Poemas de David Pérez Pol

Esta vejez, en su frágil militancia

Esta vejez, en su frágil militancia,
con qué ajado sarcasmo rememora
aquella indómita y voraz infancia
en su festeje de vida sin demora.

Ya la divina juventud enarbola
la hoguera de su caja de Pandora,
su apariencia inmortal, su vitola,
para imponer su sed devoradora.

Con los años, tal cúspide es declive
y el hambre se sacia y se apacigua
en sapiencia de sensato detective.

Poner orden resta en la vieja fragua
al tino y desatino que aún pervive
y enfrentar, conclusos, la paz sin tregua.

 

del libro Fulgor en la oscuridad

Esta vejez, en su frágil militancia del libro "Fulgor en la oscuridad"

Habiendo perdido más que lo ganado

Habiendo perdido más que lo ganado
siempre he ganado más que lo perdido
pues habiendo sido tan y tan baldado
por yerro propio -y por engaño asistido-

que si hubiera guardado un retazo
de todo lo que dejé por el camino,
más salud tendría, más lleno el capazo
y menos deudas en presente destino.

Mas es de gregarios venir a quejarse
si mis bolsillos viajantes con gateras
y mis oros empeñados en quebrarse

siendo que, por un arte de hilanderas,
los brillos que no tardaron en marcharse
me dan esta paz y honor duraderas.

 

del libro Fulgor en la oscuridad

Habiendo perdido más que lo ganado de el libro Fulgor en la oscuridad

Cuando me preguntas, con tu voz de mujer

Cuando me preguntas, con tu voz de mujer
hecha inocencia, ¿por qué aquí, juntos
somos, entretenidos en el retejer
del tiempo de la vida y sus asuntos?

con palabras raras pulo un espejo
donde puedas, desnudada, contemplarte
como brilla el sol en un azulejo,
y, así, recibir el motivo de mi estarte,

pues ni preciso ni contengo vocales
suficientes para descifrar la clave
del perfume que rima con tus vernales,

de tu piel que la mía recibe suave,
de tu risa que cimbrea mis caudales,
del cielo una paz de la que tú eres llave.

 

del libro Fulgor en la oscuridad

Cuando me preguntas, con tu voz de mujer, poema de Fulgor en la oscuridad

Ovillejo del político

¿Dícese del argüidor?
Traidor.
¿Si desea ser famoso?
Vanidoso.
¿Si con lo de otro un artista?
Comunista.
Si, tres en uno, tal cántico
enfrentes ¡ten resignación!,
pues ya eres la tentación
de la gula de un político.

 

del libro Fulgor en la oscuridad

El ovillejo del político, poema de David Pérez Pol

En amargo cáliz de fortuna esquiva

En amargo cáliz de fortuna esquiva | Poema de David Pérez Pol

En amargo cáliz de fortuna esquiva
renace el odio viejo por barriadas
y aquella salmuera, del rencor cautiva,

es la sed de tribus tiempo ha enfrentadas
que la inquina del disturbio aviva
en el pecho de plebes atribuladas.

Ya la antorcha de los ciegos le priva
al paisaje su calma y su hondura,
su fuste, su ternura, su paz festiva.

Ya poco o nada queda de la locura
que fue la hazaña de un Nuevo Mundo
cuya negada simiente aún perdura.

Ya poco o nada saben de lo fecundo
estas manos que olvidaron la proeza
que hicieron esta España y su difundo,

pues ahora todo es ira y es pereza,
desagravios, tributos y exigencias,
un venir e ir cual pollo sin cabeza,

un negar y un exigir indulgencias,
una selva de ideales criminales,
un páramo repleto de apariencias

que no son más que fantasmas abisales
embriagados de odio y de venganza
destruyendo las columnas capitales

que sostienen del templo la balanza
que pone coto a la fiera que nos yerra,
y del huerto es riego y, cómo no, labranza.

Tantos locos que por regalarnos guerra
serán prontos al fragor de la batalla
viendo cesar su vigor bajo esta tierra

que tanto sabe de plomo y de cizalla,
donde huestes comunistas van sembrando
el pregón de la cornada del canalla.

Sabe de los tibios su callar callando,
de los necios ignorantes su impostura,
de los usureros su prestar dañando,

de los viejos su cansancio de aventura,
de otros su comodidad adocenada,
de tantos la mala fe de su premura,

de unos pocos su virtud desorientada
y del resto su vivir atormentado
por las liendres de una vida mal guiada,

y así, con poco, se avienta lo minado
por la horda canalla de estos libertos
que bajo cuerda pactaron lo votado;

y así la franja horaria de los muertos,
crepúsculo de periplos y oraciones,
nos acerca, pues, a la hora de los tuertos

en la que vivir de falsas erecciones,
de inyección letal si eres deprimido,
de arder banderas si buscas emociones,

de hacer del sexo un gran malentendido,
de asaltar lo ajeno en busca de lo propio,
de dar pábulo a la inquina del bandido

y en lo ludópata brindar el nuevo opio;
hacer del vientre el oprobio de un cadalso
y en lo ganado con sudor humo y expropio;

un lugar donde la igualdad de lo falso
reine con premeditada alevosía
dando talio en abuso de Paracelso

y de chistera sacar disentería,
tan obligada por ojos sin pupila,
mientras sin leche queda la lechería

y el esfuerzo de años se trasquila
en pos del viejo retorno de lo jázaro
que conduce aquello que nos descarrila.

