Escribir es fácil. Escribir
poemas, aún más,
cualquiera puede hacerlo.

No hace falta mucho:

algo que trace, puede ser

un lápiz, un boli, un pedazo
de lignito, cisco, turba, saliva
o incluso sangre.

Hay gente que ripia con sangre
y eso es peligroso
ya que si el poema es malo,
y casi todos los poemas
son esencialmente malos
porque la gente que escribe poesía

lo hace, porque no le queda otra.

Pues, es un desperdicio,
esa sangre podría usarse
para otros fines:

menstruar, hacer amigos,
donaciones, etcétera.

Va, que me lío, en fin
se precisa también una superficie libre
para dejar constancia:

una pared, papel, servilletas usadas,
cuerpos —raídos o sin raer—
cualquier lugar es bueno
para hacer un testamento lírico.

Un corazón que bombee, un encéfalo
en su sitio.

Y lo más importante

Algo que escribir, y escribirlo
más o menos bien
por eso,

él o la poeta debe haber leído
a otros y otras antes.

Más que nada, para repetir
lo mismo, pero de otra forma,

y no contar boludeces

—como esta—.

Génesis

 

Allá en los confines del lenguaje,
al borde mismo del silencio
una palabra, tenebrosa aún, se asoma ㅤ

al balcón de lo factible y podría
ser el germen de un poema, o acaso
un propósito de enmienda… Mi hija

dice: «agua»; en ese instante,
y no en otro distinto, el universo
entero se detiene y toda el agua

habida en este mundo se transforma.

Anidar

 

Quedarse en las personas ㅤ

como el vencejo
se queda en los alféizares. ㅤ

Situando la expectativa
del nido, firme, ㅤ

anclado a la cornisa.
Dejando el cielo raso,
libre,

abierto a mis espaldas.

Instrucciones para escribir un poema

 

Lo más difícil del poema está
en escribir el primer verso,
con suerte, si no se dispone ese día
feroz, de ningún talento especial
y después de pelearse contra el papel,
puede uno servirse de un comienzo
ajeno —los hay tan elegantes—

y escribir, qué sé yo: » Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde».

Dicho esto, o algo similar,
no cabe mucho más que decir y el resto del tiempo,
hasta que se concluya, puede dedicarse
a leer a otros poetas,
a Gil de Biedma, por ejemplo, para no salirse del guión .

Porque para escribir, es obvio, primero hay que leer; lo contrario resulta, en el mejor de los casos, demasiado atrevido .

Se me olvidaba, el quinto verso suele ser oscuro
y esencial;

para solventar este

problema, alegremente y con ciertas dosis de ars poética, pueden enlazarse serventesios

uno tras otro; o usar a un antiguo amor,
una flor,
una guitarra ,

y colocarlos estratégicamente
entre el cuarto y el sexto,
a modo de lámpara .

Y, por último, no te preocupes, diviértete
y no seas ambicioso, todos escribimos

malos poemas:

al cabo, la poesía, como decía Pessoa
es una manera,
como cualquier otra ,

de estar solo.

Instrucciones para leer un poema

 

Un poema —con independencia
de su alzada— se lee en alto,

dejando al descubierto las raíces
que son ésos silencios

que van quedando a medida

que el lector va talando las palabras.

Un poema se lee consciente
sabedor

de que nada, nadie, será igual

una vez leído.

La luz, no volverá a caer

siguiendo el mismo plano,

la palabra no será desarticulada

así jamás.

El gesto, el ruido de fondo,

la disposición de la tierra sobre

el paño sideral, nuestro ritmo

cardíaco, tu vida —la vida— rivalizando

frente

al obstinado y cardinal vacío.

En este preciso momento

eres dueño del instante,

llevas las riendas del tiempo:

no lo olvides, puede

que no se repita.

Un poema se lee en paz
dejando el miedo

al margen, con amor, cuidado

y dignidad.

Luego, una vez leído, puedes hacer

lo que quieras:

saltar por un puente, lanzarte

sobre un cuerpo,

comprar el pan, arrancar la alegría

del asfalto, en fin,

seguir

como si nada hubiese pasado.

