La edición critica del Diario de Ana Frank (marzo 1995)

Se trata de un torpe intento que, si se mira de cerca, confirma que yo tenía razón al incriminar a Otto Frank como había hecho. Por lo demás, no se responde a mis argumentos fisicos y materiales; para empezar, se da un resumen caricaturesco de estos argumentos; y luego ¡no se reproduce ningún piano de los lugares! Ei peritaje caligráfico de Wiesbaden no es ni claramente presentado ni claramente refutado. ¡Los tres peritajes sobre los que se fundaba Otto Frank para declarar que el diario era auténtico son, esta vez, declarados sin valor! ¡Al igual que ei libro de Schnabel! En fin, volviendo a la escritura, se han, después de la publicación de los Diarios, descubierto especímenes de escritura de Ana Frank que no tienen relación con los especímenes de escritura reproducidos en los Diarios. Last, but not least, los editores de los Diarios, presintiendo que yo iba a interesarme en la vida de Otto Frank antes de 1945 y después de 1945, han preferido salir al paso y crear contrafuegos; es así que han sido conducidos a hacer extraordinarias revelaciones sobre las malversaciones financieras, por no decir los puros y simples timos financieros de Otto Frank y de su hermano (los dos poseían un banco); después de la guerra, Otto Frank tuvo igualmente problemas con la justicia por la colaboración económica de su empresa comercial con el enemigo. De una manera general, la imagen de Otto Frank que se extrae de la lectura de ciertos capitulos iniciales de este grueso libro es más bien la de un hombre de escasa honradez en ei piano de las finanzas y de la edición.

Los Diarios no presentan ningún modelo de escritura de Isa Cauvern, la cual, antes de su suicidio en 1947, habia colaborado, con su marido y Otto Frank, en la confección del Diario de Ana Frank. El papel jugado por Miep Gies es muy confuso y el de Annelise Schütz es pasado casi en silencio. El Libro de cuentos no es ni presentado ni estudiado; yo he visto el manuscrito en 1977 en Basilea; es asombroso por su escritura de adulto, su presentación, su indice: el conjunto parece la obra de un viejo contable y no de una muchacha. En los Diarios, que se considera reagrupan todas las cartas, he notado la ausencia en las versiones neerlandesa, francesa e inglesa, de la famosa carta del felpudo y las ventanas cerradas, que está presente en la edición alemana (22 de febrero de 1944). Es probable que una comparación atenta de las cuatro versiones haga aparecer otras anomalias.

18 de marzo de 1995

 

Fuente | AAARGH

¿Cuantos Muertos en Auschwitz? (1995)

9.000.000 de personas, según el documental Nuit et Brouillard (1955), cuyos asesores históricos eran el historiador Henri Michel y la historiadora Olga Wormser(1).

8.000.000 de personas, según la Oficina francesa de investigación de crímenes de guerra y el Servicio francés de información de crímenes de guerra (1945) (2).

7.000.000 de personas, según Raphaël Feigelson (1945) (3).

6.000.000 de judíos, según Tibère Kremer, autor del prefacio de Miklos Nyiszli (1951) (4).

5.000.000 a 5.500.000 personas, según Bernard Czardybon, (¿1945?), según confesiones atribuidas a SS y según el periódico Le Monde (1978), que añadía: «de las cuales el 90% de judíos» (5).

4.500.000 según Henryk Mandelbaum (1945) (6).

4.000.000 de personas, según un documento soviético al cual el tribunal de Nuremberg dio el valor de «prueba auténtica». Esta cifra fue inscrita diecinueve veces, con un comentario en otras tantas lenguas diferentes, sobre el monumento de Auschwitz-Birkenau. Fue repetida por un número considerable de personas, entre ellas el historiador polaco Franciszek Piper. Será declarada falsa en 1990 y reemplazada, sobre el monumento, en 1995, por la cifra de 1.500.000 con el acuerdo del mismo Franciszek Piper, para el cual esta cifra es un máximo mientras que la cifra mínima es de 1.100.000. Según Miriam Novitch (1967), de los 4.000.000 de muertos, 2.700.000 eran judíos. Según el rabino Moshe Weiss (1991), más de 4.000.000 de personas murieron en Auschwitz, de las cuales 3.000.000 de judíos (7).

3.500.000 personas, según el abogado de un acusado alemán en el proceso de Nuremberg (1946) y según el Dictionnaire de la langue francaise publicado por Hachette (1991). Según Claude Lanzmann (1980), hubo 3.500.000 gaseados, de los cuales el 95% de judíos, así como muchos otros muertos (8).

3.000.000 de personas hasta el 1 de diciembre de 1943, según una confesión arrancada a Rudolf Höss (1946), ex comandante de Auschwitz (9).

3.000.000 de judíos gaseados, según David Susskind (1986) y según Heritage, el más importante semanario judío californiano (10).

2.500.000 personas, según Rudolf Vrba para el proceso Eichmann (1961) (11).

2.000.000 (?) a 4.000.000(?) según el historiador Yehuda Bauer (1982) (12).

2.000.000 a 3.000.000 de judíos muertos así como millares de no judíos, según una confesión atribuida a un responsable SS, Pery Broad (13).

2.000.000 a 2.500.000 personas muertas, según una confesión atribuida a un médico SS, el Dr.Friedrich Entress (¿1945?) (14).

2.000.000 de personas, según el historiador Léon Poliakov (1951); 2.000.000 de judíos gaseados, según el historiador Georges Wellers (1973) y según la historiadora Lucy Dawidowicz (1975) (15).

1.600.000 personas, según el historiador Yehuda Bauer (1989), de las cuales 1.352.980 judíos(16) (esta última cifra es de Georges Wellers, 1983).

1.500.000 personas: esta cifra, escogida por Lech Walesa, reemplazó, en 1995, sobre el monumento de Birkenau, aquella de 4.000.000 que había sido retirada en 1990 (17).

1.471.595 personas, de las cuales 1.352.980 judíos, según el historiador Georges Wellers (1983) (18).

1.250.000 personas aproximadamente, de las cuales 1.000.000 de judíos matados y más de 250.000 no judíos muertos, según el historiador Raul Hilberg (1985) (19).

1.100.000 a 1.500.000 personas, según los historiadores Yisrael Gutman, Michael Berenbaum et Franciszek Piper (1994) (20).

1.000.000 de personas, según Jean-Claude Pressac (1989) y según el Dictionnaire des noms propres publicado por Hachette (1992) (21).

800.000 a 900.000 personas, según el historiador Gerald Reitlinger (1953) (22).

775.000 a 800.000 personas, según Jean-Claude Pressac (1993), de los cuales 630.000 judíos gaseados (23).

630.000 a 710.000 personas, según Jean-Claude Pressac (1994), de los cuales de 470.000 a 550.000 judíos gaseados (24).

Que yo sepa, esta última estimación (de 630.000 a 710.000 personas) es la más baja que hayan facilitado nunca aquellos que creen en el exterminio físico de los judíos. Se dice a veces que en 1946/1947 las autoridades judiciales polacas admitieron la cifra de 300.000 muertos. Es un error. Estas autoridades estimaron un total de muertos de 300.000 personas registradas a su llegada, pero a esta cifra añadieron la de 3.000.000 a 4.000.000 de personas no registradas(25). Durante más de cuarenta años, las autoridades soviéticas, polacas y de la República federal de Alemania se mostraron muy discretas sobre la existencia de registros mortuorios (Sterbebücher) que habían sido llevados durante la guerra por las autoridades del campo de Auschwitz. Bajo la presión de los revisionistas (Robert Faurisson y Ernst Zündel), particularmente en los dos procesos Zündel (Toronto, 1985 y 1988), estas autoridades acabaron por hacer revelaciones sobre estos registros a partir de 1989. Afirman no haber encontrado registros más que para el período del 29 de julio de 1941 al 31 de diciembre de 1943, no sin algunas lagunas. Como el campo fue abierto el 20 de mayo de 1940 y los alemanes lo evacuaron hacia el 18 de enero de 1945, este período representa un poco más de la mitad de la duración de la existencia del campo bajo su autoridad. Los registros encontrados ascienden, parece, al número de 51 y recogerían 68.864 fallecimientos (y no 74.000 como se ha dicho por ciertos periodistas) (26).

Los partidarios de la versión oficial del «Holocausto» han experimentado cierto malestar ante la necesidad, impuesta por los revisionistas, de revisar a la baja, en parecidas proporciones, el número de muertos de Auschwitz. ¿Cómo explicar que en el proceso de Nuremberg (1945-1946) tal impostura haya sido considerada de entrada como provista de valor de «prueba auténtica» gracias al artículo 21 del estatuto de este tribunal? ¿Cómo explicar que, durante decenas de años, se haya dejado esta cifra falaz de 4.000.000, repetida diecinueve veces, sobre el monumento de Auschwitz-Birkenau? ¿Cómo explicar que, durante las ceremonias oficiales, se haya pedido a tantos grandes de este mundo, incluso al Papa Juan PabloII, que vinieran a inclinarse ante tal invención de charlatanes? ¿Cómo explicar que en 1990 Francia se haya dotado de un artículo de ley antirevisionista que prohíbe discutir los «crímenes contra la humanidad» tales como los descritos y evaluados por el tribunal de Nuremberg? Y después, ¿cómo preservar de toda revisión la cifra de 5.100.000 (R.Hilberg) a 6.000.000 judíos muertos durante toda la guerra, si es preciso revisar en tal proporción la cifra de muertos de Auschwitz? Hoy, judíos explican que los polacos, y ellos solos, habrían inventado la mentira de los 4.000.000 de Auschwitz. ¡Animados a la vez por el antisemitismo y por el orgullo nacionalista, los polacos habrían añadido a los cerca de 1.500.000 muertos judíos alrededor de 2.500.000 muertos polacos u otros! (27).

Esta explicación no es más que un artificio. La verdad es que, desde el fin de la guerra, no sólo los judíos comunistas, sino también las autoridades judiciales de Polonia habían repetido que la mayoría de los muertos de Auschwitz era judía. En Cracovia, en 1946-1947, a propósito del caso de Rudolf Höss, tanto el juez de instrucción como la acusación habían concluido que, además de algunos centenares de miles de muertos «registrados», hubo en Auschwitz sea 4.000.000, sea al menos 2.500.000 muertos, «la mayor parte judíos» (28). Durante el invierno 1963-1964, fue construido un monumento específico en memoria de los «millones de judíos, mártires y combatientes» exterminados en este campo; la inscripción estaba en polaco, en yiddish y en hebreo (29).

Añadamos por fin que, para los historiadores del «Holocausto», la mayor parte de los judíos de Auschwitz habrían sido MATADOS por medio de un insecticida: el ZyklonB.

Para Arthur R.Butz y para otros revisionistas, el número total de muertos de Auschwitz debió de elevarse a alrededor de 150.000, de los cuales alrededor de 100.000 judíos 30). Para ellos, la mayor parte de los judíos no fueron MATADOS, sino que murieron, sobre todo a causa de las epidemias de tifus. Los revisionistas advierten que, si los alemanes hubiesen dispuesto de mayores cantidades del insecticida ZyklonB, precisamente para combatir estas epidemias, habrían muerto menos personas en Auschwitz no solamente entre los judíos, los polacos, los rusos y otros detenidos, sino también entre los médicos, los funcionarios y los guardianes alemanes.

