Max Jacob, Francia, 1876-1944

Max Jacob (Quimper, 1876 – Drancy, 1944) Escritor y poeta francés de tendencia surrealista. Su obra está influida por la estética de los cubistas, con quienes trabó estrecha amistad.

Llegado a París procedente de la Bretaña, Max Jacob trabajó en un almacén; ése fue el momento en que vivió su única historia de amor. Hacia 1905 conoció a Guillaume Apollinaire y Pablo Picasso, y siguiendo el consejo del pintor, que le sugirió que viviera como un poeta, dejó su empleo y se dedicó a pintar, escribir, ayunar y frecuentar Montparnasse. En esa época publicó sus primeros volúmenes, teorizó sobre el «poème en prose» y se relacionó con los pintores cubistas y los poetas dadaístas.

Su inclinación hacia lo místico y la fe en que su Dios le iluminaría concluyeron en su conversión y bautismo católico en 1915, del que Picasso fue padrino. Los escritos de esos años, El cubilete de dados (1917), Le laboratoire central (1921), Visions infernales (1924) y Les penitents en maillot rose (1925) constituyen la parte más importante de su producción. Max Jacob publicó además diversas obras en prosa: Las meditaciones de un judío converso, cuentos, novelas y textos diversos en tres volúmenes que dedicó al monje Matorel (1909-1911-1912).

En 1921 se retiró a Saint-Benoit del Loira, lugar que sólo abandonó para realizar algunos viajes al extranjero y una breve estancia en París. El 24 de febrero de 1944 los nazis le detuvieron en su refugio de Saint-Benoit y lo deportaron a un campo de concentración en Drancy, donde murió de pulmonía. En su obra póstuma, Derniers poèmes en vers et en prose (1945), el autor era ya un hombre humillado que pensaba que a través de Cristo y su sublimación encontraría su personalidad humana.

Fuente | Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Max Jacob». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en  https://www.biografiasyvidas.com/biografia/j/jacob_max.htm.

Cuándo la nueva aurora

 

¡Puntiagudo campanario! Puntiagudo álamo
es el árbol de las Bellas Artes cerca del presbiterio
¿caerá el rayo sobre el pararrayos
Sobre que caerá el castigo de Dios?
No eres más que un bretón bastante viejo
que bautizó al niño que una vez fue.
Él mismo es ese niño y es a él a quien bautizan
entre cofias blancas y sobrepellices
las muchachas riendo preguntaban a gritos
si el rayo iba a caer aquí.
El árbol del Arte es más alto que el campanario
Amán estaba bajo el árbol, sobre el otro estaba Mardoqueo
¡Decidme! Decidme dónde caería el rayo
¿Qué si el árbol estaba bendecido?… ah, ¡que no! es el orgullo
El campanario dice «Perdón» y el árbol «Ojo por ojo,
diente por diente». Decidme cuándo
decidme cuándo
el campanario será el arte, el álamo la plegaria
cuándo la nueva aurora
y para cuándo la luz.

Max Jacob, Francia, 1876-1944

Puertas del Infierno

 

igual que un color en los bosques.
El cuerno lejano de árboles en forma de roca.
Es la caza del unicornio
ven con nosotros que somos tus amigos.
El camino está marcado por el caballo
y la silla de montar
caballo y silla atados a los árboles.
Se sientan a la mesa delante de la casa
cada uno se pone a su gusto
para comer bogavante y mayonesa
¡Ven! tus amigos te llaman.
Pero yo escuchaba gritos que venían de la casa
y luego me sentaron ante botellas brillantes
me di cuenta de que no conocía a nadie.
Y esos gritos de dolor que venían de la casa
se mezclaban con las charlas, con las canciones.
A lo lejos cantaba el gallo como una carcajada.
Mi buen ángel me susurró al oído: ¡ten cuidado!
Demasiado tarde temblaba ya la tierra bajo mis pies.
¡Señor, socorredme, socorredme, Dios mío!

