A los mártires de la Tradición

 

Los demandó el Honor y obedecieron;
lo requirió el Deber y lo acataron;
con su sangre la empresa rubricaron;
con su esfuerzo, la Patria redimieron.

Fueron grandes y fuertes, porque fueron
fieles al juramento que empeñaron.
Por eso como púgiles lucharon,
por eso como mártires murieron.

Inmolarse por Dios fue su destino;
salvar a España, su pasión eterna;
servir al Rey, su vocación y sino.

No supieron querer otra bandera,
no supieron andar otro camino;
¡no supieron morir de otra manera!

 

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La versión modificada que han adoptado las Fuerzas Armadas Españolas en estos actos de homenaje es la siguiente:

Lo demandó el honor y obedecieron,
lo requirió el deber y lo acataron;
con su sangre la empresa rubricaron
con su esfuerzo la Patria engrandecieron.

Fueron grandes y fuertes, porque fueron
fieles al juramento que empeñaron.
Por eso como valientes lucharon,
y como héroes murieron.

Por la Patria morir fue su destino,
querer a España su pasión eterna,
servir en los Ejércitos su vocación y sino.

No quisieron servir a otra Bandera,
no quisieron andar otro camino,
no supieron vivir de otra manera.

España tradicional

 

España, una y varia en sus regiones;
libertad, sin ruptura, en una pieza;
torre del Homenaje, la Cabeza,
y, al clarín de los vientos, sus razones.

La Verdad no la dictan los pulmones,
porque el grito, por su naturaleza,
no casa, a veces, bien con la entereza
que demanda el buen juicio en las acciones.

No es la Patria acotado patrimonio
de una casta ambiciosa y absoluta
que sólo vive para sí y su fuero.

El “centralismo” lo inspiró el demonio,
pero le ha arrancado la batuta
el “sentido común” del pueblo entero.

Patria

 

No he pensado jamás en definirla,
ni en la paz ni en la guerra traicionarla,
no he sabido, vesánico, negarla,
ni en público y privado discutirla.

Sólo sé y he sabido discernirla,
sólo sé y he sabido idolatrarla,
y en sus grandes catástrofes llorarla,
y en sus épicas gestas bendecirla.

Menguado aquel que, por venal manera.
arrastre por los suelos su bandera
¡Ese no tiene corazón, de fijo!

¡Ese, por bien que la orfandad le cuadre,
ignora, pobre de él, lo que es ser hijo
de una madre inmortal como esa Madre!

Castilla (fragmento)

 

Cíen clarines de plata,
cien versos de cristal,
cien gayas flores,
la dulce serenata
de mis cien ruiseñores,
¡ofrenda de mí amor a tus amores!
No hayas, Castilla a mengua
la humilde cortedad de mis acentos.
Hablo tu propia lengua,
y son mis sentimientos
antenas de tus altos pensamientos.
¡Nada nuevo en mí canto!
Más una misma trova, en su armonía,
tiene diverso encanto.
¡Se dice cada día, y es distinta,
aunque igual, la melodía…!
Tu sangre, mi fortuna;
tu acrisolada tradición
mi herencia; y tu canción de cuna,
palabra de inocencia con música
de suave transparencia.

Como el roble

 

Nací español, porque lo quiso el Cielo,
en Castilla nací, por suerte mía.
Si cien veces naciera, cien querría
tener por cuna su bendito suelo.

No soy ave de paso que alza el vuelo,
sin rumbo fijo, al despuntar el día.
Soy paloma casera, que se cría
bajo techado, sin temor ni duelo.

Ignoro al cedro, en su opulencia altivo,
penacho verde en la escarpada sierra,
de la altivez del hombre, ejemplo vivo.

Mi canto, al roble, que su orgullo entierra,
y prefiero, a crecer, vivir cautivo
en la entraña sin fondo de mi tierra.

Libertad

 

Amo la santa libertad cristiana,
que, en la torre del alma, a todo viento,
pregona la verdad, y es, de su acento,
trasunto fiel la dignidad humana.

Amo la libertad, la que se hermana
con la alteza y bondad del pensamiento,
la que tiene el Deber por fundamento
y el Derecho por solio y barbacana.

Amo la libertad, como la fuente
ama el terso cristal de su corriente,
y en él se mira, bulliciosa y pura.

Amo la libertad, como la estrella
ama su propia luz, porque ve, en ella,
la imagen natural de su hermosura.

