y la cama,
“¡Por tu lujuria nos desvencijamos!”
en el burdel en donde el pan ganamos.

Que llueva o truene, tengo el pan seguro.
Soy vicioso y halléme una viciosa.
No sé cuál de los dos lo es más, lo juro.
Y la basura nos parece hermosa
y el honor nos repugna y lo ahuyentamos
en el burdel en donde el pan ganamos.

Balada de las contra-verdades

 

No hay preocupación, más que cuando se tiene hambre;
ni servicio, más que de enemigo;
ni se saborea si no es un fardo de heno;
ni gran vigilancia sino de hombre adormilado;
ni clemencia sino de traición;
ni seguridad sino de miedosos;
ni lealtad sino del regenerado;
ni más sensato que el enamorado.

No hay engendramiento sino en los baños;
ni buena fama sino de hombre afrentado;
ni risa sino después de un puñetazo;
ni prestigio, sino tras negar las deudas;
ni auténtico amor, sino en la adulación;
ni buen encuentro, sino con los desgraciados;
ni verdadero informe, sino en la mentira;
ni más sensato que el enamorado.

Ni reposo semejante a vivir en la preocupación;
ni se puede hacer honor mayor que decir bah;
ni vanagloria, sino de falsos acuñadores;
ni salud, sino la de hombre abotargado;
ni alta osadía, sino la de cobardía;
ni razón, más que en el enfurecido;
ni dulzura, sino en la mujer aturdida;
ni más sensato que el enamorado.

¿Queréis que os diga la verdad?
No hay juego sino en la enfermedad;
palabra verdadera, sino en la tragedia;
cobarde, sino caballeroso;
sonido horrible, sino melodía;
ni más sensato que el enamorado.

Balada de las damas de antaño

 

Decidme en qué comarca, decidme en dónde
encontrar a Flora, la beldad romana;
dónde Archipiada de la luz se esconde
y Thaís que fuera la su prima hermana;
Eco condenada a repetir, lejana,
el cantar del agua, del monte el ruido,
que tan bella fue cuando lo quiso el hado;
mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?

Decid dónde Heloísa está, la tan juiciosa,
por quien fue castrado y enclaustrado luego
Abelardo el Sabio en Saint-Denis famosa:
pagó con tal pena su imprudente fuego.
¿Dónde aquella reina está, asimismo agrego,
quien a Buridán, que la hubo poseído,
quiso que arrojaran al Sena embolsado?
Mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?

La reina Blanca como flor de lis
que con falsa voz de sirena cantaba,
Berta la del gran pie, Beatriz, Alís,
Haremburgis que en todo el Maine reinaba,
y la lorenesa Juana, buena y brava,
que en Rouen quemara el Inglés forajido,
Virgen soberana ¿dónde se han guardado?
Mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?

No buscaréis, Príncipe, año ni semana
un oculto sitio al que hayan escapado
sin que mi estribillo cante en vuestro oído:
“Mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?”

Balada de las cosas sin importancia

 

Reconozco sin dificultad las moscas en la leche;
reconozco al hombre por el vestido;
reconozco el buen tiempo y el malo;
reconozco la manzana en el manzano;
reconozco el árbol al ver la resina;
conozco cuándo es todo igual;
conozco quién trabaja o descansa;
conozco todo, excepto a mí mismo.
Reconozco el jubón por el cuello;
reconozco al monje por el hábito;
reconozco al señor por el vasallo;
reconozco por el velo a la monja;
reconozco cuándo un tramposo habla en su jerga;
reconozco al loco alimentado de nata;
reconozco el vino por el tonel;
conozco todo, excepto a mí mismo.
Conozco al caballo y a la mula,
conozco su carga y su fardo;
conozco a Beatriz y a Isabelita;
conozco la ficha que se cuenta y suma;
reconozco la visión y el sueño;
conozco el pecado de los bohemios;
conozco el poder de Roma;
conozco todo, excepto a mí mismo.

