A la Duquesa
¿A quién daré mis amorosos versos,
que pretienden amor, con virtud junto,
y desean también mostrars’hermosos?
A ti, señora en quien todo esto cabe,
a ti se den, por cuanto si carecen
destas cosas que digo que pretienden,
en ti las hallarán cumplidamente.
Recógelos con blanda mansedumbre
si vieres que son blandos, y si no,
recógelos como ellos merecieren.
Y si después t’importunaren mucho
con llorar, porque así suelen hazello,
no te parezcan mal sus tristes lloros,
que, pues que son sus lágrimas con causa,
no sólo es gran razón que se consientan,
mas an de ser dolidas y lloradas
por todos los que vieren donde caen.
Ellos se van huyendo de mis manos
pensando que podrán bivir doquiera,
pero, según an sido regalados
y poco corregidos en sus vicios,
a peligro andarán si en ti no hallan
manera de bivir en sus regalos
y amparo por valerse en sus errores.
Si pasaren con onra, dales vida,
y si no, no les quites el remedio
que’l tiempo les dará con su justicia:
que mueran y que los cubra la tierra,
y la tierra será el eterno olvido.
En la huerta nasce la rosa
En la huerta nasce la rosa:
quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.
Por las riberas del río
limones coge la virgo:
quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.
Limones cogía la virgo
para dar al su amigo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.
Para dar al su amigo
en un sombrero de sirgo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.
Pensando en lo pasado, de medroso
Pensando en lo pasado, de medroso,
hállome gran amor dentro en mi pecho;
bien sé que lo pasado ya es deshecho,
mas da el maginallo algún reposo.
De descansar estoy tan deseoso
que para reposar doquiera m’echo;
donde’spero descanso, allí es mi lecho,
aunque sea el descanso mentiroso.
Mas este descansar, siendo tan vano,
ha d’acabarse’n muy breve momento;
y el triste recordar está en la mano.
He de bolver a mi dolor temprano;
la cuenta de’sto es tal que no la cuento;
mas hallo lo que pierdo y lo que gano
Quisiera Amor a su prision bolverme
Quisiera Amor a su prision bolverme
por castigar mi libre sentimiento,
y diome de su mano un tan gran tiento,
que uviera en aquel punto de vencerme;
pero tan cierto vi luego el perderme,
que’sto solo’scusó mi perdimiento,
y fue’l primer afeto tan sin tiento,
que al segundo fue fuerça rehazerme.
Si con armas, Amor, acostumbradas,
como otras vezes sale, me saliera,
según en salvo’stoy, quiçá’sperara.
Mas estas aventuras desusadas
espérelas y empréndalas quienquiera,
que yo no oso’sperar muerte tan clara.
El ruiseñor que pierde sus hijuelos
Cual suele el ruiseñor entre las sombras
de las ahojas del olmo o de la haya
la pérdida llorar de sus hijuelos,
a los cuales sin plumas aleando
el duro labrador tomó del nido;
llora la triste pajarilla entonces
la noche entera sin descanso alguno,
y desde allí, do está puesta en su ramo,
renovando su llanto dolorido,
de sus querellas hincha todo el campo.
No basta el mal…
¿No basta el mal a siempre fatigarme,
sin que también el bien me dé tormento?
Yo’stava ya conmigo en buen asiento,
para cuanto dolor quisiesen darme.
Podía el no’sperar harto ayudarme,
y, por vieja costumbre, ‘1 pensamiento
hallava en el penar contentamiento,
o cosa que bastava a contentarme.
Aún me’storva el Amor tan baxo’stado,
dándome de plazer alguna vista,
con la cual se rebuelve mi cuidado,
y el mal con quien yo’stava concertado
con el venir del bien se me’nemista,
y buelve andar mi reino levantado.
Un nuevo amor un nuevo bien me ha dado
Un nuevo amor un nuevo bien me ha dado,
ilustrándome el alma y el sentido,
por manera que a Dios yo ya no pido
sino que me conserve en este estado.
