La grandeza de Dios
El mundo lo blasona: la grandeza de Dios.
En llamaradas saldrá, cual brillo de lámina agitada;
cual rezumado aceite exprimido se engrosa en grandiosidad.
¿Por qué los hombres no reconocen su vara?
Generaciones lo han pisado, pisado, pisado;
y todo lo marchita el comercio, manchado y nublado el afán;
y viste el borrón del hombre y comparte el olor del hombre: pelado
está el terreno ahora y, calzado, el pie no lo puede notar.
Pero a pesar de todo, jamás la naturaleza se gasta;
allí vive la más preciosa lozanía muy dentro de las cosas;
y aunque la última luz deje el poniente oscurecido,
oh, en la orla del oriente surge la aurora:
porque el Espíritu Santo sobre el mundo torcido,
empolla con su cálido pecho y con, ah, fúlgidas alas.
Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo
La noche estrellada
¡Mira a las estrellas! ¡Eleva tu mirada hacia los cielos!
¡Contempla toda la ardiente multitud en los aires asentada!
¡Oh villas refulgentes, redondas ciudadelas!
De oscuros bosques en la más honda umbría, veneros de diamantes, ¡los ojos de los elfos!
¡Y aquellas grises praderas, frías, donde el oro, el oro vivo yace!
¡Argénteo serbal que se cimbrea al viento! ¡Aéreos álamos en llamas encendidos!
¡Copos de palomas, flotantes, huidas al susto del corral en desbandada!
¡Ah, pero este cielo se compra, todo él es premio!
¡Compradlo, pues! ¡Pujad! ¿Con qué?: oración, paciencia, limosnas, votos
¡Mira, mira: una invasión de mayo del huerto en la enramada!
¡Fíjate! ¡Un florecer de marzo en los sauzales con polvo de oro tapizados!
Estos son en verdad los graneros, más allá de los umbrales, las gavillas.
El relumbrante recinto al esposo oculta tras sus vallas;
ss la morada de Cristo, de Cristo, de su madre y de sus santos.
El farol a la puerta de la casa
A veces un farol vaga en medio de la noche
y llama la atención de nuestros ojos. Y ¿quién va ahí?
El mar y la alondra
En un oído y otro, dos ruidos demasiado antiguos para acabar
se atrincheran: a la derecha, la marea, acechando la costa;
inundando o cayendo, amortiguada o clamor,
frecuente allí mientras la luna se gasta y se agosta.
A la izquierda, en tierra, oigo que asciende la alondra,
su partitura que reparte renovada, rebobinada, cenital,
en torbellinos turbulentos que no estorban,
su nada queda música hasta que nada queda ya.
¡Cómo los dos avergüenzan a esta ciudad huera y frágil!
¡Cómo el derecho mitiga nuestro sórdido tiempo
con su pureza! Orgullo de la vida y ciudada corona, casi
hemos perdido el canto y el encanto del pasado espléndido
de la tierra: toda nuestra hechura se deshace, ágil
va el postrer polvo del hombre al lodo del hombre primero.
Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo
Primavera
Nada es tan hermoso como la primavera
cuando las hierbas ruedan brotando exuberantes
cielitos bajos parecen los huevos de los zorzales
y el zorzal enjuaga y escurre el oído entre la madera
que le hace eco, y estremece, como un relámpago tiembla,
oírlo cantar; el follaje y las flores de cristalinos perales
cepillan el azul que desciende; ese azul está todo en su alcance
impetuoso; y correteantes corderos comparten la juerga.
¿Qué es todo este jugo, este juego, toda esa alegría?
Un rastro del dulce ser de la tierra en el principio
En el jardín del Edén. Ten, toma, antes de que se tornen frías,
Antes de que se nublen y las agrie el pecado, Dios mío,
Inocencia y primavera en el muchacho y la chica,
Oh, hijo de virgen, sean tu elección y de alcanzarte dignos.
Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo
En el Valle de Elwy
Fueron buenos conmigo en esa casa,
lo sabe Dios, sin que lo mereciera;
un perfume alentaba allí al entrar
fresco, creo, de algún bosque fragante.
Aquel aire cordial los recubría
como el ala materna a la nidada,
o la templada noche al pan de abril,
o así lo parecía, y justo era.
Gratos bosques, praderas, aguas, navas,
todo cuanto engalana el aire en Gales.