Max Jacob, Francia, 1876-1944
Max Jacob, Francia, 1876-1944

Nocturno

 

Silbido húmedo de los sapos
ruido de las barcas en la noche, remos…
ruido de una serpiente entre los juncos,
de una risa ahogada por las manos,
ruido de un cuerpo pesado que cae al agua
ruido de pasos discretos de la multitud,
bajo los árboles un ruido de sollozos
ruido a los lejos de los saltimbanquis.

Max Jacob, Francia, 1876-1944

La lluvia

 

El señor Yusuf ha olvidado su paraguas
El señor Yusuf ha perdido su paraguas
A la señora Yusuf le han robado su paraguas
Tenía un pomo de marfil su paraguas
Me ha entrado en el ojo el pico de un paraguas
¿Acaso no he dejado mi paraguas
Ayer tarde en vuestro paragüero?
Tendré que comprar un paraguas
Yo que nunca utilizo paraguas
Tengo un guardapolvo con capucha para la lluvia
Señor Yusuf tiene usted suerte de apañarse sin paraguas.

Max Jacob, Francia, 1876-1944

La ciudad

 

No te detengas
nube sobre la ciudad horrible
todo allí siente la pez
el asfalto y los comestibles.
Bella nube plateada
no te detengas sobre la ciudad
Mira esa gente
¿se pueden ver rostros más viles?
No han robado
ni han matado a sus hermanos
pero están dispuestos a ello.

El azul dice allí arriba
Brillo para las flores y las hierbas
y para los pájaros
Brillo para los árboles soberbios.
Brillo para los santos
para los niños, para los inocentes
para aquellos a los que compadezco
por vivir con los fratricidas.
Por ellos el Padre Eterno
dio esplendor a los campos
por ellos es el cielo
consolación de los Humildes.

Max Jacob, Francia, 1876-1944

Jardín misterioso

 

¡Conchas de alas! hojas muertas
entreabríos, labios de insectos rojizos,
no había hojas muertas al salir del portal,
eran insectos color caoba
¿hablarán? ¿se elevarán de la tierra
y subirán a los ladrillos?
¡Ha llovido! ha llovido en torno al presbiterio,
¡Espero! oigo el paso de los jinetes
¡Espero! oigo croar a las ranas
¡Espero! oigo el silbido de los sapos
se arrastran bajo las anchas hojas de las calabazas
¡Espero! oigo caer gotas de agua.

El palmito impide con sus lanzas
que se acerquen dos perales en el día tan claro.
¿Quién se ha reído en la tarde que se ofende?
Alguien ha cantado. Deben ser los carpinteros.
¡Oh vida! ¡Oh muerte! oh misteriosa tierra
¿Qué escondes tú que las tardes revelan?
¿De qué tesoro eres la guardiana?
¡Oh vida! ¡Oh muerte! ¿dónde están tus viveros?
¡Alguien ha cantado! alrededor del órgano
las muchachas entonan el canto gregoriano
que todas las tardes en mitad del prado de cebada
mezclan sus almas con el poema cristiano.
Una tiene el libro y otra el pedal del órgano.
¡Espero! espero que la planta me hable.
Espero una mirada de las flores que van a morir.
¡Pétalo! espero una mirada a vuestra perla
que la sombra no pueda oscurecer.

Max Jacob, Francia, 1876-1944
Max Jacob, Francia, 1876-1944

Tristeza

 

¡Ay, no quedan esperanzas!
Mi alma está triste.
Ni padre, ni madre,
ni hermano, ni amigo.
Mi miseria impertinente.
Ah, si no obstante se supiera
cuán tierno y contrito
me ha hecho la desventura.

Max Jacob, Francia, 1876-1944
Max Jacob, Francia, 1876-1944

Cementerio

 

Si a mi marido lo echáis
Irá a parar al cementerio,
Rosa blanca, rosa blanca y rosa roja.

Mi tumba es como un jardín,
Como un jardín roja y blanca.

El domingo iréis, rosa blanca,
A pasearos por allí,
Blanco mugueto y rosa blanca.

Para los muertos Tía Yvonne
Una corona de alambre
Les trae de su jardín,
De alambre pintado y flores de satín,
Blanco mugueto y rosa blanca.

