Madrigal

A Beatriz, mi esposa

 

Porque es ciego Cupido
te contemplo, Beatriz, con la mirada
remota, juvenil e ilusionada
de nuestra primavera;
pero aunque Amor tuviese vista aguda
¿cómo poner en duda
que te vería igual que ayer te viera?
¡Ay, saeta certera!
¡Ay, corazón herido!,
flechado sí, mas nunca dividido.

Me basta solamente con tu nombre

«Beatriz, «no tengo plata ni oro;
pero lo que tengo, te doy» (Hch 3, 6)

 

Busco, pero no encuentro, consonantes
que alcancen a expresar con su cadencia
qué cosa es el amor, cuál es su esencia
y cómo reconforta a los amantes.

Mas, ¡ay!, que nuestra lengua de Cervantes
revela su completa insuficiencia
al tratar los misterios de esta ciencia,
donde otros muchos fracasaran antes.

Renuncio así, sin más, a tal intento
y cedo la palabra al sentimiento,
que es de mi corazón fuerza motriz.

Es hoy tu cumpleaños, y te digo
que el amor para mí —tú eres testigo—
admite solo el nombre de Beatriz.

 

 

Del libro «Gratia plena». Editado por Cuadernos del Laberinto. Madrid, 2021.

Noche de Reyes

 

A lomos de camellos
vienen los Reyes,
cargados de ilusiones
y de juguetes.
Ya llegan con sus pajes
desde el Oriente,
y en los zapatos dejan
muchos paquetes.
Cuando pasa la noche
y el día viene,
¡qué alborozo tan grande
los niños sienten!
Un año tras de otro
los Magos vuelven,
y en la mente infantil
se hacen presentes.
Recuerdo que de niño
quería verles,
pero nunca me cupo
tan buena suerte,
porque el roce del sueño
con su ala leve
mis párpados cerraba
dulce y silente.
¡Ilusiones tan limpias
como esa nieve
que en las noches de enero
cae mansamente…

Con el paso del tiempo
algo se pierde,
y otros sueños distintos
hoy me adormecen:
los sueños de la vida
y el de la muerte.
Mas cuando al fin, cansado,
mis ojos cierre
veré con otros nuevos
que por Oriente
a lomos de camellos
vienen los Reyes.

Ante un Belén

 

Ingenuo río de papel de plata,
celofán imitando roja hoguera,
casitas de cartón, corcho o madera
y espumillón brillante en catarata.
Van los Reyes de barro en cabalgata
a adorar a un Jesús que les espera
de arcilla hecho también, mientras que afuera
rodean los pastores su fogata.
¿Y mis ojos, qué ven? Muy desde arriba
ilumina la estrella al alma mía
y al hombre viejo que por dentro llevo.
Se alcanza así que el río es de agua viva,
que la hoguera interior es alegría,
y que es Señor Jesús, y yo hombre nuevo.

El cajón

 

Nuestro mundo es el cajón
donde estamos a la espera
de la Vida verdadera.
Una estrella de oropel
—mejor que estrella, cometa—
pende, por hilos sujeta,
de un cielo azul de papel.
Y por debajo de él
níveo campo se figura
con maderas y pintura.
En el prado, los pastores;
junto al río, lavanderas;
y un niño las posaderas
muestra sin falsos rubores.
Puentes, pozos, leñadores
y casitas de cartón
crean mundos de ilusión.

Junto con ellos también
los Reyes, grandes señores,
cabalgan tras de fulgores
que solamente ellos ven.
Van al encuentro del Bien,
revelado a su conciencia
por la magia y por la ciencia.
Esta grey tan especial
de figuritas de barro
se encamina hacia un cotarro
también llamado «portal».
¿Qué habrá allí, que por igual
en todos infunde amor
y transforma su interior?
Vuélvenlas a su cajón
pasada la Navidad,
e igualan su dignidad
con la del niño cagón;
revueltos y en confusión
nigromantes y pastores
aguardan tiempos mejores.

