Te Deum – Aniceto de Remesiana (siglo IV)

Te Deum laudamus:
te Dominum confitemur.
Te aeternum Patrem,
omnis terra veneratur.
Tibi omnes angeli,
tibi caeli et universae potestates:
tibi cherubim et seraphim,
incessabili voce proclamant:
Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt caeli et terra
maiestatis gloriae tuae.
Te gloriosus Apostolorum chorus,
te prophetarum laudabilis numerus,
te martyrum candidatus laudat exercitus.
Te per orbem terrarum
sancta confitetur Ecclesia,
Patrem immensae maiestatis;
venerandum tuum verum et unicum Filium;
Sanctum quoque Paraclitum Spiritum.
Tu rex gloriae, Christe.
Tu Patris sempiternus es Filius.
Tu, ad liberandum suscepturus hominem,
non horruisti Virginis uterum.
Tu, devicto mortis aculeo,
aperuisti credentibus regna caelorum.
Tu ad dexteram Dei sedes,
in gloria Patris.
Iudex crederis esse venturus.

Te ergo quaesumus, tuis famulis subveni,
quos pretioso sanguine redemisti.
Aeterna fac
cum sanctis tuis in gloria numerari.

Salvum fac populum tuum, Domine,
et benedic hereditati tuae.
Et rege eos,
et extolle illos usque in aeternum.
Per singulos dies benedicimus te;
et laudamus nomen tuum in saeculum,
et in saeculum saeculi.
Dignare, Domine, die isto
sine peccato nos custodire.
Miserere nostri, Domine,
miserere nostri.

Fiat misericordia tua, Domine, super nos,
quem ad modum speravimus in te.
In te, Domine, speravi:
non confundar in aeternum.

Te Deum

 

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos,
los cielos y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los Apóstoles,
la multitud admirable de los Profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

Es costumbre que el papa culmine el año con un tedeum. Esta palabra deriva de un himno denominado así por sus primeras palabras latinas: Te Deum, que puede traducirse como A ti, Dios.

Se dice que el himno lo compusieron san Ambrosio y san Agustín. Una vez que el obispo de Milán bautizó al segundo en el año 387 improvisó un verso, al que le respondió el que luego sería obispo de Hipona, y así sucesivamente hasta que concluyeron el himno. Otros afirman que fue escrito en el siglo IV por Aniceto de Remesiana.

Además de la versión gregoriana, otros compositores lo han musicalizado como Haendel, Haydn, Mozart, Dvořák, y Verdi.

Este himno es parte del Oficio de Lecturas de los domingos (excepto los de Cuaresma), los días de las Octavas de Pascua y de Navidad, en las solemnidades y fiestas.

Además, se canta en otras ocasiones para dar gracias a Dios. Es por ello que esas celebraciones han tomado el nombre de tedeum. El papa lo celebra, ante el Santísimo expuesto, al concluir las I Vísperas del 31 de diciembre para dar gracias por el año que concluye.

Salve Regina

Salve, Regina, Mater misericordiæ,
vita, dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus exsules filii Hevæ,
Ad te suspiramus, gementes et flentes
in hac lacrimarum valle.
Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos
misericordes oculos ad nos converte;
Et Jesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.

 

En algunos casos, se agrega:

℣ Ora pro nobis, sancta Dei Genitrix,
℟ Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

Oremo.
Omnipotens sempiterne Deus, qui gloriosæ Virginis Matris Mariæ corpus et animam, ut dignum Filii tui habitaculum effici mereretur, Spiritu Sancto cooperante præparasti: da, ut cuius commemoratione lætamur; eius pia intercessione, ab instantibus malis, et a morte perpetua liberemur. Per eundem Christum Dominum nostrum.
℟ Amén.

Salve Regina

 

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

V. Ruega por nosotros, oh santa Madre de Dios,
R. para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Dejanos rezar:
Dios todopoderoso y eterno, que por la cooperación del Espíritu Santo preparaste el cuerpo y el alma de la gloriosa Virgen-Madre María para convertirse en una morada adecuada para tu Hijo: concédenos que mientras nos regocijamos en su conmemoración; para que por su ferviente intercesión seamos librados de los males presentes y de la muerte eterna. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.