RESUMEN Y CONCLUSIÓN

Según los historiadores oficiales (aquellos a los que protegen las leyes de la República francesa y el poder mediático), este número varía entre 9.000.000 (es la cifra de Nuit et Brouillard, la película impuesta desde 1955 a todos los colegiales de Francia) a un número comprendido entre 630.000 a 710.000 (es la cifra de un autor recientemente publicado por el Centro nacional de la investigación científica francesa); según estos historiadores, estas personas habrían sido, en su mayor parte, víctimas de una política de exterminio físico. Pero, según los autores revisionistas, el número de muertos sería de 150.000, en su mayor parte víctimas de epidemias diversas y, en particular, del tifus. Bajo la influencia de los autores revisionistas, los historiadores oficiales han llegado a practicar tan importantes revisiones a la baja que no se comprende con qué derecho se podría continuar imponiendo en Francia, por la fuerza de la ley, tal o cual cifra. Por sí mismas, las dos inscripciones oficiales expuestas sucesivamente sobre el monumento de Auschwitz-Birkenau, primero hasta 1990, después a partir de 1995, toman hoy, sin que se haya querido, valor de advertencia: recuerdan que, ni en la historia ni en nada más, debería existir verdad oficial.

Inscripción sobre el monumento de Auschwitz-Birkenau hasta el 3 de abril de 1990: «AQUÍ, DE 1940 A 1945, 4 MILLONES DE HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS FUERON TORTURADOS Y ASESINADOS POR LOS GENOCIDAS HITLERIANOS».(*)

Inscripción sobre el mismo monumento a partir de 1995: «QUE ESTE LUGAR DONDE LOS NAZIS ASESINARON UN MILLÓN Y MEDIO DE HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS, EN SU MAYORÍA JUDÍOS DE DIVERSOS PAÍSES DE EUROPA, SEA PARA SIEMPRE PARA LA HUMANIDAD UN GRITO DE DESESPERACIÓN Y DE ADVERTENCIA».

N.B. Este estudio no constituye más que un esbozo de las respuestas dadas o impuestas a la pregunta; «¿Cuántos muertos en Auschwitz?» Sería fácil dar millares de otras referencias. La dificultad del trabajo radica, en cambio, en que, según los casos, las evaluaciones pueden referirse a categorías de muertos muy diferentes: en tal caso, se evalúa el número de «matados», de «gaseados», de «judíos» y, en tal otro caso, se habla de «muertos», de «víctimas» y no se distingue a los «judíos» de los «no judíos». Algunas veces también las evaluaciones no valen más que para un período limitado. Por mi parte, he evitado toda extrapolación numérica a partir de una cifra dada para un corto período de la vida del campo de Auschwitz.

NOTAS
Entre los historiadores que sostienen la tesis según la cual Auschwitz habría sido un campo de exterminio, los principales estudios sobre el número de muertos en este campo son, respectivamente, los del francés Georges Wellers publicados en 1983 y 1990 y los del polaco Franciszek Piper publicados en 1991, 1992 y 1994.

G.Wellers, «Essai de détermination du nombre des morts au camp d’Auschwitz», Le Monde juif, octubre-diciembre de 1983, p.127-159;

Id., «A propos du nombre de morts au camp d’Auschwitz», Le Monde juif, octubre-diciembre de 1990, p.187-195;

F.Piper, «Estimating the Number of Deportees to and Victims of the Auschwitz-Birkenau Camp», Jerusalem, Yad Vashem Studies, XXI (1991), p.49-103.

Este último estudio, corregido y aumentado, ha sido publicado en forma de folleto en lengua inglesa impreso en Polonia: Auschwitz/ How Many Perished/ Jews, Poles, Gypsies, [completed reprint], Printed in Poland by Poligrafia ITS, 30-306, Krakow, 1992, 68p.

También se puede consultar:

«The Number of Victims» in Yisrael Gutman and Michael Berenbaum, Anatomy of the Auschwitz Death Camp, published in association with the United States Holocaust Memorial Museum, Bloomington and Indianapolis, Indiana University Press, 1994, p.61-80.

De estos cinco estudios, los más interesantes son, para G.Wellers, el de 1983 y, para F.Piper, el de 1992, o sea, de manera abreviada [más adelante]: «G. Wellers, op. cit., 1983» y «F.Piper, op. cit., 1992». Los dos autores proceden al recuerdo «doloroso para ellos» de los «errores» cometidos en el pasado en cuanto al número de muertos en Auschwitz. A este respecto, recomiendo la lectura de G. Wellers, op. cit., 1983, p.138-139, y la de F. Piper, op. cit., 1992, p.5-16. Nada muestra mejor que estas páginas hasta qué punto, sobre este tema tan grave del número de muertos, se ha ido hasta las peores fantasías.

NOTAS

(1) Nuit et Brouillard (1955), película en blanco y negro de 32 minutos incansablemente difundida desde hace cuarenta años en todos los liceos y colegios de Francia así como en la televisión francesa. Realizador: Alain Resnais. Consejeros históricos: Henri Michel (presidente del Comité de historia de la segunda guerra mundial) y Olga Wormser [más tarde: Wormser-Migot] (los dos habían publicado: Tragédie de la déportation (1940-1945)/ Témoignages de survivants des camps de concentration allemands, Hachette, 1954, 512p., obra coronada en 1955 por la Academia francesa). Texte: Jean Cayrol. Premio Jean Vigo 1956. En esta película se dice que «nada distinguía la cámara de gas (singular) de un bloque ordinario». Se muestra el techo de cemento de la «cámara de gas» «labrado por las uñas» y se añade a este respecto: «incluso el cemento se rasgaba». Se afirma que con los cuerpos «se quiere fabricar jabón». «En cuanto a la piel» de los cuerpos, la imagen nos muestra que los alemanes la curtían. Estas historias de cemento arañado, de jabón humano y de piel curtida por los alemanes son del orden del mito. Al entretenerse la cámara sobre el paisaje de Birkenau, el comentarista dice: «Nueve millones de muertos atormentan este paisaje». Se pronuncia esta frase hacia el final de la película.

(2) Jacques Billiet, director del Servicio de información de crímenes de guerra, Documents pour servir à l’histoire de la guerre/ Camps de concentration, Office français d’édition, 1945, p.7 (J.Billiet mismo), así como p.196 (serie de informes de la Oficina de investigaciones de crímenes de guerra; estos mismos informes evalúan en 26.000.000 el número de prisioneros de guerra así como de detenidos políticos muertos en todos los campos de Alemania y de los territorios ocupados, p.197). Esta obra fue redactada por Eugène Aroneanu.

(3) Ibidem, p.196.

(4) «6.000.000 de inocentes pasaron por las chimeneas de los hornos de Auschwitz porque uno de sus ascendientes próximos o lejanos era de religión israelita», escribe Tibère Kremer en su prefacio a un texto atribuido al Dr. Miklos Nyiszli, «»SS Obersturmführer Docteur Mengele»/ Journal d’un médecin déporté au crématorium d’Auschwitz», Les Temps modernes, mars 1951, p.1655.

(5) Bernard Czardybon en el proceso de R.Höss en Cracovie, según F.Piper, op. cit., 1992, p.7-8. Para las confesiones atribuidas a los SS, ibidem, p.8. «Auschwitz, donde murieron más de cinco millones de hombres, mujeres y niños, de los cuales el 90% de judíos» en «Manifestación de recuerdo en París ante el memorial del mártir judío desconocido» (Le Monde, 20 abril de 1978).

(6) Henryk Mandelbaum en el proceso de R.Höss en Cracovie, según F.Piper, op. cit., 1992, p.7.

(7) De 1945 a 1990, es la cifra de 4.000.000 la que tendrá fuerza de ley. Emana de un documento soviético de fecha 6 de mayo de 1945. El documento tuvo, para el Tribunal de Nuremberg, valor de «prueba auténtica» gracias al asombroso artículo 21 del estatuto de este tribunal. Figura en las páginas 241-261 del tomo 39 de los debates y documentos oficiales del Procès des grands criminels de guerre devant le tribunal militaire international, Nuremberg, 14 novembre 1945-1er octobre 1946, editado, en la versión francesa, en Nuremberg, Alemania, de 1947 a 1949; o sea TMI, XXXIX, p.241-261. El original ruso fue traducido al alemán y fue esta traducción al alemán la que fue reproducida en la edición francesa. El resumen, en francés, situado en cabeza del documento, dice en particular: «Más de 4.000.000 de seres humanos traídos de los países ocupados por Alemania fueron matados en el campo [de exterminio de Auschwitz], la mayor parte gaseados desde su llegada» (p.241). En realidad, el documento mismo dice, en alemán: «no menos de 4.000.000» (p.261). Por el número considerable de personas que hicieron suya esta cifra de 4.000.000 o de alrededor de 4.000.000, se podrá, para comenzar, recordar los nombres de los antiguos detenidos Shlomo Dragon, Henry Tauber, Erwin Olszowka, del juez de instrucción Jan Sehn, del procurador Pechalski, del profesor-ingeniero Roman Dawidowski, de los jueces del Tribunal nacional supremo de Polonia, de procuradores de tribunales militares americanos, de toda clase de autores e historiadores y de responsables del Museo estatal de Auschwitz como Kazimierz Smolen, Danuta Czech y Franciszek Piper (según F.Piper, op. cit., 1992, p.7-8, 12-14). «De 4.000.000 de víctimas de Auschwitz, 2.700.000 eran judíos y 1.300.000 no judíos» (Miriam Novitch, La Vérité sur Treblinka, Israël, Beth Lohamei, 1967, p.39). «More than 4,000,000 people perished [in Auschwitz]; almost 3,000,000 of them were Jews» (Rabbi Dr.Moshe Weiss, Former Vice President Mizrachi-Hapoel Hamizrachi, «Yom HaShoah-Holocaust Remembrance», The Jewish Press, April 5, 1991).

(8) De buen o mal grado, los abogados de los acusados del proceso de Nuremberg hicieron causa común a menudo con la acusación. Fue así, por ejemplo, como el Dr.Gustav Steinbauer, abogado de Arthur Seyss-Inquart, declaró el 19 de julio de 1946 ante el tribunal: «Auschwitz devoró, él solo, a 3.500.000 seres humanos, hombres, mujeres y niños» (TMI, XIX, p.55). «Auschwitz: […] un gran campo de exterminio donde murieron alrededor de 3.500.000 judíos y polacos entre 1940 y 1945» (Dictionnaire de la langue francaise, Hachette, 1991, 1430p.). El año siguiente, la editorial Hachette reducirá esta cifra a 1.000.000 (véase nota 21). «No es posible dar aproximadamente al millar el número exacto de los que murieron en las cámaras de gas de Birkenau (las estimaciones más serias giran alrededor de 3.500.000), pero por exterminio es preciso entender esencialmente el del pueblo judío. El noventa y cinco por ciento de los gaseados de Birkenau eran judíos […]. Muchos [otros detenidos] también perdieron la vida […]» (Prefacio de Claude Lanzmann a Filip Müller, Trois ans dans une chambre a gaz d’Auschwitz, Pygmalion/Gérard Watelet, 1980, p.12).

