Jane Seymour, Reino Unido, 1951
Jane Seymour, Reino Unido, 1951
Jane Seymour, Reino Unido, 1951
Jane Seymour, Reino Unido, 1951
Jane Seymour, Reino Unido, 1951
Jane Seymour, Reino Unido, 1951
Jane Seymour, Reino Unido, 1951
Jane Seymour, Reino Unido, 1951
Jane Seymour, Reino Unido, 1951
Jane Seymour, Reino Unido, 1951

Jane Seymour, Reino Unido, 1951

Jane Symour fue chica Bond pero se hizo famosa como una aguerrida médica en tiempos de vaqueros. Posó para Playboy a los 22 y repitió a los 36 y a los 67. Historia de una mujer especialista en romper moldes y prejuicios.

Por lo general solemos leer noticias y ver imágenes de distintos artistas que intentan ganarle al inexorable paso del tiempo. Cirugías estéticas, tratamientos rejuvenecedores, todo parece ser poco para detener el reloj biológico. Pero los que tuvimos el placer de descubrir esa joyita de serie que es El método Kominsky, protagonizada por los colosales Michael Douglas y Alan Arkin, comprobamos que no siempre es así. Disfrazada de comedia narra ese tiempo entre fatal y esperanzador que es la vejez. En la segunda temporada (y no es spoiler) el tierno cabrón que encarna Arkin se enamora de una mujer elegante, bella, vital y –gran milagro gran- de su misma edad y no varias décadas menor. La actriz elegida no solo aceptó el desafío, además exigió que la avejentaran y trajo una peluca canosa. Se trata de Jane Seymour, la actriz que en los 90 se hizo famosa como la Dra Quinn, en los 70 fue chica Bond y a los 67 años posó para Playboy.

Jane nació el 15 de febrero de 1951 en Inglaterra. Su padre obstetra y su madre enfermera la bautizaron Joyce Penelope Wilhelmina Frankenberg. Pero cuando decidió que la actuación era lo suyo decidió llamarse Jane Seymour como la tercera mujer de Enrique VIII. Su primer trabajo lo consiguió en la película en la película, Oh, What a lovely war. Su papel era pequeño y no cambió su vida laboral pero sí afectiva. Es que en el rodaje conoció a Michael Attenborough, el hijo del director y se convirtió en su primer marido.

La década del 70 comenzó muy bien. Se puso en la piel Lillian Stein, una mujer judía buscando asilo de los nazis en el filme The only way en lo que fue su primer gran trabajo. Parecía que habría más oportunidades en la pantalla grande y sin embargo llegaron para la pantalla chica. Entre 1972 y 1973, su rostro empezó a ser conocido como el de Emma Callon, en la serie The Onedin LIne, también como la figura femenina principal de la miniserie Frankenstein: the true story.

Fue en esa época que la actriz soportó una dura situación de acoso que casi la hizo dejar su carrera y que recién se animó a contar hace unos años. Con la excusa de mostrarle una prueba de cámara, un importante productor la invitó a su casa. Al terminar se sentó junto a ella. “Bueno, le dije a todos que sos perfecta para mi película y que no puedo esperar. Sos perfecta”, pero lo que parecía un halago mutó en amenaza: ‘Hice mi parte y ahora es el turno de que hagas tu parte. Ya sabes lo que tienes que hacer’”. Jane solo atinó a responder “No, no lo sé’. Entonces él puso su mano en su muslo, muy arriba. ¿Cómo reaccionó la actriz? “Siendo muy británica, crucé las piernas y me moví por el sofá hasta que no me quedó sofá. No tuve más remedio que levantarme y decir: «Por favor, ayúdeme a volver a casa”. Su acosador llamó a un taxi pero le reservó una última amenaza, si lo contaba jamás volvería a trabajar.

Pero el horror no terminó ahí. “Yo ya era famosa, pero él quería demostrar que tenía el poder y someterme. Y mi agente y otro productor dejaron que pasara. Sabían que me iba a reunir con este hombre y no me advirtieron sobre su reputación. Y cuando él me pidió que mintiera al día siguiente y dijera que nunca había ido a su casa, cosa que hice, los otros dos me respondieron: ‘Menos mal que no fuiste, porque tu vida habría sido diferente’. Lo sabían, fueron cómplices. Eso es lo inquietante. Que la gente que se suponía que me representaba y protegía no me avisó. Eran parte de la misma enfermedad», contó todavía con rabia e impotencia.

