Pecado

 

Señor, con qué prolijidad nos has encerrado!
Primero nos sazonan nuestros padres;
Luego los maestros nos entregan las leyes;
Nos envían amordazados hacia las reglas de la razón,
Los santos mensajeros, los púlpitos y los domingos;
El dolor que espía al pecado,
Las variadas aflicciones,
Angustias de todo tamaño,
Finas redes y engaños para cazarnos,
Biblias abiertas descuidadamente,
Millones de sorpresas;
Bendiciones previas,
Lazos de gratitud,
Melodías de gloria resonando en nuestros oídos;
Afuera, nuestra vergüenza;
Adentro, nuestras conciencias;
Ángeles y perdón,
Eternas esperanzas y temores.
Y sin embargo,
Un íntimo y perverso pecado
Destruye todas estas vallas,
Toda esta celestial edificación.

Negación

Cuando mi devoción no pudo perforar
tus oídos silenciosos;
entonces mi corazón se rompió, como mis versos:
mi pecho estaba lleno de desórden y miedo.

Mis pensamientos, como un arco quebradizo,
volaron por los cuatro vientos,
cada uno tomó su camino: algunos al placer,
otros a la guerra y el trueno.

Por lo tanto mi alma está fuera de vista,
muda, sin ataduras:
mi espíritu débil, incapaz de mirar de frente,
cuelga descontento, como una flor mordida.

Oh, anima y aclara mi pecho sin corazón,
no postergues el tiempo;
que tus favores concedan mi pedido,
ellos y mi mente pueden repicar,
y sanar mis versos.

Vértigo

 

¡Oh, qué cosa es el hombre! ¡Qué distante del poder, del descanso y la paz establecida! Es por lo menos veinte hombres diferentes en una hora.

Es uno cuando cuenta al cielo entre sus tesoros; pero luego un pensamiento se insinúa, y lo llama cobarde, porque pierde el placer por temor al pecado.

Hoy luchará, irá a las guerras; luego comerá su pan en paz, y reposará tranquilamente. Hoy despreciará las ganancias; luego ahorrará todo el día.

O construirá una casa, que pronto ha de caer, como si soplara un torbellino y derrumbara el edificio; y en parte es verdad, porque así es su mente.

¡Oh, qué aspecto tendría el hombre, si sus vestiduras cambiaran con sus decisiones; si como la piel de un delfín sus ropas concordaran con sus deseos!

Seguramente, si cada uno viera el corazón ajeno, ya no habría comercio, ni ventas ni contratos; todos se dispersarían, y vivirían separados.

Señor, arréglanos, o mejor, constrúyenos; una creación no nos ha bastado. Si no nos creas diariamente, olvidaremos nuestra propia salvación.

Conforme

 

Paz a tus pensamientos, no porfíes,
mantente dentro de las paredes de tu pecho:
quien no puede en su cama dulcemente
dormir apenas puede en otra descansar.

No salgas a la zaga de cualquier esperanza
o pasión no probada. Cortejar
cualquier lugar o suerte que el azar nos depara
es señal de mirada licenciosa.

Observa cómo el fuego en pedernales yace,
consigo mismo cálido y contento:
mas si a la vista de otros desea aparecer,
no brilla a menos que alguien lo golpee.

Dame una mente dócil que con gentil mesura
cualquier estado acate y le convenga;
que aunque a corona aspire, gustoso y con placer,
se encierre tras las puertas de un convento.

El alma abarca el mundo y flota satisfecha
desde los polos hasta el mismo centro:
en cada rincón de esta bien provista morada,
caliente y sin peligro, allí reposa.

Alardes de la vida son sólo flor de un día;
y, al morir, los vapores que desprenden
nuestros cuerpos resuenan con el mismo estruendo
que los que exhala un poderoso Rey.

Tu Crónica se pierde nada más; y aun así
mejor si los gusanos la consumen
que infernales polillas aún roan y desgasten
en libros indelebles tu buen nombre:

El altar

Un ALTAR roto Señor, tu último siervo,
Hecho de un corazón, y revestido de lágrimas:
Cuyas partes son como tu mano hizo de marco;
Ninguna herramienta de los obreros ha tocado el mismo.
Un solo corazón
Es una piedra,
Como nada más que
Tu poder hizo el corte.
Por lo cual cada parte
De mi duro corazón
Se reúne en este marco,
Para alabar tu Nombre;
Eso, si por casualidad me callaré,
Estas piedras para alabar a ti no pueden cesar.
O dejar que tu sacrificio bendito sea el mío,
Y santifique este altar para ser tuyo.