Príncipe, en definitiva, lo conozco todo;
conozco a los de buen color y a los pálidos;
conozco a la Muerte que todo lo consume,
conozco todo, excepto a mí mismo.

 

Traducción de Carlos Alvar

​Balada de las mujeres de París

 

Tienen las boquitas finas
florentinas, venecianas,
bien pueden ser celestinas,
sobre todo las ancianas;
frente a lombardas, romanas,
genovesas -lo advertís-,
piamontesas, saboyanas,
el buen pico es de París.
De buen hablar tienen fama,
dicen, las napolitanas,
cacarear las inflama,
alemanas y prusianas;
sean griegas, egipcianas,
de Hungría o de otro país,
españolas, catalanas,
el buen pico es de París.
Bretonas, suizas, quien cuente,
ni gasconas, tolosanas:
dos pescadoras del puente
las callan. Ni lusitanas,
inglesas y calesianas,
(¿cité muchas?, ¿qué decís?)
o picardas, valencianas,
el buen pico es de París.

Envío

Príncipe, dad a las parisinas
el premio del bien decir;
no obstante las italianas,
el buen pico es de París.

Cuarteta

Yo soy François, lo que me pesa,
nací en París, junto a Pontesa,
y de la cuerda de una toesa
sabrá mi cuello lo que mi culo pesa.

 

Nota: Poema escrito en prisión, cuando Villón fue condenado a la horca.

Balada de los ahorcados

 

Hermanos humanos, que viven después de nosotros,
no tengan contra nosotros endurecidos corazones,
pues, teniendo piedad de nuestras pobres almas,
Dios la tendrá antes de ustedes.
Aquí nos ven atados, cinco o seis:
en cuanto a la carne, que hemos alimentado en demasía,
hace tiempo que está podrida y devorada
y los huesos, nosotros, ceniza y polvo nos volvemos.
De nuestros males no se burle nadie;
pero rueguen que a todos Dios nos quiera absolver.

Si hermanos nos llamamos, en nuestro clamor sin desdén
nos traten, aunque hayamos sido muertos
por Justicia. Pues deben entender
que no todos los hombres pueden ser sensatos;
perdónennos ahora, ya que hemos partido
hacia el hijo de la Virgen María;
que su gracia no nos sea negada
y pueda preservarnos del rayo infernal.
Muertos estamos, que nadie nos moleste:
pero rueguen que a todos Dios nos quiera absolver.

La lluvia nos ha limpiado y lavado,
y el sol desecado y ennegrecido;
urracas, cuervos, nos han cavado los ojos
y arrancado la barba y nuestras cejas.
Nunca jamás, ni un instante, pudimos sentarnos:
luego aquí, luego allá, como varía el viento,
a su placer sin cesar nos acarrea,
siendo más picoteados por los pájaros que dedales de coser.
De nuestra cofradía nadie sea:
pero rueguen que a todos Dios nos quiera absolver.

Príncipe Jesús, que sobre todo reinas,
guarda que el Infierno no tenga sobre nosotros dominio:
nada tenemos que hacer con él ni que pagarle.
Hombres, en esto no hay ninguna burla:
pero rueguen que a todos Dios nos quiera absolver.

Balada de los proverbios

 

Tanto se rasca la cabra, que se daña;
tanto va el cántaro a la fuente, que se rompe;
tanto se calienta el hierro, que se pone al rojo;
tanto se golpea, que se parte;
tanto vale el hombre, cuanto se le precia,
tanto se aleja, que lo olvidan,
tan malo es, que se le desprecia,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.

Tanto habla uno, que se contradice;
tanto vale buena fama como un favor conseguido;
tanto promete uno, que se desdice;
tanto se suplica, que la cosa se adquiere,
tanto es más querida, cuanto es más buscada,
tanto se busca, que se encuentra,
tanto es más frecuente, cuanto menos deseada,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.

