Buenos días

¿Qué hicimos, a fe mía, hasta el instante de amarnos?
¿Apenas habíamos empezado a vivir hasta entonces?
¿Absorbíamos puerilmente los placeres encendidos del campo?
¿O roncábamos en la cueva de los siete durmientes?
Así fue; pero eran fantasías todos esos placeres.
Siempre que descubría alguna belleza
Y la deseaba, eras tú a la que anhelaba en mis sueños.
Y ahora buenos días a nuestras almas que despiertan,
Que se observan una a otra sin miedo;
Por amor todo amor sobre otras miradas prevalece,
Y construye un pequeño refugio en cualquier parte.
Que los descubridores de mares visiten nuevos mundos,
Que mundos sobre mundos a otros los mapas les enseñen,
Déjennos conquistar un mundo;
Cada uno posee el suyo, y es solo uno.
En tus ojos mi rostro, en los míos el tuyo,
En los rostros descansan los corazones fieles;
¿Dónde podríamos encontrar dos hemisferios tan perfectos
Sin un norte definido, sin un occidente declinante?
Aquello que muere no estaba mezclado con igualdad;
Si nuestros corazones son uno, o nuestro amor semejante
Ninguno desfallecerá, ninguno morirá.

Muerte no te enorgullezcas

Muerte, no te enorgullezcas, aunque algunos te hayan llamado
poderosa y terrible, no lo eres;
porque aquellos a quienes crees poder derribar
no mueren, pobre Muerte; y tampoco puedes matarme a mí.
El reposo y el sueño, que podrían ser casi tu imagen,
brindan placer, y mayor placer debe provenir de ti,
y nuestros mejores hombres se van pronto contigo,
¡descanso de sus huesos y liberación de sus almas!
Eres esclava del destino, del azar, de los reyes y de los desesperados,
y moras con el veneno, la guerra y la enfermedad;
y la amapola o los hechizos pueden adormecernos tan bien
como tu golpe y mejor aún. ¿Por qué te muestras tan engreída, entonces?
Después de un breve sueño, despertaremos eternamente
y la Muerte ya no existirá. ¡Muerte, tú morirás!

 Las campanas doblan por ti

¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

Alquimia de amor

Algunos que más hondo que yo en la mina del amor han excavado
dicen dónde se halla su céntrica felicidad.
Yo he amado, y poseído, y relatado,
mas, aunque hasta la ancianidad amara, poseyera y refiriera,
ese misterio escondido no habría de encontrarlo.
Todo, ¡ay!, es impostura.
Y como ningún alquimista obtuvo aún el elixir,
mas su marmita repleta glorifica
si por casualidad
algo odorífero o medicinal le sobreviene,
así un deleite pleno y prolongado sueñan los enamorados,
para obtener una noche de estío, de apariencia invernal.

Por esta vana sombra de burbuja ¿habremos de entregar
nuestro bienestar, esfuerzo, honor y vida?
¿En esto amor termina? ¿puede cualquiera
tan feliz ser como yo si soportar puede
la burla breve de una representación de novio?
Ese infeliz amante que asegura,
no es la médula del cuerpo; es de la mente,
lo que él en ella angelical encuentra,
igual jurar podría que escucha en el rudo,
crudo, griterío de ese día, las esferas.
No esperes hallar inteligencia en la mujer: a lo sumo,
dulzura e ingenio; momias , sólo, poseídas.

 

Versión de Purificación Ribes

Canción

Ve y coge una estrella fugaz;
fecunda a la raíz de mandrágora;
dime dónde está el pasado,
o quién hendió la pezuña del diablo;
enséñame a oír cómo canta la sirena,
a apartar el aguijón de la envidia,
y descubre
cual es el viento
que impulsa a una mente honesta.

Si para extrañas visiones naciste,
vete a mirar lo invisible;
diez mil días cabalga, con sus noches,
hasta que los años nieven cabellos blancos sobre ti.
A tu regreso tú me contarás
los extraños prodigios que te acontecieron.
Y jurarás
que en ningún lugar
vive mujer hermosa y verdadera.