El collar

Dejé el tribunal, y lloré , no más.
Lo divulgaré .
¿Qué? ¿siempre suspirare y sufriré ?
Mis arrugas y mi vida son gratuitas, gratuito como el andar,
Libre como el viento, del tamaño de la provisión.
¿Estaré todavía en traje?
¿No he cosechado, pero un remordimiento
me dejo volando y no restaurare
Lo que he perdido con la fruta cordial?
Claro que había vino
Antes que mis suspiros lo secaran: había trigo
Antes de que mis lágrimas lo extinguieran.
¿Es qué sólo yo he perdido el año ?
¿No tengo espacios para coronarlo?
¿Sin flores ni coronas alegres? ¿todo maldito?
¿Todo perdido?
No es así, mi corazón, pero hay fruta,
Y Tú tienes manos.
Recupera toda tu edad con el soplo de un suspiro
Sobre placeres dobles: deja tu fría disputa
Por lo que es y no es conveniente. Renuncia a tu jaula,
A tu collar de arena,
Qué pensamientos insignificantes has tenido, y has hecho
Enviando un buen cable , para hacer cumplir y establecer,
Y que sea tu ley,
Mientras que tú lo has señalado y no lo quisiste ver.
Lejos, tened cuidado:
Lo divulgaré.
Llama a tu jefe muerto allí: para tus miedos.
El que se abstiene
Para satisfacer y servir a su necesidad,
Se merece su carga.
Pero como lo he alabado y madurado más rigurosamente y pródigamente
En cada palabra,
En mis pensamientos oí un llamado, Hijo:
Y yo conteste, Mi Señor.

Oración I

Oración es banquete eclesiástico, edad angelical,
aliento de Dios cuando nace el hombre,
alma en paráfrasis, corazón peregrino,
plomada cristiana sondando cielo y tierra;

catapulta contra Dios, torre del pecador,
trueno invertido, lanza al flanco de Cristo,
el mundo al sexto día en una sola hora,
una melodía que todos oyen y temen;

suavidad, paz, alegría, amor, gozo,
maná exaltado, el mejor regocijo,
Cielo ordinario, hombre bien vestido,
la Vía Láctea, el ave del Paraíso,

campanas oídas allende las estrellas, sangre del alma,
tierra de especias; algo entendido.

Amor I

Amor Inmortal, autor de esta gran figura,
nacido de una belleza que nunca se apagará;
¡cómo pudo el hombre parcelar tu glorioso nombre,
y arrojarlo a ese Polvo que tú mismo has hecho,

mientras el Amor Mortal gana todo el honor!
ellos se mueven con maestría, luego al unirse
llevan todo el poder, poseyendo mente y corazón,
(tu artesanía) y no te dejan parte en ninguno.

la Razón gusta de la Belleza, y ésta la hace crecer;
el mundo es suyo, ellas dos juegan en él,
y tú te quedas a un lado; y aunque tu nombre
trabajó en nuestra liberación de la fosa infernal,

¿quién canta tu alabanza? sólo una bufanda o un guante
abrigan nuestras manos, y las hacen escribir del amor.

Amor II

Calor Inmortal, no permitas que tu más grande llama
se acerque tanto a nosotros; esos fuegos
consumirían al mundo, primero has de domarlos,
y prender en nuestros corazones deseos ciertos

que consuman el desenfreno y realicen tu camino.
entonces te jadearán nuestros corazones; entonces
nuestra mente pondrá toda su invención a tu altar,
y allí con himnos enviaremos tu fuego de vuelta:

te verán nuestros ojos, los que ayer vieron polvo,
polvo soplado por la razón hasta enceguecerlos;
recuperarás todos tus bienes naturales,
arrebatados por la traidora voluptuosidad:

por ti las rodillas caerán y las cabezas se alzarán,
en alabanza a aquel que hizo y reparó nuestros ojos.

Amor III

el Amor me hizo pasar, pero mi alma se apartó,
llena de polvo y pecado.
mas el Amor atento, observando mi vaguedad
desde la primera ocasión,
se me acercó más y más, preguntando con dulzura
si algo me faltaba.

«un huésped» respondí, «que merezca estar aquí.»
dijo él, «tú lo serás.»
«¿yo, el malvado, el ingrato? ah, querido,
yo no puedo ni mirarte.»
el amor tomó mi mano y sonriendo contestó,
«¿quién hizo tus ojos sino yo?»

