Poemas de "El libro de las tentativas"

Poemas de «El libro de las tentativas»​ de David Pérez Pol, publicado por la Editorial Morales y Torres (549 páginas. España, 2005)

El libro de las tentativas, libro de poemas dividido en siete capítulos: pretextos figuraciones apariencias / sic transit gloria mundi / el mundo de las luciérnagas / alucinaciones / de lo que ya no es / lo que no es amor es miedo y la hermética del laberinto, cada uno de los cuales resumen un largo trayecto. Lo resumen y lo finiquitan. Puertas que se cierran para permitir abrir de nuevas…

Poemas de "El libro de las tentativas"

En la escuela de golf El balcón de la habitación del hotel daba al mar En un rincón del piso
Mancha de sangre El café humea Crecen los tomates en el pequeño huerto del vecino
Leo tus poesías de amor triste La mujer se aferra a su dolor con dignidad Que pregunte la esfinge sus locos acertijos
¡La bolsa o la vida! Han visto a Luz en el Barrio Chino Están malvendiendo la maquinaria de la fábrica
en un mundo Era jueves por la tarde y anochecía a la escritura
Me coloco una oblea de luz Nadie puede pagarme como es debido El dolor es una mezquita
tengo un sueño recurrente Hurto al lienzo de mi cuerpo a la vida
desde aquel infausto día Camino entre los que duermen Pasan cosas extrañas
En algún lugar Una vez desaparecida la campana del campanario No pienses en nada
Era un asunto decente Soy el penúltimo de la fila Él, el criminal
Las mariposas anticipan la primavera En efecto, no hay nada como la coartada Dormí en la isla
Cerca de la orilla donde vive el río bajó a la ciudad y le dijo una mentira al primer hombre Luego de quedarse con aquel perro abandonado
Estoy de negligencias previas La muchacha de la playa miraba el mar al envejecer regresamos al consuelo
Desviaste la mirada Miro por la ventana La cerca
Cuando Noé se dijo Se encienden las primeras luces en el pequeño puerto Las botas viejas de mi hija están a punto de ser abandonadas
La decisión tomada es enterrarla cuando alcancé a oír metí todos mis rincones
cuando nos sentamos en las rocas Saber “Está a punto de expirar” tu indiferencia es incapaz
Desde la terraza veo a los jóvenes vecinos Tu llegada Ante la ventana se pierde el camino de niebla
era tan bondadoso tan lejos de mí sabes que no existen los regalos
Aprender sin cautelas Recuerdo contigo Roma, sus fuentes y librerías Vienen y van
En silencio, en soledad (vídeo) Quiero ser Ha llovido y los charcos del camino
Junto al júbilo ido de la casa silenciosa (audio) No sé como arrepentirme Oh, poderosos prolegómenos
La frase de una pasión pequeñísima (audio) Cuando la veo se dirige A los que padecemos de los nervios
Las fosas comunes (audio y vídeo) La Julia y la Laia Andan tus pies desnudos
cuando el tiempo es propenso (video) Hay en tu lánguida belleza sus besos son
En aquel firmamento Dejaste atrás la crisis El hombre segaba la gran extensión del césped de su jardín
escucha el aullido del hombre E.L. Master mi abogado de oficio y W.C. Williams lo bueno y lo peor de quedar hipnotizado
Morirá asfixiada la paloma Soy el hombre sin rostro Eres la mujer siempre insatisfecha
El viento trae La ignorancia Insiste mi furia
Te dejo me partas No, no sueño Un pájaro a contraluz
Es pasión porque no conozco Hay desasosiego Cuando olvidamos que habíamos
aúlla la sirena Quiero ser la omisión Cómo mirar
han caído los pétalos Salas de espera Alegraos
Cómo sufren los cartílagos Alguien en la sala de espera Al intentar reformarlo
Renazco tantas veces Todos somos magistrados Que se extienda la noche
La tormenta es cruel Por sentirse demasiado a gusto La luz aduladora
El sonido del remo contra el agua No hay paz Qué impertinente el tiempo
Necesitaría urdir mil cuerpos Cuando sueño, sueño un poema Hay unas figuritas de arcilla
Están malvendiendo la maquinaria Echaremos de su tierra a los colonos Crecen los tomates
La Naturaleza no es insensible Se sienta sola La joven de la camiseta blanca
Una petición pido Hay días interpuestos Horus me habla en sueños