Si Dios quiere resucitarme
Yo subiré al Paraíso, rosa blanca,
Con una aureola dorada,
Blanco mugueto y rosa blanca.

Si mi marido volviese,
Rosa blanca y rosa blanca,
Juntito a mi tumba viene,
Blanco mugueto y rosa blanca.

Acuérdate de nuestra infancia, rosa blanca,
Cuando en el muelle jugábamos,
Blanco mugueto y rosa blanca.

Max Jacob, Francia, 1876-1944

Oración

 

Permitid, Señor, un
poco de lujuria en este
mundo.
Permitid que el roce de
los labios sea caliente
levadura,
permitid que las
pupilas de luto del
deseo se hundan en el
pozo de otros ojos,
permitid que la mano
del osado amante
palpe la sangre ajena
estremecida.
Dejad hervir las entrañas
de los machos sobre la
piel desnuda,
dejad el juego de los
adolescentes labios
bucear en los senos de
los lirios,
dejad las vírgenes con
su secreto fuego
ardiendo en piras
escondidas,
dejad los muslos de los
verdes tallos
mezclarse en llamas
de tacto, en apretadas
lianas de caricias.
Que el rubor se
desnude enteramente
y la escultura
surja de tactos y
torrentes,
que los zumos de los
ojos exprimidos y de
brazos,
mane de fuentes
secretas y de labios.
Permitidlo, Señor, que
ya sufren sus penas
los humanos,
que ya, bastante, la
carga duró sobre sus
hombros.

Max Jacob, Francia, 1876-1944
Max Jacob, Francia, 1876-1944

La madre del cura

 

Yo que golpeo en vuestra ventana,
Con mi saco y con mi bastón,
Con mis zuecos, mi pobre ropa,
Ha de llegar mi hijo a cura.
No juntaré ya más los restos,
En el camino toda mi vida.
«Madre, envíame a los hermanos,
de allí me iré para el seminario.»
Ni siquiera hace diez años
Que mi hombre el granjero ha muerto.
-Venderemos pared y techo
para que subas al altar,
que al seminario te puedas ir.
Hijo mío, tú irás a Nantes.
Cuando vendí tierras y granja
Me fui por campos y por calles
Para a las ferias ir a cantar.
A la madre del cura todo se le perdona,
Sin purgatorio, el paraíso tendrá
Y ya pronto en el presbiterio
Iré a la puerta a ver quién llama.
Entre usted pues, que soy la madre
Del señor cura, o de Monseñor
O del Papa si lo merece.

Yo que golpeo en vuestra ventana,
Con mi saco y con mi bastón,
Con mis zuecos, mi pobre ropa,
Ha de llegar mi hijo a cura.

Max Jacob, Francia, 1876-1944

¡Falsa noticias! ¡Fosos nuevos!

 

En la Opera, durante una representación de «Para la Corona», cuando Desdémona canta: «Mi padre está en Goritz y mi corazón en París» se ha escuchado un tiro en un palco de la quinta galería, después otro en las butacas, e, instantáneamente, se han desenrollado escalas de cuerda. Un hombre ha querido descender de los tejados pero una bala lo ha detenido a la altura del balcón. Todos los espectadores estaban armados y entonces se ha encontrado con que la sala sólo estaba llena de de… y de… Luego se han realizado asesinatos de los vecinos, arrojando petróleo inflamado. Ha habido asaltos en las butacas, en el proscenio, entre bastidores y esta batalla ha durado dieciocho días. Quizá se haya abastecido a los dos campos, no lo sé, pero lo que puedo asegurar es que los periodistas han venido para un espectáculo tan horrible. Uno de ellos estando sufriendo ha enviado a su madre y ésta se ha interesado mucho por la sangre fría de un elegante joven francés que ha pasado dieciocho días en el proscenio sin tomar nada más que un poco de caldo. Este episodio de la guerra de los Balcones ha contribuido mucho a los alistamientos voluntarios en provincias. Y al borde de mi acera, bajo mis árboles, yo he visto a tres hermanos con uniformes completamente nuevos que se han abrazado con los ojos secos, mientras que sus familias buscaban mallas en los armarios de las bohardillas.