A mi bien acrecienta el mal pasado,
tan sin temor estoy de lo que ha sido;
y en las hierbas compuestas que he bebido,
mi fuerza y mi vivir se han mejorado.
Anduvo sobre mí gran pestilencia
hasta matar los pájaros volando
y casi cuando en vida fue criado;
este influjo crüel se fue pasando,
y así, de esta mortal, brava dolencia
con mas salud quedó lo que ha quedado.
Qué haré, que por quereros
¿Qué haré, que por quereros
mis extremos son tan claros,
que ni soy para miraros,
ni puedo dejar de veros?
Yo no sé con vuestra ausencia
un punto vivir ausente,
ni puedo sufrir presente,
señora, tan gran presencia.
De suerte que, por quereros,
mis extremos son tan claros,
que ni soy para miraros,
ni puedo dejar de veros.
Gran tiempo fui de males tan dañado
Gran tiempo fui de males tan dañado,
por el dañado amor que en mí reinaba,
que a sanos y a dolientes espantaba
la vista de un doliente tan llagado.
Conveníame andar siempre apartado,
según de mí la gente se apartaba,
y aquello en que más yo me reposaba
era hartarme de ser desdichado.
Vime sano después en un momento,
y vueltos en placer los males míos;
miraban todos esta salud mía
con un maravillado sentimiento,
como al ciego miraron los judíos
espantados de velle como vía.
Glosa de «Justa fue mi perdición»
Bien supo el amor qué hizo
en darme tal pensamiento,
pues del primer movimiento
a sí mismo satisfizo
y a mí me dexó contento.
Satisfizo la razón
al amor, y él a ella;
luego supo el coraçón
que’n tan onrada querella
justa fue mi perdición.
Tan contento y tal me tiene
la congoxa que’n mí stá,
que, si dolor sobreviene,
el mal que tengo se va
de gozo d’aquel que viene.
Y si queda algún tormento,
súfrese con el quereros,
que’n mi grave pensamiento
sólo en ver que supe veros
de mis males soy contento.
Aunque a mi mal contradiga
el cuerpo por la su falta,
rompiendo toda la liga,
el alma, como más alta,
se’ntremete en mi fatiga.
Y puesto mi coraçón
ante vos, como juzgado,
atentado en su pasión
dize: «Ya, pues soy pagado,
non espero gualardón».
La congoxa que padezco
de buena me da la vida,
que’n ser vos por quien fenezco
mi mal paga la medida
de lo que por él merezco.
Con este conocimiento,
pagado de mi pasión,
voy diziendo, de contento,
sin dar cabo a mi razón,
pues, vuestro merecimiento.
Acabó el entendimiento
lo que agora aquí se dize,
y dixo a mi pensamiento:
«Pues por vos me satisfize,
tené vos mi regimiento».
Tras esto, en mi coraçón,
vi sonar esta respuesta:
«Ved mi mal, si es con razón,
que la pena, en venir presta,
satisfizo a mi pasión».
Parece bien ordenado,
por razón de buena ley,
que, si acaso un condenado
viere el rostro de su rey,
luego allí quede librado.
Así, puesto que’s perdida
mi vida ya por quereros,
para el alma, que’s vencida,
un solo punto de veros
es vitoria conocida.
De contenta, mi memoria
mil vezes me dize: «¡Calla!,
que’n guerra de tanta gloria
sólo entrar en la batalla
fue sombra de gran vitoria».
Sólo averos conocido
es tan gran lustre d’amor
que, por más que sté perdido,
siempre será vencedor
quien de vos queda vencido.
Contra Amor y su pasión
en campo quise provarme,
y vos, a mala sazón,
cuando Amor quiso matarme,
luego echastes el bastón.
Esto fue, porque perdida,
sin morir, fuese mi suerte
y porque’s cosa sabida
que’scusava yo mi muerte
en perder por vos la vida.