Nasciturus

 

Tuve una hija que murió pronto;
tanto de hecho,
que no llegó a ver la luz.

De vez en cuando le hablo,
y le pregunto: ㅤ

del tiempo, del clima, o dónde
dejé tal o cual cosa. ㅤ

Y Luz, que así se llama, ㅤ
—ironías del azar—
me responde a su manera: ㅤ

en silencio. Un silencio firme
que, por un instante apenas, ㅤ

lo ilumina todo. ㅤ

Hoy

 

Ahora es mi único equipaje
y esta parva luz

—estas manos, estos brazos,
esta vida—
que, en torno, me sucede, será

toda la herencia que reciba.

Descubrimiento del fuego

 

Los días son juncos
meciéndose al son de la molicie.

Las noches, mambas
que prosperan
en la holgura de la cueva.

Tengo tres palabras

Sólo mías, pues con nadie
más
comparto el uso del lenguaje.

Tengo tres palabras

Y dos pies
para correr detrás de la comida

El empíreo se despliega
a la entrada de la gruta

Tengo cielo
Tengo miedo

y tengo tiempo, esas
son mis tres palabras

Y
juego con ellas cada tarde

Como jugaban las crías
con almortas
allá,

al sur de mi experiencia.

Hoy tengo hambre, cobijo
y tres palabras

Camino al filo de la playa
justo
donde el mar reacciona
con la tierra.

Voy buscando algo
que me haga olvidar
que no he comido:

Busanos, cañaíllas, mejillones…

Meo en sus guaridas

Espero que la marea
me arroje algún cadáver

Camino
al filo de la playa

y entonces

te veo
venir por el otro extremo

de la vida.

Caminas deficiosa
por la orilla.

El agua desdibuja tus huellas
y las mías.

Y entonces sé que que poseo
otra palabra
porque las otras tres
se apartan a tu paso

No sé cómo nombrarte y
te llamo amor, por decir algo.

Me acerco
y te muestro mis pies,

el cielo, los juncos
y las mambas.

Te muestro la entrada de la cueva

y la propiedad
y el miedo se diluyen.

Genuflexión

 

Hay quien cree que arrodillarse
entraña un vivir en obsecuencia.
Yo soy libre, sin embargo,

me arrodillo.

Me inclino, frente al cardinal
misterio de las cosas,
como fiel subordinado

de mí mismo.

Cromodinámica

 

Allí

en la intimidad de la materia
queda espacio entre una cosa

y otra

y los elementales se comportan
de modo aleatorio

tanto que parecen tener consciencia

y libertad

Allí

en la raíz del componente
antes de componer nada

donde los nombres tienen cualidad
de novedad
y hechura extraordinaria:

tauónicos, extraños, muónicos, encantados,

fondos, cimas… Allí

en la intimidad de la materia

La soledad es una imposición
ontológica

El albedrío se sostiene sobre
un elaborado azar.

Allí en la intimidad de la materia
nada finge,

ya que únicamente es
en sí
lo que aparenta

— la esencia es forma—.

La incertidumbre, el único
modo de relacionarse

Allí

en la humildad de la materia
no hay accidentes
nada que distraiga
al continente del contenido

—y a la inversa—

puesto que ambos son indispensables.

A medida que se va ascendiendo
en cualidades
en aras de una libertad

que no es tal
se hacen presentes las leyes
que limitan la carne, las ideas,

los objetos.

Hay más amor
en una molécula cualquiera
que en todas nuestras tardes
compartidas.

La libertad que ha de usarse

la infinita amplitud vencida
y la disparatada

improbabilidad que es necesaria
para arrojar una partícula
contra otra

no es equiparable a las sencillas
zarzas del pasado
que tuve que apartar
para venirte a besar de un modo
casual y arrebatado.

Por eso, cuando me dices:

«nada nos puede
separar», pienso: « Ni te imaginas.

Ni te imaginas, la cantidad de argumentos
y percances

que, ahora mismo,

podrían dispersarnos».