Sólo no corresponde el huésped. Dios,
que la balanza inclinas de las almas,
completa en lo que falla a tu criatura,
poderoso maestro, tierno padre.
Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo
La linterna del exterior
A veces en la noche se mueve una linterna,
que atrae nuestra mirada. ¿Quién va?, me interrogo.
¿De dónde y hacia dónde va, con todo
Este manto negro, esa luz que de él tiembla?
Pasan junto a mí hombres que brillante belleza
o molde o mente, o no sé qué más, marca insólitos:
lanzan contra nuestro aire espeso y cenagoso
radiante luz, hasta que la muerte o la distancia se los lleva.
La muerte o la distancia los consume enseguida.
Devanar lo que pueda ver después, estar en el final no consigo
Y lo que se pierde de vista se olvida.
Cristo no olvida, el interés de Cristo, para corregirlos
los mira, quiere de corazón, los cuida, el pie les guía,
su rescate, su prenda, el primer y último amigo.
Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo
Que la naturaleza es un fuego heracliteano y del consuelo la Resurrección
Nube de bejines, desgarrados penachos, lanzadas almohadas se pavonean, luego se precipitan en una carretera
construida en el aire: jaraneros del cielo, en abundosas bandas parranderas; relumbran marchando.
Abajo se abalanzan, deslumbrantemente blanqueados, doquiera un olmo se arquea,
lucerúleos, sombraceantes, se abrazan en largos látigos que alancean, machihembrados.
Con cuánto encanto el brillante viento violento relinga, embate y desnuda
la tierra de las arrugas de la pasada tempestad; en charca y bache
reseca el cieno centuplicado en apretada masa, costra, polvo; almidona y cura
escuadrones de máscaras y máscaras humanas, en hollado lodazal los afanes.
Pespunteando por pies. La hoguera de la naturaleza arde alimentada por millones.
Mas apaga su chipa más bella, la que le es más cara, la de más clara
raíz, el hombre ¡y que de pronto su abolladura de fuego, su marca en la mente se esconde!
Ambos se ahogan en una insondable, todo está en una vasta
Oscuridad. ¡Oh, piedad e indignación! La figura del hombre,
que brilló pura, separada, una estrella, la muerte la borra, no queda nada
en él tan puro sin que lo borre
la vastedad y el viento abata. ¡Basta! La Resurrección
¡una corneta del corazón! Fuera, jadeos de congoja, jornadas sin júbilo, la deyección.
Brilló por mi cubierta que zozobraba
un faro, un rayo eterno. Que la carne se marchite, y la mortal inmundicia
caiga para el gusano universal; que el incendio del mundo sólo deje cenizas.
Tronando la trompeta, enseguida,
soy de repente lo que Cristo es, puesto que él feu lo que yo soy, y
ese cualquiera, ese tío, ese tiesto, ese trasto, esas trizas, diamante inmortal,
es diamante inmortal.
Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo
Ave al viento
A Cristo Nuestro Señor
Sorprendí esta mañana la favorito de la mañana, delfín del reino de la luz del día,
el Halcón de alas de alba moteado que remontaba
el quieto aire del ondulado terreno abajo, y pasando por lo alto, ¡cómo se movía
en círculos bajo la rienda de una serpenteante ala
en su éxtasis! Y luego hala, hala: siguió balanceándose, como el talón de un patín se desplaza
suavemente en una curva: el lanzamiento y el deslizarse repelían
al gran viento. Mi corazón, escondido, se estremecía
por un ave, su dominio y todo lo que alcanza.
Belleza bruta, y valor y acto, oh, aire, orgullo, penacho,
aquí ¡se abrochan! Y el fuego que entonces surge de ti, mil millones de veces
es más encantador, harto más peligroso, ¡oh, mi caballero!
Y no es raro: un puro paso laborioso hace que el arado
en el surco brille, y brasas aceradas y azules, mi querido, ceden,
se tajan, sajan y rajan en un oro bermejo.
Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo
Abigarrada belleza
Gloria a Dios por todo lo abigarrado;
por los cielos bicolores como una vaca berrenda,
por las motitas rosas que puntean a la trucha que nada,
cataratas de castaño de recientes brasas, alas de pinzones,
el paisaje parcelado y juntado, el aprisco, el barbecho y el arado,
y todos los oficios, sus aperos y arreos, sus adornos.
