San Teófano el Recluso y el mal

«El diablo se acerca al Dios-hombre con tentaciones. ¿Quién podrá estar libre de ellas?
El que va de acuerdo con la voluntad del mal, no sufre ataques, sino que cada día está mal inclinado al mal. Tan pronto como uno comienza a volverse a uno mismo (conversión) y tiene intención de cambiar de vida de acuerdo con la voluntad de Dios, inmediatamente todo el reino satánico entra en acción: apresuradamente a dispersar los buenos pensamientos y las intenciones del arrepentido.
Si no logran dejarlo a un lado intentan obstaculizar su buen arrepentimiento y confesión; si no lo logran hacer, siembran cizañas en medio de los frutos del arrepentimiento e interrumpen su labor de limpieza del corazón.
Si no tienen éxito en sugerir el mal, intentan distorsionar la verdad; si son rechazados por dentro, atacan exteriormente, y así sucesivamente hasta el final de la vida de uno. Ni siquiera dejan a uno morir en paz; incluso después de la muerte persiguen el alma…
Usted pregunta ¿Qué puedo hacer? ¡Es inútil y aterrador!
Para el creyente no hay nada aterrador aquí, porque cerca del hombre temeroso de Dios los demonios solo están ocupados, pero no tienen ningún poder sobre él.
El hombre sobrio, de oración, lanza flechas contra ellos y éstos se mantienen lejos de él, sin atreverse a acercarse, y temiendo la derrota que ya han vivido.
Sí tiene éxito en algo es debido a nuestra torpeza. Bajamos la atención, o nos permitimos distraernos por sus fantasmas, e inmediatamente vienen a molestarnos mas audazmente.
Si no entras en razón a tiempo, te darán vueltas; pero si un alma entra en razón, vuelve a retroceder y entonces espía desde lejos a ver si es posible acercarse de nuevo de alguna manera.
Así que se sobrio, observa y reza, y los enemigos no te harán nada».