La «Salve Regina», también conocida como «Salve Reina Santa», es una himno y una de las cuatro antífonas marianas cantadas en diferentes estaciones dentro del calendario litúrgico cristiano de la Iglesia Católica. La Salve Regina se canta tradicionalmente en completas en el tiempo del sábado anterior al Domingo de Trinidad hasta el viernes anterior al primer domingo de Adviento. El Ave Santa Reina es también la oración final del Rosario .

La obra fue compuesta durante la Edad Media y apareció originalmente en latín, el idioma predominante del cristianismo occidental hasta los tiempos modernos. Aunque tradicionalmente se atribuye al monje alemán Hermann de Reichenau del siglo XI, la mayoría de los musicólogos lo consideran anónimo. Tradicionalmente se ha cantado en latín, aunque existen muchas traducciones. Estos se utilizan a menudo como oraciones habladas.

Las antífonas marianas se cantan, desde el siglo XIII, al final de Completas, el último Oficio del día. Peter Canisius (muerto en 1597) señaló que uno alaba a Dios en María cuando se vuelve hacia ella cantando. Litúrgicamente, la Salve Regina es la más conocida de los cuatro himnos marianos prescritos que se recitan después de Completas y, en algunos usos, después de Laudes u otras Horas. Es probable que su uso después de Completas se deba a la práctica monástica de entonarlo en la capilla y cantarlo de camino a los dormitorios.

Se instaló en su forma actual en la Abadía de Cluny en el siglo XII, donde se utilizó como himno procesional en las fiestas marianas. Los cistercienses cantaron la Salve Regina diariamente desde 1218. Era popular en las universidades medievales como canción vespertina y, según el p. Juniper Carol, llegó a ser parte del ritual para la bendición de un barco. Si bien el himno figuraba en gran medida en la devoción litúrgica y en general católica popular, era especialmente apreciado por los marineros.

En el siglo XVIII, la Salve Regina sirvió como esquema para el clásico libro de mariología católica romana Las Glorias de María de San Alfonso María de Ligorio. En la primera parte del libro, Alfonso, Doctor de la Iglesia , habla de la Salve Regina y explica cómo Dios entregó a María a la humanidad como «Puerta del Cielo».

Se añadió a la serie de oraciones dichas al final de la Misa rezada por el Papa León XIII.

La Salve Regina se canta tradicionalmente al final de la misa del funeral de un sacerdote por los sacerdotes asistentes del difunto.

Ave verum corpus

Ave Verum Corpus, natum
De Maria Virgine,
Vere passum, immolatum
In cruce pro homine,
Cujus latus perforatum
Unda fluxit et sanguine,
Esto nobis praegustatum
In mortis examine.

Ave verum corpus

Salve, Verdadero Cuerpo, nacido
de la Virgen María,
verdaderamente atormentado, sacrificado
en la cruz por la humanidad,
de cuyo costado perforado
fluyó agua y sangre.
Sé para nosotros un anticipo
en el trance de la muerte.

Ave verum corpus es un breve himno eucarístico que data del siglo XIV y se atribuye al Papa Inocencio VI; diferentes compositores le han puesto música: los más conocidos son Mozart y Gounod. Se solía cantar en la misa, durante la consagración, más precisamente en el momento de la elevación de la hostia.

El título del himno significa Salve, verdadero cuerpo, aludiendo a la creencia católica en la transubstanciación. Se trata de una meditación acerca de la presencia real de Jesucristo en la eucaristía y el poder redentor del sufrimiento.

El manuscrito más antiguo de este poema procede de la abadía de Reichenau, Alemania.

Sanctus

Sanctus, Sanctus, Sanctus,
Dominus Deus, Sabaoth.
Pleni sunt coeli et terra gloria tua.
Hosanna in excelsis.
Benedictus qui venit in nomine Domini.
Hosanna in excelsis.