Navarra

 

La <Fuerza> es la razón de las razones
cuando se niega a la <Razón> su fuero.
¡Argumento apodíctico de acero,
con premisas de rezos y canciones!

¡Lógica popular! Definiciones
de un espíritu indómito y señero,
que rima su moderno Romancero
con patriótico estruendo de cañones.

¡Por Dios y por España! tal el grito
de su aliento marcial. ¡Loco y maldito
quien esa fe ecuménica desgarra!

Hoy, como ayer y siempre, en la aventura,
la desbordada y ejemplar locura
del cuerdo don Quijote de Navarra.

El alma de Navarra

 

El alma de Navarra
es el “Carlismo”,
concreción, en política,
de “Cristianismo”.
¡Sin Religión
dejaría este pueblo
de ser florón,
el más recio y glorioso
de la Nación!

Despojo

 

Al Escudo de Navarra
lo desnudan de laureles,
porque los despojadores
odian la “Cruz de los héroes”.

La Bandera Nacional

 

La concibió el Amor, y el Orbe, a coro,
celebró la noticia del evento,
y España la signó, en su nacimiento,
con sangre celtibérica de toro.

Consumido de celos, por el foro
el sol desapareció del firmamento
para, al punto, alumbrar el monumento
del Blasón Nacional, en campo de oro.

Sus dos ríos de púrpura – frontera
de un mar de latitudes amarillas –
definen, Madre Patria, tu Bandera.

¡Que nadie ose acercarse a sus orillas
si no es para cantar su Primavera
y rendirle homenaje de rodillas!

Jesús muere en la cruz

 

<Consummatum est>…Todo es cumplido,
clama el Señor desde la Cruz enhiesta,
y, haciendo al Padre de oblación protesta,
en sus manos ofrécese rendido.

Oscurécese el sol. Despavorido,
desciende el pueblo por la yerma cuesta,
sin hallar, a su pasmo, más respuesta
que el responso del viento embravecido.

¡Muerto el Señor! De pesadumbre y duelo,
aflígese la tierra, el mar y el cielo.
¡Todo en lamentos de terror se enciende!

¡Y entre tantos clamores y quebrantos,
del Árbol nuevo de la Vida pende
el cadáver del Santo de los santos.

Pontífice y misionero

 

La más alta Autoridad
y la más digna en el Mundo,
la de Juan Pablo Segundo:
“CAMINO, VIDA Y VEREDAD”.
¡Soberana trinidad
de principios capitales,
que, por sobrenaturales,
tienen poder de oración
y de evangelización
en los “encuentros papales”!

Lizasoain – Navarra

 

“Lizasoain”: seis u ocho casas,
tu menguada población,
presidida – ya se sabe –
por la Casona de Dios.
“Este vecino” no piensa
jamás en la emigración,
porque vive entre los suyos
derrochando paz y amor.
En el cuartel de sus armas
su divino Corazón
y San Lorenzo – su paje –
dándole guardia de honor,
con su parrilla entre manos
en el retablo mayor.

Gajes de la guerra (Endechas y relato del hecho)

Una bala perdida
me dió en la pierna,
pero su extensa herida
fue sólo externa.

¡El odio “rojo”
no consiguió, homicida,*

Se buscaba mi muerte,
esto es lo cierto,
pero tuve la suerte
de no ser muerto.

sin saber cómo,
por el camino
desvió Dios el plomo
vil y asesino,
que venía derecho,
como un ciclón,
a atravesarme el pecho
y el corazón…

No olvidaré, mientras viva, esta circunstancia, pero permítaseme hacer un poco de historia sobre este suceso:

El “Tercio de Requetés de Burgos”, más tarde de Burgos-Sangüesa, iniciaba su avance desde Sigüenza, camino de Madrid, por tierras de la Alcarria. En su primera jornada bélica llegó hasta Pelegrina, pequeña localidad a las puertas de un anfiteatro rocoso, digno del lápiz de un Gustavo Doré y punto de partida para la conquista, por los requetés y por sorpresa y de madrugada, del cerro de San Cristóbal, cota, la más elevada, en la provincia de Guadalajara.
Mandaba el Tercio el Comandante de Caballería don Rafael Ibáñez de Aldecoa *(el que le salvó de la pena de muerte cuando la unificación 19–04-1937)*, que llegaría, pasado el tiempo, a General de División y a Gobernador Militar de Burgos, y que no ostentó los entorchados de Teniente General por negarse a ingresar, como se le pedía, en las filas masónicas.