(9) El 5 de abril de 1946, Rudolf Höss, el primero de los tres comandantes sucesivos de Auschwitz, firma en su prisión de Nuremberg, para el teniente coronel americano Smith W.Brochart, Jr., una declaración jurada en inglés donde declara: «I commanded Auschwitz until 1 December 1943, and estimate that at least 2,500,000 victims were executed and exterminated there by gassing and burning, and at least another half million succumbed to starvation and disease, making a total dead of about 3,000,000» (doc. PS-3868). Diez días más tarde, el procurador adjunto americano (associate trial counsel), el coronel John Harlan Amen, le leerá ante el tribunal extractos del documento PS-3868, como el citado arriba, y le preguntará: «¿Es verdad todo eso, testigo?». R.Höss responderá: «Ja, es stimmt» (Sí, es exacto) (TMI, XI, p.426; IMG, XI, p.458). R.Höss había sido torturado. Ha sido necesario esperar hasta 1983 para obtener, de la boca misma de uno de sus torturadores (judíos pertenecientes a la Seguridad militar británica), las circunstancias y el detalle de las torturas (Rupert Butler, Legions of Death, London, Arrow Books, 1983, página de los Acknowledgements» y p.234-238). Sobre este punto y sobre las manipulaciones y fullerías de las que fueron objeto los textos atribuidos a R.Höss de parte del ministerio público americano así como sobre revelaciones conexas, véase R.Faurisson, «Comment les Britanniques ont obtenu les aveux de Rudolf Höss, commandant d’Auschwitz», Annales d’histoire révisionniste, primavera 1987, p.137-152 o «How the British Obtained the Confessions of Rudolf Höss», The Journal of Historical Review, Winter 1986-1987, p.389-403. Hasta estos últimos años, R.Höss era tenido por la mayoría de los historiadores del «Holocausto» por el testigo n.1 de los crímenes de Auschwitz (gaseamientos homicidas y número de víctimas). En 1993, uno de estos historiadores, el profesor americano Christopher Browning, solicitado por un periodista británico judío para dar su opinión sobre el artículo de R.Faurisson, acabó por responder: «Höss was always a very weak and confused witness». El mismo profesor no vacilaba en concluir: «The revisionists use him all the time for this reason, in order to try and discredit the memory of Auschwitz as a whole» (Christopher Hitchens, «¿Whose History is it?», Vanity Fair, diciembre de 1993, p.117). R.Höss dio muchas otras estimaciones diferentes de la de 3.000.000 de muertos hasta el 1 de diciembre de 1943.

(10) «Cuando usted cita la cifra de 1.500.000 judíos, aún falsifica las cifras. Fueron 3.000.000 de judíos los que fueron exterminados en Auschwitz-Birkenau» (David Susskind, presidente del Centro comunitario laico judío de Bruselas, carta publicada en Le Nouvel Observateur, 30 de mayo de 1986, p.29). En un editorial consagrado al asunto de los carmelitas de Auschwitz, Heritage, el mayor semanario judío de California, afirma: «[…] huge quantities of poisonous ZyklonB pellets […] ended the lives of some Three Million Jews at Auschwitz» (7 de junio de 1993). La afirmación prueba la indiferencia de los redactores de este semanario ante el hecho de que, desde hace tres años ya, la prensa mundial, en su conjunto, había revelado que tal cifra constituía una enorme exageración.

(11) «Consequently, on the basis of my calculations the final death roll in Concentration Camp Auschwitz was 2,500,000»: es lo que declara bajo juramento Rudolf Vrba el 16 de julio de 1961 en la embajada de Israel en Londres para el proceso Eichmann en Jerusalén. R.Vrba tiene el aplomo de añadir que esta cifra se acerca a aquella dada por R.Höss en el proceso de Nuremberg, mientras que este último había estimado el número de muertos en 3.000.000 hasta el 1 de diciembre de 1943, sin dar ninguna evaluación para los catorce meses siguientes. R.Vrba añade: «Thus my estimations of the death roll in Auschwitz, and the estimations of the death roll made by Rudolf Höss, though made independently of each other and using different methods, were nevertheless in good agreement» (Rudolf Vrba y Alan Bestic, I Cannot Forgive, New York, Bantam, 1964, p.269-272).

(12) Es probable que, para el historiador Yehuda Bauer, el total de muertos de Auschwitz sea de 2.000.000 a 4.000.000 visto que escribe, en 1982, a propósito únicamente de los gaseados: «Between April 1942 and November 1944, in addition to the Soviet POWs, the gas extinguished the lives of probably up to 2,000 gypsies (in 1944), a few hundred more Soviet POWs, and between 1,500,000 and 3,500,000 Jews» (A History of the Holocaust, New York, Franklin Watts, 1982, p.215). En 1989, o sea siete años más tarde, Yehuda Bauer estimará el total de muertos (gaseados o no gaseados) en 1.600.000, de los cuales 1.352.980 judíos (véase nota 16).

(13) Al sargento SS Pery Broad, miembro de la Sección política (llamada «Gestapo») del campo, se le atribuye haber escrito: «¡2.000.000 a 3.000.000 de judíos fueron matados [en Auschwitz]! Además de millares de polacos, rusos, checos, yugoslavos, etc.» («Erinnerungen von Broad», KL Auschwitz in den Augen der SS, Verlag des Staatlichen Auschwitz-Museums, 1973, p.141).

(14) «An SS physician, Friedrich Entress, who served as the camp doctor in 1942-1943, stated that, in his view, 2,000,000 to 2,500,000 people were killed in Auschwitz» (F.Piper, op. cit., 1992, p.8).

(15) «Por prudencia, vamos pues a pararnos en la cifra de 2.000.000 [de muertos en Auschwitz]» (Léon Poliakov, Bréviaire de la haine [en inglés Harvest of Hate], Calmann-Lévy, 1974 [1951], p.496). «[…] no se sabrá nunca el número exacto de judíos asesinados en las cámaras de gas al bajar de los trenes. La estimación prudente es del orden de 2.000.000» (Georges Wellers, L’Etoile jaune à l’heure de Vichy/ De Drancy à Auschwitz, Fayard, 1973, p.290); al no concernir esta estimación más que al número 1) de judíos, 2) gaseados, 3) a su llegada, es probable que para el autor el número total de personas muertas en todo momento y por cualquier motivo sea muy superior a la cifra de 2.000.000; diez años más tarde, este número total será evaluado por el mismo autor en menos de 1.500.000 personas (véase nota 18). Para Lucy Dawidowicz, la cifra de 2.000.000 parece ser la de judíos gaseados (The War against the Jews/ 1933-1945, New York, Holt, 1975, p.148-149).

(16) «There were never four million victims in Auschwitz […]. The total number of people who died there […] was in the neighbourhood of 1,600,000 […]. The figure for Jews murdered by gassing is 1,323,000, with 29,980 dying in the camp» (Yehuda Bauer, «Auschwitz and the Poles/ Fighting the distortions», The Jerusalem Post, 22 de septiembre de 1989, p.6). El autor dice que ha tenido en cuenta las estimaciones de G.Wellers en 1983, pero transformó el total de 1.471.595 (cifra de G.Wellers) en… ¡1.600.000! Para su propia estimación en 1982, véase nota 12.

(17) Hasta el 3 de abril de 1990, las placas conmemorativas de Auschwitz-Birkenau decían: «Aquí, de 1940 a 1945, 4 millones de hombres, de mujeres y de niños han sido torturados y asesinados por los genocidas hitlerianos». El nuevo texto, puesto a punto después de años de tergiversaciones, es el siguiente: «Que en este lugar donde los nazis asesinaron 1.500.000 hombres, mujeres y niños, en su mayoría judíos de diversos países de Europa, sea para siempre para la humanidad un grito de desesperación y una advertencia» (Luc Rosenzweig, «Auschwitz, la Pologne et le génocide», Le Monde, 27 de enero de 1995, p.1).

(18) G.Wellers, op. cit., 1983. A comparar con la evaluación del mismo autor en 1973 (véase nota 15).

(19) «Auschwitz […] Number [of Jews] Killed: 1,000,000 […]. The number of non-Jews who died in Auschwitz may be estimated on the basis of registrations and transfers at more than 250,000. Most were Poles» (Raul Hilberg, The Destruction of the European Jews, New York, Holmes and Meier, 1985, p.895). Para R.Hilberg, parece que los judíos sean siempre «matados», mientras que los no judíos han «muerto» simplemente.

(20) «At least 1,500,000 people were murdered at Auschwitz-Birkenau» (p.11). «At least 1,100,000 persons were killed or died in the camp. But if this number is regarded as a minimum estimate, what figure can we accept as a hypothetical ceiling? […] about 1,350,000 [Jews], with the total number of Auschwitz victims reaching about 1,500,000» (p.71-72). La frase de la página 11 figura en una carta insertada en un capítulo firmado por Yisrael Gutman, «Auschwitz »An Overview»». Las frases de las páginas 71-72 figuran en un capítulo firmado por Franciszek Piper, «The Number of Victims» (Yisrael Gutman and Michael Berenbaum, Anatomy of the Auschwitz Death Camp, op. cit., 1994). Anteriormente, para F.Piper, la cifra de muertos de Auschwitz era de 4.000.000 (véase nota 7).

(21) «The figure of 4,000,000 victims is now recognized as «emotional» and should really [be] more in the order of 1,000,000″ (Jean-Claude Pressac, Auschwitz: Technique and Operation of the Gas Chambers, New York, Beate Klarsfeld Foundation, 1989, p.264). «Auschwitz […] donde murieron alrededor de 1.000.000 de judíos y de polacos entre 1940 y 1945» (Le Dictionnaire des noms propres, Hachette, 1992). Para la evaluación de J.-C.Pressac en 1993, véase nota 23 y, para su evaluación en 1994, véase nota 24. Para la evaluación de un diccionario editado por Hachette en 1991, véase nota 8.

(22) «The stark and inescapable fact that 800,000 to 900,000 human beings perished in Auschwitz, its gas chambers and its camps» (Gerald Reitlinger, The Final Solution, London, Sphere Books, 1971 [1953], p.500).

(23) «Total de muertos: 775.000 [pero esta cifra] puede comportar lagunas. Por eso hay que retener actualmente la cifra global de 800.000 víctimas» (Jean-Claude Pressac, Les Crématoires d’Auschwitz/ La Machinerie du meurtre de masse, éditions du CNRS [Centre national de la recherche scientifique], 1993, p.148). Para la evaluación de J.-C.Pressac en 1989, véase nota 21 y, para su evaluación en 1994, véase nota 24.

(24) «Total de muertos: 631.000-711.000; […] se evalúa el número de víctimas en 630.000 a 710.000» (traducción al alemán de la obra precedente: Die Krematorien von Auschwitz/ Die Technik des Massenmordes, Munich, Piper, 1994, p.202). Para la evaluación de J.-C.Pressac en 1989, véase nota 21 y, para su evaluación en 1993, véase nota 23.