Santo

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

El Sanctus, llamado antiguamente Trisagio, sigue el carácter general del Prefacio, al que va postpuesto: es una alabanza de latría, y corresponde a las palabras que los ángeles tributaban a Dios en Isaías 6:3.1​ La parte inicial se refiere también a Ap 4,8. El texto de la segunda parte, el Benedictus, está tomado del Evangelio de san Mateo 21:9,1​ en el contexto de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos.

O Sanctissima

 

O Sanctissima O Piissima
Dulcis Virgo Maria!
Mater amata, intemerata
Ora, ora pro nobis

Tota pulchra es O Maria
Et macula non est in te
Mater amata intemerata
Ora ora pro nobis

Sicut lilium inter spinas
Sic Maria inter filias
Mater amata intemerata
Ora ora pro nobis

In miseria in angustia
Ora Virgo pro nobis
Pro nobis ora in mortis hora
Ora ora pro nobis

¡Oh Santísima!

 

¡Oh, Santísima!, ¡Oh, Piadosísima!
Dulce Virgen María
Madre amada sin mancha
Ruega por nosotros

Eres toda bella, ¡Oh Maria!
Y el pecado no está en ti
Madre amada sin mancha
Ruega por nosotros

Como un lirio entre espinas
así es María entre las jóvenes.
Madre amada sin mancha
Ruega por nosotros

En miseria y en angustia
Ruega Virgen, por nosotros
Ruega por nosotros en la hora de la muerte,
Ruega, ruega por nosotros

O Sanctissima es una oración católica dedicada a la Virgen María. Su título latino significa «Oh Santísima » en español. Todavía hoy, la versión original latina se reza y se canta mucho más que las versiones traducidas.

La oración se compuso en el siglo XVIII y su autor es desconocido. Fue impreso por vez primera en noviembre de 1792 en el periódico británico European Magazine and London Review.

​La melodía se conoce como el Himno de los marineros sicilianos. A pesar de su nombre no se ha documentado ninguna relación de la melodía ni con Sicilia ni con el mar.

El texto alemán fue escrito por Johannes Daniel Falk. Una inscripción en la Catedral de Espira recuerda las primeras palabras del canto.

El rezo recuerda la santidad, la piedad y la dulzura de la Virgen María. Subraya que María es amada sin mancha; lo que alude a la Inmaculada Concepción. Este rezo subraya la belleza de la Virgen, sobre todo por la fórmula Tota pulchra, que es también el título de otra oración. Los dos primeros versos de la tercera estrofa hacen claramente alusión al Cantar de los Cantares: «Como un lirio entre los cardos, así es mi amada entre las jóvenes» (Ct 2:2). La fórmula ruega por nosotros es repetida a menudo, como en las letanías de Loreto. Finalmente, la súplica «Ruega por nosotros en la hora de nuestra muerte» puede encontrarse también en el Avemaría.

Cánticos Evangélicos

Nunc dimittis

 

Nunc dimittis servum tuum, Domine, secundum verbum tuum in pace:
Quia viderunt oculi mei salutare tuum
Quod parasti ante faciem omnium populorum:
Lumen ad revelationem gentium, et gloriam plebis tuae Israel.

El cántico de Simeón

 

Ahora despides, Señor, á tu siervo, conforme a tu palabra, en paz;
Porque han visto mis ojos tu salvación,
La cual has aparejado en presencia de todos los pueblos;
Luz para ser revelada á los Gentiles, Y la gloria de tu pueblo Israel.

Versión Reina-Valera​

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Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.

Versión Oficial de la Conferencia Episcopal Española

El Nunc dimittis, también llamado El cántico de Simeón, es un cántico del Evangelio de Lucas,​ así llamado por sus primeras palabras traducidas al latín, que significan «Ahora dejas».​ Es uno de los cuatro Cánticos Evangélicos, siendo los otros tres el Magníficat o Cántico de María, el Benedictus o Cántico de Zacarías y el Gloria in excelsis Deo, adoración de las huestes celestiales.