Todas las cosas contrarias, originales, singulares, extrañas;
todo lo voluble y con pecas (¿quién sabe cómo?)
con lo veloz, lo lento; con lo grato, lo agrio, con lo fulgurante, lo fosco;
de todo es padre, y su belleza no cambia:
alabadlo.
Traducción al español de Antonio Rivero Taravillo
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Belleza jaspeada
Gloria a Dios por las cosas moteadas
—por cielos de colores en pareja como una vaca pinta;
por los lunares de rosa todos punteados en la trucha que nada;
cascadas de castañas como brasas frescas; las alas de los pinzones;
un paisaje parcelado y dividido —redil, barbecho y arado;
y todos los oficios, su equipamiento y su aparejo y su adorno.
Todas las cosas contrastantes, originales, restantes, extrañas;
lo que sea veleidoso, pecoso (¿quién sabe cómo?)
con ligereza, lentitud; dulce, agrio; encendido, desvaído.
A Él, que engendra más allá, cuya belleza no conoce el cambio:
Alabadlo.
El cernícalo
A Cristo nuestro Señor
Sorprendí esta mañana al favorito de la mañana, delfín del reino
De la diurna luz, Halcón pintado de aurora, cuando remontaba
La vasta llanura del aire firme a sus pies, andariego
De la altura, ¡cómo giraba sobre la rienda de un ala plegada
En su éxtasis! para luego lanzarse, fugar oscilante
Como el talón de un patín barre suave el arco de
una curva: el impulso y el desliz
Desairaban al gran viento. Mi corazón escondido
Se agitó por un ave: ¡la proeza, la maestría de aquello!
Brutal belleza y valor y acto, ¡oh aire, pluma, orgullo, aquí
Trenzados! Y el fuego que de ti brota entonces, un billón
De veces a voces más adorable, más peligroso ¡Oh mi caballero!
No hay ahí prodigio: el puro afán hace que el arado por el surco
Brille, y los pálidos rescoldos azules, ah mi amado,
Caen, se hieren, y abren tajos de oro y bermellón.
St. Beuno’s, 30 de mayo de 1877
¡Paciencia, dura cosa! ¡la dura cosa que sólo implorar
¡Paciencia, dura cosa! ¡la dura cosa que sólo implorar
Y procurar es Paciencia! Paciencia quien pide
Quiere guerra, quiere heridas; fatigados sus tiempos, sus tareas;
Prescindir, aceptar cara o cruz, y obedecer.
La rara paciencia en éstos arraiga, y si faltan
En ningún sitio. Hiedra del corazón natural,
Paciencia enmascara
Nuestras ruinas de anterior naufragio de propósito.
Allí asolea
Ojos de púrpura y mares de líquidas hojas todo el día.
Oímos rechinar contra sí los corazones: mata
Golpearlos más fuerte. Pero las rebeldes voluntades
Nuestras pedimos a Dios que incline hacia él aun así.
¿Y dónde aquél que más y más destila
Deliciosa bondad? — Es paciente. Paciencia llena
Sus claros panales, y aquélla viene por las sendas que sabemos.
1885
Mi propio corazón dejadme más compadecer; dejadme
Mi propio corazón dejadme más compadecer; dejadme
Vivir con mi triste ser desde ahora bondadoso,
Caritativo; no vivir esta mente torturada
Con esta mente torturada torturando aún.
Busco el solaz que no más puedo tener
A ciegas en mi desolado, que ciegos
Ojos en su oscuro pueden el día o la sed puede hallar
El todo de la sed en todo un mundo de agua.
Alma, ser; anda, pobrediablo ser, te aconsejo
Que, rendido, abandones; llama un rato los pensares
A otro sitio; deja campo de arraigo al consuelo;
deja crecer el gozo
Dios sabe cuándo a Dios sabe qué; cuya sonrisa
No se fuerza, mira; antes a veces imprevistas — como cielo
Abigarrado entre los montes — alumbra una legua adorable.