«cierto, Señor, pero yo los he estropeado;
deja que mi vergüenza vaya donde le corresponde.»
«¿y acaso no sabes» dijo el amor, «quién quiere cargar tu culpa?»
«¡querido! entonces te serviré.»
«sólo debes sentarte» dijo el amor, «y probar mi carne.»
y me senté a comer.

La llamada

Ven, mi Camino, mi Verdad y mi Vida,
vida que nos da el respirar,
verdad que extingue toda lucha,
vida que extermina a la muerte.

Ven, mi Luz, mi Banquete, mi Fuerza,
luz que muestra un banquete,
banquete que mejora al final,
fuerza que hace el invitado.

Ven, mi Gozo, mi Amor, mi Corazón,
gozo que nadie puede mover,
amor que nadie puede separar,
corazón que se goza en el amor.

Alas de Pascua

Señor, que creaste al hombre en riquezas y en provisiones,
A pesar de que perdió tontamente lo mismo,
Decayendo más y más,
Hasta que se convirtió en
Más pobre:
contigo
Oh, déjame que me eleve
Como las alondras, armoniosamente,
Y cantar este día tus victorias:
Entonces caerá aún más el vuelo en mí.

Mi tierna edad ha comenzado con dolor:
Y aún con enfermedades y vergüenza
Hiciste así castigar el pecado,
Que me convirtió en
Más tuyo.
contigo
Permíteme combinar
Y sentir en este día tu victoria:
Porque, si tengo un diablillo mi ala en tu
Aflicción adelantará el vuelo en mí.

La polea

Cuando Dios hizo al hombre en un primer momento,
Teniendo una copa apoyada en bendiciones;
Déjanos (dijo) volcar en él todo lo que podamos:
Deja que la riqueza del mundo, yazca dispersa,
Contraída en un palmo.

Así la primera fuerza hizo un camino;
Entonces la belleza, la sabiduría, el honor, el placer flotaron:
Cuando casi todo estaba fuera, Dios hizo una estadía,
Percibiendo que el único de todos sus tesoros
Descansa puesto en el fondo.

Porque si yo (dijo)
Le otorgara esta joya también a mi creación,
Él adoraría mis regalos en lugar de a mí,
Y el resto de la naturaleza, no al Dios de la Naturaleza:
Así ambos serian perdedores.

Sin embargo, le permitió mantener el resto,
Pero hay que tenerlos con inquietud de afligirse:
Déjalo ser rico y que se canse, que al menos,
Si la bondad no lo guía, aún la fatiga
Le puede lanzar contra mi pecho.

Las ventanas

Señor, ¿cómo puede el hombre predicar tu palabra eterna?
Es un frágil cristal perturbado:
Sin embargo, en tu templo tú la has brindado
En este lugar glorioso y trascendente,
Para ser una ventana, a través de tu gracia.

Pero cuando tú lo hayas templado en el cristal de tu historia,
Haciendo que tu vida brille dentro
De los santos predicadores, entonces la luz y la gloria
Crecerás más como pastor y te harás más ganador:
Lo que más demuestra que lo sombrío y lo blando, se diluye.

La doctrina y la vida, los colores y la luz,
Cuando se combinan en uno y se mezclan, llevan
Una relación fuerte y de sobrecogimiento: pero hablan solos
Se desvanecen como una cosa llameante,
Y en el oído, sin un círculo de conciencia.

La sutileza

Señor, un verso no es una corona,
ni un halcón, un festín o una gran fama,
ni una cuestión de honor, ni buena ropa,
ni una decente espada, ni un laúd.

Nada sabe de saltos, bailes, juegos;
nunca estuvo en España, nunca en Francia;
ni entretiene los días de igual forma
que un establo surtido o una hacienda.

No es un cargo, ni es arte, ni es noticia;
no es la Bolsa, ni una audiencia abarrotada:
es algo con lo que, mientras lo uso,
me acompañas: y el que más es todo se queda.

Traducción de Andrés Catalán

Versatilidad

¡Oh, qué cosa es el hombre, qué alejado
del poder, de la paz y del reposo!
¡En cada hora distinta es, por lo menos,
veinte hombres diferentes!

Un momento hace cuenta de los cielos,
como de su tesoro, pero al punto
siente una idea sierpe que le llama cobarde,
pues pierde su placer por miedo del pecado.

Ora quiere luchar, batirse en guerras,
ora comer su pan y cobijarse en paz,
ora escarnece el lucro,
ora amontona y guarda todo el día.

Edifica una casa
que ha de venirse abajo en un instante,
como si un vendaval la triturase,
y es en parte verdad; que así es su mente.

Qué espectáculo el hombre, si a medida
que muda de opinión se transformase
su aspecto, si su traje, como piel de delfín
se ajustara al variar de sus deseos.