Tanto se quiere al perro, que se le da de comer;
tanto corre la canción, que la aprenden;
tanto se guarda la fruta, que se pudre;
tanto sé hostiga una plaza, que es conquistada;
tanto se tarda, que fracasa la empresa;
tanto se precipita,que sobreviene un mal;
tanto se aprieta, que cae la presa,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.

Tanto se bromea, que ya no se causa risa;
tanto se gasta, que no se tiene camisa;
tanto es uno generoso, que todo se lo gasta;
tanto vale toma, como una cosa prometida;
tanto se ama a Dios, que se sigue a la Iglesia;
tanto se da, que conviene pedir prestado;
tanto se vuelve el viento, que se hace cierzo;
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.

Príncipe, tanto vive loco, que sana,
tanto va, que al fin vuelve,
tanto se le golpea, que muda de parecer,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.

Balada de los señores de antaño

 

¿Dónde está Calixto Tercero,
que papa fue por cuatro años,
último muerto de ese nombre?
¿Y el muy gracioso Borbón Carlos,
Arturo, el duque de Bretaña,
Alfonso en Aragón reinando
y Carlos Séptimo triunfante?
Mas ¿dónde el bravo Carlomagno?

¿Y el rey de Escocia, que tenía
una mejilla -se ha contado-
color sangre desde la frente
hasta debajo de los labios?
¿Y el valeroso rey de España
cuyo nombre se me ha olvidado?
¿Y el muy famoso rey de Chipre?
Mas ¿dónde el bravo Carlomagno?

Renuncio a hablar de glorias idas:
el mundo es sólo un sueño vano.
Nadie triunfa sobre la muerte,
no la detienen los palacios.
Una pregunta aun formulo:
aquel rey de Bohemia, Lazlo
¿dónde está, dónde está su abuelo?
Mas ¿dónde el bravo Carlomagno?

¿Dónde el conde delfín de Auvernia?
¿Dónde el astuto y buen Bernaldo?
¿Dónde el difunto Juan Primero?
Mas ¿dónde el bravo Carlomagno?

Balada en vieja lengua francesa

 

Porque también el Santo Padre,
con amito y alba cubierto,
ceñido con estolas santas
con las que coge por el cuello
al diablo que maldad rezuma,
muere igual que se muere un lego:
una brisa suave lo arranca:
seres son que se lleva el viento.

Y también de Constantinopla
el Señor de dorado yelmo,
o de Francia el Rey generoso
que sembró iglesias y conventos
en honor a Dios, y que ha sido
el más glorioso de los nuestros,
si en su tiempo los adoraron
seres son que se lleva el viento.

Y asimismo el Delfín de Vienne
y Grenoble, el prudente, el fiero,
o de Dijon, Salins y Dole
el Señor y su hijo heredero,
o su gente misma, sus cortes,
pese a todo lo que engulleron,
sus escuderos, sus heraldos,
seres son que se lleva el viento.

Van los príncipes a la muerte
como el clérigo y como el siervo,
y así se enfaden o entristezcan
seres son que se lleva el viento.

Balada para rezar a Nuestra Señora

 

Señora del cielo, Regente de la tierra,
Emperatriz de los pantanos infernales:
recibid a esta humilde cristiana que yerra:
quiere ser de vuestros dilectos celestiales
aun sabiendo que no tiene méritos tales.
Esas que de vos manan, mi Señora, riquezas,
son mucho más grandes que todas mis bajezas.
Sin ellas al cielo el alma no ha de subir;
y no estoy mintiendo, como las juglaresas:
en esta fe yo quiero vivir y morir.

Decid a Vuestro hijo que busco su vía.
Pedidle que mis pecados sean borrados,
que me perdone como a la egipcia María
o a Teófilo, clérigo a quien disculpados
fueron sus tratos con el diablo acordados
por la intercesión de Vuestra dulce sonrisa.
Preservadme del demonio que siempre atiza,
Virgen que sin mancha pudiste concebir
el sacramento que se celebra en la misa:
en esta fe yo quiero vivir y morir.

