A Dios en primavera

 

Señor, matadme, si queréis.
(Pero, señor, ¡no me matéis!)

Señor dios, por el sol sonoro,
por la mariposa de oro,
por la rosa con el lucero,
los corretines del sendero,
por el pecho del ruiseñor,
por los naranjales en flor,
por la perlería del río,
por el lento pinar umbrío,
por los recientes labios rojos
de ella y por sus grandes ojos…

¡Señor, Señor, no me matéis!
(…Pero matadme, si queréis)

Partimos de Dios

 

Partimos de Dios
en busca de Dios,
sin saber qué buscamos.

El dios con minúscula,
el dios bajo cielo,
el cielo que es mar,
sobre aire que es cielo,
¡entre aire y marcielo,
y que es pleamar, y que es pleacielo!

El dios deseante,
el dios deseado,
-¡el dios deseado y deseante!-
me trae este Dios,
un dios Dios tan DIOS
¡un dios: DIOS, DIOS, DIOS!
… que al cabo de todos los cabos,
que al borde de todos los bordes
un día encontramos.
Cada vez más suelto, y más desasido;
cada vez más libre, más ¡y más! ¡y más!
a una libertad de puertas de Dios.
Y entonces una puerta se abre… y ¡más libertad!

Estoy pasando la cuerda,
la cuerda que Tú me has tendido,
Dios mío, mi dios, ¡Dios mío!
¡Dios mío, no soples, Dios!

Siento la inminencia del dios Dios,
del Dios con mayúscula,
-el que nos enseñaron cuando niños
y no aprendimos-.
¡Dios se me cierne en apretura de aire!

Se me está viniendo Dios
en inminencia de alma!
¡Se me está acercando Dios
en inminencia de amor!
¡Se me está llegando Dios
en inminencia de Dios!

 

El último poema de Juan Ramón Jiménez, encontrado en Puerto Rico por Rosa Bejarano y Joaquín Llansó.

El viaje definitivo

 

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico…

Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

Adolescencia

 

En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quien pierde un tesoro.
Caían las hojas muertas,
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos.

No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
…y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.

Agua en el agua

 

Quisiera que mi vida
se cayera en la muerte,
como este chorro alto de agua bella
en el agua tendida matinal;
ondulado, brillante, sensual, alegre,
con todo el mundo diluido en él,
en gracia nítida y feliz.

Agua mujer

 

¿Qué me copiaste en ti,
que cuando falta en mí
la imagen de la cima,
corro a mirarme en ti?

Es mi alma

 

No sois vosotras, ricas aguas
de oro, las que corréis
por el helecho, es mi alma.

No sois vosotras, frescas alas
libres, las que os abrís
al iris verde, es mi alma.

No sois vosotras, dulces ramas
rojas las que os mecéis
al viento lento, es mi alma.

No sois vosotras, claras, altas
voces las que os pasáis
del sol que cae, es mi alma.

Cénit

 

o no seré yo, muerte,
hasta que tú te unas con mi vida
y me completes así todo;
hasta que mi mitad de luz se cierre
con mi mitad de sombra
y sea yo equilibrio eterno
en la mente del mundo:
unas veces, mi medio yo, radiante;
otras, mi otro medio yo, en olvido.

Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú, en tu turno, vistas
de huesos pálidos mi alma.

Entresueño

 

Que yo estoy en la tierra,
que yo soy calle oscura y mala,
jaula fría y mohosa,
campo cerrado siempre
¿quién lo podrá negar?

Que tú estás por el cielo,
que tú eres nube de colores,
pájaro errante y libre,
brisa de última hora,
¿quién lo podrá negar?

Dios primero

 

Días negros cual los días
de parada indiferencia
de dios antecreador.

(Todo duro, entero todo,
en mole de un orden negro,
como un yo tan sólo yo.)

De pronto, un día de gracia,
todo me ve con mis ojos,
me parto en mundos de amor.

Hojillas nuevas

A Isoldita Esplá

 

¡Mira por los chopos
de plata cómo trepan al cielo niños de oro!

Y van mirando al cielo
y suben, los ojos en el azul, con frescos sueños.

¡Mira por los chopos
de plata cómo llegan al cielo niños de oro!

Y el azul de sus bellos
ojos y el cielo se tocan… ¡Son uno ojos y cielo!