1885
La guirnalda de Tom: sobre los desempleados
Tom — de romo acero arisco enguirnaldado
Tom; luego de Tom botalodosamigo apila el pico
A su lado y arranca piedrachispa rumbo a casa —
el fuerte Dick;
Tom Corazón-en-paz, Tom Jornalero: sólo quiere su comida
Segura, su lecho ya. Humilde que sea: con
entusiasmo su humilde suerte (sentir
Que hambre no pasará, Tom; Tom rara vez enfermo,
Más raramente afligido; que cruza, inmune al pinchazo, densos
Millares de espinas, pensares) blande empero. De la
cosa pública
Poco me vale, ¡ja! el desnivel, si todos tuvieran pan:
¡Qué! La nación es honra suficiente en todos
nosotros — testa señorial,
Ornada por lo alto con las luces del cielo, o bien, suelomadre
Que troza, poderoso pie. Mas en forma alguna asistidos,
Ni mente ni fuerza motora; de, pro enguirnaldarse,
Peligroso, oh no; tampoco afán confiado y fuerte calzado;
Expatriados más allá del límite
De la gloria terrena, la paz terrena, todos; ninguno
en parte alguna
Del ancho bien del Mundo; oro raro, fiero acero,
desnudos
De ambos; penan, pero comparten penas —
Esto, por Desespero, engendra al torvo Perro Vil;
por la Rabia,
Lobos del hombre, peores; y sus jaurías infestan la era.
Dropmore, septiembre 1887
Despierto y siento la malignidad de la noche, no el día
Despierto y siento la malignidad de la noche, no el día.
Qué horas, ¡Oh, qué negras horas hemos pasado
esta noche! ¡Las vistas, corazón, que viste; los caminos que viajaste!
Y más debes en la aún más larga dilación de la luz.
Con testigos hablo esto. Pero donde digo
horas me refiero a años, a la vida. Y mi lamento
es un lloro incontable, llora como muertas cartas enviadas
a él, el más querido que vive, lamentablemente, lejos.
Estoy exasperado, tengo quemado el corazón. El decreto más profundo de Dios
amargo me querría saber: mi sabor era yo;
los huesos se formaron en mí, la carne se llenó, la sangre rebosó la maldición.
La levadura del ser del espíritu una sosa masa agría. Veo
que los condenados son así y que su flagelo es ser,
como yo soy el mío, sus mismos yoes sudorosos; pero peores.
Tú eres en verdad justo, Señor, si yo compito
“Justo eres en verdad, Señor, si compito contigo; y sin embargo
por mí será dicho lo que es justo para ti: ¿por qué prospera la vía de los impíos?”
Tú eres en verdad justo, Señor, si yo compito
contigo; pero, señor, también lo que suplico es justo.
¿Por qué el camino de los pecadores prospera? ¿Y por qué debe
en desencanto acabar todo aquello que emprendo?
Fueres mi enemigo, Oh, amigo mío,
¿cómo podrías, me pregunto, peor que ahora
vencerme, frustrarme? Oh, los alcohólicos y esclavos de la lujuria
en horas libres prosperan más que yo, que gasto,
Señor, la vida en tu causa. Mira, las orillas y los recodos,
¡ahora cuán anchos han quedado! De nuevo están tejidos
con calado de perifollo, mira, y un fresco viento los hace temblar;
las aves construyen — pero yo no construyo; no, pero me esfuerzo,
eunuco del tiempo, y no engendro una sola obra que vaya a despertar.
Mío, Oh Señor de la vida, manda lluvia a mis raíces.
17 de marzo de 1889
Traducción de Juan Tovar
Peor no, nada hay. Más hondas que la hondura del dolor
Peor no, nada hay. Más hondas que la hondura del dolor,
Nuevas mordeduras, enseñadas por las otras, más se ensañarán.
Tú que consuelas, ¿dónde, dónde tu consolación?
María, madre nuestra, ¿dónde tu alivio?
Mis lamentos fluyen, largos como rebaños; se acurrucan en una pesadumbre
Principal, tristeza del mundo; sobre un yunque de
la edad de las edades boquean y cantan —
Luego callan, luego ceden. Furia gritó “¡No se pierda
Tiempo! Dejadme ser cruel: por fuerza he de ser breve.”
Oh la mente tiene montañas; acantilados de caída
Pavorosa, recta, inexplorada de hombre. Puede tenerlos en poco
Quien nunca allí pendió. Ni por mucho nuestra pequeña
Duración trata con ese abrupto o profundo. ¡Aquí! cuélate,
Mísero, bajo un consuelo sirve en el torbellino:
toda Vida la muerte acaba y cada día muere con el sueño.
1885
Traducción de Juan Tovar
(Carroña del consuelo)
No, yo no, carroña del consuelo, Desaliento, no he
de comer de ti;
Ni destejer —flojas que estén— estas últimas
fibras de hombre
En mí, o pleno de fatiga clamar No puedo más.