Cercano el apagón del viejo faro
sobreviene el Nirvana del sablista
y se unge al sacerdote de lo avaro

dictando lo que sea o no altruista
sometiendo a los que menos ceros tengan:
a la diestra las bondades del sofista

y a siniestra los que no se avengan
a honrar la fría pezuña que asoma
bajo la dalmática de los que arengan

dando cocaína a siervos con diploma
-veleidades con las que perder el tiempo
en el cieno donde rige la carcoma-.

Habrá quien festeje el giro en trompo
a un mundo empobrecido y sin fronteras
mientras los cuervos velan este Olimpo

en el que falsa alborada es quimera,
gemela en todo y en nada cierta
de aquella luz única y verdadera.

Tiempo de penitencia, inicio de reyerta,
dolor, pobreza, rabia, enfrentamiento
en esta desterrada estrella muerta

que al profeta hiela en desaliento
y da alas al proxeneta maricón
que con la infancia frágil hace sustento.

¿Qué miedo, qué traición porta en su zurrón
el tenebroso mensajero? ¿Qué cielo
tan aciago trae al buitre cimarrón

en su ansia criminal de animal en celo?
¿Cuál el último eslabón de esta cadena?
¿Cuál será el primer peldaño tras el velo?

Poco más puedo contar de esta condena,
sólo asegurar que habrá los que alimenten
el veneno de las sierpes, su gangrena,

y los que, Domenico, alivien y alienten
la fe de caminar sobre tales guadañas
como sobre la mar los que lo intenten.

 

del libro Fulgor en la oscuridad

Persevero en conservar esta condición

Persevero en conservar esta condición
de ser uno más con los demás, un cualquiera,
que, sin molestar, y viviendo a mi manera,
por toda gloria ser mi propia convicción.
Ser un español más en esta vieja España,
incógnito dolor entre tantos dolores
y otro gladiador más entre gladiadores.
Ser un cualesquiera entre los sin hazaña,
bien ajeno de la notoriedad hampona
del santo grial del cohecho diferencial,
que, alabando despótico lo provincial,
vive de rumiar lo que disgrega y erosiona.
Ser, por pequeño y maltrecho, otro vulnerable
entre vulnerables, otro inadvertido,
mas, por mucho que vigilen y esté prohibido,
de lo grabado en piedra amante incurable.

 

del libro Fulgor en la oscuridad

Persevero en conservar esta condición de Fulgor en la oscuridad

Los suspiros

De alivio el suspiro y de ansiosa espera,
del que vive en el límite de su cadena
y también de gozo, y el del cojo por su cojera;
suspiro del esclavo asido a su condena
y olvido de respiro del enamorado.

Al perder su reino llora y suspira el moro
y, atravesando el puente, el condenado;
el cálamo junto al río por su amor su pena,
el pirata por añoranza de su tesoro
y por dejar ir tristezas ¡suspiro sonoro!

Y qué ternura apremia cuando, sin esperanza,
en lugar de disertar tan sólo se suspira,
pues con un suspiro muéstrase tanta añoranza,
decepción, aburrimiento, alivio y nostalgia,
que nos sentimos uno en otro convenidos.

Suspiros que preceden arranque de un enojo
o estallido del llanto, siempre intercedidos,
y que ante el desconsuelo son la liturgia
del aire incierto que nos sobra, en desalojo
por aquello cierto que le falta al ojo.

Aliento de ausencia, pasión, deseo y desvelo,
tormento y ternura, catarsis de frustración,
también dicen que es por no morir su expelo,
mas yo me atengo al suspiro por el sufrimiento
ajeno, por el que Él dio voz al mudo y oído al sordo,
al ¡Ay! que añora primer hogar y último huerto
y a ese anhelo vital que, en postrer trasbordo,
es parto de esperanza, dulce escalpelo,
hálito vital que nos trajo al primer puerto
y, al llegar la hora, exhala a Psique una vez muerto.

 

del libro Fulgor en la oscuridad

Los suspiros poema de Fulgor en la oscuridad

Coplas del Narciso

Visibilizar es moda
pues Narciso prevalece,
ascendiendo
al palenque de su coda
el mérito que envilece,
por ser, siendo,
tan sólo un atuendo
que son obras sin esfuerzo
ni colegio
y con ellas reclamando
rendir al más ruin mastuerzo
privilegio
y carroza de faisanes
en premio al mejor disfraz
sodomita
pues precisan sus cancanes
que se admire su antifaz
de Afrodita,
su vilipendio altanero,
sus cuatro onzas de carne,
su exhibir
-sin pudor y sin apero-
el adorno que le adorne,
y sucumbir
al ritual zafio y grosero
de no ser más que un objeto
admirado
por su andar volatinero,
por doctrinas de folleto,
por su sado,
por sus plumas y su sexo,
por sus pestañas postizas
cual deidades,
por su andar biconvexo
y sus turbias y mestizas
veleidades.
Por mí, a cada cual su antojo,
siendo que por bien prefiero
ver visible
al que siembra en rastrojo
y, en mar alta, al marinero,
al tangible
esfuerzo que hace posible
que haya pan en esta mesa
y trabajo
y una luz en lo invisible
y ganado en la dehesa
y sal y ajo…
porque, sí, mostrar prefiero
la farsa del noticiario,
la impostura
del mandil del masonero,
dragar el foso bancario
de la usura,
dar valor a la Historia
por sus hechos tal cual fueron
sin reniegos
(pues lo ido esté en su gloria
y no cambia lo que hicieron
ni apegos
ni la turba de modregos),
y a cada cual sus notables,
en acuerdo,
no a la dicha de sus egos,
sino a obras demostrables
del gallardo
en lid con sus propios miedos,
al humilde artesano,
al callado,
al que le basten sus credos
y se afana, cual Luciano,
con lo dado.