Marty McFly

 

La flor de magnolio
me lleva a la infancia.

La mantequilla con azúcar
Los pantalones cortos
El agua hirviendo
y después

álgida

La internacional,
los insultos.

Los ríos de montaña

No hacer pie
en el piélago
este
que es la vida.

La flor de magnolio
me lleva a la infancia.

Y cuando, por fortuna,
tengo a mano una
me la bebo
por la nariz y entonces
le grito a mi yo niño:

Eh, chaval, no crezcas
pero
no me escucha.

Pero no
me escucho.

Filosofía de andar por casa

 

Mi hijo pregunta:
y, ¿si a un pájaro
le quitas las plumas
qué queda?

Un pájaro sin plumas,
concluyo.

Permanece un rato
pensando, supongo
que no le vale mi respuesta

e insiste:

y, ¿si le quitas las plumas
y la piel?

Un pájaro, sin plumas y
sin piel —le sigo el juego
a ver hasta dónde llega—.

Sigue pensando, imagino
que estará deconstruyendo
mentalmente al pájaro,

espero, ansioso, su acometida.

Vale, entonces…, ¿qué es
lo que hace al pájaro
ser pájaro?

Ahora, el que se toma
su tiempo soy yo..

Platea

 

Se inclina el bosque
sobre el azogue de agua
ǝnbsoq lǝ ɐuılɔuı ǝs

Wilson

 

Mi padre no es mal tenista,
un poco bajo; eso sí.

Sus apenas cientosesenta
centímetros de nervio puro
no le ayudan en el juego
por alto.

En cuanto sube a la red
le tiras un globo

y lo aniquilas.

La primera vez que me enamoré
todavía vivía en su casa
—en la buhardilla—

rodeado de sus raquetas

Wilsons, Analeys y la famosa
Rossignol
de
Mats Wilander.

También colgó ahí sus diplomas
y una espada ceremonial
de capitán del ejército
del aire.

Eligió esa división para elevarse
la moral: ¿no soy un enano? , pues seré
un enano con galones.

Luego dejó el ejército pero
eso es ya
otra historia. Decía, que la primera vez
que me enamoré
recién cumplía dieciocho.

Ella tenía una cicatriz en forma
de esvástica justo debajo
del ombligo
y extendió su piel junto a la mía.

Casi no hablamos
pero nos dio igual, porque
todo estaba inundado de silencio.

Ése que antecede
al amor,

a la muerte,

a la batalla.

No problema, amigo

 

Recojo la nota del parabrisas

Chamán chiriguano, dice:

Amarres y desamarres
afectivos

Problemas económicos
y sexuales
(curiosa relación conjunta)

Limpiezas —sin especificar—

Cáncer

Enfermedades digestivas
Entretenimientos neuronales (sic)

Empleo
Vehículos (?)

Familiares desaparecidos
Mal de ojo

¿Buscas vender tu casa?
¿Anhelas una vida manejable?

(su exquisito manejo del adjetivo
me deja sin ellos)

Visa y efectivo

No admito letras, cheques
ni la american express ®

675 *** ***

LLAMA Y

VERÁS

Élitros

 

Salgo a tirar la basura ;

cuatro bolsas, dos
en cada mano .

Residuos de una existencia

corriente.

Nuestras máximas
son proverbios de ceniza.

Todo lo que vive
deja escombro:

tinta, sangre, sombra,
semen, ecos, huecos,

flujos, babas… Mientras,
a lo lejos,

un ridículo grillo
atraviesa

el colosal paramento

de la noche

A las faldas de Gredos

 

Debajo del cielo en grana pasa
la tarde

—como un paño—

y lentamente, con halagos,

va alegrando su infancia.

Inventario

 

Tengo cuatro hijos

una tortuga
seis préstamos
dos trabajos

y una furgoneta.

Campo abierto,
espacio de sobra

Dinero, el justo

Ah, y versos, versos

fallidos, suficientes

—yo de cualquier cosa,
te levanto un mal poema—

para alicatar

Nebraska entera.

Alzheimer

 

Leo en la Elsevier: «El principal
activo del cuidador es la paciencia».