Yo, Señor, que soy de arcilla
cual figura de un belén,
sé que algún día también,
y de manera sencilla,
obrarás la maravilla
de sacarme del cajón
y cambiar mi condición.
Será entonces Navidad,
y Navidad verdadera,
porque Cristo nos espera
en su gloria y majestad.
Y ante la Suma Bondad
caerán en adoración
las figuras del cajón.

En tu mesa quedaron los trebejos

In memoriam. A mi hermano Félix (+ 12-6-2001)

“A la tarde te examinarán en el amor”
( San Juan de la Cruz )

 

En tu mesa quedaron los trebejos:
las torres, los caballos, los alfiles,
los reyes, esas damas tan gentiles
y los pobre peones, sus cortejos.

Tú te fuiste de aquí, lejos, muy lejos,
allende los ensueños infantiles,
hacia otra luz de místicos pensiles,
y en tu mesa quedaron los trebejos…

Arrumbado también queda el tablero,
imagen claroscura de una vida
que cambiaste por otra harto mejor,

donde el rey, el peón o el caballero
recibirán laurel en la medida
que jugaron su juego con amor.

Luis García Arés, Ávila, 1934-2013

Pervivencia

 

Dura ya medio siglo esta partida
de juego de ajedrez, y en el tablero
me repliego tenaz ante el certero
acoso que me cierra la salida.

Es la Muerte el rival, y va la vida
en el mate sutil que con esmero
intuyo que me tiende el caballero
que a todos trata igual y que no olvida.

Cae la nieve en mi campo y ya hace frío;
no resisten su empuje mis bastiones
y sé que en su celada caeré luego.

Mas, ¡qué importa! La dama, el amor mío,
ha tiempo que me dio cuatro peones
que, en cierto modo, seguirán mi juego.

Villancico con nieve

 

Algo parece que falta
en estos días de paz
si no nieva en Navidad.
La nieve con su blancura
difumina la distancia
entre la mágica infancia
y la vida ya madura;
la niñez se configura
en tangible realidad
cuando nieva en Navidad.
Baja silente del cielo
y forma tupido manto
que trae a la tierra encanto
y a los rencores deshielo;
es un amoroso velo
que cubre a la humanidad
la nieve de Navidad.

El Sol que alumbró María
es seguro que fundiera
la nieve que quizá hubiera
en derredor, y aquel día
fue tan grande la alegría
que no hizo falta en verdad
que nevara en Navidad.
Inigualable en pureza
nos retrotrae al momento
de aquel acontecimiento
con que nuestra Vida empieza,
e invita con sutileza
a integrarse en caridad
la nieve en la Navidad.
Como palabra divina
que no vuelve infructuosa
es la nieve tan hermosa
que el interior ilumina
de todo el que determina
el impregnar su heredad
con nieve de Navidad.

Misterio del Amor

 

En los mapas del Oriente
y en los viejos pergaminos
quedan claros los caminos
que a Belén sigue la gente;
mas en ellos está ausente
lo que anhela mi interior
porque es misterio de amor.
No engaña la geografía,
ya que el Belén de Judá
sigue siempre estando allá
donde estar antes solía;
fue toda la culpa mía
por buscar en lo exterior
los misterios del amor.
La luz que el alma traspasa
no necesita un lugar
que se pueda señalar
como el propio de su casa;
espacio y tiempo rebasa
con fuego transformador
el misterio del amor.
Las luces multicolores
que engalanan la ciudad
no aumentan la caridad
ni subliman los dolores.
Con certeza a los pastores
sólo atrajo el resplandor
del gran misterio de amor.
Busca Jesús un amigo
para en su interior nacer
y luego, al atardecer,
compartir cena y abrigo;
el que le acoge consigo
pronto muere a lo exterior,
¡qué misterios del amor!
¡Oh, Señor!, en mi morada,
que ya empieza a envejecer,
hay de todo y, por haber,
si lo miras bien no hay nada.
Cenemos, y a la alborada
de un día nuevo y mejor
me harás ver lo que es Amor.

Luis García Arés, Ávila, 1934-2013
Resumen
Luis García Arés, Ávila, 1934-2013
Título del artículo
Luis García Arés, Ávila, 1934-2013
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Poemas de Luis García Arés
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