En la puesta de sol

 

Con penas y alegrías,
mano a mano, hemos caminado.
Reposemos ahora de nuestros viajes,
en la tranquila campiña.
A nuestro alrededor se inclinan los valles,
ya la brisa se ensombrece.
Sólo dos alondras alzan todavía el vuelo
soñando de nuevo en el oloroso aire.
Acércate y déjalas trinar,
pronto será hora de dormir,
para que no podamos perdernos
en esta soledad.
Oh, inmensa y dulce paz,
tan profunda en la puesta de sol,
qué fatigados estamos por haber caminado.
¿Será esta, entonces, la muerte?

A Luisa

 

A menudo pensé alabar con canciones
Tu bondad silenciosa,
Tu amoroso cuidado con un alma salvaje
Al curar de mil dulces maneras
La inquietud y desconcierto del hombre
Sonriendo entre lágrimas y del todo entregada.

Mas cuando al escribir levanto la mirada,
Ante mí estás sentada tan hermosa
Y con muda aflicción, el niño entre los brazos,
En tus ojos azules paz y fidelidad infinitas,
Y al verte de este modo lo dejo todo –
Tal esposa dio Dios a aquél a quien ama!

 

Versión de Alfonsina Janés

El caminante nocturno

 

Cabalga de noche en un corcel alazán,
cabalgó pasando ante muchos castillos.
¡Duerme, niña mía, hasta que amanezca!
La noche es enemiga de los hombres.
Cabalgó pasando ante un estanque,
Allí, una hermosa muchacha canta,
su camisa ondea al viento:
¡Pasa de largo, la niña esconde peligro!
Cabalgó pasando ante un río,
le saluda el duende de las aguas
y luego se sumerge de un salto.
El silencio cae sobre la fría casa.
Cuando el día y la noche peleaban,
cuando los gallos cantaban en la aldea,
se encabritó el corcel, relinchando,
piafando en el suelo, escarbaba su tumba.

Al despedirse y volverse a ver

 

I

En dulces juegos ahora se han perdido
Los ojos de mi amada, y respira apacible.
Sentado permanezco a la escucha junto a la dulce niña,
Acarició los rizos, que aparto de su frente y mejillas.

¡Ay! Gozo, luna y estrellas ya pasaron,
En la ventana requiérenme los vientos matinales:
Que aleje de la nunca en silencio los brazos
Que aun en sueños me abrazan con cariño.

¡Oh, no abras los dulces rayos de tus ojos!
Un beso sólo… Y por última vez
Te dejaré y descenderé por el palacio silencioso.

De mí se apodera la mañana helada, rigurosa;
¡Qué claro y frío y límpido está el mundo!
Profundamente estremecido abandono el umbral tan querido.

II

Un tierno secreto se teje en los espacios silenciosos,
La tierra desata los lazos de diamantes,
Y extiéndense en busca de los dulces rayos celestiales
Las flores que orlan el vestido materno.

En los árboles se oye un vivo susurro,
De oriente llegan purpúreas cintas,
Corren en el crepúsculo los cantos de la alondra –
Tú de tus sueños alzas con suavidad tu cabecita hermosa.

¿Qué sones se acercan volando a la ventana?
¡Qué seductores son tan familiares cantos!
Hay un cantor a la incierta luz crepuscular.

¡Despierta! Tu amado llegó de lugares remotos,
Y a valles y montes volvió la primavera,
¡Despierta, despierta, para siempre eres mía!

 

En el manuscrito lleva el subtítulo An Luise im December 1814.
Publicada en «Frauentaschenbuch», 1816

Versión de Alfonsina Janés

Reclamo

 

¿No oyes el murmullo de los árboles
a través del éter silencioso?
¿No te gusta escuchar ahí abajo,
desde la azotea al suelo,
donde los arroyos fluyen, dulcemente,
en el claro de luna
y, desde el roquedal, los hieráticos castillos
se reflejan en el río?
¿Te acuerdas de las bellas canciones
de los viejos tiempos?
Por la noche, en la soledad del bosque,
todo lo alborotan,
cuando los árboles callados sueñan,
y el lilo huele sensual
y en el río murmuran las ondinas…
Ven aquí abajo, se está muy fresco.