 

El cubilete de dados (fragmentos)

El sombrero de paja de Italia

 

En el sitio donde Argel hace presentir Constantinopla, las charreteras de oro no fueron otra cosa que ramas de acacia, o recíprocamente. Están de moda los racimos de uvas de celuloide que llevan como joyas las señoras a todas partes. Un caballo, que había comido los pendientes de las orejas de una de mis bellas amigas, ha muerto envenenado pues el carmín de su hocico y la fuscina del jugo de la parra componen un veneno mortal.

El cubilete de dados (fragmentos)

En busca de una posición social

 

A pesar de los brazos en los hombros, los luises de oro y los billetes de banco que se arrojan a las jóvenes, éstas llevan sus chalecos protegidos por revólveres fortificados. Jerónimo Paturot renunció a la vida de café, empezó su intimidad, era el mismo Mac… Ferlán. Fundó una banca, sociedad anónima por acciones para la compra y distribución de las obras del Greco a los accionistas, pero se le demostró que los cuadros tienen un curso muy variable. Hay días en los que un Rafael no valdría treinta céntimos.

Entonces se hizo redactor de catálogos para casas de modas; mas para ello hubiera precisado conocer la literatura, pues debe formarse la biblioteca de nuestros elegantes. ¡Al fin se hubiese convertido en comerciante de las cuatro estaciones, pero no tenemos estaciones!

El cubilete de dados (fragmentos)

Estallido del gran cordón

El entierro habíase efectuado ya la víspera, pero fue necesario recomenzar, por un error de trayecto. En la calle Real otro accidente: se desprendió una rueda del coche de muerto. Se utilizó al maestro de ceremonias. Tomó las coronas en la misma mano que su bastón. Una de ellas decía: «Cátulo Mendis, mi maestro». Otra: «Al amigo joven demasiado discreto que no quiso nunca confiarnos sus miserias».

Y la jovencita que le había cuidado tanto, lloraba, lloraba caudalosamente con la nuca rubia entre los velos. Mas, por la tarde, fue preciso que marchase a representar en la comedia de la Puerta San Martín: a la máscara egipcia, despellejada en la barba ella prefirió esta barba y estos cabellos de meridional, pero la barba se prendió fuego y estalló el gran cordón.

El cubilete de dados (fragmentos)

Max Jacob, Francia, 1876-1944

Cinematografía

 

Una familia de provincia en un coche: es algo raro que las dos criadas vayan en la capota, las trasladan después al pescante y por último a la bigotera donde se duermen. Durante este tiempo dos ladrones han subido a la capota y se entregan a excentricidades. Ponen orejas de cartón a todos los durmientes y a la mañana siguiente, el señor, la señora y las criadas no se conocen.

 

El cubilete de dados (fragmentos)

Desenredo

La humareda del barco de vapor oscurecía el cielo y ocultaba el sol.

Semejante a Santa Ana, una mujer, al pie de la chimenea, se moría, erguida sobre las tocas blancas de monja. Su cara, como el papel, estaba surcada por las arrugas de la ironía y el dolor. ¡Oh, Santa Ana, intentad sonreíd! Ved aquí a vuestro hijo monseñor el Duque de Orleans. Es él mismo, que ha sido vuelto a apresar por el pirata mejicano del traje estepario.

¡Fuma, fuma, barco de vapor, oscurece la luz del sol!

Monseñor el Duque de Orleans bizca un ojo, su ojo blanco; tiene un cuello postizo a la moda de 1885, una gran levita y los cabellos alborotados. Monseñor el Duque de Orleans tiende a Santa Ana un papel cubierto de líneas a lápiz.

«Reconozco por hijo mío, etc…»; y el papel está borroso, y el pirata pasea en torno a un sombrero de teatro.