 

Las fosas comunes

Las fosas comunes, los cementerios olvidados,
los recodos polvorientos, las tumbas sin marcas:
guaridas feroces de nuestros muertos
los que duermen sin fuerzas
esparcidos por el mundo
abandonados a la suerte negra del olvido.

Sólo ellos que todo lo cubren
aferrándose por vivir sin cuerpo entre los vivos
son capaces de aguantar
el sufrimiento de estar eternamente desnudos en el frío.

Todo será en vano si los caídos
no son elegidos para ser tenidos en cuenta
cuando de la tierra surja el vapor y la luz
de la paz verdadera.

Todo será en vano si los que han caído.

Las fosas comunes (0’58»)

Soy el penúltimo de la fila

Soy el penúltimo de la fila.
Las chimeneas llenan de terrible humo el aire.
Ahora que aun no sabemos si moriremos algunos o todos
y que la lucidez del horror cruza el cielo
intuimos que todos desapareceremos
sin dejar rastro
y que los supervivientes serán malditos
muertos en vida.
Ya soy el tercero de la fila.

 

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Soy el penúltimo de la fila de El libro de las tentativas

Una vez desaparecida la campana del campanario

a mi tío antonio
in memoriam

 

Una vez desaparecida la campana del campanario
solamente el balanceo de la cuerda
como vestigio de los antiguos repiques
y es en esta gravedad de añicos
donde rozan mis dedos tus dedos lejanos
y me dicen “hay en el acantilado senderos que llevan al mar”.

 

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Una vez desaparecida la campana de El libro de las tentativas

Camino entre los que duermen

Camino entre los que duermen.
Pánico y determinación.
Lo hago con sigilo por temor a despertarlos.
Me acompañan y los acompaño.
Cuando me abandonan los abandono.

Duermo, pánico y determinación,
en una estancia dorada y oscura
donde todo puede brillar pero todo
yace apagado en su propia penumbra.

Es, creo, pánico y determinación, la Casa de un Dios
que ha renunciado a serlo
y vaga ebrio de silencio y soledad.

 

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Camino entre los que duermen de El libro de las tentativas

Nadie puede pagarme como es debido

Nadie puede pagarme como es debido
mi deseo de vida, el rostro exclusivo
el desgarro de tanta locura
el gesto curvo del arco tenso
el ángulo exacto del fuego propicio
que purifica y consume.
Nadie puede pagarme como es debido
ni tampoco nadie puede devolverme lo aplazado.

 

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Nadie puede pagarme como es debido de El libro de las tentativas

Era jueves por la tarde y anochecía

Era jueves por la tarde y anochecía.
Llegó confuso a su casa. Lo habían despedido.
Estaba muerto y dijo hola.
Notó como en su interior crecía una idea sagrada.
Había abandonado las posibilidades
cuando entró en su cuarto
y descendió lentamente.
Su madre y su hermana no le oyeron llegar.
Estaba muerto.
En su mundo no había cuarta pared:
todo abocado siempre al vacío, al abismo.
Su baraja de mentiras se había agotado.
Durante años inventando
una enfermedad para ser tenido en cuenta
y no llegar a saber nunca que nunca conocería
su verdadera enfermedad.
Que era peor, que era otra. Y que no se curaría.
Todos tienen la culpa se dijo por enésima vez.
Ahora no tenía salvación. Liberado, había soltado amarras.
Salió de su habitación
y empezó por su madre y su hermana.
Luego siguió descendiendo muy lentamente.