Alma de doncella

 

Profundamente lo he sentido muchas veces, el alma de la joven
Para sí misma no nació, sól0 para el amado.
Va ahora errante expulsada y perdida, y en secreto
Envía bellísimas miradas que, como mensajero,
Aquí en la tierra le busquen una estancia.
En el bochorno duerme, cubierta sól0 un poco.
Mientras duerme sonríe: cálido y plácido es su aliento,
Pero sus pensamientos se hallan lejos, de viaje,
Y sobre sus mejillas flamea ensimismado fuego.
A menudo la caricia del viento levanta el fino velo.
Al hombre que por primera vez entonces la despierte,
Que antes que ninguno alcance este lugar tranquilo,
Abrazará inquieta de alegría
y no le dejará ya en toda su vida.

 

Versión de Alfonsina Janés

La muchacha solitaria

 

Si fuera negra noche, yacería en los bosques,
en los bosques que murmullan tenuemente.
Con su manto tachonado de estrellas
la noche me cubriría.

El arroyuelo se desliza silenciosamente
en caso de que me haya dormido.
No, aún no duermo, escucho durante mucho tiempo,
a los ruiseñores.

Cuando las copas de los árboles se balancean sobre mí,
repicando toda la noche,
allí, en mi corazón, están los pensamientos
que cantan cuando nadie está despierto.

 

Traducción de J. Bochaca

De noche

 

Camino en la noche silenciosa,
Deslizase la luna cautelosa
A veces de entre las oscuras nubes
Y a un lado y otro del valle
Despierta el ruiseñor,
Luego todo gris y en calma.

¡Oh, magnífico canto de la noche!:
A lo lejos el paso de los ríos,
Suave temblor en los oscuros árboles –
Tú me confundes las ideas,
Mi canto confuso es sólo
Como un clamor del mundo de los sueños.

 

Versión de Alfonsina Janés

Despedida

 

Al atardecer murmura el bosque
desde lo más profundo de su suelo,
arriba, Dios encenderá pronto las estrellas;
se extiende un silencio abismal,
sólo queda el murmullo del bosque
al atardecer.
Todo tiende al reposo,
bosque y tierra callan,
el caminante, aterrorizado,
quiere ir a su casa.
¡Aquí, bajo el verde techo del bosque,
corazón, camina tú también hacia el reposo!

En alta mar

 

¡Adiós costa llena de equivocadas penas,
temor, felicidad y miseria, hundíos en el mar!
Ahora libre soy, por fin me siento a salvo.
No hay esperanzas vanas que lleguen hasta aquí.
¡Qué paz donde se posa mi mirada!
¡Qué amplitud y qué altura sin fin en derredor!

Los astros, las nubes ascienden y descienden
y se reflejan en el plácido océano,
El cielo sobre mí, y debajo el cielo,
¡Mi frágil nave en medio tan pequeña!
Sea lo que Dios quiera, a él se lo he entregado todo.
¡Ven, temporal, no temo ni la muerte ni la vida!

 

Versión de Alfonsina Janés

Viaje de estudiantes

 

Los cazadores caminan por el verde bosque
y los jinetes, magníficos, por los campos,
los estudiantes por todo el mundo,
tan lejos como los lleve el cielo azul.
La primavera es la sala de la alegría,
miles de pájaros cantan,
y resuenan en el bosque, aquí y allá:
¡Salve, amor mío, mil veces!
Muchos hijos de burgueses
viajan en contra de la corriente;
¡por difícil que parezca,
ten confianza en mí, niña mía, no temas!
Al otro lado, en las tranquilas aguas,
deja que a tus ojitos los requiebren,
y el que te guste,
que sea tu amante.
En la niebla nocturna camino silencioso,
no veo ninguna luz, el viento sopla gélido;
¡descorre el cerrojo en la noche callada
y así nosotros, jóvenes, estaremos juntos!
¡Adiós, niña, no llores!
Ya se oyen las voces aquí y allí,
en el bosque pronto surgirá la Aurora
y los estudiantes continuaran su camino.