 

del libro Fulgor en la oscuridad

Poema Coplas del Narciso de el libro Fulgor en la oscuridad
Poema Coplas del Narciso de el libro Fulgor en la oscuridad
Poema Coplas del Narciso de el libro Fulgor en la oscuridad

De aquella pandemia, cuyo fundamento

De aquella pandemia, cuyo fundamento
fue incerteza cambiante sin tratamiento,
apremiantes dictaron sólo infectaba
si por encima de un metro uno se alzaba,
y el mundo adquirió, ante síntomas tales,
coderas y rodilleras especiales
para poder desplazarse a gatas
usando extremidades como patas,
cada vez más próximo al serpentino
deambular del animal culebrino…
y quien quisiera seguir rigiendo erguido
por sus congéneres sea reducido.

 

del libro Fulgor en la oscuridad

Homo Sapiens - fotomontaje de David Pérez Pol

Al buen soldado honores y laudos

Al buen soldado honores y laudos
cuando vuelve al hogar tras la batalla
habiendo obtenido con su gramalla
rezar por caídos en ambos bandos.

Que nada se hace con sólo audacia
que antes no haya sido ganado
con sangre y sudor, ni bautizado
con misericordia en la desgracia.

El que a Dios postre la fe de sus armas
sea caridad su escudo y divisa;
quien al Diablo, por cortejo sus flamas.

Que ir no podemos a elevada brisa,
sino desde el aire que hay en las almas,
siendo que lo bajo lo alto precisa.

 

Fulgor en la oscuridad

Poema Al buen soldado honores y laudos de Fulgor en la oscuridad

Adormézcanse, oh, mundo

Adormézcanse, oh, mundo,
del mundo las certezas tribunales,
las que fueron fundo
de formas iniciales
en lejano paraíso entre iguales.

Bajo el peso de guerras,
de revoluciones sin esperanza,
de finanzas becerras
que por ruda cobranza
nos imponen adorar su balanza,
quedó el hombre atrapado,
inerte y sonámbulo en el grato
asilo del Estado
donde, allí, por contrato,
disponer de su alma y su maltrato.

Mas nunca es suficiente
para quien se recrea en nuestro medro
pues su ira es insistente,
su gula sin arredro
y su orgullo sin cura en su desmedro.
Cuantos más oros funden
más vedan alegrías que nos unen,
más odian y confunden,
más malignos se reúnen
en torno a la cizaña de su enrunen.

Mas con qué asco es sorpresa
que a su erebo aparezca resistencia,
que abogue la presa
por no ser apetencia
de los colmillos de tal decadencia.

Si aun con más inquina
crezcan venganza, ira y confusión,
aún más se adivina
tras negror la redención
de la que bondad, fe y piedad son embrión.

A más brioso dislate
más del sueño despertará el dormido
anunciando el vate
la gloria y el aullido
de Aquel por el que todo es movido.

 

Fulgor en la oscuridad

Poema Adormézcanse, oh, mundo de Fulgor en la oscuridad

Quien con su lastre no sepa verse

Quien con su lastre no sepa verse
siendo su empeño el de quejarse
en pugna inútil por desasirse…
no sabrá sin lastre contenerse.

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Poema Quien con su lastre no sepa verse de Fulgor en la oscuridad

Enfrentado el primer hombre a la primera

Enfrentado el primer hombre a la primera
montaña, era, vista desde lo llano,
una fiera inabordable y severa
cuyo ascenso se antojaba quimera
a su tranquila presencia en lo humano.

Cierto, había un germen de hombría
que le retaba a penetrar lo sagrado
y un algo sin nombre que no obedecía
al cauto magisterio que grave decía
que alzar la partida le estaba vedado.

¿Qué impulsa a esta débil criatura
a entregarse al peligro insondable
de lo inexplorado, al vértigo de altura
de ascender y ascender sin mesura
en pos de un sentimiento inestable?

Los pies sangrantes, las manos sumergidas
en el frío de lo elevado, nublado
el tiento por el espanto a las caídas
y ese deseo de alcanzar las Perseidas
sin la certeza de ser recompensado;
ese arduo aprendizaje de la gramática
sin aún el placer de gustar de Plutarco;
ese tiempo difícil que se dedica
a tantear, ciegos aún a lo que implica,
para saber del mar sólo viendo un charco;
ese pliego de cordel no desellado
aún calladas sus zanfonas y vihuelas
¿a qué tanto atractivo en ansiado
acceder a tal pórtico alambrado?
¿qué nos une a tales escarapelas?

De tantas profusas noches recorridas,
bajo sus cielos de fuego el hombre halla
las pisadas de otros hombres, sus heridas,
sus dólmenes, sus cráneos y sus lápidas
y así continúa tras su propia batalla.

Cuando alcanza la cúspide, el eco
devuelve su alarido, todo el valle
retumba abriéndose a su gozo rebeco
y lágrimas asoman de un recoveco
de su ánima fundida con el arrulle
del viento que refresca los manantiales,
de las níveas y graves cordilleras
inflamadas por bermejos celestiales,
saciadas de garzos y glaucos nupciales
sobre un manto de brumas y alberas.