(25) Véase F.Piper, op. cit., 1992, p.12-13; las referencias al proceso Höss son facilitadas por el autor.

(26) Thomas Grotum, Jan Parcer, «Computer-aided Analysis of the Death Book Entries», Sterbebücher von Auschwitz/ Death Books from Auschwitz/ Ksiegi zgonow z Auschwitz, herausgegeben vom Staatlichen Museum Auschwitz-Birkenau, 3 Bände, München, Saur Verlag, 1995, I, p.203-231.

(27) En 1983, G. Wellers no imputaba ni a los polacos, ni a los rusos, ni a los comunistas esta mentira o este error de dimensiones espectaculares. Escribía: «Desde hace algunos años, habiendo comprendido las dificultades de este problema, y habiendo recobrado la lucidez de juicio, se evita avanzar cifras, pero se sabe que 4.000.000 de muertos en Auschwitz es una cifra exagerada, debido al traumatismo, al choque natural, inevitable que dominaba el psiquismo de los supervivientes durante los primeros años después del fin de la guerra, después del fin de la pesadilla»(*) (G.Wellers, op. cit., 1983, p.138-139). G.Wellers acusaba a los «supervivientes», sin recordar su propia «estimación prudente» de 1973 (véase nota 15). En 1989, Y.Bauer acusa a los «official Polish propagandists»; dice que «some Poles disseminate the wrong figures […] in order to create a national myth»; denuncia «the Poles’ concept of themselves as the crucified nation, the real sufferers of Europe» («Auschwitz and the Poles/ Fighting the distortions», The Jerusalem Post, 22 de septiembre de 1989, p.6). «The figure propagated by the Communist regime was that 2,000,000 Jews and 2,000,000 non-Jews, mainly Poles, were killed» (Ben Helfgott, Chairman of Yad Vashem Charitable Trust, London, The Independent, 3 August 1990). «The communists tried to «de-Judaize» Auschwitz […], said Lerman who is also a member of the International Council of the State Museum of Auschwitz» («The Polish communists’ false Auschwitz story», The Philadelphia Inquirer, 29 de marzo de 1992, p.A1, 10). Luc Rosenzweig acusa a «la vulgata nacional-comunista» («Auschwitz, la Pologne et le génocide», Le Monde, 27 de enero de 1995, p.1).

(28) Véase nota 25. Además, se observará, en nuestra lista recapitulativa de las diversas estimaciones, que los judíos mismos han indicado a menudo como número de sus correligionarios muertos en Auschwitz cifras superiores a la de 1.500.000. No tienen pues derecho a imputar sus propias exageraciones a no judíos.

(29) «In memory of the millions of Jews martyrs and fighters exterminated at the Auschwitz-Birkenau camp by the Hitlerian race murderers, 1940-1945». Esta inscripción figuraba sobre un monumento construido, según J.-C.Pressac, durante el invierno 1963-1964 y más tarde (?) suprimido [subsequently removed] (J.-C.Pressac, Auschwitz: Technique and Operation of the Gas Chambers, New York, Beate Klarsfeld Foundation, 1989, p.262-263).

(30) «I feel reasonably secure in placing the total in the range 100,000-150,000, probably closer to the former […]. The number of Jewish dead of natural causes at Auschwitz seems less than 100,000» (Arthur R.Butz’s review of Why Did the Heavens not Darken? The «Final Solution» in History, by Arno J.Mayer, The Journal of Historical Review, Fall 1989, p.369-370; véase también «Some Thoughts on Pressac’s Opus/ A Response to a Major Critique of Holocaust Revisionism», Ibidem, May/June 1993, p.26).

Fuente | Robert Faurisson: «Combien de morts à Auschwitz?» (18 décembre 1995) | AAARGH

"La oración de Juan XXIII por los judíos es falsa" (1991)

«Estamos conscientes hoy de que durante siglos y siglos hemos estado ciegos hasta el punto de que ya ni podemos ver la belleza de Tu Pueblo Elegido ni reconocer en sus rostros los rasgos de nuestros privilegiados hermanos. Nos damos cuenta de que la marca de Caín está grabada en nuestras frentes. A lo largo de los siglos, nuestro hermano Abel permaneció tendido en la sangre que habíamos vertido o virtió lágrimas provocadas por nuestro olvido de tu Amor. Perdónanos la maldición que hemos echado sobre su nombre de judíos. Perdónanos por haberte crucificado por segunda vez en su carne. Pues no sabíamos lo que hacíamos…» (Traducido del inglés)

Esta «oración por los judíos» atribuida al papa Juan XXIII, fallecido el 3 de junio de 1963, es falsa. Este documento falso apareció en enero de 1964 en un «informe» de la revista judía americana Commentary titulado «El Vaticano y los judíos» bajo la firma de F.E. Cartus, presentado por dicha revista como «el seudónimo de un observador católico romano que siguió de cerca el desarrollo del Concilio ecuménico (Commentary, órgano mensual del American Jewish Committee (New York, Chicago, Los Angeles), enero de 1965, n·1, vol.39, p.19629; la «oración» se encuentra página 21).

De por sí el contenido de este texto debía hacer sospechoso que un papa, aún muy favorable a los judíos, como era Angelo Roncalli (1881-1963) no podía expresarse de esta forma por cuenta de los católicos. «Durante siglos los judíos virtieron sangre y lágrimas. Nosostros católicos hemos estado ciegos ante todo esto. Los rostros nuestros son horribles porque llevan la marca de Caín. Somos responsables de la sangre y las lágrimas vertidas por los judíos. Hemos olvidado el amor de Dios. Hemos mentido al inventar el que Dios maldijera a los judíos. Nosostros -no los judíos- somos los que hemos crucificado a Dios. Eramos unos insconscientes.»

Es un texto excesivo, desbordante de odio hacia algunos y de amor hacia otros.

Si seguimos cronológicamente el destino de esta «oración» en la prensa francesa de 1966 hasta nuestros días, nos damos cuenta de que fue denunciada pronto la falsedad del texto; pero ante los asaltos repetidos de algunas personas a favor de un texto tan interesante para la causa de los judíos, primero se tendió a callar la verdad, y después se dejó creer que se trataba de un documento auténtico. El diario Le Monde, por ejemplo, intentó durante varios años poner en guardia a sus lectores contra este documento falso, al que presentaba cautelosamente como «apócrifo», y luego renunció a cualquier aclaración, terminando por avalarlo implícitamente.

Año 1966
Bajo el título «Una oración de Juan XXIII por los judíos», La documentation catholique publicaba un texto presentado como reproducción de un artículo de La Liberté de Friburgo (Suiza) del 9 de septiembre de 1966. Así empezaba el texto :

«Los medios del Vaticano han confirmado el 7 de septiembre la existencia y la autenticidad de una oración compuesta por Juan XXIII algunos días apenas antes de su muerte, en la cual el Papa pide perdón a Dios por todos los sufrimientos que la Iglesia catóílica hizo padecer a los judíos.La existencia de esta oración que, según las intenciones del mismo papa, debía recitarse en todas las iglesias, se había anunciado recientemente durante una conferencia en Chicago ofrecida por Monseñor John S.Quinn, que fue uno de los expertos del Concilio «(La Documentation catholique, 2 de octubre de 1966, col.1728).

A continuación iba el texto de la «oración». No se precisaba para nada lo de «medios del Vaticano» que supuestamente habían confirmado la autenticidad del documento, como tampoco cuál era la fuente que permitía afirmar, según las intenciones del papa, que se debía recitar la «oración» en todas las iglesias.

Un mes más tarde, La documentation catholique publicaba un mentís bajo el título «La oración de Juan XXIII por los judíos es falsa». He aquí el texto integral :

«La Secretaría de Estado publicó el 26 de octubre el siguiente comunicado acerca de la supuesta oración de Juan XXIII publicada en nuestro número del 2 de octubre, col.1728, en el cual repercutíamos una información de prensa a la cual no aportábamos comentario alguno»

La documentation catholique del 2 de octubre de 1966 (n·1479, col?1728) reproduce, según La Liberté de Friburgo, del 9 de septiembre pasado, una «oración de Juan XXIII por los judíos» y afirma que los medios del Vaticano lo darían por auténtico.

Esta es otra falsedad.

La Liberté de Friburgo retomó este texto del diario holandés De Tijd del 18 de marzo de 1965. De Tijd lo sacaba del American Commentary de Chicago (órgano del American Jewish Committee») de enero de 1965, firmado con el seudónimo «F.E. Cartus» sin mayor indicación de procedencia ni autentificación. El mismo hecho de publicar la cosa bajo seudónimo debía poner en guardia a cualquiera. Monseñor Quinnn, que es de Chicago, hizo suya la oración (de buena fe, se puede suponer) y la comentó en una reunión interconfesional.

Ninguna oficina del Vaticano puede haber confirmado la autenticidad de esta oración, que no existe ni en la Penitencería apostólica, ni en los escritos, publicados o inéditos, del Papa Juan XXIII.

Monseñor Louis Capdevila, depositario de los mismos, desmiente sin la menor vacilación la autenticidad de esta oración.

Un examen atento del texto resalta que no tiene nada que ver con el estilo y el vocabulario del Sumo Pontífice (La documentation catholique, 6 de noviembre de 1966, col.19089).

Pocos días antes, el diario Le Monde había publicado un artículo titulado «La oración por los judíos atribuida a Juan XXIII es apócrifa». Se presentaba el artículo como procedente del corresponsal particular del diario en Roma y tenía fecha del 26 de octubre. Empezaba como sigue :

» ‘La oración por los judíos atribuida al papa Juan XXIII es apócrifa’, tal es el aserto categórico procedente de una fuente autorizada del Vaticano.»

El resto del artículo mostraba que el corresponsal de Le Monde y autor del artículo publicado en La documentation catholique del 6 de noviembre procedían de la misma fuente, en Roma. Pero Le Monde borraba tres cosas. En vez de un título claro, escogía un título oscuro e inexacto; apócrifo, palabra poco usual, significa : «de dudosa autenticidad. En vez de aclarar que el texto procedía de Commentary, órgano del American Jewish Committee, se conformaba con decir «[Esta oración] fue publicada en Estados Unidos. Por fin, para atenuar un poco más el valor de lo que llamaba «el aserto» (proposición que se hace dándola por verdadera) de una fuente habilitada del Vaticano, el diario añadía el siguiente comentario:

«Este mentís no afecta más que este texto. De ninguna forma pone en tela de juicio la actitud del papa Juan quien expresó, como bien se sabe, su voluntad de incluir en los documentos del concilio una declaración sobre los judíos de la cual el principal autor es el cardenal Bea» (Le Monde, 27 de octubre de 1966, p.9).

Año 1967

Seis meses después de esta advertencia de Le Monde, Henri Fesquet, enviado especial cdel diario en Lyon en el congreso de la amistad judeo-cristiana de Francia no vacilaba en empezar su informe de esta manera :

«La epopeya del renacimiento del estado de Israel puso al mundo en la expectativa, mientras la Iglesia romana elegía poco después un papa sinceramente atento al requerimiento de Jules Isaac, autor de La Enseñanza del menosprecio. ¿No confesaba el propio Juan XXIII que «la marca de Caín está grabada en nuestras frentes. Siglos y siglos de ceguera nos fueron cerrando los ojos.Perdónanos, Señor, por haberte crucificado por segunda vez en la carne de los judíos. Pues no sabíamos lo que hacíamos…» (Le Monde, 21 de abril de 1967, p.11)

Compárese la versión de Henri Fesquet con la versión original de los falsarios.