Aitona atraviesa el lago
en su pequeño caique
y cada vez su bote

es más chico.

Y el lago más grande.

Me enseñó derivadas,
matrices y la defensa Siciliana;
a atarme los cordones .

Hoy, cuando cree

que no lo vemos, se pone
bragas de su difunta mujer

y
las deja con cercos de marfil
seminal .

Se vuelve mancebo, pienso,
pero nadie sonríe.

La demencia acerca los extremos
de esta circunferencia

que es la vida.

Los días se asedian unos a otros
y ya no sabemos con certeza

a dónde llevar al abuelo: si al geriatra

o al pediatra.

Ocaso

 

Todo
es muy sencillo:

Con suerte
naces,

y creces,

—con suerte—

amas,
olvidas, sobrevives
y mueres.

Y, a veces, como
la tarde
entre una hueste
de moles grises;

brillas.

Leo

 

Si estoy enfermo, leo
Si estoy sano, leo

Si tengo tiempo, leo
Si no dispongo de él, también leo
Si me enamoro, leo

Si me desenamoro, aún más
Si tengo sueño, leo
Si no puedo dormir, leo
Si está el día plomizo, leo
Si luce un sol jovial, leo

Si no caben más
posibilidades,
leo

Leo en el mar, en la cama, en el coche
Leo en la sauna, en los andenes
Leo en los parques, en el hospital,
en los cuarteles, leo en la cárcel y
en la cocina
Leo, por supuesto, en bibliotecas

En los bares
Leo en las esquinas
Leo toda clase de libros
Leo literatura barata, filosófica, térmica,
poesía a raudales, cómic, erótica suave,
manejable, uniforme, esponjosa,

revolucionaria.

Leo a José Luis Pardo, a Moa
A Casielles,
Leo a Kant, a Espinosa, e incluso,
a Coelho.

Leo libros sobre venganza, relojes, pájaros, guerras, cántaros, sexo,
mecánica cuántica, epistolarios, esquelas
Leo ensayos
Leo obras de teatro
Leo la biblia, leo prospectos
Leo a tres bandas, por ejemplo:
leo a Simón Partal
a Loriga
y a Christina Rosenvinge

Leo a mi mujer
a Máiquez, a Márquez, a D’Ors,
a Dars

Leo en catalán

En inglés

En castellano

Leo en valencià
Leo versos de línea clara
Poesía de la experiencia, de la conciencia, comercial, realismo sucio, haikus, redondillas
y sonetos

Leo basura incomprensible, autores mediocres
y alguna que otra
obra maestra.

Leo sueltos de prensa
panfletos
revistas
anuncios por palabras.

Solía leer la sección
de contactos
y el córner de los periódicos
universitarios
donde se declaraban su amor
personas desconocidas

se pasaban apuntes
y se traficaba con droga,
sotto voce

Leo la letra pequeña de los contratos
Leo entre líneas
Y si algún día me muero
—cosa bastante probable—
mi paraíso será una librería
Aunque tampoco es muy original

porque eso ya lo dijo Borges

Pero la suya será más grande
La librería, digo

Miki Naranja, Valladolid, 1979-2020

Tumbarse

 

al borde de uno mismo
y mirar hacia el abismo
que se crea: la escarpa

que se abre a nuestro paso,
y la carne en rigurosa
regresión frente al vacío. ㅤ

Asomarse al filo
de uno mismo, apelar
al misterio de costumbre.

Amar el declive, el escombro
la tendencia. Abrirse
en canal y abandonarse

al juego; al otro; en la caída. ㅤ

Domingo

 

Abro los ojos

Los niños chillan

como condenados

Llevan despiertos

desde las siete:

no duermen,

¿qué les damos?

Me afeito

al descuido

me corto

como es lógico.

Los dos espejos
del baño

devuelven

una imagen lamentable

a mi espalda

la resección del melanoma

supura

y empapa el pijama

dibujando

según Rorschach

una mariposa carmesí

y de frente

un cuarentón con ojeras

chorrea sangre

desde la oreja hasta el cuello.