No le turba el orgullo del alpinista
en su afán por coleccionar ocho miles,
no es el placer confuso del alquimista
en su empeño por dorar lo que exista
ni la nobleza guerrera del Aquiles;
no el logro de la cima ni la mera
contemplación que abarcan los sentidos;
su quiebra es más profunda y certera,
es el apercibir la fundación fiera
de lo creado, con los ojos rendidos
a un puente invisible, omnipotente,
por el que ofrecerse a ese paisaje
que abre su pálido reflejo a lo ingente
que refleja su inasible y permanente
belleza en la que fundir nuestro bagaje
transitoriamente atado a lo imperfecto;
es el recordatorio que nos desvela
que nuestra parvedad puede ir a lo recto
de ser siervos de lo luminoso perfecto
o ilota huero de terrenal candela.

 

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Poema "Enfrentado el primer hombre a la-primera" de Fulgor en la oscuridad
Poema "Enfrentado el primer hombre a la-primera" de Fulgor en la oscuridad
Poema "Enfrentado el primer hombre a la-primera" de Fulgor en la oscuridad

Bendigo la Voluntad que tuvo tiempo

Bendigo la Voluntad que tuvo tiempo
de hacer de mí sombra del crepúsculo,
invisible grano de arena, opúsculo
de tan pocas letras, leve contratiempo.

Esta certidumbre que no me merezco,
esta figura borrosa, este brochazo
desdibujado en un rincón del lienzo,
a quien corresponda… se lo agradezco.

Pues insignificancia y anonimato
cobran sentido en la gracia del ocaso
cuando libre de ataduras y boato

puede uno ir viviendo con su paso
y rendir cuentas tan sólo a lo que acato,
que es Aquello que vela este vuelo raso.

 

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Poema "Bendigo la Voluntad que tuvo tiempo" de Fulgor en la oscuridad

A los hombres nada pido

A los hombres nada pido,
de sus leyes nada espero
ni de su ir en desespero
hago yo mi cometido.

Y, sí, esplendor de plumas de pavo real,
mas, también, su graznido tosco y pedernal.

Es, lo que el hombre alabe
de sí mismo, flor de un día
creciendo en tierra baldía:
¡mustia estirpe que sucumbe!

Peleas en el barro, cantos de sirenas,
delicias de Capua, fruiciones y morrenas.

Tanta y tan rancia palabra
que no bebe en la marmita
donde se liba, bendita,
la florescencia que labra.

Yerros y tinieblas amando los reflejos
que bailan en el gran Salón de los Espejos.

En la casa de labranza
y en la quinta de recreo
ser alguien es ser «No creo»
y ser sabio, necio a ultranza.

Esto no vitan ni Spínolas ni Farnesios,
ni Escipiones, ni un mil y un alisios.

Por un hacer que hacemos
canta el hombre sus pesares,
esos que son como almiares
con fuego en sus extremos.

Quien a hierro mata a hierro vive su ego
y entre flamas arde el adorador del fuego.

Tan sólo canto de cisne
el ave Fénix de lo ansiado,
Prometeo encadenado
a inicios sin culmine.

Mal dormir y mal levantarse de buen grado
y lo que no gusta no se hace con agrado.

Mas, tras de mí, el desenfreno
de que sólo soy un hombre,
por tal sé que ningún mimbre
de lo humano me es ajeno.

Unos con Satán vestido de Cristo,
yo a que nunca jamás de Satán Cristo.

A los hombres nada pido,
de sus leyes nada espero
ni de su ir en desespero
hago yo mi cometido.

 

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Poema "A los hombres nada pido" de Fulgor en la oscuridad
Poema "A los hombres nada pido" de Fulgor en la oscuridad

Bajo límpido cielo

Bajo límpido cielo
y estrellado imagino al hombre
antiguo en su duelo
con la negror milenaria que cubre,
bajo el campanario
de la noche, su trabajo gregario
del suelo, y en soledad
afrontando el girar del universo,
la inercia sin edad
de las fauces del tiempo y su reverso,
bajo brillos caudales
de lejanas estrellas aurorales.

Ardua celda sin balda
por ingrávidas lámparas techada,
abnegada giralda
rotando criaturas con y sin alma,
donde fin es comienzo
-astro Sol, lágrimas de San Lorenzo-
y vida es reclusión
predestinada a la sed y al sueño,
al hambre y su Talión,
al temor a la muerte y a su dueño
y al dolor penado
por el sinvivir de lo deseado.

Tan de carne sirvientes
que por frío tiembla, suda por calor
y, por ser descendientes,
sabe gracia del nacido y el horror
de enterrar al hijo
al que vientre dio savia y cobijo.

Arañar lo terrestre
en letanía de surcos; ser bueyes
y que tal guerra adiestre
de la semilla el tiempo de sus leyes
¿ha eso hemos venido?
¿es arar sin paz nuestro cometido?
Abordar en cáscaras
de nueces las corrientes oceánicas
y con pobres canoas
remontar las aguas más titánicas
¿a qué este empeño?
¿a qué santo y seña tal ensueño?

Veo a ese humano,
doliente, terco, frugal y candoroso,
pesado y liviano,
duro y frágil en su afanoso
levantarse y caerse,
a doblado raquis sobreponerse,
alzando, a lo inmenso
de los cielos, los ojos, implorando
súplicas en suspenso:
«¿Por qué pienso? ¿Por qué lloro cantando?
¿Por qué este lamento?
¿Por qué siento y al tiempo sé que siento?»

Y el ingrato silencio
contestando y el ulular del viento
arribando despacio
a cimbrear los juncos en su asiento
junto a la rivera
que fluye como fluye una quimera,
que huye como huyen
los retos, percibidos por sentidos
que arrasan y construyen
lo que oímos y vemos y asimos,
dejándonos en duda
por lo que oculta la verdad desnuda;
mas tal ser primigenio
supo ver que lo que no comprendía
era el barro de un genio
desbocado que cabalgar debía
en pulso de cautivo
por elevarse sobre lo nativo.