El acoso dejó secuelas. Ante la imposibilidad de denunciar al victimario se castigó ella. “Engordé. Horneaba pan y me comía una barra cada mañana y después me ponía a coser. Decidí que ya no iba a hacer esto. No estaba preparada para hacer lo que tenía que hacer”, explicó. Pero en un momento decidió que una basura no transformaría su vida en una basura, así que volvió al ruedo y aceptó la convocatoria de su suegro para ser la amante de Winston Churchill en la película El joven Winston.

En 1973 le llegó una oportunidad imposible de rechazar. Es cierto que no implicaba un gran desafío actoral ni siquiera explorar un costado dramático, pero el rol era halagador, se pagaba bien y garantizaba el éxito. Aceptó ser una chica Bond, en la película Vive y deja morir, protagonizada por Roger Moore. Con el estreno pasó lo que solía pasarle a todas las chicas Bond, se convirtió en sex- simbol. Lejos de creérsela tomaba esto con humor, es más aseguraba que no entendía qué veían en ella. “Pedí unas piernas largas, pero nunca me llegaron. . Tengo una sonrisa torcida y mi nariz es como una pista de esquí. Mis ojos son muy raros, uno es gris y el otro es verde ”, y justamente esa característica de sus ojos, llamada heterocromía, sumada a su porte natural del que se sabe más que se cree bello, la hacían irresistible. Ese año también protagonizó su primera pero no última tapa en la revista Playboy.

Jane decidió que era momento de dar un volantazo en su vida. Inglaterra le quedaba chica y decidió probar suerte en los Estados Unidos. Se divorció de su marido y cruzó el océano. En los Estados Unidos participó en la película En algún lugar del tiempo, con Christopher Reeve.

Siguió actuando en distintas series televisivas y se volvió a enamorar. Esta vez el elegido fue Geoffrey Planer, pero el matrimonio duró muy poco, de 1977 a 1978. Al conocerlo no pudo evitar recordar con una sonrisa y algo de inquietud una experiencia vivida durante el rodaje de la saga Bond. Aburrida visitó a un vidente que le predijo que se casaría tres veces más. La idea en ese momento le resulto ridícula, con el tiempo se transformaría en un augurio preciso.

Porque después de Planer, en 1981 llegó David Flynn, tuvieron dos hijos, Katherine Flynn y Sean Flynn y se divorciaron en 1992. Al año siguiente, Seymour se casó James Keach y con 44 años fue madre de los mellizos, John Stacy y Kristopher Steven, llamados así en honor a Johnny Cash y Cristhopher Reeve, amigos íntimos de la pareja. De hecho el actor de Superman fue padrino de Kristopher.

La década del 90, no solo le trajo una nueva boda y mellizos, también un gran éxito. En tiempos donde las mujeres protagonistas eran la excepción y no la regla, Seymour marcó un quiebre con su “Dra Quinn”. La serie se le ocurrió a Beth Sullivan una de las primeras mujeres guionitas que logró controlar sus producciones y decidir sobre sus creaciones. A Sullivan le pidieron que creara un show familiar. Sabía que no podía hacer un personaje muy rupturista, pero también que su pluma le permitiría crear un ser que rompiera los moldes. Y qué mejor que una mujer viviendo en el Lejano Oeste en 1849 que lejos del rol de esposa abnegada o novia sumista es médica y madre soltera de tres niños adoptados. Es cierto que lograba mantenerse impoluta en medio del polvoriento Colorado Springs y que hasta la transpiración le quedaba bien, pero es no por culpa del guión sino cortesía de su adn.