Así agora triste quedo
sin morir, y con penar,
y entre mí digo, con miedo:
«Ved cómo podré ganar,
que aun sólo perder no puedo».
Después me dize’l sentido:
«¿Por qué me matas cuitado?
¿No tienes tú conocido,
por tormento tan onrado,
que’s ganado el que’s perdido?»
Si del mal que m’á venido
me viene’l contentamiento,
será muy firme argumento
que, cuanto más afligido,
tanto más seré contento.
Y pues viene la pasión,
y el descanso en una cuenta,
lo que sufre’l coraçón,
el coraçón lo consienta
pues lo consiente razón.
Vuestra vista saltealla
no es mucho quien tanto os quiere,
que’l que de hambre se muere,
si roba el comer que halla,
toda buena ley lo quiere.
Yo, de veros muy hambriento,
con miraros me sostengo,
y cuando más pena tengo
con el bien del pensamiento
consiento en mi perdimiento.
Algún bien yo demandaros
desvergüença me parece,
que ¿cómo podré yo daros
por el bien lo que merece,
si el mal no puedo pagaros?
Alcança mi coraçón
de su mal un bien tan largo
que, pues ya de mi pasión
yo, señora, os quedo en cargo,
non espero galardón.
No bivo desesperado
y bivo sin esperança,
que’l que se da por pagado
no spera, que, pues alcança,
esperar es escusado.
Si basta mi pensamiento
a darme tan justa paga
que me haga’star contento,
no es mucho me satisfaga,
pues, vuestro merecimiento.
Cuando acuerda el sentimiento,
y a pensar en vos se’ncierra,
entre mí me descontento
del cuerpo que, ‘n ser de tierra,
me’mbaraça el pensamiento.
Para cuantas cosas son
es estar por vos penado
de tan alto coraçón,
que solo avello pensado
satisfizo a mi pasión.

A la tristeza
Tristeza, pues yo soy tuyo,
tú no dejes de ser mía;
mira bien que me destruyo
sólo en ver que el alegría
presume de hacerme suyo.
¡Oh, tristeza!
que apartarme de contigo
es la más alta crueza
que puedes usar conmigo.
No huyas ni seas tal
que me apartes de tu pena;
soy tu tierra natural,
no me dejes por la ajena
do quizá te querrán mal.
Pero, di:
ya que estó en tu compañía,
¿cómo gozaré de ti,
que no goce de alegría?
Que el placer de verte en mí,
no hay remedio para echallo,
¿quién jamás estuvo así?
que de ver que en ti me hallo,
me hallo que estoy sin ti.
¡Oh ventura!
¡Oh amor, que tú hiciste
que el placer de mi tristura
me quitase de ser triste!
Pues me das por mi dolor
el placer que en ti no tienes,
porque te sienta mayor,
no vengas, que si no vienes,
entonces vernás mejor.
Pues me places,
vete ya, que en tu ausencia
sentiré yo lo que haces
mucho más que en tu presencia.
Canción V
¿Qué haré, que por quereros
mis extremos son tan claros,
que ni soy para miraros,
ni puedo dejar de veros?
Yo no sé con vuestra ausencia
un punto vivir ausente,
ni puedo sufrir presente,
señora, tan gran presencia.
De suerte que, por quereros,
mis extremos son tan claros,
que ni soy para miraros,
ni puedo dejar de veros.
Soneto CVIII
Como el triste que a muerte está juzgado,
y de esto es sabidor de cierta ciencia,
y la traga y la toma en paciencia,
poniéndose al morir determinado.
Tras esto dícenle que es perdonado,
y estando así se halla en su presencia
el fuerte secutor de la sentencia
con ánimo y cuchillo aparejado:
así yo, condenado a mi tormento,
de tenelle tragado no me duelo,
pero, después, si el falso pensamiento
me da seguridad de algún consuelo,
volviendo el mal, mi triste sentimiento
queda envuelto en su sangre por el suelo.
Soneto CXI
Soy como aquel que vive en el desierto,
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.
Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.
Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;
con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva.
Soneto CXXIX
Garcilaso, que al bien siempre aspiraste
y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste,
en todo enteramente le alcanzaste,
dime: ¿por qué tras ti no me llevaste
cuando de esta mortal tierra partiste?,
¿por qué, al subir a lo alto que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?
Bien pienso yo que, si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras:
que o quisieras honrarme con tu lado
o a lo menos de mí te despidieras;
o, si esto no, después por mí tornaras.
Soneto LIV
Ha tanto ya que mi desdicha dura,
que en esto solo tuve mi esperanza;
esperé de fortuna su mudanza,
que por mí no negara su natura.
Entendióme, yo pienso, la ventura,
y ha tornado al revés mi confianza;
que por tenerme siempre so la lanza,
firme se ha hecho, y de su ser no cura.
Para bien destruirme, se destruye;
deja de ser, por ser contra mí fuerte;
sus leyes naturales en mí vence.
Pensé do no hay razón, que hubiera suerte;
agora sé que el mundo ya me huye;
y es fuerza que otro mundo se comience.
Soneto LXI
Dulce soñar y dulce congojarme,
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba,
si un poco más durara el engañarme;
dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme:
¡oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que asentaras en mí con más reposo!
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.
Soneto LXXIV
¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ello en mi muerte conjuradas.
¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos no distes,
llevadme junto al mal que me dejastes.
Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.
Soneto LXXXII
Cargado voy de mí doquier que ando,
y cuerpo y alma, todo me es pesado;
sin causa vivo, pues que estó apartado
de do el vivir su causa iba ganando.
Mi seso está sus obras desechando;
no me queda otra renta, ni otro estado,
sino pasar pensando en lo pasado,
y cayo bien en lo que voy pensando.
Tanto es el mal, que mi corazón siente
que sola la memoria de un momento
viene a ser para mí crudo accidente.
¿Cómo puede vivir mi pensamiento
si el pasado placer y el mal presente
tienen siempre ocupado el sentimiento?
Soneto LXXXV
Quien dice que la ausencia causa olvido
merece ser de todos olvidado.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido.
Aviva la memoria su sentido;
la soledad levanta su cuidado;
hallarse de su bien tan apartado
hace su desear más encendido.
No sanan las heridas en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas,
que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló
no por eso serán mejor curadas.
Soneto XXIX
Nunca de amor estuve tan contento,
que en su loor mis versos ocupase:
ni a nadie consejé que se engañase
buscando en el amor contentamiento.
Esto siempre juzgó mi entendimiento,
que deste mal todo hombre se guardase;
y así porque esta ley se conservase,
holgué de ser a todos escarmiento.
¡Oh! vosotros que andáis tras mis escritos,
gustando de leer tormentos tristes,
según que por amar son infinitos;
mis versos son deciros: «¡Oh! benditos
los que de Dios tan gran merced hubistes,
que del poder de amor fuésedes quitos».
Villancicos
1
Si no os uviera mirado
no penara,
pero tampoco os mirara.
Veros harto mal á sido,
mas no veros peor fuera;
no quedara tan perdido
pero mucho más perdiera.
¿Qué viera aquél que no os viera?
¿Cuál quedara,
señora, si no os mirara?
2
¿Qué testimonios son estos
que le queréis levantar?
¡Que no fue sino bailar!
El duque d’Alva
¿Qué peligroso acidente
fue hazer tal maleficio?
Tomaste por exercicio
hacer reír a la gente.
Yo soy quien desto se siente.
Yo te quiero aconsejar
que no cures de bailar.
Gracilazo
Esta tienen por gran culpa;
no lo fue a mi parecer,
porque tiene por desculpa
que lo hizo la muger.
Ésta le hizo caer
mucho más, que no el saltar
que hizo con el bailar.
El prior de San Juan
No fue’l pecado primero;
mas por él padecerán
todos los que bailarán
como bailó el cavallero.
No lo tomen por agüero
los que quisieren dançar,
que no fue sino bailar.