Soy pobre y vieja, no sé los textos sagrados,
pero en la iglesia adonde voy por que me ayudes
vi un Edén pintado con arpas y laúdes
y un Infierno en donde hierven los condenados.
Este me da un gran miedo, al otro alborozados
miran mis ojos, y es la única verdad que sé.
Sueño con que esa dicha algún día alcanzaré,
Señora a quien el pecador debe recurrir
sin fingimientos ni pereza y con fe:
en esta fe yo quiero vivir y morir.

Fue tu santa preñez, digna Virgen, Princesa,
el Rey Jesús que es infinito y que no cesa
y que adoptó nuestra triste naturaleza,
dejó su cielo y por nosotros vino a morir
sacrificándonos su juvenil belleza.
Así es nuestro Dios. Suya mi alma se confiesa:
en esta fe yo quiero vivir y morir.

Balada y oración

 

Padre Noé, que plantaste las viñas,
y tú, Loth, que bebiste en la cueva
tanto que Amor, que siempre trampas lleva,
hizo que “conocieras” a tus niñas
(no es un reproche, no, dulce inconsciente)
y Archetreclin, borracho diplomado,
os ruego recibáis pomposamente
al alma de Cotart el buen finado.

Nació hace mucho del linaje vuestro,
bebió de lo más caro y más preciado
y en no pagar de todos fue el más diestro.
Caballero del vino fue, arrojado:
nunca temblaba al escalar toneles
y el vaso defendía encarnizado.
Abrid del Paraíso los canceles
al alma de Cotart el buen finado.

¡Cuántas veces lo he visto tambalearse
cuando se iba a dormir el bullanguero!
Una vez un chichón hizo al golpearse
contra el puesto de un maestro carnicero.
No creo que en el mundo pueda hallarse
del vino un hombre más enamorado.
Dejadla entrar, cuando la oiréis quejarse,
al alma de Cotart el buen finado.

Nunca al suelo llegó cuando escupía.
Gritaba: ” ¡Mi garganta se ha incendiado!”
Saciar su sed el alma no podía,
el alma de Cotart el buen finado.

Balada final

 

Aquí se cierra el testamento
que escribiera el pobre Villon.
Salid camino de su entierro
en cuanto oigáis el carillón
de color bermejo vestidos *
porque murió mártir de amor:
esto juró ** por sus cojones
cuando del mundo se marchó.

De su palabra estoy seguro,
pues como a un bicho lo ahuyentó
llena de odio la que él amaba
y desde aquí hasta el Roussillon
no hay matorral, zarza o maleza
que no tenga -y no miento yo
tela arrancada de sus bragas,
cuando del mundo se marchó.

Tal su aventura fue; un harapo
vestía cuando se murió.
Peor aún: amor lo pinchaba
y le causaba más dolor
mientras él se estaba muriendo
que la hebilla de un cinturón
-tanta crueldad nos causa asombro-
cuando del mundo se marchó.

Sabed lo que hizo él cuando se iba,
Príncipe bello como azor:
bebió un trago de vino tinto
cuando del mundo se marchó.

 

Traducción de Rubén Abel Reches

François Villon, Francia, 1431-1463

Canción

 

Al volver de dura prisión
donde casi dejo la vida
aún la suerte en su sinrazón
se ensaña en mí, me odia y no olvida.
Ya podría estar su aguijón
satisfecho con tanta herida
al volver.

Si no quiere en su sinrazón
menos que verme ya sin vida
¡quiera Dios que mi corazón
en Su cielo tenga acogida
al volver!

Doble balada

 

Amad, amantes corazones,
haced según vuestros antojos,
id a festines y a reuniones:
terminaréis llenos de piojos.
A los hombres hace Amor flojos:
Salomón a herejía accede,
Sansón pierde sus anteojos.
¡Feliz de aquel que a Amor no cede!

Orfeo, el tierno musicante,
tocando rústicas dulzuras,
por Amor se topó delante
del Can de cuatro dentaduras.
Narciso, de unas aguas puras
cae al pozo y salir no puede
por culpa de sus aventuras.
¡Feliz de aquel que a Amor no cede!