Si la encuentras, dímelo,
¡dulce peregrinación sería!
Pero no, porque no iría,
aunque fuera justo al lado;
aunque fiel, al encontrarla,
y hasta al escribir la carta,
sin embargo,
antes que fuera,
infiel con dos, o tres, fuera.

 

Versión de Purificación Ribes

Constancia de mujer

Un día entero me has amado.
Mañana, al marchar, ¿qué me dirás?
¿Adelantarás la fecha de algún voto recién hecho?
¿O dirás que ya
no somos los mismos que antes éramos?
¿O que de promesas hechas por temor reverente
del amor y su ira, cualquiera puede abjurar?
¿O que, como por la muerte se disuelven matrimonios verdaderos,
así los contratos de amantes, a imagen de los primeros,
atan sólo hasta que el sueño, imagen de la muerte, los desata?
¿O es que para justificar tus propios fines
por haber procurado falsedad y mudanza, tú
no conoces sino falsedad para llegar a la verdad?
Lunática vana, contra estos subterfugios podría yo
argumentar, ganando, si lo hiciera.
Pero me abstengo,
porque mañana puede que yo así también piense.

 

Versión de Purificación Ribes

El corazón roto

Loco de remate está quien dice
haber estado una hora enamorado,
mas no es que amor así de pronto mengüe, sino que
puede a diez en menos plazo devorar.
¿Quién me creerá si juro
haber sufrido un año de esta plaga?
¿Quién no se reiría de mí si yo.dijera
que vi arder todo un día la pólvora de un frasco?

¡Ay, qué insignificante el corazón,
si llega a caer en manos del amor!
Cualquier otro pesar deja sitio
a otros pesares, y para sí reclama sólo parte.
Vienen hasta nosotros, pero a nosotros el Amor arrastra,
y, sin masticar, engulle.
Por él, como por bala encadenada, tropas enteras mueren.
El es el esturión tirano; nuestros corazones, la morralla.

Si así no fue, ¿qué le pasó
a mi corazón cuando te vi?
Al aposento traje un corazón,
pero de él salí yo sin ninguno.
Si contigo hubiera ido, sé
que a tu corazón el mío habría enseñado a mostrar
por mí más compasión. Pero, ¡ay!, Amor,
de un fuerte golpe lo quebró cual vidrio.

Mas nada en nada puede convertirse,
ni lugar alguno puede del todo vaciarse,
así, pues, pienso que aún posee mi pecho todos
esos fragmentos, aunque no estén reunidos.
Y ahora, como los espejos rotos muestran
cientos de rostros más menudos, así
los añicos de mi corazón pueden sentir agrado,
deseo, adoración,
pero después de tal amor, de nuevo amar no pueden.

 

Versión de Purificación Ribes

El mensaje

Devuélveme mis ojos largamente descarriados,
pues es ya mucho el tiempo que han estado sobre ti;
mas ya que tales males allí han aprendido,
tales conductas forzadas
y apasionamiento falso,
que por ti
nada bueno
pueden ver, quédatelos para siempre.

Devuélveme mi corazón inofensivo,
que pensamiento indigno no podría mancillarlo,
pero si el tuyo le enseñara
a burlarse
del amor;
a quebrantar
palabra y juramento,
quédatelo, porque mío no será.

Pero devuélveme mi corazón, mis ojos,
que pueda ver y conocer tu falsedad;
que pueda reírme y gozar
cuando te angusties,
cuando languidezcas
por aquel
que no querrá,
o, como tú ahora, falso sea.

 

Versión de Purificación Ribes

El testamento

Antes que exhale mi último suspiro, deja, Amor,
que revele mi legado. Es mi voluntad legar
a Argos mis ojos, si mis ojos pueden ver.
Si están ciegos, Amor, a ti te los entrego;
A la Fama doy mi lengua; a embajadores, mis oídos;
a mujeres, o a la mar, mis lágrimas.
Tú, Amor, me has enseñado
al hacerme amar a aquella que a veinte más tenía,
que a nadie debía dar, sino a quien tenía demasiado.