 

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Era jueves por la tarde y anochecía de El libro de las tentativas

La mujer se aferra a su dolor con dignidad

La mujer se aferra a su dolor con dignidad.
Ha perdido algo que se ha llevado todo.
Hace frío y repudia el amor, esa búsqueda
desesperada de uno mismo en el otro.
Hurga en la pérdida. Es, dice, lo que le queda.
Sabe que envejece, que muere,
no le importa, al contrario,
ese es el desagravio que le ofrece la vida.
La he visitado llevándole un regalo modesto.
Se sostiene despierta pero no puede agradecer.
Eso acabó, el amor la ha dejado sin entrañas
y en esa oquedad ha encendido
una lámpara de aceite y acurrucada
ha iniciado la espera.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

La mujer se aferra a su dolor con dignidad de El libro de las tentativas

El café humea

El café humea. Te vas y me voy.
El café se está enfriando sin resentimiento ni alegaciones.
No sufre. Su muerte es un tránsito al frío mundo
de los objetos inanimados. El café infructuoso muere.
Se encoge en la taza, no piensa en nada, se pervierte,
se ve obligado a seguir
siendo lo mismo a otra temperatura. El café no se defiende
y por la noche
alguien volverá (no seremos, ya no, ni tú ni yo)
para despreciarlo.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

El café humea de El libro de las tentativas

El balcón de la habitación del hotel daba al mar

El balcón de la habitación del hotel daba al mar.
La mujer se llama, paradoja, Ángeles. Está triste
y se moja los pies
El oleaje aviva su soledad.
Desea los mil besos de un hombre.
Se repite cuando habla.
Vive enclaustrada.
Se le escapan los motivos. ¿Se da cuenta
que no se apercibe de la liturgia de las llamas?
No hay hidras en sus sábanas no hay destellos
enroscándose en sus nalgas no hay terracota mojada
no hay placer no hay montañas. Bebe infusiones.
Está enferma y busca entre la multitud semejanzas.
Todos lo estamos de algún modo en algún momento.
No sabía que hacer en aquella playa. Se movía
por los alrededores de la periferia. En el horizonte
que cierra la bahía
la puesta del sol tras la rada
todo converge y ella convencida que hace lo que debe
se destroza y no escucha nada.
Se pervierte cuando compara.
Es una niña vieja. Una mujer enferma y triste que camina descalza por la orilla de la nada.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

El balcón de la habitación del hotel daba al mar de El libro de las tentativas

Dormí en la isla

Dormí en la isla
junto a ti
bajo los olivos
a cielo descubierto
allí donde los grillos
exaltados y las estrellas
tu cuerpo y el mío
sobre penachos
de hierba, maleza
olorosa y tersa, y el calor
y el viento y las voces
lejanas de las escaramuzas
de unos niños
marchando
como nosotros
en pos de la felicidad
y del sueño.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Dormí en la isla de El libro de las tentativas

Él, el criminal

Él,
el criminal,
desayuna
huevos revueltos
en el hotelito de temporada de la costa.

Ha bajado la marea dejando un manto de algas y caracolas.
Desde el ventanal se divisa el edificio de las aguas termales
más lejos las columnas de mármol del tanatorio.

El,
el criminal,
es miope y le duelen los ojos si los fuerza
así que ajusta las imprecisiones a los procedimientos habituales
y esta tarde, cuando aparezca el rosa lunar
en el cielo extranjero, matará
y mañana, al tomar el tren de las ocho hacia otro lugar
retornará el ferviente deseo de ser apresado
para que le impidan ser él, porque él nunca dejará de serlo.

También la oración del monstruo es de esperanza.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Él, el criminal de El libro de las tentativas

bajó a la ciudad y le dijo una mentira al primer hombre

bajó a la ciudad y le dijo una mentira al primer hombre
que la rozó y de inmediato se hicieron amantes

en el preludio todo eran expectativas
más solamente ella estaba dispuesta a todo

con el advenimiento del placer, vertido el cáliz de la euforia,
quiso cambiar las leyes del panal

ella, que no era más que un pequeño agujero
en una pared inmensa
ella, que escogió ser dulce porque no sabía ser feliz

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

bajó a la ciudad y le dijo una mentira al primer hombre de El libro de las tentativas