Algunos días más tarde, Le Monde publicaba un rectificativo con el simple título de «Juan XXIII y los judíos». Daba a conocer que el fragmento de la «oración» citado por el corresponsal se había tomado del libro Rome et les juifs, por M.P.E. Lapide, que acaba de publicarse -traducido del inglés- en la editorial Le Seuil». Después de esta publicidad por una obra que contiene un documento falso, añadía que Monseñor Capdevila había «desmentido tardíamente [sic] la autenticidad [de la oración]» (Le Monde, 7-8 de mayo de 1967, p.17).

Años 1974-75
El 31 de diciembre de 1974, Le Monde publicaba una correspondencia de «M.Paul Samuel, de Paris, bajo el título : «La UNESCO, el Vaticano e Israel». Se trataba de una protesta contra la atribución por el Vaticano del premio Juan XXIII a la UNESCO. M.Samuel estimaba que la UNESCO, al excluir a Israel, había obedecido a «la dictadura del totalitarismo petrolero»; en cuanto a la decisión del Vaticano, la criticaba, estimando que «el papa más grande del siglo XX, Juan XXIII, no hubiera actuado de esta forma. Y citaba el texto de la «oración». Le Monde aceptaba publicar esta carta aún cuando contenía el documento falso : falsificación contra la cual el diario ya no consideraba necesario poner en guardia a los lectores (Le Monde, 31 de diciembre de 1974, p.4).

Quiso la casualidad que unos judíos, posiblemente emocionados y encantados on el descubrimiento de la «oración», escribiesen al diario para manifestar su sorpresa ante el silencio general en torno al documento. Este fue el caso de «M.y Mme Léon Zack, de Vanves». No hubo más remedio que desmentir. Pero la desmentida de Le Monde tomó una forma tal que el lector podía creer que el «texto apócrifo» había sido difundido de buena (o mala) fe tanto por Commentary (no se señalaba el carácter judío de dicha publicación) como por «diferentes órganos europeos, incluyendo La documentation catholique». Título elegido : «Acerca de la oración apócrifa de Juan XXIII sobre los judíos» (Le Monde, 2 de febrero de 1975, p.8).

Año 1983
El 30 de enero de 1983, Alexandre Szombati publicaba en Le Monde una supuesta «Encuesta sobre el asesinato de Theodor Erich von Furtenbach que decía ser nazi». Escribía :

«Después de la guerra, la Iglesia renegó de sus errores e incluso un papa reconoció «el signo de Caín sobre nuestras frentes».

Estas palabras se atribuían a un «testigo» del asesinato, asesinato que, dicho sea de pasada, le valió al asesino un solo día de prisión; pues este había hecho obra pía (Le Monde, 30 de enero de 1983, suplemento, p.I, IV-V)[(1)]

Año 1989
En septiembre de 1989, en un programa de La Cinq acerca del Carmen de Auschwitz, el Señor Jean Kahn, presidente del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia (CRIF) leyó delante del padre Martelet la «oración» de Juan XXIII. Le padre Martelet no señaló para nada que se trataba de un documento falso.

Al mes siguiente, en ocasión del año nuevo judío, el mismo Jean Kahn concedía una entrevista a dos periodistas de Le Monde, Patrice Jarreau y Henri Tincq. Durante la entrevista declaraba :

«[Monseñor Decourtray] decidió también transmitir a todas las parroquias la última oración redactada por Juan XXIII, donde lamenta los siglos de menosprecio de la Iglesia hacia el pueblo judío, con el objetivo de que sea leída públicamente por los curas» (Le Monde, 3 de octubre de 1989, p. 16).

Un lector de Le Monde escribió al día siguiente una breve carta a André Fontaine, director del diario :

«Juan Kahn, presidente del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia (CRIF) le ha declarado (Le Monde, 3 de octubre de 1989) que el cardenal Decourtray había decidido trasmitir a todas las parroquias la «oración de Juan XXIII por los judíos». Me sorprende que en esa oportunidad su diario, que recogía una «entrevista» con Jean Kahn, no haya creído conveniente recordar, según lo había hecho en otra circunstancia, por el año 1974, que dicha oración es falsa; Usted hablaba púdicamente de texto «apócrifo». Espero una pronta rectificación»(Carta de M.G.D. amablemente comunicada por su autor).

Nunca llegó la rectificación, y la carta «para publicar» no fue publicada nunca. Ignoro si el cardenal Decourtray tuvo alguna vez la intención de difundir el documento falso o si se trata de un proyecto que le achacaba abusivamente el Señor Jean Kahn. Tal vez el cardenal de Lyon tuviera esa intención, y tal vez incluso la pusiera en práctica. En realidad M.Jean Kahn es un caso. Se le debe suponer dotado de una «sensibilidad particular» y de un «suplemento de alma» pues entre sus correligionarios se supone que exista «una sensibilidad particular que hace que el elector judío es un elector con un suplemento de alma» (Le Quotidien de Paris, 11 de febrero de 1986, p.6). Según él, los judíos franceses son «franceses a menudo más patriotas que los demás» (Le Figaro, 20 novembre 1989, p.16) [(2)].

En cuanto al diario Le Monde, a lo largo de los años 1966-1989, resulta que trató el tema según una tradición propia para casos semejantes, de manera oblicua.

Los responsables del American Jewish Committee participaban, en su estilo, de la campaña en dirección al Vaticano y a Pablo VI para que la Iglesia católica terminara descargando a los judíos de su responsabilidad en la «condena a muerte de Jesucristo». Los textos del oficio del Viernes Santo denuncian a los «judíos pérfidos» que exigieron de Poncio Pilato esta condena:

«[Los judíos] querían descargar la injusticia de su crimen sobre el personaje del juez romano; pero ¿acaso podían engañar a Dios que es juez también ? Pilato fue partícipe de su crimen en la medida de lo que hizo; pero, si se le compara con aquellos, resulta mucho menos criminal.» [(3)]

En 1965, los judíos esperaban que el Concilio ecuménico Vaticano II declarase sin ambiguedad la no perfidia de los judíos y su falta de responsabilidad en la condena a muerte de Cristo. Pero, cuanto más se prolongaba el concilio, más se notaba que el Vaticano vacilaba, sobre todo bajo la presión de los católicos de Oriente. A fin de cuentas, la «Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas» del 28 de octubre de 1965 hizo amplias concesiones a los judíos pero los decepcionó. Este punto es poco conocido y hoy en día reza la leyenda que la Iglesia terminó descargando a los judíos de la acusación de perfidia y de cualquier responsabilidad en la condena de Cristo.La verdad es diferente. El Concilio recordó «el vínculo que une espiritualmente al pueblo del Nuevo Testamento con la estirpe de Abraham», lamentó y desaprobó el antisemitismo, dijo que Cristo «en virtud de su inmenso amor» se había sometido voluntariamente a la Pasión y a la muerte a causa de los pecados de todos los hombres y para que todos los hombres obtengan la salvación». Insistió para que los judíos no aparecieran como » condenados o maldecidos por Dios, como si eso se derivase de la Sagrada Escritura».

Pero unas pocas palabras –ocho en el texto en latín– recordaban a pesar de todo, incluidas en una proposión concesiva, que «las autoridades judías, con sus seguidores impulsaron el proyecto de matar a Cristo» («auctoritates Judaeorum cum suis asseclis mortem Christi urserunt»). Los padres conciliares no podían llegar hasta el punto de alterar el contenido del relato envangélico. [4)]

Jacob Kaplan, gran rabino de Francia de 1955 a 1980 terminó escribiendo, sin dejar de alegrarse de algunos aspectos de la declaración concliar :

«Lo que se esperaba de Vaticano II era antes que nada el rechazo a la acusación de decidio que se achacaba a los judíos. Era legítima esta espera. Como bien se sabe hubo tres proyectos sobre este tema. El primero en 1963, el segundo en 1964, el último que quedó como definitivo, en 1965. Lo notable es que la versión de 1964 (la segunda) rchazaba efectivamente la acusación de deicidio, pero en la última no se menciona el asunto. Desapareció sencillamente. ¿Qué había pasado? Un artículo de Le Monde (19 de junio de 1987) nos lo da a conocer. En la reseña del libro escrito en inglés por un orientalista de gran prestigio, Bernard Lewis, se cita un fragmento de su obra Semitas y antisemitas donde da constancia de presiones de las naciones árabes sobre el Papa para que no fueran disculpados los judíos del crimen de deicido. El Vaticano cedió. Lamentando esta supresión, el cardenal Liénart, de Lille no pudo menos que decir : «Se podría creer que el Concilio no quiere limpiar al pueblo judío de la acusación de deicidio.» («Dossier juifs et catholiques en dialogue», La documentation catholique, 3 de julio de 1988, p.680).

Año 1990

Hoy en día son otros los combates que movilizan a los judíos en sus exigencias para con los católicos.

Un artículo reciente de Henri Tincq en Le Monde (7 de diciembre de 1990, p1, 14) recuerda que, en el asunto del Carmen de Auschwitz, los judíos obtuvieron satisfacción y que las carmelitas deberán abandonar su lugar de oración a la orilla del campo de concentración por un centro de diálogo e investigación sobre la Shoah. Los católicos ya han aportado fuertes sumas de dinero para la edificación de ese centro pero el papa Juan Pablo III anuncia que facilitará la atribción de cien mil dólares para apresurar la construcción. Sin embargo, ese papa sigue siendo sospechoso, y como dice el periodista de Le Monde, el «proceso por revisionismo» ya se ha entablado contra Juan Pablo II». El papa tarda demasiado en publicar un documento que había prometido redactar acerca del «Holocausto» en septiembre de 1987, donde se suponía que avalaría la realidad de las cámaras de gas hitlerianas [(5)]. Le interesa más de la cuenta el proyecto de beatificación de Isabel la Católica. Los judíos, con el apoyo de Monseñor Lustiger, procuran impedir la beatificación de una reina «demasiado católica» culpable por haber firmado en 1492 el bando de explusión de los judíos fuera de su reino, y eso bajo la influencia de Torquemada, inquisidor general quien, según se dice, había renegado de la confesión judía, su fe originaria.

El mito de la «oración de Juan XXIII por los judíos» no está muy vivo últimamente, pero permanece, y en razón de su misma discreción, existe el riesgo de que sobreviva muchos años más.

En cuanto al American jewish Committee, siguiendo con su impulso, acaba de anunciar dos noticias falsas : según su corresponsal (?) en París, Roger Kaplan, la ley Fabius-Gayssot no fue ratificada, y Faurisson falleció (Commentary, agosto de 2990, p.49, 511).

Notas

[(1)] Sobre el personaje que firma «Szombati» se podrá leer un artículo que le he dedicado con el título : «una encuesta de Le Monde Diplomatique sobre las cámaras de gas» en Les Annales d’histoire révisionniste (n·4, primavera 1988, p.135-49).