Así, en dos escindido,
igual que entonces hoy lo observo:
uno errante y perdido,
ofuscado en lo sombrío del ciervo;
otro arduo y temeroso
tras la luz que desvela lo dichoso.
Espada contra escudo,
con lo terrenal ajado y filudo
como testigo mudo
de este combate milenario y sañudo:
uno en danza macabra,
otro su arma a los pies de la Palabra.

 

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Poema de Fulgor en la oscuridad

Bueno es para la vida si ni falta ni sobra

Bueno es para vida si ni falta ni sobra,
si esfuerzo callado con callada honra premiado,
pan y queso y del regazo del árbol su sombra
y ser justos con las justas cosas de lo dado.

Infierno para el idealista bien comido,
pues, de lo que tiene sin su esfuerzo, reniega;
purgar tenga, en el purgatorio, el vendido,
a corte de modernos gañanes, por fanega.

Necios Calígulas, zares de la decadencia,
por único mérito alzar grito y parar mano
y, respirando aire de cripta, hundir Florencia.

De sol y estrellas su regio girar espartano,
del mar su movimiento, de los vientos su ciencia,
y así, en navegar océanos, arribar sano.

 

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Poema de Fulgor en la oscuridad

No tengo nombre propio ni lo tendré nunca

Poema de Fulgor en la osccuridad

«Porque, si esto hacen con el árbol verde,
¡qué no harán con el árbol seco!».
Lucas 23:31

No tengo nombre propio ni lo tendré nunca,
aun así, de ti, que no sabes lo que haces,
que huir de mí confundes con hacer las paces,
que con el don de la vida tallas una horca,
que de tu fruto más preciado
reniegas, de ti, me apiado.

De lo que te ha sido regalado te dices
propietaria y a mí me nombras inquilino
indeseado. A mí, que en ti germino,
siendo de tu misma sustancia, me maldices.
Si tu cuerpo es tuyo y no de quien lo hizo
¿por qué el mío tuyo y así quedo sin bautizo?
El poco sé que tú no sepas
es que borrar no podrás culpas
pues mal puedes ser dueña de peso y volumen
con que te mueves, sufres, gozas y respiras,
si de ti no depende si vives o expiras,
ni que tus dolencias duren o se esfumen:
sólo es tuyo lo que invocan
tus obras… y lo que provocan.

De este trayecto de rosas con espinas
había oído tantas cosas increíbles
que no podían ser veraces y factibles,
y aquí estoy, sin saber ¡oh, garras felinas!
que, para mí, el lugar terrestre
más peligroso… es tu vientre.

Sé que por no ser deseada soy desecho
y por no querer saber de mí no soy nada,
que si fuera amada sería bienhallada
y si me esperaras dormiría en tu lecho:
ojos que no ven lo creciente,
corazón que ni oye ni siente.

Te oigo desde aquí clamar a cuatro vientos
que hay que dar voz a los que sean indefensos,
que viva la libertad contra los inciensos,
mas negando su futuro a los más hambrientos,
a ese que más de ti precisa
y es tu brisa y es tu risa.

¡Oh canalla sed! ¡Oh placer concupiscente!
¡Oh ansia de ansias de saciar ansia de gozo!
deseo semental grávido y fogozo,
siendo cíclico… cíclicamente apetente:
por un breve anegamiento
aún más breve será mi adviento.

Presiento y percibo intensas inquietudes:
madres que recetan muerte y son cadalso,
galenos verdugos que acatan voto falso
y ejecutan embozados en virtudes,
no requiriendo cementerios
ni cruces tales magisterios.

Oh ángeles gloriosos que estáis para ampararme
de la negrura de los días denegados
por los líquidos venenosos y afilados
que a mi carne viva acuden para abrasarme:
asistidme y rescatadme
de este duro y puro dañarme.

En esta triste despedida sin adioses,
donde sólo de los dos uno se despide,
es mi último deseo que por un embride
del remordimiento obtengas y reposes
en la dulce misericordia
que de todo hace concordia,
que si esto simple trance para olvido
tu corazón será un esqueleto seco
expuesto al cardinal sol como un muñeco
que adora lo que Artemisa nos ha prohibido:
en mí, bien piense tu dulzura
y en ti yo sin amargura.

 

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Octavilla del fatuo espectador

Octavilla del fatuo espectador

A vista de ave gusto
ver el nervio de la vida,
su estrategia y su disgusto,
cual mirón de la partida
en este ajedrez del Fausto,
bien ajeno a su mordida.
¡Qué tarde vi era yo, usable,
el peón sacrificable!

 

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Casas hechas con restos de muebles

Casas hechas con restos de muebles
donde más lluvia dentro que fuera,
pibes llorando su hambre de fiera,
ropa vieja colgando de cables.

Perros ladrando en calles de tierra,
tufo inmundo de pulpas y cuero,
quiosco enrejado, gallinero,
pozos ciegos, cirujas, chatarra.

Tiroteos sin arte ni parte,
agua de bomba vieja y robada,
ríos de lavarropas mezclada
con mierda y despojos de mate.

Minas golpeadas, almas rotas,
cumbia al palo y merenderos,
parásitos, dengue y botelleros,
panchos, caretas y pajarotas.

La pelopincho en la vereda,
colectivos trompudos, navajas,
barrilete cómico en las zanjas,
evangelistas, chapa oxidada,

pendejos ansiando pegamentos,
vendedor ambulante de chipa,
bacteria kumpa, dolor de tripa
y forros y chorros carachentos.