Si cada uno leyera el corazón del otro
no habría relación, ni venta ni concierto;
muy pronto todos se dispersarían,
cada uno viviría solitario.

Corrígenos, Señor, o, mejor, haznos,
que no basta una sola creación a nuestro torbellino.
Si no vuelves a hacernos cada día,
la propia salvación rechazaremos.

Aflicción

Cuando por vez primera mi corazón tentaste
me pareció un magnífico servicio:
fue mucha la alegría que así me procuraste,
sumada a los deleites naturales
que a mí la suerte quiso en esta vida darme,
realzados más aún por tus graciosos dones.

Miré toda tu hacienda y era tan hermosa,
que por hermosa para mí la tuve:
los gloriosos enseres que tu hogar contenía
me enredaron; tentáronme hacia ti.
Los astros hice míos: y juntos cielo y tierra
pagaron mi salario con un mundo de dicha.

¿Qué placer me faltaba del Rey al que servía?
¿Qué gozo no tenía por amigo?
Disipó la esperanza todos mis pensamientos
de pesar o de miedo. Y siendo así,
mi alma, caprichosa, prendió en aquel lugar;
tu rostro fue a buscar su fiera juventud.

Al principio me diste tu leche y tus dulzuras;
cuanto se me antojaba yo lo hacía:
mis días se cubrieron de flores y ventura;
todos los meses eran siempre mayo.
Mas creció con los años, sinuosa, la tristeza,
y condenó al dolor a quien no lo esperaba.

Y mi carne doliente le dijo así a mi alma,
la enfermedad mis huesos va quebrando;
me corre por las venas la fiebre que consume,
afinando mi aliento con gemidos.
Pesar fue toda el alma; de no ser por la pena,
apenas si creyera estar siquiera vivo.

Recobré la salud, me quitaste la vida,
y aún más; que a mis amigos vi morir:
la agudeza perdí, hasta el filo mellado
de un cuchillo servía más que yo.
Así que, enjuto y flaco, sin protección ni amigo
me arrastraron los vientos y todas sus tormentas.

Mi espíritu y mi cuna prefirieron guiarme
por la senda que lleva a la ciudad,
mas Tú me revelaste un libro duradero,
y luego me envolviste en una toga.
Caí en la maraña de un mundo de discordia,
hasta cobrar las fuerzas para cambiar mi vida.

Amenacé a menudo con levantar el cerco,
sin sonreír en todos estos años,
mas mi rabia supiste fundir y disipar
envuelta en alabanzas académicas.
Tomé tu dulce píldora, hasta llegar allí
donde huir no podía, ni aun perseverar.

Mas fuera yo tal vez demasiado feliz
en mi infelicidad, pues de mi purga
haciendo mi alimento, arrojaste tú entonces
nuevos padecimientos sobre mí.
Me elude tu poder y mi senda extravía
sin que tus propios dones me hagan ningún bien.

Aquí estoy, lo que tú conmigo vas a hacer
no está escrito en ninguno de mis libros:
leo, suspiro y pienso: ojalá fuera un árbol;
pues seguro que entonces crecería
hasta dar sombra o fruto: al menos algún ave
haría en mí su nido, y yo sería justo.

Mas, aunque tú me turbas, por ti debo ser manso;
en la debilidad debo ser fuerte.
Bien está, buscaré otro señor, a él
iré, le ofreceré entrar a su servicio.
¡Oh, mi querido Dios! Del todo me olvidaste,
no dejes que te ame, si yo a ti no te amo.

Esencia

 

Dios mío, un verso no es una corona,
ni es un punto de honor ni un traje alegre,
ni es halcón, ni banquete, ni renombre,
ni es una buena espada, ni un laúd:

no lo verás montar, bailar, jugar;
no estuvo nunca en Francia, ni en España;
ni puede dedicar todo su tiempo
a sus caballerizas o a su hacienda:

no es oficio, ni arte, ni noticia;
ni la Bolsa ni concurrida lonja;
sino eso que mientras yo lo empleo
estoy contigo, y Todo es para ti.

Virtud

 

Dulce, amable, brillante y fresco día.
Son las nupcias del cielo y de la tierra:
por ti el rocío llorará esta noche;
puesto que has de morir.

Dulce rosa, tu airada y viva tez
hace enjugarse el ojo a quien te mira:
mas tu raíz está siempre en su tumba;
y tú has de morir.

Dulces días de rosas, primavera,
encierras condensado y dulce aroma;
mi música tu coda ya te muestra:
y todo ha de morir.