¡Mira, por los chopos
de plata, cómo cojen el cielo niños de oro!

Desnudos

 

Por el mar vendrán
las flores del alba
(olas, olas llenas
de azucenas blancas),
el gallo alzará
su clarín de plata.

(¡Hoy! te diré yo
tocándote el alma)

¡O, bajo los pinos,
tu desnudez malva,
tus pies en la tierna
yerba con escarcha,
tus cabellos verdes
de estrellas mojadas!

(…Y tú me dirás
huyendo: Mañana)

Levantará el gallo
su clarín de llama,
y la aurora plena,
cantando entre granas,
prenderá sus fuegos
en las ramas blandas.

(¡Hoy! te diré yo
tocándote el alma)

¡O, en el sol nacido,
tus sienes doradas,
los ojos inmensos
de tu cara maga,
evitando azules
mis negras miradas!

(…Y tú me dirás
huyendo: Mañana)

Ahogada

 

¡Su desnudez y el mar!
Ya están, plenos, lo igual
con lo igual.

La esperaba,
desde siglos el agua,
para poner su cuerpo
solo en su trono inmenso.

Y ha sido aquí en Iberia.
La suave playa céltica
se la dio, cual jugando,
a la ola del verano.

(Así va la sonrisa
¡amor! a la alegría)

¡Sabedlo, marineros:
de nuevo es reina Venus!

Frente

 

¡Cuánto infinito abarcado
desde esta piedra del mundo!
No estoy en el «desde aquí»,
sino en el «ya de lo último».

Fin de invierno

 

Cantan, cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que cantan?

Llueve y llueve. Aún las casas
están sin ramas verdes. Cantan, cantan
los pájaros. ¿En dónde cantan
los pájaros que cantan?

No tengo pájaros en jaula.
No hay niños que los vendan. Cantan.
El valle está muy lejos. Nada…

Nada. Yo no sé dónde cantan
los pájaros (y cantan, cantan)
los pájaros que cantan.

El descenso

 

Sí, esta tarde no es imajen,
las nubes son rosas, sí,
las rosas son vida, sí.

Esta tarde tú eres tú,
no es nube el amor en mí,
es vida la rosa en mí.

Frágil

 

¿Te cojí? Yo no sé
si te cojí, pluma suavísima,
o si cojí tu sombra.

Color

 

¡Color que, un momento, el humo
toma del sol que lo pasa;
vida mía, vida mía,
fugaz y coloreada!

Eternidad

 

Eternidad, belleza
sola, ¡si yo pudiese,
en tu corazón único, cantarte
igual que tú me cantas en el mío
las tardes claras de alegría en paz!

¡Si en tus éstasis últimos,
tú me sintieras dentro
embriagándote toda,
como me embriagas todo tú!

¡Si yo fuese, inefable,
como tú en mi instantánea primavera,
olor, frescura, música, revuelo
en la infinita primavera pura
de tu interior totalidad sin fin!

El cambio

 

Lo terreno, por ti,
se hizo gustoso
celeste.
Luego,
lo celeste, por mí,
contento se hizo
humano.

El adolescente

 

El alba me sorprende
buscando entre los lirios
la huella de tu paso.

¡Imajen del naciente,
que yerras en los hilos
del renacer temprano!

¿En dónde el blanco tenue
que luzca en el sol fino,
por el frescor morado?

El dechado

 

¡Qué hermosa muestra eres, cielo azul del día,
a los despiertos ojos,
de lo despierto!

¡Qué ejemplo hermoso eres, cielo azul nocturno,
a los ojos dormidos,
de lo que sueña!

Ida de otoño

 

Por un camino de oro van los mirlos… ¿Adónde?
Por un camino de oro van las rosas… ¿Adónde?
Por un camino de oro voy…
¿Adónde,
otoño? ¿Adónde, pájaros y flores?

Dios de amor

 

Lo que queráis, señor;
y sea lo que queráis.

Si queréis que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
que sea lo que queráis.

Si queréis que entre los cardos
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
que sea lo que queráis.

Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme;
gracias por todo y por nada,
y sea lo que queráis.

Lo que queráis, señor;
y sea lo que queráis.