En esa pobreza de alambres
y espinos, en esa Babilonia
de ratas, latas y acrimonia,
aún se distinguen, orfebres,

los hombres vivos de los chacales,
los números pares de los nones,
los laboriosos de los chambones
y los que ayudan de los banales,

porque trabajan lo que les rodea
siendo en la pobreza dignidad
y en lo renegrido claridad
con voluntad de Santa Gadea.

 

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Casas hechas con restos de muebles
Casas hechas con restos de muebles
Casas hechas con restos de muebles

Todo este desorden

Todo este desorden

Todo este desorden
que nos rompe por dentro
es de un bajo orden
inferior que destruye
el mismísimo centro
de lo que nos construye.

 

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Dícese, mansedumbre, hermosísima palabra

Dícese, mansedumbre, hermosísima palabra,
del que con su voluntad domina los bramidos
que, cual balas de fogueo, surten los sentidos,
mientras los más subyugados al abracadabra
-azuzando los tizones del odio y de la rabia-
a mansos gruñen por indóciles a soberbia.

Elección de insensatos ser brutos Calibanes
por cien caprichos, mil veleidades, impulsados
a doblarse ante Setebos, siendo devastados
y arrastrados por el suelo por sus faisanes
deseos, mientras el manso, calmado y sereno,
eleva su rostro al Cielo sin temor al trueno.

 

del libro de poemas Fulgor en la oscuridad

Dícese, mansedumbre, hermosísima palabra

Wall Street

Abramos la puja. Igualar, retirarse, subir.
La suerte está echada. Ahí están los que juegan
sin importarles que su ganen o su pierdan
lo paguemos entre todos.

 

 

del libro de poemas Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Wall Street de Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Nueva vía

Esta vía nueva que desbrozas, señalas y abandonas,
esa que fue, inacabada, la tuya, la adecuada,
te aseguro encontrará mañana
un caminante que sea su alma y la concluya.

 

 

del libro de poemas Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Nueva vía de Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Bata azul, bata rosa

Bata azul, bata rosa,
cromos, hielo, carbón,
banderines, tardes de radio, sopa de pan,
papel cebolla, papel de calcar,
alcohol, mercromina, esparadrapo,
come y calla, si escuece cura, penalti y gol es gol.

El afilador hace girar la muela
junto al remendón de la esquina
y el velador guarda el pan duro de ayer para mañana.

Hace mucho el lampista de nuestra calle dejó viuda y bajó persiana
y tampoco resistió mucho más la pastelería Fontanet en la esquina con Travesera.

 

del libro de poemas Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Bata azul, bata rosa de Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

En el que ayer, pusilánimes, nos cobijamos

Las bestias aplauden, en el circo romano,
el deshonor y la brutalidad
cuando destrozan, sucias de dolor,
las carnes al esclavo que nos representa.
Vitoreamos, de su muerte, la agonía,
porque tal es lo que la nuestra posterga.
Nuestros abucheos lo condenan a la no clemencia
y nos salvaguardan hasta que llega la hora y pisamos la arena
y nos denuesta el tumulto
en el que ayer, pusilánimes, nos cobijamos.

 

del libro de poemas Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Lo que nunca te dan del libro Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Lo que nunca te dan

Te dan un reloj y una cuerda
una vela y un papel
una semilla
un copo de nieve
una chistera mágica
una cajita sin fondo
el sonido de la lluvia
unos puntos suspensivos
una hoguera y un pincel
un remo, una piedra,
una palabra del revés
un ojo crítico
un pulgar oponible
un drama, una comedia,
una tragedia y un entremés.
Muchas perspectivas
y una forma de ser.
Lo que nunca te dan
lo que no te dan nunca
es lo que debes hacer.

 

del libro de poemas Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Lo que nunca te dan del libro Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Hubo una época

Hubo una época en que Carpanta y el Coyote
eran pozos de sabiduría
¡Qué mala es el hambre!

En los arrozales de Vietnam
cazaban mujeres y niños desde los helicópteros
¡Qué puta es la guerra!

Arrimar el hombro por imperativo legal, afeitarse cada mañana
y que puntualmente le lleve el chofer a la agencia de publicidad
¡Es este un mundo muy cabrón!

En las fosas comunes, donde algunos eran enterrados vivos,
el último de la fila encala los muertos
¡Qué amarga es la victoria!

Perdonavidas, engreído y depredador
y no tener a nadie cerca digno de tales proezas
¡Oh, en el éxito cuánta soledad!

No quiero que nada malo le pase,
por eso, para protegerla, la vigilo noche y día
¡Qué incomprendido es el amor!

¿Quién haría algo así?
es lo primero que pregunta el asesino
¡Qué grandeza tirando la piedra y escondiendo la mano!

Semen, saliva y marcas de mordiscos
¿noche de amor o dictamen forense?
¡200 euros de bonus para quien resuelva el acertijo!

 

del libro de poemas Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Hubo una época del libro Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Sueño recurrente

Crecen animales lentamente horribles,
seres deformes, nuevos.
Allí, de piedras que palpitan gotean líquidos
(imposible distinguir lo animal de lo vegetal y de lo mineral).
Sapos enormes, tigres champawat con escamas
y diferentes especies de insectos
del tamaño de una cafetera, copulan
bajo las hojarascas podridas,
engendrando novedades aún más dolorosas.
Homínidos enanos de cuerpos lechosos, desnudos,
al mismo tiempo suaves y viscosos,
me miran sin párpados ni músculos en los labios.

