Platón, orígenes del totalitarismo
«Pues bien, la primera ciudad, la primera constitución y las mejores leyes se dan allí donde se pone en práctica en su máximo grado y por toda la ciudad aquel dicho que reza así: “las cosas de los amigos son verdaderamente comunes”. Así, pues, si hoy existe un lugar así o lo va a haber en el futuro – en que sean propiedad común las mujeres, los hijos y todas las riquezas -, en que se hayan erradicado de la vida por todos los medios y en todas partes todo lo que está catalogado de privado, y si se crea un sistema para que en la medida de lo posible, sea incluso patrimonio común de un modo o de otro lo que por naturaleza es propio de cada uno, como, por ejemplo los ojos, los oídos y las manos, de manera que se tenga la impresión de que se ve, se oye y se hace todo en común, y que todos alaben y censuren con la mayor de las unanimidades, alegrándose y entristeciéndose ante las mismas cosas, y si existen leyes que en la medida de lo posible logren la máxima unificación de la ciudad, no habrá nadie que sea capaz de definir más correctamente y mejor para darle el título de máxima excelencia. En una ciudad como esta, sean uno o varios los dioses o hijos de dioses que en ella habiten, vivirán dichosos sus ciudadanos; por ello no hay que tener en cuenta ningún otro modelo de sistema político, sino atenerse a este y buscar el que más se le aproxime”. Platon, «La Leyes», Libro V.