Ante la sombra virgen

 

Siempre yo penetrándote,
pero tú siempre virgen,
sombra; como aquel día
en que primero vine
llamando a tu secreto,
cargado de afán libre.

¡Virgen oscura y plena,
pasada de hondos iris
que apenas se ven; toda
negra, con las sublimes
estrellas, que no llegan
(arriba) a descubrirte!

Con las rosas

 

No, esta dulce tarde
no puedo quedarme;
esta tarde libre
tengo que irme al aire.

Al aire que ríe
abriendo los árboles,
amores a miles,
profundo, ondeante.

Me esperan las rosas
bañando su carne.
¡No me claves fines;
no quiero quedarme!

El recuerdo

 

Como médanos de oro,
que vienen y que van
en el mar de la luz,
son los recuerdos.

El viento se los lleva,
y donde están están,
y están donde estuvieron
y donde habrán de estar…
(Médanos de oro).

Lo llenan todo, mar
total de oro insondable,
con todo el viento en él…
(Son los recuerdos).

Como me miras… por si yo pudiese

 

Pajarillo cojido, de tu pecho dulce
por el águila negra de la muerte,
¡cómo me miras con tu ojito triste!
(negro plenor sangriento de luz débil).
Desde debajo de la garra inmensa,
que para siempre ya le tiene
y afirmado, mientras la desafía
la vasta sombra que su vista emprende.
¡Cómo me mira sin pedirme nada,
cómo me mira… por si yo pudiese,
que ya te está teniendo para siempre!

El ser uno

 

Que nada me invada de fuera,
que sólo me escuche yo dentro.
Yo dios
de mi pecho.

(Yo todo: poniente y aurora;
amor, amistad, vida y sueño.
Yo solo
universo).

Pasad, no penséis en mi vida,
dejadme sumido y esbelto.
Yo uno
en mi centro.

Juan Ramón Jiménez, Moguer, 1881-1958

A los siglos

 

¡Venid, siglos venideros,
tened! Y ahora, huid, volad,
que ya os volveré a cojer
antes de vuestro final.

El todo

 

No recordar nada…
Que me hunda la noche callada,
como una bandada
blanda y acabada.

(Que no quede nada…
Que pase la mujer amada
por una dejada
estancia soñada)

No desear nada…
Perderse en la idea sagrada,
como una dorada
sombra en la alborada.

La actitud

 

Sólo lo hiciste un momento.
Mas quedaste, como en piedra,
haciéndolo para siempre.

Juego

 

(El día y Robert Browning)

El chamariz en el chopo
¿Y qué más?
El chopo en el cielo azul
¿Y qué más?
El cielo azul en el agua
¿Y qué más?
El agua en la hojita nueva
¿Y qué más?
La hojita nueva en la rosa
¿Y qué más?
La rosa en mi corazón
¿Y qué más?
¡Mi corazón en el tuyo!

El poeta a caballo

 

¡Qué tranquilidad violeta
por el sendero a la tarde!
A caballo va el poeta…
¡Qué tranquilidad violeta!

La dulce brisa del río,
olorosa a junco y agua,
le refresca el señorío…
La brisa leve del río.

A caballo va el poeta…
¡Qué tranquilidad violeta!

Y el corazón se le pierde,
doliente y embalsamado,
en la madreselva verde…
Y el corazón se le pierde.

A caballo va el poeta…
¡Qué tranquilidad violeta!

Se está la orilla dorando.
El último pensamiento
del sol la deja soñando…
Se está la orilla dorando.

¡Qué tranquilidad violeta
por el sendero, a la tarde!
A caballo va el poeta…
¡Qué tranquilidad violeta!

El oasis

 

Verde brillor sobre el oscuro verde.
Nido profundo de hojas y rumor,
donde el pájaro late, el agua vive,
y el hombre y la mujer callan, tapados
(el áureo centro abierto en torno
de la desnudez única)
por el azul redondo de luz sola
en donde está la eternidad.

Pabellón vivo, firme plenitud,
para descanso natural del ansia,
con todo lo que es, fue, puede ser,
abierto en concentrada suma;
abreviatura de edén sur,
fruta un poco mayor (amparo solo
de la desnudez única)
en donde está la eternidad.