Mi constancia entrego a los planetas;
mi verdad, a quienes viven en la Corte;
mi ingenuidad y franqueza
a los jesuitas; a los bufones, mi ensimismamiento;
mi silencio, a quien haya estado fuera;
mi dinero, al capuchino.
Tú, Amor, me has enseñado, al instarme a amar
allí donde amor no es recibido,
a dar sólo a quienes tienen incapacidad probada.

Mi fe entrego a los católicos;
mis buenas obras, todas, a los cismáticos
de Amsterdam; mis mejores modales,
mi cortesía, a la universidad;
mi modestia doy al soldado raso.
Compartan los jugadores mi paciencia.
Tú, Amor, me has enseñado, al hacerme amar
a aquella que dispar mi amor entiende,
a dar sólo a quienes tienen por indignos mis regalos.

Sea mi reputación para aquellos que fueron
mis amigos; mi industria, para mis enemigos.
A los escolásticos hago entrega de mis dudas;
de mi enfermedad, a los médicos, o al exceso;
a la naturaleza de todo lo que en rima tengo escrito,
y para mi acompañante sea mi ingenio.
Tú, Amor, cuando adorar me hiciste a aquella
que antes este amor en mí engendrara,
a hacer como si diera, me enseñaste, cuando restituyo sólo.

A aquel por quien tocan las campanas,
mi libro doy de medicina; mis pergaminos
de consejos morales sean para el manicomio;
mis medallas de bronce, para quienes tienen
escasez de pan; a quienes viajan entre
todo tipo de extranjeros doy mi lengua inglesa.
Tú, Amor, al hacer que amara a quien
considera su amistad justa porción
para jóvenes amantes, haces mis dones desproporcionados.

Así, pues, no daré más, sino que el mundo
destruiré al morir, pues el amor muere también.
Tu hermosura, toda, menos entonces valdrá
de lo que el oro en la mina, sin que haya quien lo extraiga
y de menos tus encantos, todos, te servirán,
de lo que puede un reloj de sol dentro de una tumba.
Tú, Amor, me has enseñado, al hacerme
amar a aquella que a ti y a mí desdeña,
a ingeniar esta manera de aniquilar a los tres.

 

Versión de Purificación Ribes

La aparición

Cuando por tu despecho, ¡oh inmoladora!, esté muerto,
y libre te creas ya
de todos mis asedios,
vendrá entonces mi espectro hasta tu lecho
y a ti, vestal farsante, en peores brazos hallará.
Parpadeará entonces tu enfermiza llama,
y aquel, tu entonces dueño, fatigado ya,
si te mueves, o intentas despertarlo con pellizcos, pensará
que pides más,
y en sueño simulado te rehuirá,
y entonces, álamo tembloroso, menospreciada, abandonada,
te bañarás en gélido sudor de azogue,
espectro más real que el mío propio.
Lo que diré no he de decirlo ahora,
no vaya eso a protegerte. Desvanecido ya mi amor,
antes quisiera verte con dolor arrepentida
que, por mis amenazas, inocente.

 

Versión de Purificación Ribes

La prohibición

Guárdate de quererme.
Recuerda, al menos, que te lo prohibí.
No he de ir a reparar mi pródigo derroche
de aliento y sangre en tus llantos y suspiros,
siendo entonces para ti lo que tú has sido para mí.
Pues goce tan intenso consume al punto nuestra vida.
Así, a fin de que tu amor frustrarse no pueda por mi muerte,
si tú me amas, guárdate de quererme.

Guárdate de odiarme,
o de excesivo triunfo en la victoria.
No es que yo a mí mismo haga justicia,
y me resarza del odio con más odio,
pues tú el título perderás de conquistador
si yo, tu conquista, perezco por tu odio.
Así, a fin de que mi ser a ti en nada perjudique,
si tú me odias, guárdate de odiarme.