Con el tamiz del tiempo, la serie hoy parece un poco ingenua. Hay toques de aventura, algo de drama, romance y los mensajes siempre son positivos. No obstante rompe con ciertos parámetros de la época. No hay una familia feliz como los Ingalls, tampoco es el reino de los machotes rudos como Bonanza, pero los indígenas son los perseguidos e incluso se insinúan críticas al racismo, la homofobia y las diferencias sociales. La serie pronto prendió y lo que estaba pensado para cinco capítulos terminó durando seis temporadas. En la última, para tratar de enganchar al público masculina se pidieron cambios en el guión para hacerla más oscura y violenta. Y pasó lo que nadie quería que pasara. Por atraer a nuevos espectadores se ahuyentó al público de siempre. La serie se levantó. Pero miles de cartas –no eran tiempos de mail- inundaron la emisora CBS clamando por un final acorde. De apuro se filmó Dr Quinn Revolutions, pero era tan mala que otra vez las cartas de protestas llenaron los buzones. Se grabó Dr Quinn, The Heart Within, con un final más acorde y todos contentos.

Dos décadas después de ese gran éxito, Seymour no disimula su orgullo por ese papel: “Me garantizaron que no duraría. Dijeron que no iba a triunfar porque estaba protagonizada por una mujer y eso nunca iba a funcionar en televisión. Todo les parecía mal. Me decían: ‘¿Un show de médicos? Eso no funciona. ¿Drama histórico? Nunca. ¿Wéstern? Una idea terrible. ¿Valores de moralidad y humanidad? No’. Fui la primera. Rompí todas las reglas». Empeñada en recuperar la serie, le gustaría producir en un remake: «Hablaba de la condición humana, de culturas diferentes, racismo, inmigración, elecciones, ignorancia, los derechos de la mujer. Los mismos temas que preocupan hoy”, declaró en El País.

En 2018, a los 67 años, causó otra mini revolución cuando se convirtió en la mujer de mayor edad en posar para Playboy. “Nunca salí desnuda. Soy la única persona que lo hizo a su manera. Les dije que vestida iba a estar más sensual”. ¿Por qué lo hizo? Su respuesta no deja dudas; “Me pareció sorprendente que le pidieran eso a alguien de mi edad y pensé que quizá serviría para empoderar a otras mujeres que estén en este momento”.

En la misma publicación confesó que “No me he hecho ninguna cirugía o inyecciones, por lo que todavía me veo como yo misma” y aclaró que “Todos los días me siento tentada, pero luego miro a quienes lo hicieron y no los reconozco. Estoy siendo auténtica al ser yo misma y eso es muy importante para mi”

Si como dicen por ahí si “los 50 son la vejez de la juventud y los 60 la juventud de la vejez”. Después de El método Kominsky se prepara para interpretar en una serie española a Leonor de Aquitania. “Soy como ella, hago las cosas a mi manera” dice de su personaje. A los 59 años, demostró sus dotes como bailarina en el concurso en Dancing with de stars.

Pero lejos de los set, desarrolla otra faceta menos conocida, la de escritora de libros de autoayuda, y es que después de un total de cuatro matrimonios y cuatro hijos , es considerada una auténtica experta en la lides del amor. Es la autora de “Guía Seymour para la vida romántica”, “Dos a la vez: tener gemelos”, “Cambios notables” y “Entre los ángeles”.

En el 2015 su matrimonio con James Keach se derrumbó. Algo que ella no esperaba. “Tenía un matrimonio largo y nunca pensé que acabaría. No fue mi decisión”. Pero cuando menos lo buscaba se volvió a enamorar. En un almuerzo se encontró con David Green alguien a quien había conocido 38 años antes. “Estamos muy bien juntos. A los dos nos gusta trabajar duro, tenemos nuestras propias carreras, hijos y ex, a quienes queremos enormemente”.

Espléndida afirma “Me siento más sexy hoy que cuando era más joven. El haber vivido todo lo que viví me ha dado una enorme libertad. Me siento cómoda en mi propia piel”. Y se anima a compartir el secreto de su belleza “No trato de probarle nada a nadie. Cuándo sos joven todo se trata de lograr que te miren, hoy no intento que nadie lo haga”. Será cuestión de intentarlo. No será una crema anti age pero al menos es mucho más barato.

Fuente | Susana Ceballos | TeleShow (02/05/2020)