Me aclaro, respiro

y doy gracias:

sigo en pie

agotado

pero vivo.

Ver, oír y callar

 

¡Corred!, corred
al pie de los cantiles

Donde la mar se abate
vestida de novia.

¡Oíd!, o id a los bajíos
Donde encallan las ondinas
Las cariocas, los navíos.

Arrastraos a los macizos
¡Subid!, subid hacia las cimas

Haceos de roca, tornaos
en cirros. ¡Deteneos!,

parad y no paréis.

Estas son las cosas que me hacen olvidar

 

Son,

mi abuelo releyendo a José Ortega
y Gasset bajo la parra

el clamor de las ranas en verano

el concierto para piano número dos
de Rajmáninov

y mi hija señalando la luna
–tartamuda y flamante—
sobre un charco,

motivos suficientes para mantener
erguida

la esperanza.

Cuchillo de palo

 

Escribo lo que quiero
Como quiero
Cuanto quiero

Sujetándome a métrica, libre
de clámide.

Escribo: el sol está alto,
y el sol sube
Escribo: que la alegría

aliente las calles

Y, la alegría, por extraño
que parezca, obedece y
toma las calles.

Sobre el papel todo es posible
incluso
licenciar la memoria
que tu ropa se detenga
revivir a una hija
doblegar la gravedad y
sostener una promesa.

Cada poema es un milagro
Aunque «Mi padre es viejo,
mi hija está muerta»

me reservo el derecho de admisión

Y termino gritando «Amor, amor, amor (lo dijo Yeats)

amor
en el lugar del excremento”.

Señalética

 

Llamar a las cosas

por su nombre:

a la cruz

llamarla cruz y al amigo

llamarlo amigo.

Asir el pan, con ambas manos,

y enunciarlo,

en voz bien alta, hasta que caigan

las letras como caen

las migas de mi boca.

Reclamar al ave y compelerla

a existir

dentro de las redimidas fronteras

del fonema,

nombrar sus plumas

una a una

enunciar incluso la cavidad

que deja

al desprenderse en vuelo.

Llamar dolor al dolor

y frío al frío.

Al amor llamarlo amor
y al amigo

llamarlo amigo.

Pardinas

 

Mi madre separaba las lentejas
sobre la mesa de la cocina.
Con calma

y destreza proverbial apartaba
lo malo —por ínfimo que fuese—
de lo bueno. Con gusto, ㅤ
dejando a un lado el rígido
indumento
de la ciencia, me evisceraría ㅤ
en cuerpo y alma ㅤ
fiando el porvenir y sus metástasisㅤ
a sus manos ㅤ
exigentes pero tiernas.

Diedral

 

La enfermedad es un rectángulo

Fuera de él, por supuesto, y es
bueno que así sea, la matemática
sigue su curso:

Los planos se levantan,

los puntos se unen, las líneas
se tuercen y los límites ni

se sobreentienden,

ni se sobrepasan.

Supongo que de un poeta

se esperaría algo más de lucidez
o tal vez, lírica.

Pero lo cierto es que no cabe
mucho más que decir.

La enfermedad es un rectángulo
—área tasada—

y dentro de él

Euclides hace lo que puede.

No traten al enfermo
como un osado

No traten al enfermo
como un soldado

No traten al enfermo
como un geómetra

Blanca del Rey

 

Son, en armonía,

tan valiosos
los silencios

como la melodía.

Diente por diente

 

Éramos niños y,

la noche de San Germán,

le salté el ojo a mi hermana

con un lápiz de grafito.

Ella permaneció estática,

solo extendió su lengua

con cuidado

recogió el jugo vitral,
la sangre,

a modo de artesa,

y mientras tragaba

dijo:

no llores, aún
me queda un ojo libre.

Ve, y llama a papá.

y derogamos, aquella misma noche,

la ley del Talión.

Café en San Ildefonso

 

Los aplausos de un niño
deshacen
las últimas palomas
de la plaza.

