Odaliscas

Una odalisca era una esclava del serrallo en el Imperio otomano. Era una aprendiz o asistente de las concubinas y esposas del sultán, pudiendo más tarde llegar a obtener ese estado, es decir, ser concubina o, con mucha suerte, esposa.1​ La mayoría de las odaliscas eran parte del harén imperial, esto es, de la casa del sultán. La palabra española «odalisca» deriva de la francesa odalisque, que a su vez proviene de la voz turca odalık; la palabra turca está compuesta por oda (‘cámara’, ‘pieza’, ‘dormitorio’) y lık (‘doncella’ o ‘señorita’), y literalmente significa «camarera», aunque ha tomado el significado concreto de «concubina».

En el Occidente del s. XIX, las odaliscas fueron tema frecuente en pinturas y esculturas del movimiento artístico llamado «Orientalismo», y se las encuentra en un gran número de pinturas eróticas a partir de esa época; como ejemplos se pueden citar La gran odalisca o El baño turco de Ingres o su influjo en la Olympia de Manet. Entre otros, Matisse ha representado odaliscas en sus obras.

Las odaliscas son un tema recurrente dentro de la pintura orientalista. Todos los pintores que han cultivado este género, han tratado este tema en una e incluso en varias ocasiones. Parece irresistible retratar el infortunio, la belleza, la sensualidad y el erotismo de la femme fatale del harem. Tanto es así que tampoco es extraño hallar odaliscas en mitad de un repertorio pictórico nada orientalista; es el caso de artistas como Delacroix, Ingres o Matisse, quien las retrató obsesivamente.