El precio

 

Matinales neblinas, tardes rojas, doradas
noches fulgurantes y la llama, la nieve;
canto del cuco, aullar de perro,
silente luna, grillos, construcciones de escarcha;
el traqueteo del tren, del carro, niños,
amapolas, acianos, y desnudos,
árboles de invierno entre la niebla
los ojos y las manos de los hombres,
el amor y la dulzura
de los muslos, de un cabello de plata, o de color caoba
historias y relatos, pinturas, y una talla.
Todo esto hay que pagarlo con la muerte.
Quizás no sea tan caro.

El árbol seco

 

Diez años esperó que el árbol seco
floreciera de nuevo. Diez años
con el hacha aguzada y temblorosa,
pero el árbol
sólo exhibía sus desnudos brazos,
la percha de la urraca y de los cuervos.
Cortóle al fin, y, de repente,
vio su corazón verde, borbotón de savia;
un año más, y hubiera florecido.

Nieve en Primavera

 

A sómate a la ventana: llueven rosas,
mariposas quizás revolotean, construidas
en las aéreas estancias de lo Alto;
nacidas allá arriba, donde nuestros deseos
y esperanzas, al subir, sucumben.
¿T e acuerdas de la Vía Láctea en el verano,
que deja pasar la luz de la puerta del palacio
de los dioses, como si estuviera mal cerrada?
Por allí ha debido de bajar esta hermosura,
porque quizás los dioses celebran una fiesta
y envían
tal regalo nupcial hacia la tierra.

Atardecer de octubre

 

Luz que se apaga en el crepúsculo
de un día de octubre, tan dorado.
La pobre mujeruca enciende un cabo
de vela, en su pequeña estancia,
y no la importan Ptolomeo ni Copérnico;
ni que el sol se haya ido,
o César haya muerto.
Es un poder autónomo.

Murciélago

 

Siendo niño, has visto muchas veces
la pasión y muerte de un murciélago,
clavado en la puerta por sus alas,
y al que por irrisión se ponía un cigarrillo
en la boca; y has oído
su grito y la risa de los crucificadores.
¿Cómo soportarías luego los iconos, los relatos
de la cruz de Cristo? Porque
¿acaso bajaste de su cruz a algún murciélago?

Maidanek

 

Parece que, en Maidanek,
los detenidos dibujaban por doquier mariposas.
¿Sueño de salir en vuelo de aquel mundo?
¿Sueño de la niñez, tan cándida,
mirando mariposas como llamas?
Mas los niños, a veces, en sus juegos inocentes,
queman las alas de las mariposas, y ríen
con las enloquecidas contorsiones de éstas.
Nuestra infancia, Maidanek.

Astros

 

¡Míralos bien ¡
También se alzarán sobre tu tumba
y, aunque todos te olviden,
ellos recordarán tus ojos de tantas noches contemplándolos
Es imposible que esta celeste rueda
Gire eternamente sin memoria.

Libertad

 

Porque sí, el agua
echó a correr, saltándose el regato.
¿Hacia dónde?
¿Y qué le importa al agua?

De re pública

 

Democrática plebe de gorriones,
cuervos y estorninos senadores,
oligarquía de pavos reales, loros cortesanos,
cucos exilados, ruiseñores en jaula.
El Gran Gallo sobre un montón de estiércol
pregona en la mañana sus mandatos.
¿Pajarería, república, acaso monarquía?
Palabrería solamente. “Los quiero
a la cazuela o fritos”, dijo el zorro;
y hubo un minuto de silencio,
totalmente apolítico.

Eclesiastés

 

¡Oh! ¿Y yo no estaré ya
para cuando florezcan?
La tierra que me cubra
¿no dará rosas?
¿Sólo hay olvido, ni niebla de memoria
bajo las hierbas rústicas?
¿En qué blasón antiguo
habéis visto ennoblecido el heno?
Hoy, está en su verdor
y mañana
lo arrojarán al horno.
Pero sabed que fui,
que viví y he existido.
Mi nombre no os importe:
podéis pisar el césped,
recostaros.

Revelación

 

Sol vencido te regala,
en la tarde de otoño,
el poder y la gloria.
Mira tu alargada sombra:
nunca serás más grande.

La gloria del poeta

 

Los Césares antiguos
coronaban con laurel a los poetas,
y ni un as se gastaba en casa de éstos,
en sazonar los guisos. Pero
ya no hay gloria inmarcesible,
porque el laurel ya no se usa en la cocina.

El ojo del mundo

 

Tras la lluvia,
en el jardín de arena,
un guijarro negro relucía
como el ojo del mundo.
Y quizá lo era.

José Jiménez Lozano, Ávila, 1930-2020

Lux Aeterna

 

Siempre fue un desgarro
la muerte, mas, ahora,
los hombres huecos y redondos
mueren contentos de no ser para siempre.
Se aplaude en los entierros,
¡Por fin la nada! ¿Qué alegría!
¡Cuánto ahorro
de luz eterna innecesaria!