Levanto la vista del texto
y sujeto
este lienzo en la memoria:

la risa desbocada del chiquillo
golpea al crescent
del tiempo y la consciencia,

sus brazos —inútiles instrumentos
para el vuelo—
baten desesperados el vacío
y, a mi alrededor, por un momento ,

el mundo se sostiene
y cobra altura.

Eco

 

Venimos con la epífora
de lo que fuimos ㅤ

allende el párrafo.

Y llegamos ㅤ

a nuestro domo
proclive
hacia la muerte: ¿Acaso
ㅤㅤ
no es este
Edén sino envoltura?

¿Acaso el camino
no será

sino el preámbulo?

El Este del Edén

 

El camarero que me atiende
se da un aire a Luis Eduardo,
el de las cuatro y diez, ¿se acuerdan?

El lunes es similar
a otros tantos preludios,

el café
sabe a café, y la mañana aún
lleva resaca del domingo.

Escucho la radio, los nazis —sí,
como lo oyen,
los nazis—
avanzan alegremente por Europa .

Austria, Italia, Alemania
… y ahora Suecia; donde son ya
tercera fuerza .

Y entonces, recuerdo aquella
frase de Pessoa, creo,
y si no…, pues,

será de Wilde: Todo
está condenado a repetirse.

Pago, y me alejo de allí,
cantando … Fue en ese cine,
te acuerdas,
en una mañana al este del edén ,

James Dean tiraba piedras
a una casa blanca, entonces
te besé.

Bandeja de plata

 

Como Salomé la cabeza
del Bautista,

mi hija me ofrece una naranja.

Parece—tal es su fiero gozo —
que la hubiese arrancado

del árbol ella misma.

Y yo, que no tengo mucho
hambre,

me la comería a besos.

Silos

 

Durante un tiempo,

nada desdeñable
por cierto,

traté de abarcar conocimiento,
explicar —explicarme—
el frenético funcionamiento
de las cosas, dar respuesta
a todos
los ineludibles, coleccionar
cultura;

a la manera
del labriego que acomoda
el cereal en gavillas
asumibles,

sin levantar jamás
la vista al cielo
de donde caen las tardes, —jugosas ,

corintas, libres —

como caen las lágrimas,

una a una.

Cabo de Palos

 

Dos niños azarados miran
—fijamente—
al objetivo:

Ya no queda rastro de aquel miedo,
del fotógrafo, de los niños, nada
queda de esta foto; salvo
un apunte, al dorso, manuscrito:

Pe y Eme, punto

Cabo de Palos coma
milnovecientosochenta.

El mar, por contra, sigue vivo
añil, batiente; y amenaza

—como si con él no fuese
la historia—

con superar el retrato

y anegar la cocina.

Puerta del Sur – San Nicasio

 

Todo, lo que de algún
modo cuenta, es circular:

Tus pupilas, las latas de paté,

la línea doce,
las emes de Madrid, la tortilla,
el compromiso, la salud,
la inteligencia.

Las pastillas, el área que despejan
tus manos
cuando hablas .

Las macetas, las claraboyas
el horizonte, el tiempo y la tierra
que pisas .

Las metáforas, las palmeras,
las bombillas.

La rueda, el valor, el eco,
la mentira .

Dios, si lo hubiera, sigue
una trayectoria

circular .

El poema es circular, el poeta,
la destreza es circular .

La belleza es circular

Las estrellas , los planetas,
la democracia,
las pérdidas, los agujeros,
el bolero, el tango , la lluvia , el canon,

el guión, la clemencia,

el argumento .

Por eso caerás, no temas,
al igual que cae la tarde ,

jugosa y vigente,

como una pomácea encendida .

Rebelión

 

El otoño se cela ante la urbe:

apenas, un apunte
de hoja en un saliente,

una viruta
menos de luz por el salón.

Quizá, padezcas ligerísimas
inclinaciones melancólicas
o, si prestas oído, escucharás

el parpado de los gansos
cada noche
sobrevolando la jungla burocrática.

Las ciudades, por definición,
quieren ser higiénicas:

procuran, desde sus más altas
instancias,
protegernos del ruido de los tiempos

y

disimular a los unos
de los otros.