En otoño

 

El bosque se vuelve amarillento, las hojas caen,
¡Qué soledad y silencio en todas partes!
Sólo los riachuelos corren por los hayedos
Con un suave susurro, como en sueños,
Y suenan las campanas vespertinas
Muy lejos de los lindes del bosque.

¿Por qué queréis atraerme de modo tan salvaje
En esta soledad?
Estas campanas suenan
Como aquellas de la plácida infancia –
Asustado me vuelvo,
¡Ah, qué lejos están los que me aman!

¡Estallad, viejos cantos,
Rompedme el corazón!
Saludo una vez más desde tierras lejanas
Aquello por lo que siento afecto.
Yo, en cambio, sucumbo de melancolía
Cual si fuera a morir.

 

Versión de Alfonsina Janés

Joseph von Eichendorff, Alta Silesia, 1788-1857

La vejez

 

Entre las altas nubes vuelan los pájaros,
en la tierra soñolienta asoman los narcisos,
las alegres canciones callan
y el sombrío invierno lo cubre todo.
El reloj marca las horas, en la alcoba
canta el pájaro que capturaste en otoño.
Los recuerdos semejan un álbum de fotos,
lo hojeas, protegido del temporal y del frío.
Agradable siento la vejez: detente,
pronto caerá el rocío de los tejados
y el viento rolará en la noche.
Un alegre mensajero golpea en la ventana,
sales sorprendido y no regresas,
pues ya llegó la inmortal primavera.

En tierras extrañas

 

Oigo el susurro del río
En el bosque, aquí y allá,
En el bosque, en el susurro,
Y no sé dónde me encuentro.

En la soledad sus cantos
Entonan los ruiseñores,
Parecen querer decir algo
De aquel hermoso pasado.

Vuela el brillo de la luna
y me parece que abajo
Veo el palacio en el valle,
Pero no, ¡si está tan lejos!

Es como si en el jardín
Con sus rosas rojas, blancas,
Fuera a esperarme mi amada
Que murió hace tantos años.

 

Versión de Alfonsina Janés

Junto al tilo

 

¿Vuelvo a verte, árbol querido,
En cuyos tempranos brotes, siendo joven
Y en un bello sueño de primavera
Hendí el nombre de mi primer amor?

¡Cómo ha cambiado desde entonces la curva de tus ramas!
Al crecer y endurecerse el tronco
Desaparecieron esos rasgos tan queridos,
Así como su amor y las horas de dicha!

He crecido en silencio, como tú,
Y nada en mí quería detenerse,
Mas mi herida creció -y no cicatrizó,
Y no se cerrará ya nunca aquí en la tierra.

 

Versión de Alfonsina Janés

Hechizo nocturno

 

¿No oyes a lo lejos el correr de los manantiales,
entre piedras y flores,
en dirección a los silenciosos lagos del bosque,
donde las estatuas de mármol se hallan
en bella soledad?
Lentamente, de las montañas,
despertando a las antiquísimas canciones,
desciende la maravillosa noche
y los valles resplandecen de nuevo,
como tú, a menudo, soñando los imaginaste.
¿No conoces la flor que se abre
en el valle inundado por el resplandor de la luna?
Del capullo medio abierto,
brotan nuevos y florecientes miembros,
blancos brazos, roja boca.
Y los ruiseñores cantan,
y en derredor se alza un lamento,
¡ay! por una herida amorosa mortal
procedente de bellos días ya desaparecidos.
¡Ven, oh, ven al valle silencioso!
¡Ven! ¡Ven!

Noche de luna

 

El cielo parecía haber dado un beso
en silencio a la tierra
y ella debía así soñar con él
en resplandor de flores.
La brisa iba cruzando por los campos,
ondeaban espigas con sigilo,
los bosques susurraban levemente
en la noche estrellada.
Y mi alma extendió
las alas por completo
y echó a volar por tierras silenciosas
como de vuelta a casa.