Mas ama y ódiame también.
Así ambos extremos la función de ninguno cumplirán.
Ámame para que pueda morir del modo placentero.
Ódiame, porque tu amor es excesivo para mí,
o deja que los dos mutuamente, y no a mí, se destruyan.
viviré entonces para apoyo y triunfo tuyo.
Así, para que tú a mí, a tu amor y odio no destruyas,
déjame vivir, pero ama y ódiame también.

 

Versión de Purificación Ribes

La salida del sol

Viejo necio afanoso, ingobernable sol,
¿por qué de esta manera,
a través de ventanas y visillos, nos llamas?
¿Acaso han de seguir tu paso los amantes?
Ve, lumbrera insolente, y reprende más bien
a tardos colegiales y huraños aprendices,
anuncia al cortesano que el rey saldrá de caza,
ordena a las hormigas que guarden la cosecha;
Amor, que nunca cambia, no sabe de estaciones,
de horas, días o meses, los harapos del tiempo.

¿Por qué tus rayos juzgas
tan fuertes y esplendentes?
Yo podría eclipsarlos de un solo parpadeo,
que más no puedo estarme sin mirarla.
Si sus ojos aún no te han cegado,
fíjate bien y dime, mañana a tu regreso,
si las Indias del oro y las especias
prosiguen en su sitio, o aquí conmigo yacen.
Pregunta por los reyes a los que ayer veías
y sabrás que aquí yacen Todos, en este lecho.

Ella es todos los reinos y yo, todos los príncipes,
y fuera de nosotros nada existe;
nos imitan los príncipes. Comparado con esto,
todo honor es remedio, toda riqueza, alquimia.
Tú eres, sol, la mitad de feliz que nosotros,
luego que a tal extremo se ha contraído el mundo.
Tu edad pide reposo, y pues que tu deber
es calentar el mundo, con calentarnos baste.
Brilla para nosotros, que en todo habrás de estar,
este lecho tu centro, tu órbita estas paredes.

 

Versión de Jordi Doce

Nocturno sobre la festividad de Santa Lucía, en el día más breve del año 

Ésta es la medianoche del año y la del día,
Santa Lucía, día que apenas siete horas se descubre,
se extingue el sol y ahora sus redomas
envían luces débiles, mas no incesantes rayos;
ya la savia del mundo fue absorbida:
el bálsamo universal hidrópica la tierra ha bebido hasta el término,
donde, como a los pies del lecho, la vida está encogida,
difunta y enterrada; mas todas estas cosas parecen sonreír
comparadas conmigo, pues yo soy su epitafio.

Estudiadme por tanto los que seréis amantes
en el próximo mundo, la primavera próxima,
porque yo soy todas las cosas muertas
y en mí amor urdió una nueva alquimia.
Pues su arte expresó
la quintaesencia misma de la nada;
de enjutas privaciones y vacuidad inane
me redujo a ruinas, y heme aquí reengendrado
de ausencia, sombra, muerte, cosas que nada son.

Los otros, todos, de todo extraen todo lo bueno,
vida, alma, forma, espíritu, y así a su ser acceden;
yo, que en el alambique del amor fui formado, la tumba soy
de todo lo que es nada. Muchas veces han sido
inundación nuestros dos llantos e inundamos así
toda la tierra, muchas veces llegamos
a ser dos caos cuando al mundo exterior
nos acercábamos, muchas veces los éxtasis
arrebataron nuestras almas, reduciendo a cadáveres los cuerpos.

Mas yo soy por su muerte (tal palabra la injuria)
el elixir de la primera nada.
Fuera yo un hombre y, si lo fuera,
sin duda lo sabría; sin duda prefiriera,
de ser alguna bestia,
ciertos  fines y medios; pues incluso las plantas y las piedras odian
y aman; todas las cosas, todo de algunas propiedades se reviste;
si una nada ordinaria sólo fuera,
como lo es una sombra, un cuerpo y una luz tendría al menos.

