Licenciado en Filosofía, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires. En 1974 viaja a Francia para realizar estudios de doctorado en filosofía. En 1976 se traslada a Barcelona. Desde entonces reside en España. En 2004 se establece en Gijón.

Ha traducido libros del francés, inglés e italiano para editoriales de Buenos Aires, Barcelona y Madrid. Entre sus traducciones del italiano figuran obras de Giacomo Leopardi, Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Leonardo Sciascia y Umberto Eco, con títulos tan representativos como El nombre de la rosa o El Gatopardo.

En 2010 se le otorgó el Premio Internacional de Traducción Literaria Claude Couffon (Salón del Libro Iberoamericano de Gijón). Desde 1983 es traductor de organizaciones intergubernamentales (Naciones Unidas, Organización Mundial de la Salud, Organismo Internacional de Energía Atómica, entre otras). Ha sido presidente de la Asociation internationale des traducteurs de conférence.

Junto a esta destacada trayectoria como traductor, Pochtar ha publicado varios poemarios, como Lugar diseminado (Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1993); Clinamen (Trea, Gijón, 2006) o El efecto mariposa (Trea, Gijón, 2010). En 2018 publica Beneficio del asombro en Ediciones Tigres de Papel.

Donde se encienden
las primeras sombras
se levantan del mar
aves de espuma.

Será callada la nueva
gesta de las cosas,
habrán vuelto
a su silencio antiguo
el roble que consiente
los helechos,
la bruma de hojas tiernas.

Buridán

 

Entre dos adjetivos
igualmente necesarios
el poeta descubre
que el ayuno,
y se calla.

Ricardo Pochtar, poeta, Buenos Aires, 1942

La sangre de los faros
se derrama
entre la costa y la noche:
de ahí las anclas indolentes,
las peñas azoradas,
el insomnio que apenas
se quita de los barcos.

El tamaño de los días

 

Los que escriben
de siglo en siglo
calendarios de piedra
o de cuentas de papel
– dóciles norias
para los cuatro
o cinco elementos,
si me apuran –
¿cuándo saben
los signos y las horas?
¿cómo aprenden
el tamaño de los días?

Nominalismo

 

No tienen mucha prisa
por salvar las apariencias,
si algo en esta vida las salpica
es el oscuro temor de la navaja:
las formas, las ideas
no nacen ni mueren,
no hay idea ni forma de la muerte,
lo que se muere es esta planta,
ese animal,
se mueren las últimas cosas,
una ola que es la última,
un abrazo,
la última vocal de una palabra.

 

23 de noviembre de 2012

Órfico

 

Si mira hacia atrás
los poemas se le mueren,
se le desmigajan las letras,
le marcan un camino
que sólo puede recorrer
de espaldas:
los poemas se abandonan
hacia delante.

Ricardo Pochtar, poeta, Buenos Aires, 1942

Mirlo

 

Y así llegamos al mirlo.
Seamos claros,
el mirlo no canta:
lanza unas cintas de sonido,
algo abstracto que recuerda
en miniatura
el paso de un cometa,
su venablo de lumbre
en el vacío.

Sólo cuando un zarpazo
del aire
alborota la materia
ya caída
baila en el sexo
de las flores
todo el delirio
que su aroma prometía.

Labios partidos
bajo el sol
de las palabras.

Cántaros de luz
que en el fervor
de los reflejos
ciegan la fuente.

Voces sembradas
en el silencio
de las cosas.

Ricardo Pochtar, poeta, Buenos Aires, 1942

¿Quién tensa el arco
de la pregunta?
¿Qué boca desmenuza
lo que el oído
cree escuchar?
¿En qué molino
de silencio oímos
lo que no se deja
pronunciar?

Cuando el fuego
de bengala
se ha extinguido,
fiebre de luz
hecha cenizas,
su impulso sigue
subiendo
por la noche,
como una estela
hacia delante,
como una estrella fugaz
equivocada.

Ricardo Pochtar, poeta, Buenos Aires, 1942

Santas apariencias

 

La mañana parece blanca,
la luz, una esfera de agua,
parecen plumas las nubes,
por suerte todo parece
sin el esfuerzo de ser.

Los que escriben
de siglo en siglo
calendarios de piedra
o de cuentas de papel
– dóciles norias
para los cuatro
o cinco elementos,
si me apuran –
¿qué saben realmente
de las horas,
qué recuerdan
del tamaño de los días?

Revés de las preguntas

 

Un recodo callado
de la voz
que les vuelva
los puños a las dudas,
que atrape
la punta del ovillo,
que averigüe
el brillo escondido
del error.

Ricardo Pochtar, poeta, Buenos Aires, 1942

Ésta es mi sucia baraja mal partida,
éstas mis flores trapicheras,
mis monedas de canto clandestino,
mi viejo dinero deslavado:
no me pidan que pierda ni que gane,
hay más fichas varadas
en la pez de mis bolsillos,
nombres que eran propios y se borran
cosas mudas y grises que amanecen.

Erklärte Nacht

 

De noche los semáforos
seducen a las calles,
les muestran fugazmente
un lila vedado
en las esquinas,
invierten los colores,
los derraman,
pero al amanecer
se les mezcla en falso
la baraja:
una escaramuza del rojo
con el verde,
ámbar donde queda
atrapado un automóvil,
arena donde se seca
la tinta de los pasos.

Ostinato

 

Pienso en el tiempo.
“Imposible, si no sabes
qué es el tiempo.”
Pienso en lo que del tiempo
no se sabe.
Pienso en el tiempo sin saber
si queda tiempo.

Hay una ola vacía,
desquiciada,
un cuadernillo errante
de la mar
que va soltando
letras de espuma
y en una orilla desierta
se desnuda.

Faros perdidos

 

Y ahora estos naufragios
tramados en la vertical
de los abismos.
¿Qué pasará con tanto faro
a la deriva?
¿En qué piadosa antología
palatina sortearán el azar
sus epitafios?

Microteología

 

¿Cuántos enjambres
de ángeles
en una cabeza de alfiler?
¿En una mota de estiércol
cuántos budas?

Glosa a Sologuren

“dios es esencia: la esencia carece de forma,
de color, de textura”

 

dios de greda
dios-garúa
que llovizna
sobre el bullicio
de los que van vestidos
y también sobre la
muda ropa-adobe
de la ciudad desnuda

Ricardo Pochtar, poeta, Buenos Aires, 1942

Rapsodia

 

Todas las noches serán
la misma noche
y el tiempo un vasto
tapiz donde los mismos
hilos urdirán
cada vez
seres distintos
toda gota del río
un río distinto
y cada pez en el agua
un mismo pez
fingiéndose distinto
en cada anzuelo
la misma llama volviendo
a encenderse en cada
vela la misma muerte
intentando nacer
en cada vida

Polvareda

 

Cuántos eclipses Omar
cuántos fulgores de potros
en la noche cuántas copas
de vino te harían falta
cuántas bandadas de
estorninos veladas a flor
de aire para que una mota
de polvo se vuelva,
digamos, venerable

Distancia

 

De pronto hueca
de la forma de tus sueños
de pronto ala
de la blancura de tu ausencia