 

Traducción de Juan Andrés García Román

La flor nocturna

 

La noche es como un mar en calma,
Dicha y pena y lamentos de amor
Se acercan de manera tan confusa
En la suave oleada.

Los deseos son como las nubes,
Navegan por los espacios silenciosos,
¿Quién reconoce en el ligero viento
Si son sueños o pensamientos? –

Aunque cierre boca y corazón,
Que tan gustosos a las estrellas se lamentan:
Callada en el fondo del alma
Queda la suave oleada.

 

Versión de Alfonsina Janés

​Venus

 

¿Por qué vuelves a despertarme, primavera?
Un soplo extraordinario corre sobre la tierra
Y hace resucitar todo antiguo deseo.
Dulce estremecimiento provoca esto en mi cuerpo.

Miles de cantos saludan a la preciosa madre,
Que, rejuvenecida, con la corona nupcial nos embelesa;
El bosque quiere hablar, los ríos corren con un murmullo,
Las náyades cantando surgen y se sumergen.

Veo salir la rosa de su verde clausura
Y, al soplar los aires seductores,
Sonrojada extenderse en la tibia corriente.

También a mí me haces salir de mi plácida estancia -.
Y con dolor tengo que sonreír ahora en primavera,
Hundiéndome de anhelo en medio de perfumes y clamores.

Nuevo amor

 

Corazón, mi corazón ¿por qué estás tan ufano,
Inquieto y distraído,
Como si ya, alegre, llegara por los montes
La hermosa primavera?

Porque de nuevo una gentil muchacha
Cordialmente te estrecha el corazón,
Te deleitas feliz al contemplar
Cielo y tierra.

Dejé abiertas las ventanas,
¡Entra de nuevo en el mundo
Viejo temor y esperanza!
¡Que llegue la primavera!

No puedo seguir callado,
Recorre mi pecho una canción,
Mas hay demasiada luz para escribir,
Y siento tan gozosa confusión.

Paseo, pues, por las callejas,
La gente va aquí y allá,
No sé qué hago o no hago,
Sólo que soy tan feliz.

 

Versión de Alfonsina Janés

Red de primavera

 

Dormía el mozo entre crecidas hierbas;
Al fondo oyó un cantar,
Como si su amada lo llamara,
Y el pecho le iba a estallar.

Una red tejen sobre él
Las flores con su vaivén,
Corre suspirando el alma
y piensa allí algo delicioso.

Reina un encanto tan dulce
Y mágicos cantos recorren
El seno primaveral
De la tierra, y no lo dejan.

 

Versión de Alfonsina Janés

​Saludo nocturno

 

De noche pasamos por la costa
De la que me marché hace tantos años.
Allí está la casa de mi amada, donde fuimos felices.
¡Que Dios la ampare!

Cantan aún en el jardín los ruiseñores
Como en aquellos días hermosos y tranquilos.
¿Cuál será ahora su queja?
Por mí no pregunta nadie.

Cuando antaño el tilo estaba en flor
Salías a mi espera, hace ya tantos años -,
He de pasar de largo.
¡Que Dios te ampare!

 

Versión de Alfonsina Janés

​A media luz

 

Quiere extender las alas el crepúsculo,
los árboles se agitan pavorosos
y pasan nubes como pesadillas.
¿Qué sentido tendrá este escalofrío?
Si tienes preferencia por un corzo,
no lo dejes pastando solo ahora,
suenan cuernos de caza por la noche
y vagan voces de acá para allá.
Si acaso tienes un amigo aquí,
no te fíes de él nunca a esta hora:
puede que mire y hable amablemente,
pero es falsa su paz, augura guerra.
Lo que hoy fatigado ya se recuesta
se elevará mañana renacido.
Más de uno se pierde por la noche,
¡guárdate bien, estate atento y vela!

 

Traducción de Juan Andrés García Román

Joseph von Eichendorff, Alta Silesia, 1788-1857