[(2)] Véase a modo de comparación el artículo de André Glucksmann : «Europa será «judía» o dejará de ser» (Libération, 16 de abril de 1982,p.14) y de una declaración del gran rabino Sitruk : «Cada judío francés es un representante de Israel» (Le Monde, AFR, 12 de julio de 1990, p.7), palabras que fueron deformadas y atenuadas más adelante por dos periodistas de Le Monde que le preguntaron al gran rabino : «En oportunidad de su último viaje a Israel, ¿no había Usted declarado que todo judío francés debía considerarse como un representante de Israel ? (Le Monde, palabras retomadas por Jean-Michel Dumay y Henri Tincq, 30 de septiembre de 1990, p.9).

[(3)] Dom Gaspard Lefebvre, Misal vespetino romano (cotidiano), 1946 [1920], Viernes Santo, Oficio de Tinieblas, sexta lección, p.674.

[(4)] Concilio ecuménico Vaticano II, ed. del Centurión, 1989, p.698.

[(5)] El 27 de septiembre de 1990, el Osservatore Romano publicaba no obstante en primera plana un artículo sobre una meditación del papa en Jasna Gora [Polonia]. Según este órgano de prensa, Juan Pablo II, hablando de los judíos, hubo de declarar en polaco: «Este pueblo ha sido golpeado por la muerte terrible de millones de sus hijos e hijas. Primero, se les marcó con una señal particular. Después, se les arrojó a los ghettos, a unos barrios apartados. Después los llevaron a las cámaras de gas, dándoles muerte — solamente por ser hijos de aquel pueblo (Foi portati alle camere a gas, dando loro la morte — soltanto perchè erano figli di questo popolo)». Salvo que yo esté equivocado, Juan pablo II resulta ser pues el primer papa en avalar así — con harta timidez — la existencia de las cámaras de gas homicidas.

Fuente | La versión original de este documento: Consideraciones sobre la deportación de judíos de Francia y Bélgica al este de Europa en 1942, Valencia, Apartado de Correos, 12.083, 46020 Valenciaz, España. © Enrique Aynat Eknes | AAARGH

¿Cómo obtuvieron los Británicos las confesiones de Rudolf Höss, comandante de Auschwitz?

Rudolf Höss fue el primero de los tres comandantes sucesivos del campo de concentración de Auschwitz. Es comúnmente Ilamado «el comandante de Auschwitz» y el gran público conoce de él unos escritos que han sido editados como «Le Commandant d’Auschwitz parle». Compareció ante el Tribunal Militar Internacional (TMI) como testigo, el 15 de abril de 1946. Su declaración causó sensación. Ante la estupefacción de los acusados y en presencia de la prensa del mundo entero, confesó los crimenes más horrendos que la historia jamás había conocido. Decía haber recibido personalmente la orden de Himmler de exterminar a los judíos. Estimaba que en Auschwitz 2.500.000 habían sido exterminados con gas y al menos otros 500.000 habrían sucumbido al hambre y las enfermedades, lo que daba una cifra total de alrededor de 3.000.000 de muertos. Estas confesiones eran falsas. Le habían sido arrancadas mediante la tortura. Hizo falta esperar hasta 1983 para conocer la identidad de los torturadores y la naturaleza de las torturas.

Las confesiones de Höss están constituidas por cuatro piezas distintas que, según el orden cronológico, son las siguientes:

1.– Una declaración escrita firmada el 14 de marzo (Ào el 15 de marzo?) de 1946, a las 02 horas y 30 minutos de la madrugada; se trata de un texto dactilografiado de 8 páginas redactado en alemán. No creo que en circunstancias ordinarias una sola instancia judicial de los países democráticos hubiera aceptado tomar en consideración estas páginas, desprovistas de todo membrete y de toda referencia administrativa impresa y con abundantes correcciones diversas, sea dactilografiadas, sea manuscritas, sin el acompaamiento de la más mínima rúbrica y sin ninguna advertencia, al final, del número de palabras corregidas o suprimidas. Höss firmó una primera vez después de haber escrito: «14.3.46, 2,30 horas». Procedió del mismo modo tras dos líneas que habrían debido estar manuscritas pero que estaban dactilografiadas y que dicen: «He leído et texto precedente; confirmo que corresponde a mis propias declaraciones y que es la pura verdad». Siguen los nombres y las firmas de dos testigos: dos sargentos británicos; uno no menciona la fecha, mientras otro indica la del 15 de marzo. Viene por fin la firma de un capitán de la Sección 92 de la Seguridad Militar en Campaa que certifica que los dos sargentos han estado presentes durante todo el procedimiento durante el cual el prisionero R. Höss ha efectuado voluntariamente su declaración. La fecha es la del 14 de marzo de 1946. ¡Nada indica el lugar!

La acotación que los Aliados atribuyeron a este docurnento es NO- 1210.

2.- Una declaración bajo juramento (en inglés: «affidavit») firmada el 5 de abril de 1946, o sea 22 días mas tarde. Se trata de un texto dactilografiado de 2 páginas y 1/4, redactadas en inglés. Este último punto es sorprendente. Pues Höss firmó aquí una declaración bajo juramento, no en su lengua, sino en la de sus captores. Su firma aparece tras tres reanudaciones: primero bajo las dos primeras páginas, después en la tercera y última página, tras un texto de 4 líneas, siempre en inglés, siempre dactilografiadas y que dicen: «Entiendo el inglés, lengua en que se halla redactado el texto precedente. He declarado según la verdad, he hecho esta declaración voluntariamente y sin coacción; tras haber releído mi declaración, la he firmado y certificado. En Nuremberg, Alemania, el 5 de abril de 1946». Prosigue la firma del Teniente Coronel Smith W. Broorkhart, tras la fórmula: «Tras haber prestado juramento y firmado, ante mi presencia el 5to día de abril de 1946, en Nuremberg, Alemania».

Por la forma este texto es todavía — si ello es posible — más inaceptable que el anterior. En particular, encontramos que líneas enteras están añadidas en mayúsculas manuscritas a la manera inglesa, mientras que otras son tachadas de un plumazo. No hay ninguna rúbrica al margen sobre estas correcciones, ninguna advertencia, al final del documento, sobre el número de palabras tachadas como nulas.

La acotación que los Aliados dieron a este documento es PS-3868.

Para disimular el hecho de que Höss había firmado una declaración bajo juramento que estaba en inglés, cuando habría debido estar en su propia lengua, en alemán, y para hacer desaparecer los tachones, las añadiduras y las correcciones, ésta es la superchería que fue utilizada en Nuremberg: se recompuso el texto en limpio y se presentó como una «traducción», sobreentendiéndose que era del alemán al inglés. Pero el tramposo fue demasiado deprisa al operar. Creyó que una añadidura al párrafo 10 (debida a una mano inglesa) era una añadidura al final del párrafo 9. El resultado de este equívoco es que el final del párrafo 9 se transformó en algo totalmente incomprensible.

Existen, pues, dos documentos diferentes bajo la misma acotación PS-3868: la pieza firmada por Höss y el»remake». Este «remake», esta falsa chapuza, fue la utilizada ante el TMI. Una obra histórica que dice reproducir la declaración PS–3868 de Höss reproduce de hecho, el «remake», pero suprimiendo sin decirlo el final del párrafo 9, así como el párrafo 10 entero: veánlo en «La Persécution des Juifs dans les Pays de l’Est présentée a Nuremberg», de Henri Monneray (Paris, Ed. du Centre de Documentation Juive, 1949, p. 159-162).

3.– La declaración oral tan espectacuIar que ya he mencionado y que fue hecha ante el TMI el 15 de Abril de 1946, es decir, diez días después de la redacción del documento PS–3868.

Paradójicamente, fue un abogado de la defensa quien pidió la comparecencia de Höss. Kurt Kauffmann, defensor de Emst Kaltenbrunner, con la intención manifiesta de mostrar que el responsable de la presunta exterminación era Himmler y no Kaltenbrunner. Cuando llegó el turno para el representante del ministerio público (a la sazón, el fiscal adjunto de los EUA, coronel Harlan Amen) de interrogar a Höss, hizo que pareciese que leía la declaración firmada por éste último y, en realidad, leyó extractos del «remake». Hadan Amen dijo un pretexto para no leer el párrafo 9 (y, de paso, el párrafo 8). Interrumpiéndose tras la lectura de cada fragmento, preguntaba a Höss si era aquello lo que él había dicho. Recibió, eh todo y para todo, las siguientes respuestas: «Jawohl», Jawohl», «Jawohl»,» «Ja, es stimmt», después una respuesta de dos líneas (conteniendo una enormidad, a saber, que los judíos húngaros habían sido matados en Auschwitz a partir de 1943, cuando el primer convoy de estos judíos llegó a Auschwitz el 2 de mayo de 1944) y después, de nuevo Jawohl», «Jawohl», Jawohl», una respuesta de una línea y — de nuevo — «Jawolh», «Jawolh» (IMG, Tomo XI. pp 457-461) Las siglas IMG corresponden a «International Militärgerichtshof», es decir es la versión alemana de los debates del TMI).

Normalmente deberían haberse hecho cien preguntas sobre este exterminio y las cámaras de gas, es decir, sobre un crimen y un instrumento del crimen sin precedentes en la historia. Pero nadie planteó esas cuestiones. En particular, el Coronel Amen no solicitó ninguna precisión ni ningún complemento sobre el texto verdaderamente horroroso del cual daba lectura ese día, en presencia de periodistas que, al día siguiente, iban a hacer de ello los grandes tftulares de sus periódicos.

4.–, Los textos reunidos generalmente bajo el título de «Le Commandant dAuschwitz parle» (en alemán «Kommandant in Auschwitz»). Höss los habría redactado a lápiz bajo la vigilancia de sus carceleros comunistas polacos, en la cárcel de Cracovia, a la espera de ser procesado. Fue condenado a muerte el 2 de abril de 1947 y colgado 14 días más tarde, en el campo de Auschwitz. Fue necesario esperar hasta 1958, es decir 11 años más tarde, para que se editaran en alemán lo que se ha llamado sus «Memorias». La publicación corrió a cargo del historiador Martin Broszat, sin respeto alguno a los métodos que rutinariamente se emplean en publicaciones científicas. Broszat suprimió fragmentos que habrían mostrado claramente que Höss o sus carceleros poIacos comunistas habían escrito barbaridades, lo que resultaba perjudicial para la veracisad del conjunto del relato.

Las cuatro piezas que acabo de enumerar tienen una estrecha afinidad de filiación. Al observarlas de cerca, las contradicciones no faItan en sus respectivos contenidos, pero, en lo esencial, se corroboran. Las ocho páginas del NO– 1210 están de algún modo resumidas en las 2 páginas y 1/4 del PS–3868: Este último documento sirvió de pieza central en la declaración oral ante el TMI; en fin, las memorias redactadas en Cracovia coronan el todo. La base y la matriz están en el documente NO–1210. De ello volveré a hablar.