No vaya a ser que, por
esa feraz casualidad
que precede a la imprudencia,

alguien mire al cielo
o, lo que es peor, de frente y,

cuerdo aún, tome consciencia.

Fanal

 

Bajo la luz afable de un farol
discuten dos gorriones
—»calderilla del cielo»
que decía el poeta—
por un pedazo de pan seco.

Escribo, soy feliz si acaso
en este instante humilde
donde se despliega ante mí
todo el tiempo necesario
para levantar un poema

y saberme vivo. Abrazado
por la claridad conocida
de un farol
de donde volaron ya

la discusión, el pan y los gorriones.

¿Qué más puedo pedir?

Si tengo luz, tengo vida
y tengo tiempo.

¿Qué más puedo pedir?

Abuela

 

La sonrisa le caía abruptamente
hacia la izquierda
recuerdo de una hemiparesia
que tuvo de niña.

Y, a veces, de madrugada, se le abría
un ojo.

Créanme, su dormir
era
todo un espectáculo:

roncaba, musitaba y se
peía;
sin previo aviso.

Aún puedo verla
echada cual Polifemo
vigilando con el único ojo

la entrada de su alcoba.

Ríen

 

Ríen, los niños rien,
y su alegría
castiga las paredes de la casa.

Lloran, los niños lloran,
y acumulan
toda clase de conocimiento
inútil,

intercalan salamanquesas
en latas,
y levantan verbos nuevos.

Pasan, los niños
pasan, cómo pasan los niños,
como pasan las naciones,

las caballerías,

los poemas

Casus belli

Anteayer, Juan y yo, contemplamos asombrados una de las inmensurables tragedias cotidianas que acontecen, casi siempre, ajenas a nuestra atención y entendimiento. Una de las salamanquesas que viven junto a la puerta, y que acuden, vaya usted a saber de dónde, puntuales al caer la noche, luchaba a vida o muerte con una mantis religiosa. A todas luces, un bocado desproporcionado.

Desconocíamos el «casus belli» pero lo cierto fue que, como sucede en la mayoría de las guerras, al final, ambas contendientes murieron .

A la mañana siguiente, no sé si aún sobrecogido por la escena, Juan nos arrojó: ¿Por qué tenemos los ojos tan pequeños si el mundo es tan grande?

Yo, como no supe responder, le escribí unos endecasílabos.

GRACIAS

Aleves salamanquesas del muro
que acudís cada noche a por la cena
y regresáis a lomos del fanal
a restaurar el yugo de lo antiguo .

Y nos libráis de bubas y de chinches
y limpiáis de polilla los roperos
y conciliáis el sueño de los niños;

mis alegres dinosaurios del muro.

Menaje

 

No cortan

los cuchillos de mi casa
tengo que afilarlos, pienso .

Un cuchillo que no corta
no sirve para nada
es como un amor sin recovecos:

queda bien de cara a las visitas
al cabo, forma parte del menaje,

alegra la vista
pero a la hora de la verdad
es mentira
y uno se encuentra ahí

frente a un pedazo de carne,
por ejemplo,

del que no podrá sacar
ni un humilde filete

Y se siente como Whitmann
ante un atardecer porque
se puede hacer bella poesía
sobre pequeñas cosas,

pero no podemos remar
en contra de nosotros mismos.

Eso
transforma la vida en un infierno.

Cuando—al fin— llega el día
en el que decido
llamar al afilador, o mejor aún,
hacerme con una piedra de amolar
y buscar el releje
yo mismo

Entonces, llama mi madre
o se pierde
el perro del vecino
se me cruza un poema

o decido, qué sé yo,

que ha llegado el momento
de escuchar
todas las misas de Haydn.

Cualquier cosa
me parece más sustancial
que ponerme
a afilar cuchillos.

Y se va la tarde sin despedirse
y se va la vida

y ahí quedan los cuchillos
como
testigos mudos de una tragedia
que jamás

llegará a ocurrir.

Miki Naranja, Valladolid, 1979-2020