Luego de quedarse con aquel perro abandonado

Luego de quedarse con aquel perro abandonado
pusieron agua en el fuego para hervir el té chino
hicieron lentos comentarios
mientras preparaban una ensalada
han encontrado muerta la niña desaparecida
tengo que pedir hora al dentista
los días ya vuelven a ser más largos
¿cómo seremos cuando seamos realmente viejos?
¡Con qué debilidad él negó con la cabeza (algo imperceptible)
cuando ella comenzó a besarle en la nuca!
… al recostarse juntos
seguían sin encontrar un nombre adecuado
para el dichoso animal

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Luego de quedarse con aquel perro abandonado de El libro de las tentativas

Miro por la ventana

Miro por la ventana.
Tras la línea del horizonte
alguien mantiene escondidos cereales
y aluminio para diez años
mientras por la radio
consideran a Jacqueline Onassis,
Diana de Gales y a Teresa de Calcuta
las tres mujeres más influyentes del siglo XX.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Miro por la ventana de El libro de las tentativas

La cerca

La cerca que con claridad separa esto de aquello
y junto a ella la silueta de un hombre.

A esta distancia no distingo a qué lado de la linde.

A esta distancia no puedo saber
si defiende lo suyo o ataca lo mío.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

La cerca de El libro de las tentativas

No pienses en nada

No pienses en nada. Deja que tu voz vague en silencio
por sus apetencias y predilecciones.
Y si piensas en mí hazlo levemente,
sin recelo y sin dejar de ser.

No pienses en nada. Deja que la naturaleza de las cosas adquiera en ti su propia dimensión.

No tienes nada que fingir. El ideal no es la perfección,
es, averígualo, tu destino.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

No pienses en nada de El libro de las tentativas

Pasan cosas extrañas

Pasan cosas extrañas.
Las ranas están desapareciendo del planeta.
Quizá no son inmunes al desenfreno de la decadencia
o la capa de ozono es más trágica para ellas.
Ese animal obligado a procrear por la boca
y a cambiar el sexo de acuerdo con sus necesidades
se ha dicho a sí mismo que ya es suficiente.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Pasan cosas extrañas de El libro de las tentativas

a la vida

Sal, pan, aceite, queso, el relincho paciente de los caballos.
En torno a los ríos una dulce y dilatada campiña de pajonales
y en los humedales las garzas imperiales
y los martinetes y las cangrejeras
y un elenco de bellezas anónimas
rasgando con su vuelo la planicie monótona.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

a la vida de El libro de las tentativas

El dolor es una mezquita

El dolor es una mezquita:
tienes que entrar descalza

La tierra es un salmo:
debes entonarlo en el momento adecuado

El cuerpo es un monstruo de fuego:
acarícialo con manos de agua

La soledad es un bálsamo peligroso:
acércate despacio, refúgiate en él con muchísimo cuidado

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

El dolor es una mezquita de El libro de las tentativas

a la escritura

Hay unas figuritas de arcilla guardadas
en una caja también de arcilla
¿cada figura una deuda, una herencia,
acuerdos comerciales, matrimonios pactados?

Estamos en Mesopotamia y en el exterior
de la caja hay grabado lo que contienen.

Un funcionario sumerio dijo:
¿para qué necesitamos el recordatorio
de las figuras si disponemos del símbolo grabado?

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

a la escritura de El libro de las tentativas

Están malvendiendo la maquinaria de la fábrica

Están malvendiendo la maquinaria de la fábrica
han desaparecido muchos archivos y el mobiliario
parece ahora, por fin, todo lo triste que siempre fue.

En el patio de entrada los hombres y las mujeres
se mueven muy despacio, tanto como si estuvieran
en peligro de extinción, contaminados
o en la escena de una película rusa de los años setenta.
Pero en algún momento tendrán que volver a sus casas
y algunos comprenderán y otros no.