Boscán
En lo vedado tocó,
y por esto es cosa clara
quen el sudor de su cara
bivirá, pues que bailó.
Malamente s’engañó;
mas bien se pudo engañar
que no fue sino bailar.
Don Hernando Álvarez de Toledo
Perdiérase este señor
en esta gran maravilla,
sino por la paxarilla
que le cantava al alvor.
Si desto tiene dolor,
yo le quiero consolar,
que no fue sino bailar.
El clavero de Alcántara
Fue para todos espanto
soltaros el Rey tan presto,
pero no os soltó por esto,
para que os soltéis vos tanto.
Soltástesos tanto cuanto,
mas no fue sino saltar,
y si no saltar, bailar.
Don Luis Osorio
Sepan qué manda la ley:
muera don Luis agora;
que’n los palacios del Rey
bailó con una señora.
Desastrada fue tal ora,
mas áse de perdonar,
que no fue sino bailar.
Don García de Toledo
Soltóos el Emperador,
pero no sin penitencia;
mandó daros por sentencia
que bailásedes, señor.
Dizen todos que’s rigor;
que no es justo castigar
a ninguno con bailar.
Gutierre López de Padilla
No tengo de fiar más
en hombres blandos y tristes.
¿qué os prometió Satanás,
cuando dél así os vencistes?
Errastes lo que hezistes:
no digo que fue el errar
que errásedes el bailar.
El marqués de Villafranca
Dudan todos los letrados
de jüicios más enteros,
de bienes tan mal bailados
que gozen los erederos.
Dizen que hasta los postreros
abrá cierto d’alcançar
maldición de tal bailar.
O si acabase mi pensar sus días
¡O si acabase mi pensar sus días,
o fuese d’eternal sueño oprimido!
No es bien bivir, trayéndome’l sentido
pesadas y continas chismerías:
o me carga de tristes fantasías
o me da el bien tan corto y tan medido
que me’spanto de que s’an mantenido,
con su tanto gastar, las penas mías.
Viéndome Amor gemir de fatigado,
sobre’sto de mi mal me’stá acallando;
mas aun conmigo en esto se desmide,
como madre con hijo regalado,
que si le pide rejalgar, llorando,
no sabe sino dalle lo que pide.
Canciones
1
Gran esfuerço da al bivir
esperar verme venido;
mas, triste’sperar perdido,
¿qué puede aver tras partir
sino sólo aver partido?
Venida que tanto alcança
no s’ha de’sperar que venga.
No hay coraçón que sostenga
tan deseada’sperança
por poco que se detenga.
En el medio’stá el morir,
entre’l venir y ser ido.
¿Qué’sperar hay tan perdido
que’spere sino partir
después de tan mal partido?
2
¿Qué haré, que por quereros
mis estremos son tan claros
que ni soy para miraros
ni puedo dexar de veros?
Yo no sé con vuestra ausencia
un punto bivir ausente,
ni puedo sufrir presente,
señora, tan gran presencia.
De suerte que, por quereros,
mis estremos son tan claros
que ni soy para miraros
ni puedo dexar de veros.
Otras desaviniéndose
¡O que no ay razón que pueda
consolar tan crudos males,
porque son, señora, tales,
que’l seso espantado queda
de ver sólo sus señales!
¡O muger desconocida!
¡O dolor! ¡O perdimiento!
Vuestro mal conocimiento
m’á traído en esta vida
que ora siento.
¡O vida llena de enojos!
¡O mundo que vas así!
¡Qué bien fuera para mí,
si yo no tuviera ojos
para veros, cuando os vi!
Mas, pues mi seso no halla
ninguna vida en seguiros,
que la gane yo en huiros
pues que no puedo ganalla
por serviros.
Los dos juntos en dañarme
emos sido, y en vencerme,
armados para perderme:
vos comigo por matarme,
yo con vos por ofenderme.
Emos sido vencedores;
contra mí fue la vitoria;
y á quedado por istoria
de mis males y dolores
la memoria.