La Cuerda y los ratones

 

El tirano condenó al pintor de Corte
porque su mejor retrato había disgustado
a la Gran Concubina.
Sólo le concedió dos clavos
para sostenerse un tiempo
y defenderse del dogal implacable
en torno a su garganta.
Pero el pintor asióse de una mano
y trazó con la otra la figura
de pequeños roedores en el muro.
Púsoles rubíes por ojos y dulce piel caliente,
así que, agradecidas, tomaron vida las figuras
y royeron la asesina cuerda. Estuvo libre.
Pero para esto escribes tú, confiésalo,
por que tus sueños te liberen de la muerte;
y crees por esto mismo, dilo:
para que tu Dios se levante de la nada
y te salve con su cálida mano en el sepulcro.
Dibuja ratoncillos o simples palotes escolares
si no puedes más, no sabes.
Pero hazlo con amor y primorosamente:
te salvarán los ángeles, confía.
Si eso sucedió al pintor de Corte
¿por qué no a ti, aunque seas tan pequeño?

Corolario

 

Si has amado la belleza del mundo
desesperadamente, nunca
la cederás al polvo y a la ceniza.
Desesperadamente esperas
la glorificación de la carne destruida.
Es un implacable corolario.

Certezas

 

El gallo de la veleta

ya no gira, está harto
de tantas opiniones de aire.
Prefiere la certeza, aunque sea la del óxido
y la de la herrumbre roja.

Árbol seco

 

Diez años esperó que el árbol seco
floreciera de nuevo. Diez años
con el hacha aguzada y temblorosa,
pero el árbol
sólo exhibía sus desnudos brazos,
la percha de la urraca y de los cuervos.
Cortóle al fin, y, de repente,
vio su corazón verde, borbotón de savia;
un año más, y hubiera florecido.

Cineres Videntur

 

¿Son ceniza estos versos?
Me lo parecen, y, si ceniza fueran,
que el viento los disperse,
y quedemos
con las manos vacías
y tan libres,
un poco oscurecidas solamente.

Recuerdo

 

Ni el olor de las lilas como entonces,
la risa de mamá, el cucharón de plata,
el evónimo viejo, amarillento,
están ahí. No están.
Ni siquiera el recuerdo es indudable,
sólo niebla, pero
es un cendal para mi herida.

José Jiménez Lozano, Ávila, 1930-2020

Génesis

 

Cuando acabaste de leer el Génesis, dijiste:
¡Pero si yo recuerdo haber asistido a esta hermosura!
¿Dónde? ¿Dónde? Y años tardaste, pero
un día viste un pañizuelo blanco
para poner encima una candela,
y se hizo la luz entonces.
Pues ¡claro!, ¡cuando mamá añilaba!
Mas ¿puso el Creador añil al mundo?, te preguntas.
A veces no es buen añil, no resplandece, decía madre,
mas el Génesis asegura lo contrario; que era bueno.
Y, a veces, reluce el mundo ciertamente.

Nevada

 

El pañizuelo blanco resistía
su comparación con el campo de la nieve,
pero el ánima
siempre da en más oscuro, o en rojo,
incluso recién lavada.
Es cosa de hombre.

Invitación

Tendrías que haber sido ya digno
del mantel blanco y del amor
que lo había alisado con sus dedos,
de la taza de plata tan pura,
y aún te esperan.

Lavandera

 

Vieja lavandera en agua helada,
Manos rojas, deshechas,
Blancor de ropa ajena.
¡Tanto poder tenían!
Daban blancor al mundo

Diciembre

 

¿Qué quedará de este fulgor?,
piensas cada otoño
cuando la hierba es quemada por la escarcha
y el viento tortura los árboles 45
implacablemente, cual sayón obstinado,
deshojándolos, quebrando su ramaje,
llevándose las amarillas, veteadas,
bermejas hojas, como documentos o desechos
empapados en sangre o el lacre de los sellos. 50
Y luego la poderosa lluvia pudre
otros testimonios y el musgo se prodiga
como lepra verde al esplendor del tronco.

Las Pléyades

 

La campana retiñe, pero desconfía:
ayer pregonaba los amores
o que un niño había nacido, y luego
tañe por los muertos. No es segura
su apuesta, equivocada es su lengua.

Preguntas

 

¿Qué dirán de mí? Vivió
durante algún tiempo, murió luego.
¿Qué más de cualquier hombre?
¿Y no se cansa Dios de repetir
el drama o el ensayo
de un tiempo a otro? ¿O acaso
no ha dado aún resultados?

Cinco lecciones de repaso sobre Historia de España. III. Espectros de España.

 

¿Qué queréis de mí, habitantes de lo oscuro,
donde las raíces y la arena húmeda,
terrosos ojos, rotas mandíbulas, descoyuntadas manos,
vosotros los fusilados en la tapia, el árbol o en la hierba
al alba blanca, instante de oro o fuego,
rocío misericordioso y el plomo de las balas,
qué queréis de mí, visiones espantosas?
Yo os conjuro a que os acostéis entre los pinos
y descanséis ya para siempre…

Ciropedia

 

y tienes que hundir el cuchillo en la garganta
si quieres ceñirte y coronarte
de gloria. Astiages pudo,
todos los Astiages pueden, podrán siempre,
y Ciro aprenderá muy de prisa
a ser Grande y Poderoso.

José Jiménez Lozano, Ávila, 1930-2020
Resumen
José Jiménez Lozano, Ávila, 1930-2020
Título del artículo
José Jiménez Lozano, Ávila, 1930-2020
Descripción
Poesías de José Jiménez Lozano
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