Ray amaba la música porque la necesitaba por encima de cualquier otra cosa o persona (si exceptuamos a, probablemente, su madre). El mundo de Ray era una oscuridad llena de sonidos y de la expresión humana más depurada del sonido, la música. A través de ella podía ver (intuir) la sinceridad y la falsedad de las personas; le permitía habitar la nitidez, la belleza. También podía parecer un cabrón sencillamente porque no se dejaba manipular por los videntes.