No veo mis enemigos;
conozco bien que peleo;
las llagas yo las poseo;
padezco dos mil castigos;
la causa dellos no veo.
Si huyo, pierdo el derecho;
si espero, no sé valerme;
no sé cómo socorrerme,
ni sé, de puro despecho,
qué hazerme.
¡O, que no sé qué me daña
y sé que todo me mata!,
porque amor así me trata,
que’n una cosa m’engaña
y en dos mil me desbarata.
Estoy de mi pensamiento
ya tan poco satisfecho,
que entre mí tengo despecho,
porque bien no marrepiento
de lo hecho.
Mas hazed ya desd’agora
lo que bien os estuviere;
sea todo como fuere;
allá os avení, señora,
con lo que más os pluguiere.
Y acordand’os los presentes
dolores y los que an sido,
yo me doy por despedido,
por no andar entre las gentes
más perdido.
3
¿Qué movimiento fue’l mío?
Cuitado ¿quién me engañó?
¿Cuál coraçón me sufrió,
que tan grande desvarío
le pudiese emprender yo?
¡O ciego, sin algún tiento!
¡O locura conocida!
¡Qué pudiera ser mi vida,
de tan alto pensamiento
despedida!
Culpa de tal desventura
no tiene desculpa igual
sino ser el yerro tal,
que sólo pudo locura
ser causa de tanto mal.
A la ora que fui preso
de vos, me vi de manera
que de menos seso fuera
si por vos todo mi seso
perdïera.
Pues por vos perdí el sentido
cuando era el alma cuerda,
y ora tan desacuerda
lo que por vos é perdido,
no me haga que ora os pierda.
Yo lo hize como loco,
pero ved si m’arrepiento
que’s estremo mi tormento
y é pesar porque’s tan poco
lo que siento.
Lo que siento no lo entiendo,
ni es ello para entenderse;
quiso el seso así perderse,
que á de poder, no pudiendo,
agora para valerse.
Por todas partes me quemo;
querría el yerro enmendalle,
mas es tamaño, que temo
de caer, para curalle,
en otro estremo.
Pudiera ser perdonado,
según la pena que siento;
mas yo no quedo contento
con lo que paga el cuidado
de parte del sentimiento.
Ni quiero que con templança
mi yerro quede medido;
yo sólo só el ofendido,
de mí solo la vengança
yo la pido.
4
Es tal y tan verdadera
mi pena por conoceros
que, si tanto no os quisiera,
yo quisiera no quereros.
Que nuevo caso d’amor
ordenáis que’n mí comience:
combatirme el desamor,
adonde el amor me vence.
No es mucho, pues tan entera
es mi pena en conoceros,
que, si tanto no os quisiera,
yo quisiera no quereros.
5
¡Qué vida de tantos males,
qué mundo tan desigual,
do los bienes con el mal
nunca pueden ser iguales
aunque sean d’un igual!
Que, aunque’l bien en cantidad
igual del mal se presente,
mucho más el mal se siente,
porque’s contra voluntad
y viene por acidente.
Así que, entre tantos males,
hallo yo por desigual
que los bienes con el mal
nunca pueden ser iguales
aunque sean d’un igual.
6
Mi mal está en crecimiento:
comiença, y es tan estremo,
que no siento lo que siento
de temor de lo que temo.
No hize lo que convino;
ya no sé lo que conviene.
Témome del mal que viene,
no pensando en el que vino.
En su primer movimiento
es mi mal, y es tran estremo,
que no siento lo que siento
de temor de lo que temo.
7
El que de vos se partiere
merece nunca bolver.
O, señora si bolviere,
que buelva para no’s ver.
No meresco la venida,
pues fui para poder irme,
aunque harto va medida
con la pena del partirme
la culpa de la partida.
Mas si yo jamás me fuere,
bien sé que no abrá de ser,
pero quiero, si ello fuere,
pagallo con nunca os ver.