Durante todos aquellos años
no han levantado ninguna Catedral
nada que perdure lo suficiente, un montón de supervivencia,
nada que puedan rozar las yemas de los dedos de sus hijos
esos niños que miran el cielo y dicen que la luna es pequeña
o dibujan un sol redondo, amarillo y sonriente
tan poco galileano.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Están malvendiendo la maquinaria de la fábrica de El libro de las tentativas

Que pregunte la esfinge sus locos acertijos

Que pregunte la esfinge sus locos acertijos.
Yo contestaré siempre lo mismo:
que el mundo me ha dado
tan sólo virtudes frías y prudentes
pero que aquí dentro hay un hombre ardiendo
que no entiende sus propias respuestas y al que faltan vidas
para realizar tantas imaginaciones contrapuestas.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Que pregunte la esfinge sus locos acertijos de El libro de las tentativas

Crecen los tomates en el pequeño huerto del vecino

Crecen los tomates en el pequeño huerto del vecino
y yo lo he delatado quizás porque sus dientes son amarillos
o por su forma de abrir y cerrar las manos
o por la piedad con que me miraba pasar cada mañana.
Lo he delatado y las cosas del mundo siguen intactas
pero mis recuerdos ya no son los mismos.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Crecen los tomates en el pequeño huerto del vecino de El libro de las tentativas

En un rincón del piso

En un rincón del piso
hay un recuerdo, una vibración
de sentimientos inadecuados,
metales que nacidos volátiles
se espesaron dejando
el fantasma de una cicatriz mal cosida.

En el horizonte sonoro de cada amanecer
gaviotas y ambulancias:
todo es nuevo para mí
que debo volver a empezar
después de tanto tiempo
cuando creía haber merecido
sabiduría y descanso.

Y aquí estoy
ya muy relativas las fuerzas
estómago, corazón y vientre
más fugaces, más finales,
con mis propios recuerdos a cuestas
llenando la casa de sal, incienso y moxa.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

En un rincón del piso de El libro de las tentativas

Se encienden las primeras luces en el pequeño puerto

Se encienden las primeras luces en el pequeño puerto.
Llega la tramontana y vuelan por docenas
los alcatraces sobre las olas
y se refugian los cangrejos en el mar
para resguardarse del mar.

Protegido en la terraza frente a la bahía descanso
de la ética y de la avaricia
de las convicciones que atesoraban Platón y Marx
de la lógica de la autorregulación, de la economía de mercado,
de que el estado del bienestar
no pueda prescindir del especulador,
de que la virtudes públicas dependan de los vicios privados.

El viento venido del mar
parece inclinar las paredes de las casitas
hasta convertirlas en algo franqueable.
Los cirros vienen y van a su antojo que es el antojo
de las fuerzas planetarias…
si pudiera irme me iría pero no puedo
mi justificación esta aquí
junto a las contradicciones y las banderas hechas jirones.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Se encienden las primeras luces en el pequeño puerto de El libro de las tentativas

Las botas viejas de mi hija están a punto de ser abandonadas

Las botas viejas de mi hija están a punto de ser abandonadas.
También hay una caja de raíz que hizo
mi padre un día lluvioso
donde se guardan los utensilios que una mujer
usa para maquillarse. El buzón
está vacío y las amapolas ronronean en los márgenes
de la carretera que me lleva de aquí para allá.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Las botas viejas de mi hija están a punto de ser abandonadas de El libro de las tentativas

tan lejos de mí

tan lejos de mí
que lo único que puedo alcanzarte
son las pastillas para dormir y también el salero
las sonrisas que acompaño
no las ves
no forman parte de tu realidad
son alucinaciones de mi musculatura facial

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

tan lejos de mí de El libro de las tentativas

sabes que no existen los regalos

a gisela

sabes que no existen los regalos
sin contrapartidas
y te quedas mirando
esa pulsera de oro macizo
con un dolor terrible
zumbando a lo lejos
ahí mismo
como si de repente se te hubiera encogido la piel cinco centímetros
mientras él sonríe bobalicónamente

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

sabes que no existen los regalos de El libro de las tentativas

Recuerdo contigo Roma, sus fuentes y librerías

a ana simón

 