Puedo;
Algo puedo, esperar, desear que llegue el día, no
elegir no ser.
Mas ah, mas oh tú terrible, ¿por qué me haces
rudeza
Meciendo tu pie derecho tuercemundos? ¿me
acercas la zarpa de león? ¿recorres
Con oscuros ojos voraces mis huesos magullados?
¿y abanicas,
Oh en vueltas de tormenta, al aquí apilado, aquí
ansioso de evitarte y huir?
¿Por qué? Porque la paja vuele; yazga el grano,
limpio y claro.
Y en toda esa labor de laberinto, desde (parece)
que besé la cruz,
Mano digo, mi corazón bebió fuerza, robó gozo,
quiere reír, gloriar.
¿Pero gloriar a quién? ¿al héroe cuya destreza
celeste me tumbó, me puso pie
Encima? ¿o a mí que lo combatí? Oh ¿cuál? ¿es
cada uno? Esa noche, ese año
De oscuridad ya hecha yo mísero yazgo en lucha con
(¡mi Dios!) mi Dios.
1885
Los álamos de Binsey – talados en 1879
Mis queridos álamos, cuyas aéreas prisiones atenuaban,
Atenuaban o apagaban en su fronda el sol danzante,
Todos talados, talados, talados estáis todos;
De una flamante, continua y ondulante hilera,
No se salvó siquiera uno
Que meciera su sombra asandaliada,
Que nadaba o se hundía en el prado y en el río
O en el enmarañado herbazal de la ribera,
Que el vagabundo viento recorría.
¡Oh, si al menos supiésemos qué hacemos
Cuando cavamos o tajamos.
Paz
¿Cuándo querrás tú, Paz, torcaz paloma, tus inquietas alas plegar
¿Y dejarás de rondarme vagabunda, para posarte al fin bajo mis ramas?
¿Cuándo, cuándo, ¿Paz, querrás tú, Paz? No haré el hipócrita
Con mi propio corazón, y admito que algunas veces vienes; pero
Esta paz a ratos es pobre paz ¿Qué plena paz consiente
¿Alarmas de guerras, intimidantes guerras, su propia muerte?
¡Oh ciertamente, ¡esquiva Paz, mi señor ha dejar algún bien en tu lugar!
Por eso deja exquisita Paciencia, para que de Paz se emplume en adelante.
Y cuando la Paz aquí a anidar viene,
Viene a hacer su labor y no a arrullar,
A criar y a incubar viene.
Despierto a sentir la pelambre de tiniebla, no el día
Despierto a sentir la pelambre de tiniebla, no el
día.
¡Qué horas, oh qué horas negras pasamos
Esta noche! ¡las cosas que viste, corazón; caminos
que cursaste!
Y más habrá, en la aun más larga dilación de la
luz.
Con testigo hablo así. Pero al decir
Horas digo años, digo vida. Y mi lamento
Es de gritos incontables, gritos como cartas
muertas enviadas
Al muy amado que vive ¡ay! distante.
Soy la hiel, soy acedía. El más hondo decreto
de Dios
Me quiso sabor amargo: mi sabor fui yo;
Huesos en mí edificados, la carne colmó, la sangre
rebosó la condena.
La levadura del ser espíritu una pasta insípida
amarga. Veo
Que los perdidos son así, y su castigo el vivir
Como yo el mío, sus seres sudorosos; y peores.
1885
Los álamos de Binsey – talados en 1879
Mis queridos álamos, cuyas aéreas prisiones atenuaban,
Atenuaban o apagaban en su fronda el sol danzante,
Todos talados, talados, talados estáis todos;
De una flamante, continua y ondulante hilera,
No se salvó siquiera uno
Que meciera su sombra asandaliada,
Que nadaba o se hundía en el prado y en el río
O en el enmarañado herbazal de la ribera,
Que el vagabundo viento recorría.
¡Oh, si al menos supiésemos qué hacemos
Cuando cavamos o tajamos.
Felix Randal
Felix Randal el herrero, oh ¿ha muerto entonces?
¿concluido ya mi deber,
Que contemplé su hechura de hombre, huesos
grandes y recia apostura,
Decaer, decaer, hasta el tiempo que en él la razón
se extravió y unos
Cuatro desórdenes fatales, ahí encarnados,
contendieron todos?