Color, jugo, rumor, curva, olor ricos
colman con amplitud caliente y fresca,
total de gloria y de destino,
la entrada casual a un molde inmenso
(encontrado al azar de horas y siglos,
para la desnudez única)
mina libre de luz eterna y sola
en donde está la eternidad.

El ritmo

 

Tira la piedra de hoy,
olvida y duerme. Si es luz,
mañana la encontrarás
ante la aurora, hecha sol.

La ausente

 

Cierra, cierra la puerta,
como a ella le gustaba…
¡Que se encuentre a su gusto
su recuerdo!

El poseedor

 

No recuerdo…
(Ya no viene el cavador
que cavaba en el venero)

No recuerdo…
(Sobre la mina han caído
mil siglos de suelos nuevos)

No recuerdo…
(El mundo se acabará.
No volverá mi secreto)

Azucena y sol

 

Nada me importa vivir
con tal de que tú suspires,
(por tu imposible yo,
tú por mi imposible)

Nada me importa morir
si tú te mantienes libre
(por tu imposible yo,
tú por mi imposible)

La ausencia

 

Cuando el amor se va,
parece que se inmensa.

¡Cómo le aumenta el alma
a la carne la pena!

Cuando se pone el sol
lo ahondan las estrellas.

El día menos

 

¡Ya se arreglarán los sueños,
mañana se arreglarán!
¡Hoy, a soltar y a gozar!

Hoy para encontrar el amigo,
para olearse en los dos ríos,
para hablar con duras mujeres;
hoy para irisarse de césped,
para ventear a caballo,
para silbear en el árbol,
para acerarse en las montañas,
para huir por las luces anchas
perdido entre glorias ruidosas…
Hoy para la gran tensión fresca
de un vivir sin casa ni venda.

¡Ya se ordenarán los sueños,
mañana se ordenarán!
¡Hoy, a romper y a cantar!

El pájaro del agua

 

Pájaro del agua
¿qué cantas, qué encantas?

A la tarde nueva
das una nostalgia
de eternidad fresca,
de gloria mojada.
El sol se desnuda
sobre tu cantata.

¡Pájaro del agua!

Desde los rosales
de mi jardín llama
a esas nubes bellas,
cargadas de lágrima.
Quisiera en las rosas
ver gotas de plata.

¡Pájaro del agua!

Mi canto también
es canto de agua.
En mi primavera,
la nube gris baja
hasta los rosales
de mis esperanzas.

¡Pájaro del agua!

Amo el son errante
y azul que desgranas
en las hojas verdes,
en la fuente blanca.
¡No te vayas tú,
corazón con alas!

Pájaro del agua
¿qué encantas, qué cantas?

El otoñado

 

Estoy completo de naturaleza,
en plena tarde de áurea madurez,
alto viento en lo verde traspasado.
Rico fruto recóndito, contengo
lo grande elemental en mí (la tierra,
el fuego, el agua, el aire), el infinito.

Chorreo luz: doro el lugar oscuro,
trasmito olor: la sombra huele a dios,
emano son: lo amplio es honda música,
filtro sabor: la mole bebe mi alma,
deleito el tacto de la soledad.

Soy tesoro supremo, desasido,
con densa redondez de limpio iris,
del seno de la acción. Y lo soy todo.
Lo todo que es el colmo de la nada,
el todo que se basta y que es servido
de lo que todavía es ambición.

Ajuste

 

¡Qué difícil es unir
el tiempo de frutecer
con el tiempo de sembrar!

(El mundo jira que jira,
ruedas que nunca se unen
en una rueda total)

¡Un solo día de vida,
un día completo y todo,
que no se acabe jamás!

El más solo

 

Siempre, después, qué contento
cuando me quedo conmigo.
Lo que iba a ser mi minuto,
es, corazón, mi infinito.

Cárcel

 

La media puesta de sol
tiñe con su grana de oro
mi otro medio corazón.

El mar lejano

 

La fuente trueca su cantata.
Se mueven todos los caminos…
Mar de la aurora, mar de plata,
¡qué nuevo estás entre los pinos!

Viento del sur ¿vienes sonoro
de granas? Ciegan los caminos…
Mar de la siesta, mar de oro,
¡qué loco estás sobre los pinos!

Dice el verdón no sé qué cosa.
Mi alma se va por los caminos…
Mar de la tarde, mar de rosa,
¡qué dulce estás bajo los pinos!