Sardaná, el de valor sin tacha
que conquistó el reino de Creta,
se fue a hilar como una muchacha
y quiso ser mujer completa.
El rey David, sabio profeta,
dos bellos muslos ve y procede
a olvidar a Dios que lo reta.
¡Feliz de aquel que a Amor no cede!

Amnón, presa de sed de amar,
con el pretexto de que hambreaba,
reclamó y desfloró a Tamar
mientras la hojuela se quemaba.
Dejó Herodes -¡cómo sudaba!-
que la cabeza de Juan ruede
por Salomé que le bailaba.
¡Feliz de aquel que a Amor no cede!

De mí también ¡pobre!, hablaré¹:
por Amor, como lienzo en río,
fui golpeado desnudo, y sé
que lo ordenó un tierno amor mío,
Catherine, con un gesto frío.
Noël, que vio lo que precede,
recibió parte del rocío.
¡Feliz de aquel que a Amor no cede!

No ha de dejar por ello el joven
de perseguirlas sin cautela
ni aunque en una hoguera lo adoben
como al que en una escoba vuela².
Para él huelen como canela.
Loco igualmente es quien se enriede
con morena o rubia mozuela.
¡Feliz de aquel que a Amor no cede!

 

 

1. Villon alude a los azotes que le valió su amor hacia Catherine de Vaucelles, joven de la que no se sabe casi nada y que tal vez haya que identificar con la Rose a la que hace referencia en la estrofa introductoria a la Balada a su  Dama, donde aparece como mujer de conducta no demasiado rígida.
2. Villon se refiere a brujos y brujas, que eran quemadas públicamente.

El epitafio Villon

 

Oh hermanos, que vivís después de nosotros,
no nos cerréis los corazones piadosos,
pues, teniendo piedad de nuestras pobres almas
Dios la tendrá luego de vuestros ojos
que aquí nos miran. Juntos estamos cinco o seis
y la carne que alimentamos a demasiado costo
está, después de mucho, roída y putrefacta,
y nosotros, huesos, nos volvemos ceniza y polvo.
De nuestros males no se burle nadie:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!

No nos desdeñéis, hermanos, en nuestro clamor,
porque hayamos sido muertos nosotros
en homenaje a la justicia. Pues debéis entender
que el espíritu sereno no saben tenerlo todos;
perdonadnos ahora, después de nuestra muerte,
frente al hijo de la Virgen María, solos;
procurad que Su gracia no nos sea negada,
y pueda preservarnos de los infernales rescoldos.
Muertos estamos, no nos moleste nadie:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!

La lluvia nos ha colado y lavado;
el sol nos desecó y ennegreció el tronco.
Nos arrancaron la barba y las cejas
urracas y cuervos, y nos cavaron los ojos.
Nunca jamás, ni un instante, pudimos sentarnos:
aquí y allá nos mecimos, según los antojos
del viento, que nos arrastra sin cesar,
en tanto los pájaros nos picotean más que al sorgo.
De nuestra cofradía no sea, por favor, nadie:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!

Príncipe Jesús, que sobre todo reinas,
procura que el Infierno no lleve las almas nuestras:
nada tenemos que hacer ni pagar en su lodo.
Hombres, en esto no hay burla alguna:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!

Las réplicas a Franc Gontier

 

Sentado en blanda cama un cura grueso,
junto al brasero, en cámara esterada,
pegado a él Sidoine dándole un beso,
tierna, blanca, hermosísima, ataviada,
así por una muesca los vi estarse
bebiendo el mejor vino noche y día,
reir, jugar, besarse, acariciarse,
los dos desnudos cuando les placía,
y supe ahí que contra la amargura
no hay un mejor vivir que con holgura.