Lo quebró la enfermedad. Impaciente, maldecía al
principio, pero se enmendó
Una vez ungido y todo; si bien su temple celestial
comenzó pocos
Meses antes, desde que por mi mediación nuestro
dulce alivio y rescate
Le fuera administrado. Ah bien, ¡Dios lo descanse
y a toda senda que jamás ofendió!
Este ver a los enfermos nos encariña con ellos, los
encariña también.
Mi lengua te enseñó consuelo, mi tacto extinguió
tus lágrimas,
Tus lágrimas que mi corazón tocaban, hijo, Felix,
pobre Felix Randal;
¡Qué lejos de entonces el presentimiento, en tus
años de mayor bullicio,
Cuando en la tosca fragua sombría, poderoso entre
iguales,
Forjabas al gris percherón su brillante y sonora
sandalia!
Liverpool, 28 de abril de 1880
¿A qué sirve la belleza mortal?
¿A qué sirve la belleza mortal — peligrosa; pone a danzar
La sangre — la figura de oh-sellad-eso-así,
despliegue de más altiva forma
Que Purcell tonada marca el paso? Ved: esto hace: calienta
El sentido de los hombres al amor de lo que es; lo
que dice bueno — dónde un vistazo
Mejor domina que larga mirada, sin cara para mirar.
Aquellos hermosos muchachos otrora, recién
llovidos en la tormenta de la guerra,
¿Cómo pues Gregorio, un padre, habría espigado
otra cosa en la enjambrada
Roma? Pero Dios a una nación entregó la cara
suerte de ese día.
Al hombre, que adorar quiere y necesita bloque
o piedra estéril,
Dice nuestra ley: Ama a los que de todo conocerse
merecerían más amor;
La suprema belleza del mundo —los seres de los
hombres. En hechura y rostro brilla el ser.
¿Qué entonces? ¿Cómo„ enfrentar la belleza? Sólo
enfréntala; posee,
Hogar de corazón, el dulce don del cielo; deja
luego, déjalo en paz.
Sí, mas desea eso, desea todo, la mejor belleza de
Dios, la gracia.
23 de agosto de 1885
Descifrando en hojas de Sibila
Ferviente, ultraterreno, igual, armonizable,
bovedizo, voluminoso, estupendo
Crepúsculo pugna por ser del tiempo la vasta
vientre-de-todo, casa-de-todo, ataúd-de-todo noche.
Su córnea tierna luz amarilla devanada al oeste, su
loca hueca luz blanca colgada en la altura
Yerma; sus primeras estrellas, estrellas príncipes,
principales, se nos ciernen,
Cielo en facciones de fuego. Pues la tierra desata
su ser, su entrevero toca fin, divergente o ebullente, todo a traviesa, en
tumulto; ser en ser macerado y molido — por entero
Desacordando, desmembrando todo ya. Bien me
traes, corazón, a cuenta
Con: Nuestro crepúsculo nos cubre; nuestra noche
se hinche, se hinche, y nos acaba.
Sólo las ramas y dentadas hojas dragontinas
incrustan la pálida luz con lisura de
herramienta; negras,
Tan negras en ella. ¡Nuestro cuento, oh nuestro
oráculo! Que la vida, menguante, ah que la vida devane
Su otrora tejida teñida venada variedad toda en dos
husos; separa, encierra, guarda
Ahora su todo en dos rebaños, dos rediles —
negro, blanco; bueno, malo; cuenta sólo, atiende sólo, mira
Sólo estos dos; cuidado con el mundo en que los
dos sólo encontrados se revelan; con el potro
Donde por sí atadas, por sí torcidas, sin abrigo y
sin asilo, ideas contra ideas en queja se quebrantan.
1885
Parecer extraño tal mi suerte, mi vida
Parecer extraño tal mi suerte, mi vida
Entre extraños. Padre y madre queridos,
Hermanos y hermanas no están en Cristo cerca
Y él mi paz / mi despedida, batalla y espada.
Inglaterra, cuyo honor de todo corazón cortejo, esposa
De mi pensamiento creador, ni me oiría
Si implorara, ni yo imploro: yo cansado
Del ocio de un ser apenas al filo de donde las guerras se libran.
Ya estoy en Irlanda; estoy a tercera
Distancia. No pero en toda estancia puedo
Dar y recibir el buen amor. Sólo qué palabra
Mi corazón más sabio engendra la confusa
proclama del cielo oscuro
Impide o el sortilegio del infierno frustra. Tal
atesorar desoído,
Oído descreído, me deja en solitario comenzó.
1885