Juan Ramón Jiménez, Moguer, 1881-1958

Éxtasis

 

¡Hoja verde
con sol rico,
carne mía
con mi espíritu!

El nostálgico doble

 

¿Mar desde el huerto,
huerto desde el mar?

¿Ir con el que pasa cantando,
oírlo desde lejos cantar?

El hecho

 

Cuando ella se ha ido,
es cuando yo la miro.
Luego, cuando ella viene,
ella desaparece.

Enlace

 

¡Qué lejos, azul, el cielo,
de la tierra pobre! Pero
los dos son el día bueno.

El día bello

 

Y en todo desnuda tú.

He visto la aurora rosa
y la mañana celeste,
he visto la tarde verde
y he visto la noche azul.

Y en todo desnuda tú.

Desnuda en la noche azul,
desnuda en la tarde verde
y en la mañana celeste,
desnuda en la aurora rosa.

Y en todo desnuda tú.

La copa final

 

Contra el cielo inespresable,
el álamo, ya amarillo,
instala la alta belleza
de su éstasis vespertino.

La luz se recoje en él
como en el nido tranquilo
de su eternidad. Y el álamo
termina bien en sí mismo.

La fiesta

 

Todos los días yo soy
yo. Pero ¡qué pocos días
soy yo!

Todos los días el cielo
vive en mis ojos. Mas ¿cuándo
es dios?

Todos los días me hablas.
Y ¡qué pocas veces oigo
tu voz!

El llegado

 

No me mirarán diciendo: «¿Qué eres?»,
sino sin curiosidad y noblemente.

Porque yo seré también de los quietos,
y ya no tendré difíciles los pensamientos.

Mis ojos serán, tranquilos, los suyos.
Los miraré sin preguntas, uno en lo uno.

La espada

 

¡Qué confiada duermes
ante mi vela, ausente
de mi alma, en tu débil
hermosura, y presente
a mi cuerpo sin redes,
que el instinto revuelve!

(Te entregas cual la muerte).

Tierna azucena eres,
a tu campo celeste
trasplantada y alegre
por el sueño solemne,
que te hace aquí, imponente,
tendida espada fuerte.

Cancioncillas intelectuales

 

No sé con qué decirlo,
porque aún no está hecha
mi callada palabra.

Astros

 

Por fuera luz de plata,
por dentro fuego rojo,
como los cuerpos mundos
del eterno tesoro.

Álamo blanco

 

Arriba canta el pájaro
y abajo canta el agua.
(Arriba y abajo,
se me abre el alma).

¡Entre dos melodías,
la columna de plata!
Hoja, pájaro, estrella;
baja flor, raíz, agua.
¡Entre dos conmociones,
la columna de plata!
(¡Y tú, tronco ideal,
entre mi alma y mi alma!)

Mece a la estrella el trino,
la onda a la flor baja.
(Abajo y arriba,
me tiembla el alma).

Andando, andando

 

Andando, andando.
Que quiero oír cada grano
de la arena que voy pisando.

Andando.
Dejad atrás los caballos,
que yo quiero llegar tardando
(andando, andando)
dar mi alma a cada grano
de la tierra que voy rozando.

Andando, andando.
¡Qué dulce entrada en mi campo,
noche inmensa que vas bajando!

Andando.
Mi corazón ya es remanso;
ya soy lo que me está esperando
(andando, andando)
y mi pie parece, cálido,
que me va el corazón besando.

Andando, andando.
¡Que quiero ver el fiel llanto
del camino que voy dejando!

Alegría nocturna

 

¡Allá va el olor
de la rosa!
¡Cójelo en tu sinrazón!

¡Allá va la luz
de la luna!
¡Cójela en tu plenitud!

¡Allá va el cantar
del arroyo!
¡Cójelo en tu libertad!

El impulso

 

Subes de ti misma,
como un surtidor
de una fuente.

No
se sabe hasta donde
llegará tu amor,
porque no se sabe
dónde está el venero
de tu corazón.

(Eres ignorada,
eres infinita,
como el mundo y yo)

Juan Ramón Jiménez, Moguer, 1881-1958
Resumen
Juan Ramón Jiménez, Moguer, 1881-1958
Título del artículo
Juan Ramón Jiménez, Moguer, 1881-1958
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