Habitantes en un foso, colindante a mi terraza,
desde donde podría tocarlos, si me atreviera,
llagado por el olor putrefacto de sus miradas.
Una zona del patio que me pertenece,
un edén inverso y retorcido y grotesco
del que no salen, pero sé perfectamente
que podrían si quisieran.
Todo allí se mueve despacio o se aquieta vertiginoso,
extrañamente, sin violencia alguna,
más bajo el signo permanente de la más atroz de las amenazas.

A veces descubro a mis hijos paseando
por la densidad de esa jungla inexplorable,
que por el miedo me ha sido vedada,
y no puedo hacer nada más que temer por ellos y preguntarme
¿de qué se puede alimentar esa malignidad
contrahecha y latente más que de mis propios terrores?

 

del libro de poemas Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Sueño recurrente del libro Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Esos papeles

Estos papeles desperdigados
llenos de palabras que se acumulan en el trasiego de las idas y venidas,
ese tiempo, ¡tanto!, dedicado,
secuestrado sin rescate,
horas y horas solo mías
requisadas al comercio, al sueño, al trabajo,
al poniente de los faros, a la cordura del suicida,
a las noches sin terapia, a los trasplantes, a los inventos,
a la compañía de bellezas inquietantes,
a los entierros, a las tormentas, a las botas de siete leguas,
al telón del comediante, al perro de la vecina,
al dolor de muelas, de cartílagos, de caligrafías,
a los lazos familiares, al soborno de los gremios,
a los pesticidas de los huertos, a los pleitos judiciales,
a la horma de los rituales, al golpe seco de las milicias,
a los síndromes de abstinencia, a las vírgenes arrepentidas,
a las hostias consagradas, a los exámenes de conciencia,
no sostienen más paredes que unos pocos gramos de mi vida
ni valen lo que un buen puchero de judías pintas.

 

de Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Esos papeles del libro Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Churro, mediamanga

La madre comprobó que no hay
más tela escondida
en el dobladillo de la falda
de mi hermana
y que a los dos se nos quedó corto
el abrigo del invierno pasado.

El carbón escasea en el capazo
y hace dos días que no pasa
el carro del basurero
(la última vez el jamelgo cojeaba).

Los niños se caldean en la calle
jugando al churro media manga mangotero
y la picadura que está liando
mi tío abuelo formará
un celaje azul amable
que flotará durante horas
en la penumbra del comedor
y nos picará en la garganta.

Hoy cenamos, hace frío,
con los guantes de lana puestos
otra vez sopa de pan
y un poco de membrillo
y nos repartimos
los gajos de la naranja
con los que ya hemos jugado a barquitos…
tal vez luego
calentaremos castañas
sacaremos la gaseosa
y el comedor será una fiesta.

El mendigo de la esquina
cierra su jornada
en la bodega
reparando el pescuezo
con garnacha
y una esposa, hace mucho
no se tiñe, pela patatas
y ya no recuerda que tuvo un amante
que la maltrataba.

“… media manga, mangotero… adivina lo que tengo
en el puchero…
de mi abuelo Baldomero…”
y el niño que soy se hunde
bajo el peso
de las circunstancias.

 

de Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

Churro, mediamanga de Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero
Churro Mediamanga Mangotero

El hombre del saco

Carga el Hombre del Saco
con las vituallas de los escombros,
mientras la chiquillería lo provoca
ensayando bravuconería desde la distancia,
retando así, no al más temido de los enemigos,
sino a la madre que lo contrata.

 

 

 

de Jornalero, ebanista, minero, revisor y camarero

El hombre del saco del libro Jornalero, ebanista, revisor y camarero

Soy el penúltimo de la fila

Soy el penúltimo de la fila.
Las chimeneas llenan de terrible humo el aire.
Ahora que aun no sabemos si moriremos algunos o todos
y que la lucidez del horror cruza el cielo
intuimos que todos desapareceremos
sin dejar rastro
y que los supervivientes serán malditos
muertos en vida.
Ya soy el tercero de la fila.

 

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Soy el penúltimo de la fila de El libro de las tentativas

Una vez desaparecida la campana del campanario

a mi tío antonio
in memoriam

 

Una vez desaparecida la campana del campanario
solamente el balanceo de la cuerda
como vestigio de los antiguos repiques
y es en esta gravedad de añicos
donde rozan mis dedos tus dedos lejanos
y me dicen “hay en el acantilado senderos que llevan al mar”.

 

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Una vez desaparecida la campana de El libro de las tentativas

Camino entre los que duermen

Camino entre los que duermen.
Pánico y determinación.
Lo hago con sigilo por temor a despertarlos.
Me acompañan y los acompaño.
Cuando me abandonan los abandono.

Duermo, pánico y determinación,
en una estancia dorada y oscura
donde todo puede brillar pero todo
yace apagado en su propia penumbra.

Es, creo, pánico y determinación, la Casa de un Dios
que ha renunciado a serlo
y vaga ebrio de silencio y soledad.

 

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Camino entre los que duermen de El libro de las tentativas

Nadie puede pagarme como es debido

Nadie puede pagarme como es debido
mi deseo de vida, el rostro exclusivo
el desgarro de tanta locura
el gesto curvo del arco tenso
el ángulo exacto del fuego propicio
que purifica y consume.
Nadie puede pagarme como es debido
ni tampoco nadie puede devolverme lo aplazado.