Si este vivir hubiesen ensayado
el buen Gontier y su bienamada Helena
no andarían frotando pan tostado
con esos ajos que el amor condena.
A sus leches cuajadas, su puchero
y cremas el menor valor concedo.
¿Dormir bajo un rosal? Pues yo prefiero
un lecho blando en el que hundirme puedo.
¿No es la elección que dicta la cordura?
No hay un mejor vivir que con holgura.

Viven de pan moreno -¡desvarían!-
y no beben más que agua el año entero.
Todas las aves que en los prados pían,
si así las pagaré, pues no las quiero
aunque canten mis trozos predilectos.
Que Franc Gontier retoce con Helena
bajo el bello rosal lleno de insectos
si tal la vida les parece buena.
Pero yo pienso: por tener ventura
no hay un mejor vivir que con holgura.

Poned, Príncipe, fin a este debate:
yo agregaré que en mi niñez obscura
oí decir a un demacrado vate:
“No hay un mejor vivir que con holgura”.

Lay o rondel de la muerte

 

Muerte, apelo contra tu rigor,
tú me arrebataste a mi amada
y aun con ello no estás saciada
y me quitás todo fervor
y así sigo aquí sin vigor.
¡Que viviera no te hacía nada,
Muerte!

Éramos dos y un solo corazón
si ella murió debo también morir
o sin vida tal vez vivir,
como un fantasma en la imaginación.
¡Muerte!

Los lamentos de la Bella Armera

 

Creo estar las quejas oyendo
de la que fue la Bella Armera;
ella querría aún ser joven…
Parece hablar de esta manera:
-¿Por qué tan pronto me venciste,
vejez cruel y traicionera?
-¿Qué me ata que no me hundo el hierro
que esfumaría mis miserias?

Me arrancaste lo que Belleza
me otorgara para que reine
sobre clérigos y esclesiásticos,
sobre señores y burgueses.
No había entonces hombre muy cuerdo
que sus bienes no me cediese
con tal que lo único le diera
que de la puta nunca obtienen.

¡Y a cuántos hombres lo negué
-¡era entonces tan poco sabia!-
por un muchacho más que astuto
a quien encadené mi alma!
Disimulaba con los otros;
¡a él, Dios mío, cuánto lo amaba!
Y me zurraba sin embargo
y me quería por mi plata.

Mas por mucho que me golpeara
yo nunca lo dejé de amar,
y aunque me hubiese dado azotes
el dolor me hacía olvidar
con sólo reclamarme un beso.
Ese demonio, ese truhán
me abrazaba y… ¿Qué guardo de esto?
Vergüenza y pecado, no más.

Hace treinta años que está muerto
y yo, vieja, canosa, sigo.
Cuando me acuerdo de otros tiempos
y desnuda cuando me miro
y me veo tan diferente
(¡qué horrenda soy! ¡qué bella he sido!)
encogida, marchita, flaca,
me tengo rabia porque vivo.

¿Qué se hicieron mi lisa frente,
mis cejas y cabellos rubios,
mis ojos de mirar travieso
con que atrapaba a los más duros,
esa nariz recta y mi rostro,
mi rostro que ahora en vano busco,
mis orejas blancas y firmes
y mis labios de un rojo puro?

¿Mis hermosos pequeños hombros,
largos brazos y manos finas,
pezones chicos y caderas
altas y sólidas, propicias
para batallas de amor largas
y, sobre todo, eso que hacía
dichoso al hombre entre mis muslos
bajo el jardín que lo escondía?

La frente ajada, blanco el pelo,
apagados los ojos que ayer
lanzaban rientes miradas
al pecho del noble y del burgués,
la nariz corva y las orejas
colgando velludas y también
del rostro huídos los colores
-si labios tiene, no se ven-

¡en eso termina la belleza
humana! Manos contraídas,
brazos cortos, varias jorobas
entre los hombros distribuidas,
resecas están ya las tetas,
asco da eso que daba dicha
y los muslos amoratados
antes que muslos son salchichas.