En la operación castrense a que me refiero en esta Nota, el citado Comandante del Tercio, echándose a la cara los prismáticos, observó que el Capital Jimeno, que mandaba la Segunda Compañía, a la que pertenecía el que esto escribe, estaba muy retrasado en la línea de combate, más que nada por puro entorpecimiento de la operación militar, actitud nada extraña en un individuo, al que, días más tarde, se le encontró un Carnet de la “Institución Libre de Enseñanza” falsificado a su nombre, con la intención, bien clara, de traicionar a la Patria y al Mando Nacional en cualquiera oportunidad. Dicho Capitán, probada su deslealtad y propósito, fue detenido y, parece ser que a prisiones militares hasta el final de la guerra. Acabada ésta se alistó en la “División Azul” destacada en Rusia. Era un señor inteligente pero peligroso.

En la Orden que se me encomendó a mi para dársela en propias manos al citado Capitán, el Mando Superior le urgía a que adelantase las líneas de su Compañía a la altura de la primera y de la tercera. Cumplimentar este encargo de llevarle la Orden al Capitán era arriesgado en extremo, por el intenso fuego enemigo sobre aquel que expusiera el cuerpo limpio a las balas, y nadie más que un “Enlace” corre este riesgo inevitable. El camino recorrido por mi pasaba del kilómetro y medio, trayecto que me costó vencer más de una hora, porque los rojos veían en mi un blanco precioso para abatirme sin remedio. Tan es así, que muchas veces hube de tirarme al suelo para burlar al enemigo que, incluso con artillería, se empeñaba en cortarme el paso hacia mi objetivo único y cuando, por fin, estaba a punto de alcanzar mi cometido, recibí un “tremendo impacto” en la pierna izquierda, como hago constar en las endechas que prologan esta reseña. Afortunadamente el balazo no fue grave, porque, de haberlo sido, me habría quedado tendido en el campo hasta perecer desangrado, por falta de todo auxilio.

Tan tenaz fue el tiroteo sobre mi, que yo temí que allí me quedaba para siempre, toda vez que las balas me rondaban como un enjambre la cabeza y las chinitas que levantaban al dar en tierra se estrellaban en los cristales de mis gafas, empañadas por el sudor y el polvo.

¿Quién me libró de una muerte segura? Nadie más que el Corazón de Jesús que ostentaba, como la más noble condecoración sobre el kaki de mi camisa de campaña, sirviéndole de fondo una bandera española, y al que me encomendé vivamente, y al que desinteresadamente le ofrecí, en aquellos angustiosos momentos, el sacrificio de mi vida, si es que, en sus inescrutables designios, así lo tenía dispuesto y quería arrebatármela. Nunca he rezado con más devoción que entonces. Lo confieso de verdad. Sólamente le pedía a Dios que no abandonase, caso de morir yo, a mi pobre esposa Casilda que allá, en Burgos, estaría pensando tal vez en su marido en aquella circunstancia. Y el Señor me salvó. Él – sin duda alguna – desvió la trayectoria de la bala que derechamente buscaba mi corazón para abatir a este Enlace de una vez para siempre. Tenía, a la sazón, 40 años de edad y, cuando consigno estos datos, acabo de cumplir los 85. Que conste así, porque doy fe de que, cuanto en esta breve nota va detallado, corresponde, por entero, a la verdad histórica.

¡Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera!…

Martín Garrido Hernando

Nota: *El tiro lo sufrí, cuando los requetés obligaban dejarme cojo” a los rojos a levantar el campo.

Se impone y es necesario
que recemos el Rosario
con la mayor devoción,
en pro de este mundo loco,
que al galope o poco a poco,
camina a su perdición.

Pobre y rico

No tendré, no, una peseta,
pero tengo un capital
que excede todo caudal:
Haber nacido poeta,
para prender en mi entraña
la tea de una pasión:
mi perenne amor a España
y a su Santa Tradición.

Trovador: ten conciencia de tu oficio

 

1ª parte

Trovador: ten conciencia de tu oficio.
Suspira y canta, sin cesar, poeta,
e iluminen los cielos del planeta
los soles de tus fuegos de artificio.
Llora y canta y, en este tu servicio,
del brazo la humildad y la etiqueta:
la empolvada sandalia del profeta
y el brillante coturno del patricio.
Llora y canta, flagela y satiriza,
sé cauterio en el mal, venda en la llaga,
tuero ardiente y rescoldo entre ceniza.
Suspira y canta y, ante el hado adverso,
tiende, desde tu orilla, al que naufraga
en el dolor, el cable de tu verso.