El cubilete de dados (fragmentos)

Los dos públicos de selección

El día de la gran carrera hípica, la reina madre llevaba medias de terciopelo azul. Cerca de una barrera, se aproximó la amante del rey: «Príncipe, le dijo, esta mujer no es nuestra madre; usurpa las prerrogativas del trono». El rey hizo en un largo discurso el elogio de la prostitución, y se casó con su amante, una prostituta. Un doméstico de lente, que dormía en la cocina sobre un hornillo de porcelana decorada, se alegró de este matrimonio. ¿Qué opina el público distinguido? El público de los estrenos ha encontrado demasiado largo el discurso sobre la prostitución, que el otro público de selección ha aplaudido mucho.

 

El cubilete de dados (fragmentos)

Cuento

En el valle tan luminoso, quisiera cantar los roquedos de conos sucesivos, los árboles tan claros y el perfil de la ogresa cuyos aretes de las orejas formaban la escalera exterior del castillo. Esta hubiese devorado el caballero negro que era la cadena del prisionero, sujeta a la cola negra del caballo. Temía que la cadena le hiriese los dientes y se contentó con la primera rata a su alcance.

 

El cubilete de dados (fragmentos)

Max Jacob, Francia, 1876-1944

La novela

 

Yo no he tenido nunca más que un cuartito bajo y burgués para mí: dos pequeñas ventanas en Quimper que daban a un balconcito. Al volver del colegio allí estaban nuestras miradas. Un día, para vengarse de alguna broma, arrojaron por la ventana tinta sobre mi abrigo. ¡Qué maldad! ¡Eran perlas violetas! Agarré el puño culpable y saqué afuera la mano de una mujer con peinador. Esta mujer debía un día ser la mía.

El cubilete de dados (fragmentos)

Novela folletín

 

Ante el hotel de Chartres de detuvo un automóvil. Averiguar quién era el ocupante, si era Toto o si era Totel, eso es lo que querríais saber, pero no lo averiguaréis nunca… nunca… Las visitas de los parisienses han favorecido mucho a los hoteleros de Chartres, pero la asiduidad de estos últimos ha perjudicado a los parisienses por varias razones. Un criado del hotel agarró las botas del dueño del auto para sacarles brillo, pero las limpió mal porque la abundancia de autos en los hoteles impedía tomar las disposiciones necesarias para una buena limpieza del calzado: afortunadamente, la misma abundancia impidió a nuestro héroe darse cuenta de que sus botas estaban mal lustradas. ¿Qué venía a hacer nuestro héroe en esta antigua ciudad de Chartres, sobradamente conocida? Venía a buscar médico porque no hay bastantes en París, en relación con el número de enfermedades.

El cubilete de dados (fragmentos)

Novela de aventuras

 

¡Entonces es verdad! ¡Heme aquí como Filóctetes, abandonado por el barco sobre una roca desconocida, porque tengo herido un pie! La desgracia es que mi pantalón me fue arrebatado por el mar. Según informes, no estoy en otro lugar sino sobre la ribera de la púdica Inglaterra. «No tardará en encontrar un policía». Y esto es lo que sucedió. Hablaba francés y me dijo en mi lengua: «¿No me reconoce usted, soy el marido de su criada inglesa?». Llevaba una razón que no le admití: y es que nunca he tenido una criada inglesa. Me condujo a una ciudad próxima, ocultando mi desnudez tal como pudo, y desde allí a casa de un sastre. Y como yo quisiese pagar: «Inútil, -me dijo-, fondos secretos de la policía» o «de la cortesía», pues no he comprendido muy bien la palabra.

El cubilete de dados (fragmentos)

El cisne

 

El cisne se caza en Alemania, patria de Lohengrin. Sirve de marca a un cuello postizo en los urinarios. Sobre los lagos se le confunde con las flores y su forma de barco produce admiración. Además se le estrangula sin piedad para hacerle cantar. La pintura utilizaría gustosa el cisne, pero carecemos de pintura. Cuando tiene tiempo de metamorfosearse en mujer antes de morir, su carne es menos dura que en el caso contrario: los cazadores estímanle entonces con preferencia. Bajo el nombre de patos del norte los cisne sirven para formar el edredón. Y se llaman hombres cisnes u hombres insignes a aquellos que tienen el cuello largo como Fenelón, cisne de Cambrai. Etc.

El cubilete de dados (fragmentos)