REVELACIONES DE HöSS EN CRACOVIA SOBRE SU PRIMERA CONFESION

La guerra habfá finalizado en Alemania el 8 de mayo de 1945. Höss cayó en manos de los británicos, que lo encerraron en un campo para SS. En su calidad de agricultor profesional, obtuvo una liberación anticipada. Sus guardianes ignoraban entonces la importancia de su presa. Fue empleado como obrero agrícola en una granja cerca de Flossenburg, no lejos de la frontera con Dinamarca. Permaneció ahí ocho meses. La Policia Militar reinició su búsqueda. Su familia, con la cual había logrado retomar contacto, estaba estrecharnente vigilada y sometida a frecuentes pesquisas. Cuenta en sus memorias las circunstancias de su captura y lo que ocurrió después. El trato que sufrió Höss fue particularmente brutal. A primera vista asombra que los comunistas polacos permitiesen a Höss efectuar estas revelaciones sobre la Policía Militar británica. Tras una reflexión descubrimos que pudieron ser guiados por uno o más de estos motivos:

— El deseo de dar a esta confésión una apariencia de sinceridad y veracidad;

— La intención de suscitar en el lector una comparación halagadora para los comunistas polacos entre los métodos británicos y los métodos polacos; Höss dirá, en efecto, más adelante que, durante la primera parte de su estancia en Cracovia se estuvo a punto de «aniquilarlo» física y sobre todo moralmente, pero que después se le trató «con tanta comprensión, tanta humanidad que consintió en escribir sus memorias».

— La necesidad de dar una explicaci6n a varios absurdos contenidos en el documento NO–1210 que los policias británicos habían hecho firmar a Höss, consistiendo uno de éstos en afirmar la existencia de un»campo de exterminio» en un lugar que no ha existido jamás en ningún mapa de Polonia: «Wolzek, cerca de Lublin»; la confusión con Belzec no puede ser tomada en consideración puesto que Höss habla de tres campos más:. «Belzek» (sic), «Treblinka» (sic) y «Wolzek, cerca de Lublin». Más adelante Treblinka será correctamente escrito. Reparamos al mismo tiempo en que los campos de Belzec y Treblinka no existían todavía en la época (junio de 1941) en la que Himmler, según Höss, le habría dicho que éstos funcionaban como «campos de exterminio».

He aquí en qué términos relata Höss sucesivamente su arresto por los británicos, su firma del documento que devendría el NO–1210, su traslado a Minden–a.d–Weser (donde el trato que se le dio fue incluso peor), su estancia en la prisión de Nuremberg y, por fin, su extradición a Polonia.

«El 11 de marzo, a las 23 horas, vinieron a arrestarme. Dos días antes de esa fecha mi ampolla de veneno se había roto. Despertado de un sobresalto, creía que era atacado por ladrones que, en aquellos tiempos, eran muy numerosos en la región: no tuvieron pues ninguna dificultad en arrestarme. Et tratamiento que recibí de la Field Security Police no fue particularmente clemente.

Se me Ilevó a Heide y me encontré de nuevo por azar en el mismo acuartelamiento del que los ingleses me habían liberado 8 meses antes. Mi primer interrogatorio fue «contundente», en el sentido concreto de la palabra. Firmé la declaración verbal, pero no sabía lo que contenta: el uso alternado del alcohol y del azote era demasiado, incluso para mí. El azote era de mi propiedad personal. Se hallaba par azar en el bagaje de mi mujer. No creo que con él haya golpeado a mi caballo y ciertamente no lo habia hecho con los internados. Pero el hombre que me interrogaba pensaba probablemente que me había servido de aquél para golpear a los prisioneros durante todo el día.

Al cabo de algunos días, fui conducido a Minden-a.d.-Weser, centro de interrogatorios en la zona inglesa. Allí sufri un tratamiento todavía más brutal por parte del procurador militar, un comandante inglés. El régimen de la prisión en la que estaba encerrado se correspondía con su actitud. Al cabo de tres semanas fui bruscamente conducido al peluquero, quien me afeitó la barba y me cortó los cabellos; se me autorizó también a lavarme. Desde mi detención era la primera vez que se me quitaban las esposas.

Al dia siguiente se me trasladó en vehículo especial a Nuremberg, en compañía de un prisionero de guerra al que se habla traído desde Londres como testigo de descargo para Fritzsche (Hans Fritzsche, encargado de la radio y la prensa en el ministerio de Goebbels, al que se quiso procesar al ser imposible juzgar al ministro; fue absuelto en Nuremberg. Nota del autor). Tras mis experiencias precedentes la experiencia en aquella cárcel fue una cura de salud. Me encontraba en el mismo pabellón que los principales acusados y podía verlos constantemente cuando eran Ilevados ante el TMI. Representantes de todos los países aliados venían todos los días a dar una vuelta por nuestra prisión: en cada ocasión se me mostraba como una «bestia feroz» particularmente curiosa.

Se me había hecho venir a Nuremberg como testigo de descargo de Kaltenbrunner, a petición de su defensor. Hasta ese día no Ilegué a comprender por qué era yo, entre todos, quien había sido elegido para ese papel.

Las condiciones de mi estancia eran excelentes bajo todos los aspectos; disponíamos de una gran biblioteca y podía emplear todo mi tiempo en leer. Pero los interrogatorios eran verdaderamente muy penosos: No se nos inflingían malos tratos, pero la presión moral era muy difícil de soportar. No podia llevarme bien con mis jueces: todos eran judios. Fueron estos judíos deseosos de saberlo todo quienes me atacaron psicológicamente. No dejaban subsistir ninguna duda sobre la suerte que nos esperaba.

El 25 de mayo, aniversario de mi boda,fui conducido con Bihler (sic por Buehler) y Von BurgsJorf al aeródromo donde se me entregó a oficiales polacos. Un avión de los EUA nos Ilevó, via Berlin, a Varsovia», (Rudolf Höss, «Le Commandant d’Auschwitz parle» Traducido del alemán por Constantin de Grunwald, Ed. Julliard, 1959. En la edición de 1970, pp 248-250).

REVELACIONES EN 1983 SOBRE LOS TORTURADORES BRITÁNICOS DE HÖSS

Los revisionistas habían probado, desde hacía tiempo, que las diversas confesiones de Höss contenían tantos errores burdos, sin sentidos e imposibilidades de toda suerte que no era posible otorgarles la credibilidad que los jueces de Nuremberg y de Cracovia, así como los historiadores ocasionales, les habían otorgado, sin ningún análisis previo de su contenido y de las circunstancias en las que las confesiones habían sido logradas.

Con toda verosirrillitud Höss habia sido torturado por británicos de la «92 Field Security Section». Pero hacía falta una confirmación de esta hipótesis. La confirmción Ilegó con la aparición de un libro inglés que contenía el nombre del principal torturador (un sargento británico de origen judío) y describía las circunstancias del arresto de Höss, así como su interrogatorio en tercer grado.

El libro es de Rupert Butler. Fue publicado en 1983 (Hamlyn Paperbacks). Butler es el autor de otras 3 obras («The Black Angels». ‘Hand of Steel» y «Gestapo»), publicadas por el mismo editor, pero la que nos interesa es la titulada «Legions of Death», Su inspiración es antinazi, Butler dice que para sus averiguaciones investigó en el Imperial War Museum», en el «Institute of Contemporary History, (la célébre «Wiener Library») y en otras prestigiosas instituciones. AI principio de esta obra agradece a estas instituciones su ayuda, así como a dos personas, una de las cuales es un «judío» llamado Bernard Clarke, «quien capturó a Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz» y del cual cita varios fragmentos de escritos, o bien de conversaciones grabadas.

Clarke no experimentaba ningún remordimiento, antes bien estaba orguIloso de haber torturado a un «nazi». Tampoco Butler ve en ello nada malo. Ni el uno ni el otro advierten la importancia de su revelación. Dicen que Höss fue detenido el 11/marzo/46 y que hicieron falta tres días para obtener «Una declaración coherente».

Tampoco se dan cuenta de que esa «declaración coherente» no es otra cosa que la confesión, verdaderamente loca, que fue firmada por una víctima delirante el 14 o 15 de marzo de 1946, a las 02,30 horas de la madrugada y que iba a sellar el destino de Höss y a marcar para siempre la historia del mito de Auschwitz.

El 11 de marzo de 1946 Clarke y otros cinco especialistas en información, con uniforme británico, de elevada estatura en su mayor parte y con un aspecto amenazador, penetran en el domicilio de la Sra. Höss y de sus hijos. Los seis hombres, se nos dice, «están todos entrenados en las técnicas más sofisticadas de interrogatorios persistentes y sin misericordia» (p. 235). Clarke se pone a gritar: «Si no nos dice dónde está (su marido) la entregaremos a los rusos, quienes la colocarán ante un poste de ejecución y enviarán a su hijo a Siberia». La Sra. Höss sucumbe y revela – segdn Clarke- el emplazamiento de la granja donde estaba escondido su marido. Revela asimismo su falso nombre, Franz Lang. Y Clarke añade: «Una intimidación parecida sobre et hijo y la hija produjo informes idénticos». El sargento judío y los otros cinco especialistas en interrogatorios de tercer grado parten entonces a la búsqueda dé Höss al que sorprenden en plena noche, acostado en un rincón de la sala utilizada como matadero en la granja.

«Höss profirió un grito ante la simple visión de los uniformes británicos. Clarke aulló: ¿tu nombre?’. Cada vez que la respuesta era «Franz Lang», et sargento Clarke aplastaba la cara de Höss de un puñetazo. A la cuarta, Höss cedió y reconoció quién era. De inmediato esta confesión desencadenó la repugnancia de los sargentos judíos que habían venido a arrestarlo, cuyos parientes habían muerto en Auschwitz en virtud de una orden firmada por Höss. El prisionero fue arrancado del camastro Y fue despojado de su pijama. Fue después arrastrado desnudo hasta una de las mesas de matanza y allí Clarke creyó que los golpes y gritos no acabarían nunca.

Al final, el oficial de sanidad presente intervino con insistencla ante el capitán: ‘Dígales que paren o es un cadáver lo que usted se llevará’. Se echó sobre Höss una manta y fue arrastrado hasta el coche de Clarke, donde este derramó en su garganta una buena dosis de whisky. Al intentar dormir Höss, Clarke le puso su fusta de mando en los párpados y en alemán le ordenó: «Manten abiertos tus ojos de cerdo, especie de puerco!»

Entonces, por vez primera, Höss contó una justificación que iba a repetir a menudo: ‘Recibía mis órdenes de Himmler. Soy un soldado como ustedes. Era necesario obedecer las órdenes’. El equipo estaba de regreso en Heide a las tres de la mañana. La nieve continuaba arremolinándose pero se le arrancó a Höss su manta y se le hizo atravesar completamente desnudo et patio de la prisión hasta su celda». Es así como Clarke revela: «Hicieron falta tres dias para obtener (de Höss) una déclaración coherente».