 

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Nadie puede pagarme como es debido de El libro de las tentativas

Era jueves por la tarde y anochecía

Era jueves por la tarde y anochecía.
Llegó confuso a su casa. Lo habían despedido.
Estaba muerto y dijo hola.
Notó como en su interior crecía una idea sagrada.
Había abandonado las posibilidades
cuando entró en su cuarto
y descendió lentamente.
Su madre y su hermana no le oyeron llegar.
Estaba muerto.
En su mundo no había cuarta pared:
todo abocado siempre al vacío, al abismo.
Su baraja de mentiras se había agotado.
Durante años inventando
una enfermedad para ser tenido en cuenta
y no llegar a saber nunca que nunca conocería
su verdadera enfermedad.
Que era peor, que era otra. Y que no se curaría.
Todos tienen la culpa se dijo por enésima vez.
Ahora no tenía salvación. Liberado, había soltado amarras.
Salió de su habitación
y empezó por su madre y su hermana.
Luego siguió descendiendo muy lentamente.

 

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Era jueves por la tarde y anochecía de El libro de las tentativas

La mujer se aferra a su dolor con dignidad

La mujer se aferra a su dolor con dignidad.
Ha perdido algo que se ha llevado todo.
Hace frío y repudia el amor, esa búsqueda
desesperada de uno mismo en el otro.
Hurga en la pérdida. Es, dice, lo que le queda.
Sabe que envejece, que muere,
no le importa, al contrario,
ese es el desagravio que le ofrece la vida.
La he visitado llevándole un regalo modesto.
Se sostiene despierta pero no puede agradecer.
Eso acabó, el amor la ha dejado sin entrañas
y en esa oquedad ha encendido
una lámpara de aceite y acurrucada
ha iniciado la espera.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

La mujer se aferra a su dolor con dignidad de El libro de las tentativas

El café humea

El café humea. Te vas y me voy.
El café se está enfriando sin resentimiento ni alegaciones.
No sufre. Su muerte es un tránsito al frío mundo
de los objetos inanimados. El café infructuoso muere.
Se encoge en la taza, no piensa en nada, se pervierte,
se ve obligado a seguir
siendo lo mismo a otra temperatura. El café no se defiende
y por la noche
alguien volverá (no seremos, ya no, ni tú ni yo)
para despreciarlo.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

El café humea de El libro de las tentativas

El balcón de la habitación del hotel daba al mar

El balcón de la habitación del hotel daba al mar.
La mujer se llama, paradoja, Ángeles. Está triste
y se moja los pies
El oleaje aviva su soledad.
Desea los mil besos de un hombre.
Se repite cuando habla.
Vive enclaustrada.
Se le escapan los motivos. ¿Se da cuenta
que no se apercibe de la liturgia de las llamas?
No hay hidras en sus sábanas no hay destellos
enroscándose en sus nalgas no hay terracota mojada
no hay placer no hay montañas. Bebe infusiones.
Está enferma y busca entre la multitud semejanzas.
Todos lo estamos de algún modo en algún momento.
No sabía que hacer en aquella playa. Se movía
por los alrededores de la periferia. En el horizonte
que cierra la bahía
la puesta del sol tras la rada
todo converge y ella convencida que hace lo que debe
se destroza y no escucha nada.
Se pervierte cuando compara.
Es una niña vieja. Una mujer enferma y triste que camina descalza por la orilla de la nada.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

El balcón de la habitación del hotel daba al mar de El libro de las tentativas

Dormí en la isla

Dormí en la isla
junto a ti
bajo los olivos
a cielo descubierto
allí donde los grillos
exaltados y las estrellas
tu cuerpo y el mío
sobre penachos
de hierba, maleza
olorosa y tersa, y el calor
y el viento y las voces
lejanas de las escaramuzas
de unos niños
marchando
como nosotros
en pos de la felicidad
y del sueño.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Dormí en la isla de El libro de las tentativas

Él, el criminal

Él,
el criminal,
desayuna
huevos revueltos
en el hotelito de temporada de la costa.

Ha bajado la marea dejando un manto de algas y caracolas.
Desde el ventanal se divisa el edificio de las aguas termales
más lejos las columnas de mármol del tanatorio.

El,
el criminal,
es miope y le duelen los ojos si los fuerza
así que ajusta las imprecisiones a los procedimientos habituales
y esta tarde, cuando aparezca el rosa lunar
en el cielo extranjero, matará
y mañana, al tomar el tren de las ocho hacia otro lugar
retornará el ferviente deseo de ser apresado
para que le impidan ser él, porque él nunca dejará de serlo.

También la oración del monstruo es de esperanza.

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Él, el criminal de El libro de las tentativas

bajó a la ciudad y le dijo una mentira al primer hombre

bajó a la ciudad y le dijo una mentira al primer hombre
que la rozó y de inmediato se hicieron amantes

en el preludio todo eran expectativas
más solamente ella estaba dispuesta a todo

con el advenimiento del placer, vertido el cáliz de la euforia,
quiso cambiar las leyes del panal

ella, que no era más que un pequeño agujero
en una pared inmensa
ella, que escogió ser dulce porque no sabía ser feliz

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

bajó a la ciudad y le dijo una mentira al primer hombre de El libro de las tentativas

Luego de quedarse con aquel perro abandonado

Luego de quedarse con aquel perro abandonado
pusieron agua en el fuego para hervir el té chino
hicieron lentos comentarios
mientras preparaban una ensalada
han encontrado muerta la niña desaparecida
tengo que pedir hora al dentista
los días ya vuelven a ser más largos
¿cómo seremos cuando seamos realmente viejos?
¡Con qué debilidad él negó con la cabeza (algo imperceptible)
cuando ella comenzó a besarle en la nuca!
… al recostarse juntos
seguían sin encontrar un nombre adecuado
para el dichoso animal

 

de El libro de las tentativas
(otros poemas de El libro de las tentativas)

Luego de quedarse con aquel perro abandonado de El libro de las tentativas