Así juntas nos lamentamos
algunas pobres viejas tontas
sentadas sobre nuestras grupas
y acurrucadas en la sombra
junto a un fuego de pajas malas
que se apaga al viento que sopla.
¡Y en un tiempo fuimos tan bellas!
Así habrá de pasarle a todas.

​Epitafio

 

Yace y duerme en este desván
-con sus flechas lo mató Amor
un estudiante simple y pobre
que llamaban François Villon.
Nunca tuvo un palmo de tierra.
Sabido es que todo lo dio:
su mesa, su pan, su panera.
Rezad así, cual él pidió:

Versículo o rondel

Dad reposo eterno a este hombre
y eterna claridad, Señor *.
Ni un perejil jamás fue suyo
ni saciado se relamió.

Lo afeitaron hasta las cejas
como un nabo que en la olla dio **.
Dadle reposo eterno, Dios.

El Rigor lo mandó al exilio
y en el culo lo pateó
mientras él sollozaba: “¡Apelo!” ***
que no es muy ingeniosa voz.
Dadle reposo eterno, Dios.

 

Traducción de Rubén Abel Reches

El testamento

 

I
En el año en que cumplo los treinta ,
Cuando todas mis vergüenzas he apurado,
Ni loco del todo ni del todo cuerdo
A pesar de tanto sufrimiento
Que padecí por órdenes
De Thibault d’Aussigny …
Obispo es, bien bendice las calles.
¡Pero de él reniego!

II
No es

Lección de cordura a los muchachos descarriados

 

Perdéis, muchachos, la más bella
rosa que hay en vuestro sombrero;
si marcháis para Montpipeau,
clérigos de veloces dedos,
o a Ruel, cuidad vuestra cabeza:
pues por irse a los lados esos
y creer en apelaciones
la perdió Cayeux el cerrajero.

Que no son el cuerpo y el alma
pequeña apuesta: si perdemos,
de morir cubiertos de infamia
no nos salva Arrepentimiento;
y si ganamos, no es la reina
Dido a quien poseeremos.
Hay que ser miserable o loco
para jugar tales efectos.

Se dice que al barril de vino
hasta el fondo es sabio beberlo,
ya en los bosques cuando es verano,
ya junto al fuego en el invierno.
¡Si tenéis dinero gastádlo,
que no da brotes bajo el suelo!
Bien mal habido no prospera.
¿A quién tenéis por herederos?

 

Traducción de Rubén Abel Reches

Cuarteta

 

Yo soy François -¡cuánto me pesa!
de París, cerca de Pontuesa .
Pendiendo de la cuerda de una toesa
sabrá mi cuello lo que mi culo pesa.

Ruego aporte Guilaume du Ru
el aceite del alumbrado
y que mis cuatro ejecutores
tomen las puntas del sudario.
Barba, cabellos, pene, y cejas
nunca hasta hoy me dolieron tanto.
El mal me cerca. Es el momento
de agradecer, pues ya me marcho.

 

Traducción de Rubén Abel Reches

Epístola a sus amigos

 

Tened piedad de mí, tened piedad
por lo menos vosotros, mis amigos.
No en fiesta estoy, sino en cautividad,
en esta fosa donde sin testigos
me atormenta Fortuna con grilletes.
Acróbatas, juglares, brincadores,
muchachos y muchachas, mozalbetes
punzantes como abeja entre las flores,
gargueros que hermoseáis toda canción:
¿olvidaréis aquí al pobre.Villon?

Cantores que cantáis sin regla alguna,
en cuanto hacéis y en cuanto habláis jocosos,
vagantes que dormís bajo la luna,
si algo aturdidos, siempre espirituosos.
No tardéis más que cerca está su muerte
¡oh, rimadores de rondeles * ciento!
¿Puchero le daréis a un cuerpo inerte?
Aquí no entran relámpagos ni viento
y en esta fosa late un corazón.
¿Olvidaréis aquí al pobre Villon?