Es, pues, esta declaración obtenida en las condiciones que se ve por unas bestias de la Seguiidad Militar británica y bajo la inspiración de la mente enferma del sargento-intérprete Bernard Clarke, la que se convertirá en la primera confesión de Höss, la confesión primordial catalogada como NO-1210. Una vez que el prisionero torturado había comenzado a hablar, Clarke dice que fue imposible detenerlo. Y Clarke, no más consciente en 1982 o 1983 que en aquellos días de 1946 de la magnitud de aquello que forzaba a Höss a confesar, cita entonces una serie de horrores ficticios presentados aquí como reales: Höss se puso a relatar cómo, habiendo prendido fuego a los montones de cadáveres, se recogía (sic) la grasa que de ellos se desprendía para volver a verterla -sobre los cadáveres (!). Evaluaba en dos millones el número de muertos sólo en el tiempo en que él había estado de comandante en Auschwitz; las matanzas alcanzarían a veces el número de 10.000 víctimas al día.

Clarke estaba encargado de la censura de las cartas que Höss enviaba. a su mujer y a sus hijos. Todas las policías del mundo saben que esa autorización para escribir a la familia constituye un arma psicológica. Para hacer «cantar» al prisionero bastó a veces con suspender o suprimir esta autorización. Clarke hace una interesante observación sobre el contenido de las cartas de Höss; nos confía: «En ocasiones el fragmento era duro de tragar. Había dos hombres en aquel hombre. Uno era brutal y sin consideración para la vida humana. El otro era tierno y afectuoso» (p. 238).

Rupert Butler termina su relato diciendo que Höss ya no buscaba negar ni escapar a sus responsabilidades. Es un hecho que en el proceso de Nuremberg, Höss se condujo con una «apatía esquizoide». La expresión es del psicólogo norteamericano G. M. Gilbert, el psicólogo de la prisión encargado de la vigilancia psicológica de los prisioneros, en relación con el ministerio público norteamericano. Se puede creer bien que Höss se había «escindido en dos». Tenía el aspecto de un pingajo porque se había hecho de él un andrajo. «Apathetic» dice Gilbert en la p. 229 de su libro (Nuremnerg Diary, Signet Books, 1947); «apathetic» repite en la página siguiente; «schizoid apathy» escribe en la p. 239.

Al final de su proceso en Cracovia, Höss acogió la sentencia de muerte con aparente indiferencia. R. Butler observa a este propósito: «(Höss) había conprendido que los Aliados habían recibido órdenes y que era absolutamente incuestionable que esas órdenes serían ejecutadas» (p. 238) No sabríamos decirlo mejor. R. Höss, a semblanza de millares de acusados alemanes entregados a la gracia de vencedores totalmente convencidos de su buen derecho, había comprendido rápidamente que no había otra elección que pasar por la voluntad de estos justicieros del Oeste y del Este.

R. Butler evoca a continuación el caso de Hans Frank, antiguo Gobernador General de Polonia. Con el mismo tono de satisfacción moral relata las circunstancias de su captura y el tratamiento recibido:

«La celebridad del personaje no surtió ningún efecto en los dos soldados norteamericanos de color que lo detuvieron y que hicieron Io necesario para que fuera trasladado a la prisión municipal de Miesbach solamente después de que hubiese sido salvajemente golpeado y después arrojado a un camión. Se le cubrió con un toldo para ocultar las huellas más marcadas del tratamiento que había sufrido; Frank aprovechó esta cobertura para cortarse la arteria del brazo izquierdo. No era, evidentemente, cuestión de dejarlo salir bien librado tan fácilmente: un oficial de sanidad del Ejército norteamericano le salvó la vida y Frank pudo comparecer ante el TMI de Nuremberg» (pp. 238-239).

(Hans Frank, lo sabemos, fue colgado. Hans Frank y Rudolf Höss no fueron los únicos en sufrir tratamientos de este género. Entre los casos más célebres se conocen los de Julius Streicher, Hans Fritzsche. Franz Ziereis, Josef Kramer, Oswald Pohl. Pero el caso de Höss es, con mucho, el más grave, por sus consecuencias. Ningún documento alemán prueba la existencia de una supuesta politica de exterminio. León Poliakov reconocía ya en 1951: «En lo concerniente a la concepción propiamente dicha del plan de exterminio total, los 3 a 4 principales autores se suicidaron ( mayo de 1945. Ningún documento ha quedado, puede que jamás haya existido, (Bréviaire de la haine. Le IIIe Reich et les Juifs. Calman-Levy, 195 1; p. 171 de l’ed. de bolsillo de 1974).

En ausencia de todo documento, los «Historiadores» a lo Poliakov se han contentado principalmente con unas confesiones dudosas como las de Kurt Gerstein (brillantemente desmontadas por el trabajo de Henri Roques, NdT.) o de Rudolf Höss, no sin modificar los textos a su conveniencia.

Bernard Clarke es «actualmente un hombre de negocios próspero establecido en el sur de Inglaterra» (Legions of Death, 1983, p. 235). Se puede decir bien que fue su voz y su espíritu depravado lo que se escuchó en Nuremberg el 15 de abril ( 1946, cuando el procurador Amen daba lectura, fragmento a fragmento, ante un auditorio estupefacto y transtornado, a la pretendida confesión de Höss. Ese día emprendía de alguna manera su vuelo una mentira de proporciones planetarias: la mentira de Auschwitz. En el origen de este prodigioso «affaire» de los medios de comunicación están algunos sargentos judíos de la Seguridad Militar británica, entre los cuales Bernard Clarke, hoy un hombre de negocios próspero establecido en el sur de Inglaterra».

EL TESTIMONIO DE MORITZ VON SCHIRMEISTER

Moritz von Schirmeister había sido durante la guerra consejero de prensa personal de Joseph Goebbels. El 29 de junio de 1946 fue interrogado ante el TMI como testigo de descargo, de Hans Fritzsche Su declaración fue particularmente interesante en lo que concernía a la verdadera personalidad del Dr. Goebbels y también respecto a la actitud de los servicios alemanes frente a la oleada de atrocidades vertidas durante la guerra por los aliados en la cuenta de los campos de concentración. Al final de la guerra Moritz van Schirmeister había sido detenido por los británicos e internado en Inglaterra, donde había estado encargado de la»reeducación», política de sus camaradas detenidos. Para testificar ante el TMI fue transferido de Londres a Alemania, a Minden-a.d.-Weser, que era el principal centro de interrogatorios de la Policía Militar británica. Desde allí fue conducido en coche (31 de marzo — 1 de abril de 1946) a la prisión de Nuremberg. En el mismo vehículo se encontraba R. Höss. Moritz von Schirmeister es precisamente el «prisionero de guerra que había sido traído de Londres como testigo de descargo de Fritzsche» del cual hablaba Höss en sus «memorias» (ver más arriba). Gracias a un documento escrito que debo a la cortesfa del norteamericano Mark Weber -que me remitió copia en septiembre de 1983-, documento del cual no estoy autorizado aún a indicar la fuente exacta, sabemos que los dos alemanes pudieron conversar libremente en el vehículo que los Ilevaba a Nuremberg. En ese documento de algo más de dos páginas, Moritz von Schirmeister refiere que, a propósito de los cargos que pesaban sobre él, Höss le contó: «Gewiss, ich habe unterschrieben, dass ich 2 l/2 Millionen Juden umgebracht habe. Aber ich hatte genausogut unterschrieben dass es 5 Millionen Juden gewesen sind. Es gibt eben Methoden, mit denen man jedes Gest endhis erreichen kann – ob es nun wahr ist oder nicht (Seguramente he firmado que he matado a dos millones y medio de judíos. Pero podría también haber firmado que fueron cinco millones. Hay precisamente métodos para obtener cualquier tipo de confesión, sea cierta o no).

OTRA DECLARACIÓN FIRMADA DE HÖSS

Los torturadores británicos de Höss no tenían razón alguna para molestarse. Tras haberle hecho firmar el documento NO-1210 a las 2,30 horas de la mañana del 14 o 15 de marzo de 1946, obtuvieron de él una nueva firma, esta vez el 16 de marzo y en esta ocasión al final de un texto en inglés, redactado por la mano de un inglés, con un espacio en blanco en la parte del papel donde debería haber figurado el nombre del lugar. Era necesario todo el cinismo, la inconsciencia y la ingenua truhanada de los torturadores para hacerle firmar una sencilla esquela donde se leía, en inglés:

Declaración efectuada voluntariamente en la prisión de (pasaje en blanco) por Rudolf Hösss, antiguo comandante del campo de concentración de Auschwitz, et 16 de marzo de 1946.

Personalmente he organizado bajo órdenes recibidas de Himmler en mayo de 1941 el gaseamiento de dos millones de personas, entre Junio y Julio de 1941 y finales de 1943, tiempo durante el cual he sido el comandante de Auschwitz.

Firmado:

Rudolf Höss

SS-Stubfhr.

Antiguo Kdt.deAuschwitz-Birkenau.»

Incluso la palabra ‘signed’ («firmado») pertenecía a una mano inglesa.

CONCLUSIÓN

El testimonio de Rudolf Höss era de una importancia primordial para los historiadores defensores de las tesis del exterminio de los judíos y de la existencia, en Auschwitz, de cámaras de gas homicidas. Con la publicación de ‘Legions ofl Death’ por Rupert Butler, ese «testimonio» se hunde definifivamente. Según lo que aseguraban los historiadores revisionistas, Rudolf Hoss efectuó este testimonio bajo tortura. La ironía ha querido que esa confirmación de la tesis revisionista haya sido involuntariamente aportada por un historiador exterminacionista. Este último no suponía ciertamente la importancia de su descubrimiento, que acaba de corroborar en Octubre de 1986 una emisión televisada británica: ‘Secret Hunters’. Vean, al respecto, Mike Mason ‘In a cell with a Nazi war criminal — We kept him awake until he confessed’ («En una celda junto a un criminal de guerra nazi — Lo mantuvimos despierto hasta que confesase»), Wrexham Leader, 17 de octubre de 1986.

Fuente | Original francès: Comment les Britanniques ont obtenu les aveux de Rudolf Höss, commandant d’Auschwitz, Annales d’Histoire révisionniste, numéro 1, printemps 1987, p. 137-152. | AAARGH

Revisión, Buenos Aires, numero 1, 30 oct. 1992

Nota de la redacción: La presente versión, traducida por Enrique Bisbal R. y Carlos Caballero, ha sido corregida y adaptada por el propio profesor R. Faurisson. No obstante, a pesar de estar autorizada, sólo la versión original francesa aparecida en en No 1 de Annales d’Histoire Révisionniste correspondiente a la primavera de 1987, pägs. 137-152, puede servir de referencia ante una instancia judicial. La confesión de R. Höss del 16 de Marzo de 1946 según Lord Russell of Liverpool en la traducción en alemán de «The Scourge of the Swastika’ (El azote de la esvástica) bajo el título «Geissel der Menscheit»: azote de la humanidad), Berlin, Verlag Volk und Welt, 1960, antes de la página 161. Observaremos la diferencia entre la escritura manuscrita del texto de la confesi6n y la escritura manuscrita de R. Höss. En su introducción de la edición inglesa de ‘Kommandant in Auschwitz’, Lord Russell de Liverpool pretende ofrecer algunas informaciones sobre las condiciones en las cuales Höss tuvo ‘que firmar esta esquela pero como comete unos errores en la cronología de los acontecimientos en ese propósito, sus informaciones han de tomarse con reserva (vean The Commandant of Auschwitz, Weidenfeld and Nicholson, 1959, pág. 18).