Tan sólo un alma dulce y virtuosa,
como madera seca, nunca cede;
pues aunque el mundo entero sea ceniza,
siempre habrá de vivir.

Mortificación

 

¡Qué pronto se marchita el hombre!
Cuando sacan del arca el perfumado paño
para arropar al niño, cuyo joven
aliento todo ignora;
son sus pañales briznas de mortaja,
que lo confían y lo envían a la muerte.

Cuando en la cama entra el niño,
por propia voluntad en su tumba se adentra,
presa del sueño; muerto se diría
de no ser por su aliento:
las noches se suceden y, veloces,
como agitadas olas, le llevan a la muerte.

Cuando joven es franco y libre,
exige música con inflamadas venas,
todo el día difunde en compañía
su alegría y su aliento;
es la música toque de difuntos:
será su amiga fiel en casa de la muerte.

Cuando cabal se vuelve luego,
busca una casa y un hogar donde vivir
en el círculo sólo de su aliento
e instruye allí sus ojos;
ese mudo recinto hace la corte
al ataúd, presente el día de su muerte.

Cuando la edad le abate y, débil,
señalando su tumba, derrite cada año
hasta fundirlos todos, y ahoga su aliento
cuando él quisiera hablar;
la silla o la litera muestra el féretro
que habrá de conducirle a casa de la muerte.

Sin darse cuenta de ello, el hombre
adorna el coche fúnebre y todo el cortejo
va disponiendo, mientras aún le queda
un soplo de su aliento:
enséñanos, Señor, cómo morir,
que todo este morir sea vida en muerte.

Manos enlazadas

 

Mío eres, Señor, y yo soy tuyo,
si mío soy: y tuyo mucho más
de lo que debo, o puedo, yo ser mío.
Mas siendo tuyo, a mí tú me das vida.
Así de nuevo ahora yo soy mío,
más mío, desde luego, mucho más,
pues cómo, siendo mío, no ser tuyo,
y tú conmigo a ti mismo das vida.
Si fuera yo sin ti acaso mío,
no fuera entonces yo mío ni tuyo.

Yo soy tuyo, Señor, y tú eres mío:
tan mío eres que aún, a ti, más mío
te imagino que no dueño de ti.
Pues tú sufriste para darme vida,
no a ti, mas sólo a mí, para ser mío:
más mío, desde luego, mucho más,
pues tú al morir no fuiste nada tuyo,
mas siendo mío a mí me diste vida.
¡Oh, sigue siendo mío! ¡Hazme tuyo!
¡O, más bien, no distingas Tuyo o Mío!

La flor

 

¡Qué fresco, dulce y limpio vuelves,
Señor! Al igual que las flores
en primavera, cuyo porte realzan
con su ofrenda las escarchas tardías.
La pena se derrite
como nieve de mayo,
como si el frío no existiese.

¡Mi ajado corazón recobra
su verdor! Bajo tierra había huido;
igual que, marchitas, las flores
corren a ver a su raíz y madre;
donde, muertas al mundo,
resisten todas juntas
el crudo invierno en casa oculta.

Señor, son estos tus prodigios,
el cielo y al infierno en una hora
envías; muerte y vida das,
tañendo una campana. Confundidos,
decimos esto, aquello:
tu palabra lo es todo,
mas no sabemos escribirla.

¡Ser de mudanza un día libre,
seguro en tu florido paraíso!
En primavera broto esbelto
hacia el cielo, creciendo a mi pesar:
y no falta a mi flor
lluvia de primavera
que a mí y a mis pecados una.

Mas si hacia ti crezco recto,
erguido aún, el cielo mi elemento,
Tu ira llega y yo declino:
no hay hielo que la temple, ¿dónde el polo
en que no ardan las cosas
todas si la mirada
airada hacia nosotros vuelves?

De nuevo con la edad retoño;
después de tantas muertes vivo, escribo;
huelo la lluvia y el rocío,
disfruto haciendo versos: oh, luz única,
no puedo ser aquel
a quien toda la noche
han azotado tus tormentas.

Son estos tus prodigios, Dios de amor,
hacernos ver que, a la deriva, flores
somos que un día tus jardines
callarán para allí siempre morar.
Quien a lo alto aspire
acumulando bienes,
soberbio, el Paraíso pierde.

Agridulce

 

Querido airado Dios,
si al amar nos golpeas,
si abates mas ayudas,
haré otro tanto yo.

Te alabaré en mis quejas;
te aprobaré en mi llanto;
mis días agridulces
serán lamento, amor.

George Herbert, Montgomery (Reino Unido), 1593-1633