Recuerdo contigo Roma, sus fuentes y librerías
aquel tranvía de Milán en el que viajamos sin pagar el billete
las bromas cuando nos descubrieron
y la suciedad majestuosa de las callejuelas venecianas
su íntimo abandono por el que deambulaban
aquellos gatos salvajes
cuyos temidos mordiscos dicen son venenosos.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Recuerdo contigo Roma, sus fuentes y librerías de El libro de las tentativas

Ha llovido y los charcos del camino

Ha llovido y los charcos del camino
reflejan como lágrimas negras
la huidiza parsimonia de la impronta del celaje de los días
su devenir minúsculo en un lugar que es sombra de sombras
y hay una vigilia de mundos escindidos en ese momentáneo
espejo de agua estancada, una piedad,
una gravedad, una ternura,
y en ese preciso momento que es ahora y que ya no es
todo contiene su propio desconcierto…
lo resumo como puedo
en este hombre solitario escribiente de poemas
desde el territorio de las necesidades
¿escribiendo una esperanza?
¿una bisectriz en el gobierno de los raíles?

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Ha llovido y los charcos del camino de El libro de las tentativas

No sé como arrepentirme

No sé como arrepentirme, tampoco como amar:
en todos los estribillos siempre hay
una cláusula que no comparto.
Nos movemos en demasiadas direcciones, viejos y altaneros,
sin más rumbo que la rutina y el desconcierto
y no me he ido nunca pero vuelvo siempre de muy lejos
caminando por la orilla de la playa con los zapatos en la mano
soñando con lo sagrado
rumiando si cuando digerimos la comida somos nosotros
y si era libre Cristo de elegir otro destino

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

No sé como arrepentirme de El libro de las tentativas

Oh, poderosos prolegómenos

Oh, poderosos prolegómenos
de la austeridad del seguir vivos:
saldremos un día de nosotros mismos
de la paz protocolaria y del sexo perdido
dispuestos de nuevo a ser
y el rugido de los atributos de la noche
anunciará que nos preparamos para algo
que alguna otra vez ya pasó
sin darnos seguramente cuenta.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Oh, poderosos prolegómenos de El libro de las tentativas

Cuando la veo se dirige

Cuando la veo se dirige
a la parada del autobús. Siempre.

Es rubia, es joven y bonita
y puede que dulce.
Es demasiado poco
para decir nada.

Atrapada en una fórmula de varias incógnitas
sonríe para sí misma.
Atesora un brillante falso en el anillo
de su mano derecha y una turbia mirada desconcertante.

Nos separan
tiempos ajenos
direcciones diferentes
y también esta fugaz intersección de cada mañana.
Nos separan infinitos
escombros y bisuterías.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Cuando la veo se dirige de El libro de las tentativas

A los que padecemos de los nervios

A los que padecemos de los nervios
el verano nos asfixia
estaba en el billar y pensaba en mi niña
y esto no se puede quitar de la cabeza
¿sabías que hoy hace trece meses?
¡tanto que yo la quería!
sin embargo estoy seco, no lloro
salvo que coja un retrato de ella…
me han dicho que no fuerce la pena
que poco a poco se apaciguará el dolor
cumplo 57 el día de San Juan
pero no quiero celebrar nada
a Él le hubiera dado un gran puñetazo
sí, a Jesucristo le iré perdonando poco a poco.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

A los que padecemos de los nervios de El libro de las tentativas

La Julia y la Laia

La Julia y la Laia
son amigas
viven lejos de aquí y viajan juntas
en el autocar escolar.
Ahora permanecen atentas por lo de las alergias primaverales.
Se cuentan todo lo importante.
También les fascinan las nubes
y las veo solícitas fruncir los labios
o mover las manos sobre sus cabezas cuando hace viento.
Laia envidia un poco a Julia
porque con once años ya tiene la menstruación
y respiran entrecortadamente
cuando notan entre ellas la sombra de la mujer que serán.
Se sienten solemnes y poderosas. Es un secreto
que sólo se adivina en algunas miradas.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

La Julia y la Laia de El libro de las tentativas