 

2ª parte

No traiciones, poeta, tu destino,
no te encastilles en tu feudo, hermano.
Desbórdate, en el arte, a lo cristiano,
derrámate, en el bien, a lo divino.
A todos de tu pan y de tu vino,
y, con todos, solícito y humano.
La moneda de un verso en cada mano,
y avante, en paz de Dios, por tu camino.
Si al borde de la senda desfalleces,
no pretendas volver sobre tus huellas.
¡El Cielo te dará lo que mereces!
¡No codicies el precio de tus flores!
¡De balde alumbran siempre las estrellas,
y dicen su canción los ruiseñores!

Al niño Dios

 

¡Nene, no llores,
no llores, Nene,
que tus lágrimas punzan
como alfileres!
¿Pucheritos, mi Niño?
¡Qué cosas tienes!
¿Llorar Tú, vida mía,
siendo quien eres?

****

Cuencos de Talavera,
vasos de Sevres,
tus hoyuelos de rosa
y de aguanieve.
El rocío en tus ojos,
perlas de Oriente
que, al sol de mi cariño,
se desvanecen…

****

Nene, no llores!
¡No llores, Nene,
que, triste, tu poeta
se pone al verte!

****

Venga a nos el tu reino

 

De rodillas y en cruz te lo pedimos,
nosotros, los que nunca te negamos.
De rodillas y en cruz te demandamos
nosotros, los que siempre en Ti creímos.

No es gracia singular lo que exigimos,
es justicia, no más, lo que anhelamos,
porque al luchar por Ti como luchamos,
a nuestra voluntad te sometimos.

Larga la cuenta, si el Deudor pudiente,
pero ¿qué es para Ti, rico en amores,
un latido tan sólo de tu entraña?

¡Por tu Divino Corazón doliente,
por la sangre de todos los mejores,
<venga a nos el tu Reino en nuestra España>

Soledad

 

Te dicen Soledad, oh Virgen pura,
porque, a solas, se extrema tu quebranto.
Te dicen Soledad, porque tu llanto
no encuentra quien mitigue su amargura.

Te dicen Soledad, porque, en la hondura
de tu solicitud, tras duelo tanto,
añoras, angustiada, al Hijo Santo,
yacente en solitaria sepultura.

Te dicen Soledad… ¡Qué tempestades
en esa soledad de soledades,
dolorosa y dulcísima María!

Te dicen Soledad. Mas ¿por qué lloras?
¡Arriba el corazón! ¡Sólo unas horas,
y habrá resucitado tu <Alegría>!

¿Pudo Dios, en su excelsa omnipotencia…

 

¿Pudo Dios, en su excelsa omnipotencia,
<preservar> a María del pecado
común, original, triste legado
de Adán a su menguada descendencia?

¿Convino a la divina Providencia
deparar, en el tiempo, al Deseado,
un claustro maternal, inmaculado,
digno en sí de albergar a la Inocencia?

¿Quién pone diques al Poder divino?
¿Quién a su empeño y a su acción, medida?
¿Quién piedras de impotencia en su camino?

¡No es, el Señor, divinidad mentida,
y, pues, lo pudo hacer y así convino,
<sin mancha original fue concebida>.

Pontifex maximus

 

Delegado de Cristo, indefectible;
Maestro en la Verdad, irrefutable;
Legislador y Juez, inapelable;
Doctor universal, indiscutible.

Definidor <ex cathedra>, infalible;
en tus privados juicios, admirable;
frente al Poder tiránico, indomable;
contra el relapso en el error, terrible.

Padre Santo, Pastor de los pastores,
oráculo de Dios, cetro y cayado,
blanca luz entre rojos resplandores…

¡Tú eres Pedro, el Pontífice, el Primado:
varón justo de todos los dolores,
en la Cruz del Amor crucificado!