Venid a ver su lamentable traza,
Nobles ** a los que el diezmo es exceptuado,
a quienes rey ni emperador emplaza
y sólo dependéis del Dios amado.
Domingo y martes a ayunar *** lo obligan
y como de un rastrillo son sus dientes.
Después de un duro pan que le desmigan,
vierte en sus tripas aguas malolientes,
siempre soñando con algún capón
¿Olvidaréis aquí el pobre Villon?

Príncipes que he nombrado, muchachitos,
obtened de mí gracias reales
y en cesta alzadme dando alegres gritos,
que los cerdos -y son sólo animales
adonde gruñe uno va el montón,
¿olvidaréis aquí al pobre Villon?

 

Traducción de Rubén Abel Reches

Debate del corazón y del cuerpo de Villon

 

[CP] -¿Qué es lo que oigo?
[CZ] -Soy yo.
[CP] -¿Quién?
[CZ] -Tu corazón, que no se sostiene más que por un débil hilo: no tengo ya fuerza, ni substancia, ni sangre, al verte retirado así, solito, como un pobre perro acurrucado en un rincón.
[CP] -¿A qué se debe esto?
[CZ] -Por tus locos placeres.
[CP] -¿Qué te importa?
[CZ] -Yo recibo el disgusto.
[CP] -Déjame en paz.
[CZ] -¿Por qué?
[CP] -Lo pensaré.
[CZ] -¿Cuándo?
[CP] -Cuando esté fuera de la infancia.
[CZ] -No te digo mas.
[CP] -Me sobra.
[CZ] -¿Qué piensas?
[CP] -Ser hombre de valor.
[CZ] -Tienes treinta años.
[CP] -Es la edad de un mulo.
[CZ] -¿Es eso infancia?
[CP] -No. .
[CZ] -¿Es, pues, una locura lo que te agarra?
[CP] -¿Por dónde? ¿Por el cuello?
[CZ] -No conoces nada.
[CP] -Sí.
[CZ] -¿Qué?
[CP] -La mosca en la leche; la una es blanca, negra la otra, es la diferencia.
[CZ] -¿Y es todo?
[CP] -¿Qué quieres que te discuta? Si no es suficiente, volveré a empezar.
[CZ] -¡Estás perdido!
[CP] -Opondré resistencia.
[CZ] -No te digo más.
[CP] -Me sobra.
[CZ] -Yo tengo la pena; tú el daño y el dolor. Si fueras un pobre idiota y un tonto, aún tendrías motivo para excusarte; pero no te preocupas; todo te es igual, lo bello y lo feo. O tienes la cabeza más dura que guijarro o te gusta más esta desgracia que el honor. ¿Qué responderás a esta deducción?
[CP] -Estaré fuera de eso cuando haya muerto.
[CZ] -¡Dios, qué consuelo! ¡Qué sabia elocuencia! No te digo más.
[CP] -Me sobra.
[CZ] -¿De dónde viene esta mala disposición?
[CP] -De mi desdicha. Cuando Saturno hizo mi fardito metió dentro estos males, creo **.
[CZ] -Es locura: eres su señor y te consideras su criado. Mira lo que Salomón escribió en su rollo ***: “El sabio -así dice- tiene poder sobre los planetas y sobre su influencia.”
[CP] -No me lo creo; tal como me han hecho, seré.
[CZ] -¿Qué dices?
[CP] -Sí, ciertamente, así creo.
[CZ] -No te digo más.
[CP] -Me sobra.
[CZ] -¿Quieres vivir?
[CP] -Dios me dé el poder.
[CZ] -Necesitas…
[CP] -¿Qué?
[CZ] -Remordimientos de conciencia, leer sin fin.
[CP] -¿Qué?
[CZ] -Leer ciencia, dejar los locos.
[CP] -Bien, lo tendré en cuenta.
[CZ] -¡Recuérdalo!
[CP] -Lo recordaré perfectamente.
[CZ] -No esperes tanto que se convierta en mal. No te digo más.
[CP] -Me sobra.

 

Traducción de Carlos Alvar

François Villon, Francia, 1431-1463