Mas nada de eso soy ni volverá mi sol a levantarse.
Amantes, para quienes el sol menor ahora
gira hacia Capricornio
en busca del deseo con que habrá de encenderos,
gozad de todo vuestro estío;
ella disfruta de su larga noche
dejadme ir hacia ella y dejadme que llame
su vigilia y su víspera a esta hora
que es del día y del año medianoche profunda.

 

Versión de José Ángel Valente

Seducción

Ven a vivir conmigo, y sé mi amor,
y nuevos placeres probaremos
de doradas arenas, y arroyos cristalinos;
con sedales de seda, con anzuelos de plata.

Discurrirá entonces el río susurrante
más que por el sol, por tus ojos calentado,
y allí se quedarán los peces enamorados,
suplicando que a sí puedan revelarse.

Cuando tú en ese baño de vida nades,
los peces todos de todos los canales
hacia ti amorosamente nadarán,
más felices de alcanzarte, que tú a ellos.

Versión de Purificación Ribes

Usura de amor

Por cada hora que ahora me concedas,
te entregaré,
Dios usurero del Amor, a ti, veinte,
cuando a mis cabellos negros los grises sean iguales.
Hasta entonces, Amor, deja que mi cuerpo reine, y deja
que viaje, me quede, aproveche, intrigue, posea, olvide;
la del año anterior retorne, y piense que aún
no nos conocíamos.

Deja que imagine mía la misiva de cualquier rival,
y nueve horas después cumpla la promesa
de la media noche. En el camino tome
a doncella por señora, y a ésta le hable del retraso.
Deja que a ninguna ame, ni a la diversión siquiera.
Desde la hierba del campo hasta las confituras de la Corte
o fruslería de la urbe, deja que informes
a mi mente la transporten.

Esta oferta es buena. Si, cuando viejo, por ti
soy inflamado;
si tu honor, mi pudor o mi dolor
codicias, más a esa edad podrás ganar.
Haz tu voluntad entonces; entonces objeto y grado,
y frutos del amor. Amor, a ti someto.
Déjame hasta entonces. Lo acataré, aunque se trate
de una que me ame.

 

Versión de Purificación Ribes

John Donne, poeta
John Donne, poeta
John Donne, poeta
«John Donne suma lo emocional a lo intelectual, o viceversa. Busca y encuentra relaciones ocultas entre las cosas, para aplicarlas a su experiencia iluminadora.

En otro sentido, Donne es un poeta dramático, es decir, dialéctico, discursivo, agresivo en su uso del idioma, como muchos de sus versos iniciales los demuestran: “¡por Dios, sujeta esa lengua y déjame amar!” (La Canonización) o “Tonto viejo oficioso, Sol desobediente” (El sol, al salir). Sus poemas inician argumentos, hábiles estratagemas de la mente para demostrar un punto -la inconstancia o la renuncia del amante para rendirse al amor o lo contrario, la fidelidad que lo acompaña cuando debe partir, como su hermosa “Canción” o en “La Despedida, prohibiendo el luto”.

Ocasionalmente el argumento se torna complejo o enredado en que se hace difícil descifrar el significado, dando quizás la impresión de insinceridad, un mero juego artificioso hecho para deslumbrar al lector.

Es posible explicar este giro de la poesía inglesa en Donne, como correspondiente a una personalidad dividida que refleja las escisiones características del Renacimiento tardío en que el manierismo cierra ese brillante período de la historia cultural occidental.

Centros de tensión para Donne fueron primero, su relación con la iglesia reformada -la Anglicana- en conflicto con su ancestral fe católica-romana (uno de sus antepasados había sido un mártir de la iglesia, Tomás Moro). Otra fuente de tensión la constituyó su atormentada conciencia de la complejidad de los impulsos vitales, la eternamente irresuelta oposición entre el deseo vital -el amor y el impulso hacia la muerte- la autodestrucción del ser, argumento que desarrolla en sus ensayos en prosa, y que explora en algunos de sus poemas. Las dualidades no encuentran resolución y su religiosidad surge de este conflicto, lo sagrado versus lo erótico».

Fuente | Cyber Humanitatis