Así, ante el Pilar bendito

 

Así, ante el Pilar bendito,
un rapazuelo precoz:
<…A la lucha, Madre mía,
me alienta tu corazón.
No fuera buen hijo tuyo,
si no te dijese adiós.
Si no invocara tu Nombre,
dejara de ser quien soy.
Cuando la Patria lo pide,
¿cómo no oír su clamor,
si es, su angustiosa demanda,
eco marcial de tu voz?
Ni indeciso ni cobarde,
ni prófugo ni traidor.
¡Voluntario por tu Causa,
al viejo modo español!
A la lucha, Madre mía,
me arrastra tu corazón.
¡Con tu caricia me sobra!
¡Lo demás lo pondré yo>

Y regresa, tres años después, con el deber cumplido, él, soldado de a pie, como la mayoría absoluta de los carlistas que fueron a la guerra, y vuelve al Pilar:

…Un baturrico, a sus plantas,
reza y llora. ¡Qué más da,
si son también los sollozos
manera santa de orar!…
“A la lucha, Madre mía,
me arrastró tu Voluntad.
Si respondí a tu designio,
tu buen juicio lo dirá.
Si cumplí como los buenos,
testigo, tu autoridad.
¡Por algo tus entorchados
de Capitán General!
Te obedecí ciegamente
y de buen grado, además,
que por Dios, por Ti y España,
obedecer es amar.
Tuyos, mi honor y mi gloria,
mi ser y mi libertad.
¿Qué fuera yo sin tu amparo
en medio del temporal?
Mas si el premio le es debido
al mérito militar,
en deuda – Tú bien lo sabes -,
en deuda conmigo estás,
y es derecho imprescriptible
el recurso a tu Bondad.
¡Ni Grandes Cruces ni honores!
¡Otro más alto es mi afán!:
¡Dame que viva y que muera
abrazado a tu Pilar!”

Tú y yo

 

Plata de ley, la amistad,
oro de ley, el amor,
y en tu sortija una piedra
preciosa, mi corazón:
rubí de sangre cuajada
en el Costado de Dios…
¡No le des vueltas, esposa!
¡Tú y yo!

Excelsior

 

Alas para volar pidiera al genio,
y el águila del genio se las dio.
Midió la altura, atalayó el espacio,
y el vuelo remontó.
¡Cuán grande, España, en su ascensión gloriosa,
a los ojos del Mundo apareció!…
¡Bajo sus pies, la tierra!
¡Sobre sus alas, Dios!

Visita al mausoleo de Navarra

 

Eco y voz de los muertos
Con chapines de silencio
puse el pie en el Cenotafio
que Navarra alzó a sus “deudos”
a un extremo de la Vía
triunfal de Carlos Tercero…
La austera mole de piedra
me aplastó y heló mi aliento
cuando en mis labios brotaba
la rosa de un “Padrenuestro”
De pronto y sin saber cómo,
un “eco” insólito y recio
fue articulándose en sílabas
monorrítmicas de hierro,
como un galopar de carros
de combate en campo abierto.
El hondo rumor fragoso
fue cobrando fuerza y cuerpo,
entre una tromba de truenos,
y explayándose, rotundo,
de un cabo al otro del Templo,
a los sones de un Responso
con lutos de cementerio.
“SEIS MIL VOCES REPETIDAS”
en un fúnebre “crescendo”,
eran la doliente queja
de los “Muertos”
frente al doloroso olvido
de un ayer, todo recuerdos,
de un ayer, todo “laureles”
en mil esforzados pechos.
Y el “eco” –hecho voz- gemía
con acusador acento:
¡Tantos quebrantos y sangre
para terminar en esto!
¡Y tantas maternas lágrimas
sobre tantos mudos féretros
en inútil holocausto
de renuncias y de afectos…!
En la noche de unas tumbas,
al despeñarse de lo alto,
extraño crujir de huesos…
“SANJURJO” y “MOLA”, llorando
la incuria de todo un pueblo,
de una España, a la deriva,
como está un bajel sin gobierno.

El amor

 

Es una cuerda vibrante
del arpa del corazón
y el misterioso volante
de la máquina gigante
de toda la Creación.

De fregona a lavandera

 

Érase una fregona callejera
que, una tarde de Abril, soltóse el pelo
y, dando a todo el público el camelo,
se trocó, de improviso, en “lavandera”.

La muy bruja, y astuta y hechicera,
trepó por cierto palo, sin recelo,
y, desgarrado de su honor el velo,
se mostró, claro está, como lo que era.

Un pobre pendoncete, una mocosa
que, por tener la sangre revoltosa,
y, a fuerza de pasarlas muy moradas,

se quedó amarillenta y ojerosa.
¡No hay duda, las doncellas desmandadas
terminan siempre siendo cualquier cosa!

Martín Garrido Hernando, Burgos
Resumen
Martín Garrido Hernando, Burgos, 1897-1984
Título del artículo
Martín Garrido Hernando, Burgos, 1897-1984
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