Dentro de la Liturgia de las horas, el Nunc dimittis es el canto evangélico empleado en el rezo de las completas.

Siméon era un devoto judío a quien el Espíritu Santo le había prometido que no moriría hasta haber visto al Salvador. Cuando la Virgen María, y San José, llevaban al Niño Jesús al Templo de Jerusalén para realizar la ceremonia de consagración del primogénito, Simeón estaba allí, y tomó a Jesús en sus brazos y recitó el canto siguiente: Ahora señor puedes dejar que tu siervo muera en paz, como lo haz prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel.

Magníficat

 

Magnificat anima mea Dominum,
et exultavit spiritus meus in Deo salutari meo,
quia respexit humilitatem ancillae suae.
Ecce enim ex hoc beatam me dicent
omnes generationes, quia fecit mihi magna
qui potens est, et sanctum nomen eius,
et misericordia eius
a progenie in progenies timentibus eum.
Fecit potentiam in brachio suo,
dispersit superbos mente cordis sui,
deposuit potentes de sede,
et exaltavit humiles,
esurientes implevit bonis,
et divites dimisit inanes.
Suscepit Israel puerum suum
recordatus misericordiae suae,
sicut locutus est
ad patres nostros Abraham et semini eius in saecula.

Cántico de María

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava,
y por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán
bienaventurada, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es Santo,
y su misericordia llega
de generación en generación a los que le temen.
Él hizo proezas con su brazo:
dispersó a los soberbios de corazón,
derribó del trono a los poderosos
y enalteció a los humildes,
a los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió vacíos.
Auxilió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

La oración a La Magnífica o Magnificat (en latín), es una oración católica que fue tomada directamente del Evangelio según San Lucas (1:42-55); también se le conoce como el Cántico de María. Según el texto bíblico, la Virgen María, embarazada de Jesús, visitó a su prima Santa Isabel. Al entrar en la casa de Zacarías e Isabel, esta última fue llena del Espíritu Santo, expresando esta hermosa y poderosa oración a María, la cual se conoce como Magnificat.

Benedictus

 

Benedictus Dominus Deus Israel;
quia visitavit et fecit redemptionem plebis suæ:
Et erexit cornu salutis nobis, in domo David pueri sui.
Sicut locutus est per os sanctorum,
qui a sæculo sunt, prophetarum eius:
Salutem ex inimicis nostris,
et de manu omnium, qui oderunt nos:
Ad faciendam misericordiam cum patribus nostris,
et memorari testamenti sui sancti.
Iusiurandum, quod iuravit ad Abraham patrem nostrum, daturum se nobis:
Ut sine timore, de manu inimicorum nostrorum liberati,
serviamus illi. In sanctitate et iustitia coram ipso, omnibus diebus nostris.
Et tu, puer, propheta Altissimi vocaberis,
præibis enim ante faciem Domini parare vias eius:
Ad dandam scientiam salutis plebi eius:
in remissionem peccatorum eorum:
Per viscera misericordiæ Dei nostri:
in quibus visitavit nos, oriens ex alto:
Illuminare his qui in tenebris et in umbra mortis sedent:
ad dirigendos pedes nostros in viam pacis.

Cántico de Zacarías

 

Bendito sea el Señor, el Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su Pueblo,
y nos ha dado un poderoso Salvador
en la casa de David, su servidor,
como lo había anunciado mucho tiempo
antes por boca de sus santos profetas,
para salvarnos de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odian.
Así tuvo misericordia de nuestros padres
y se acordó de su santa Alianza,
del juramento que hizo a nuestro padre Abraham
de concedernos que, libres de temor,
arrancados de las manos de nuestros enemigos,
lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada,
durante toda nuestra vida.
Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor preparando sus caminos,
para hacer conocer a su Pueblo la salvación
mediante el perdón de los pecados;
gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios,
que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente,
para iluminar a los que están en las tinieblas
y en la sombra de la muerte,
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Todo el cántico puede dividirse en dos partes:

La primera es un canto de acción de gracias por el cumplimiento de las esperanzas mesiánicas de la nación judía, pero con un tono cristiano característico. Como hace mucho tiempo, en la familia de David nacería el poder de defender a la nación contra sus enemigos, y ahora, de nuevo, se les había devuelto aquello de lo que habían sido privados durante tanto tiempo y que tanto esperaban, pero en un sentido más elevado y espiritual. El cuerno es un signo de poder y el «cuerno de la salvación»» significaba el poder de la liberación. Mientras los judíos soportaban con impaciencia la carga del dominio romano, seguían esperando el momento en que el Casa de David fuera su libertador. Esta liberación estaría ahora cerca, y Zacarías señaló que esto sería el cumplimiento del juramento de Dios a Abraham, pero se describe como una liberación no en términos de poderes terrenales, sino en santidad y justicia ante Él todos nuestros días.

La segunda parte del cántico es un discurso de Zacarías a su propio hijo, que desempeñará un papel importante en el esquema de la Redención, pues sería un profeta, el precursor, y predicaría la remisión de los pecados ante la vida de la Aurora de lo alto, manifestando la misericordia de Dios que se revela en la venida de Cristo​ La profecía de que «…irás delante de la faz del Señor para preparar sus caminos» era una alusión a las ya conocidas palabras del profeta Isaías «preparad en el desierto el camino del Señor, enderezar en el desierto una calzada para nuestro Dios, que más tarde Juan asumirá como su propia misión diciendo «Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías», y que los tres evangelios sinópticos han adoptado con diferentes palabras pero con total similitud entre ellas. San Mateo lo refiere con las siguientes palabras: «Pues a Juan se refiere lo dicho por el profeta Isaías: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas», san Marcos dice: «Según lo que está escrito en el profeta Isaías: He aquí que yo envío mi ángel delante de ti, Que preparará tu camino» y san Lucas: «Como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías: Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas».

«Gloria in excelsis Deo» de la Misa de Angelis

Gloria in excelsis Deo,
et in terra pax hominibus bonae voluntatis.
Laudamus te,
Benedicimus te,
Adoramus te,
Glorificamus te,
Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam,
Domine Deus, Rex caelestis, Deus Pater omnipotens.
Domine fili unigenite, Jesu Christe,
Domine Deus, Agnus Dei, Filius patris,
Qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Qui tollis peccata mundi, suscipe deprecationem nostram.
Qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis.
Quoniam tu solus sanctus,
Tu solus Dominus,
Tu solus Altissimus, Jesu Christe,
Cum Sancto Spiritu in gloria Dei Patris. Amen.

Gloria a Dios en el Cielo

Gloria a Dios en el Cielo,
y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria,
Te alabamos,
Te bendecimos,
Te adoramos,
Te glorificamos,
Te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre Todopoderoso.
Señor Hijo Único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre,
Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros,
Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestras súplicas,
Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros,
porque solo Tú eres Santo,
solo Tú, Señor,
solo Tú, Altísimo Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la Gloria de Dios Padre. Amén.

El primer Papa que introduce este himno en la Liturgia fue el Papa Telesforo (128–139?) -quien la incluye en el Ordinario de la fiesta de Navidad- y, luego, Símaco (498–514) -que lo generalizó para todas las celebraciones dominicales-.

Al inicio, su rezo estaba reservado solo a los sacerdotes en la Pascua, pero a fines del siglo XI los celebrantes comenzaron a obtener los permisos para cantar el Gloria en todas sus celebraciones festivas. Aun así, nunca se rezó en las fiestas comprendidas desde el Adviento hasta la Misa de Navidad.

Resumen
Himnos católicos
Título del artículo
Himnos católicos
Descripción
Te Deum A ti, oh Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos. A ti, eterno Padre, te venera toda la creación. Los ángeles todos, los cielos y todas las potestades te honran.
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