​Dios en mí ha encendido

 

DIOS en mí ha encendido la más sagrada llama,
Poder indestructible del tiempo que la inflama.

Dios en mí ha vertido tantos dotes humanos,
Que a través de los siglos se tornan sobrehumanos.

El en mí ha infiltrado la más gran maravilla:
Vibrar con toda vida, brillar con lo que brilla;

Con todo lo que canta, que llora, ríe o gime;
Con lo desconocido, esta verdad sublime

Del eterno misterio, cercano o infinito;
Con el día y la noche, con su sagrado mito.

​¡Oh! Señor Jesucristo

¡Oh! Señor Jesucristo, misericordia, santo
Es tu grande designio, tu bondad infinita
Que aún guardas de tu amor una chispa bendita.

Destilan aún tus manos aquel sacro rocío,
Con el que ungieras almas y fecundaras brío;

Vierten aún tus ojos una luz sin poniente,
Que abraza y encandila y brilla eternamente.

Yo le he visto, Jesús

 

Yo le he visto, Jesús, cómo llamabas
al pueblo de Israel, que el paso tardo
y encorvado camina bajo un pardo
cielo de amargura. Tú llorabas.

Yo te he visto, Jesús, cómo extendías
la enardecida o la serena mano.
“¡Deja, oh Israel, deja aquel vano
quebranto de la duda!” —les decías—.

SEÑOR si Tú lo crees

 

SEÑOR si Tú lo crees, que yo aún no he dado
Lo bastante a la vida, y que ya a la sazón
Hubiera yo podido ser nutriz y blasón,
De este mi pobre siglo y que lo he desdeñado.

Señor si Tú lo crees que yo llevo heredado
La gracia de tu espíritu; y que con mi eslabón
Su engranaje ajustare, cadena en rebelión
Del humano que todo, todo lo ha denigrado.

Señor si Tú lo crees, que las gotas de oro
Al humano no bastan; y que así yo demoro
La redención sublime de paz, gloria y amor.

¿Que les abra mis venas, mi sangre de ellos sea.
Les injerte mi espíritu, les nutre mi idea,
Y que dé en holocausto mi vida que está en flor?

¡Señor si Tú lo pides, así sea Señor!

Canto al hombre nuevo

 

Yo canto al hombre nuevo de mi tierra…
Su voz eleva por la dulce pampa
el indio adusto, el gaucho hospitalario
con sus leyendas fieras y ensoñadas
en la fecundidad de la tierra virgen
lo atraen, lo mecen y lo exaltan…
¡Yo canto al hombre nuevo de mi estirpe
en la palpitación de cielo y Patria!

María Raquel Adler, Argentina, 1901-1974

El beso

 

Sediento como el fuego;
sonriente como el agua;
hondo como la noche;
fatal como las sombras;
soberbio como el cóndor;
altivo cual la cumbre;
fecundo como el árbol;
tal el beso de amor.

La vida en él ha puesto
toda su mordedura
y el cielo en él ha abierto
la divina tortura…
Cálido, tempestuoso,
vibrante e inexorable,
tal el beso de amor.

La divina tortura

 

¿Qué hará de mi este amor? Que ya en suspenso
tiene mi alma en su mirar profundo
que ora me animo y ora me confundo,
y ya me abraso en su fulgor intenso.

¿Qué hará de mi este amor? Que cautivado
vence mi corazón de tal manera,
que lo moldea y labra cual la cera,
y el corazón sonríe sosegado.

Si miro, veo solo su figura;
si hablo, me encuentro en su palabra fina;
todo mi ser hacia su ser se inclina.

Mi vida hoy sugiéreme un espejo,
en que por hondo o por fatal reflejo,
Dios mece mi inquietud con su hermosura.

Mil y un beso

 

Tú me dijiste, la mirada en fuego,
Te daré mil y un beso en cada mano.
Se extendía tu alma como un ruego
Al pétalo ahuecado de mi mano.

Tu angustia en un arranque sobrehumano
Templó el acero del deseo al fuego
Del terciopelo de mis dedos. Vano
No fue el tormento de tu alama en ruego.

Seda de tu deseo; sed de aliento;
Vida que brota y que en mi vida siento;
Susurro de tus ansias que se exhalan.

Mil y una noches esplendorosas, ellas;
Y mil y un beso que inquietos resbalan
En mis manos, mil nidos y querellas.

¿Por qué?

 

¿Por qué estamos tan lejos cuando tan cerca estamos?
tus ojos en mis ojos se quedaron impresos:
tus manos en mis manos ensayan sabios besos
y estamos separados cuando más juntos vamos.

Me miras, te sonrío y quedo nos hablamos.
las almas enlazadas, mas los cuerpos van tiesos.
De una angustia muy honda hoy nos sentimos presos;
la vida nos aleja cuando más nos amamos.

Estás tan cerca de mí, que mi hálito te roza.
Estoy tan cerca de ti, mi pupila te esposa.
Te alcanzo y ya te pierdo, te amor y te desconozco.

Ya nada nos separa más nos aleja todo:
la gente y el murmullo, el aire, el cielo, el lodo.
¿destino inexplicable, inquiero, sabio y tosco?

María Raquel Adler, Argentina, 1901-1974